MUNDO ANDINO:
DE ADOBE, DE PIEDRA E ILUSIÓN
ESQUINAS POR DONDE PASO
Danilo Sánchez Lihón
Cállate.
Nadie sabe que estás
en mí.
César Vallejo
1. Duele tan hondo
La niña de mi infancia, a quien adoré desde aquella edad y para toda la vida, la siento aquí por todas las esquinas por donde paso y mucho más cuando volteo a la izquierda o derecha por ellas, sean de adobe o sean de piedra. ¡En las esquinas está la clave de nuestros destinos!
Y en ellas la niña, quien es la ilusión siempre, quien representa para mí lo más esencial de mi pueblo nativo, a quien erijo en el perfil de los cerros cuando amanece o es de atardecida.
Quien es el motivo por el cual haya sido como soy, huidizo, cerril y tímido. Y abstraído hablando conmigo mismo.
Quien es probable que yo para ella no haya existido nunca y no haya significado absolutamente nada. De quien no sé la suerte que le deparó la vida. De si tuvo o no un marido. Ni de los hijos que ella tiene o tuvo.
Pero que sin embargo es esencial en mi vida. Es la razón y la sinrazón de por qué yo vivo. Y que duele tan hondo en el alma tenerla como no tenerla. A quien tampoco pude mirarla a los ojos más porque su brillo me enceguecía.
2. E iré todavía
Puesto que no hubo jamás ni una sola palabra cruzada entre ella y yo. Puesto que ella no supo nunca nada de mí.
Entonces, ¿por qué esta obsesión, fascinación y hasta delirio? ¿Por qué esta pena y esta alegría? Con quien lo más cerca que estuve no serían menos de diez pasos.
Pero cuya aureola, y su imagen, sea su presencia o ausencia han invadido e invaden hasta hoy mis horas y mis días.
Y la llevo o la encuentro en todos los caminos por donde he ido en el tránsito por este mundo. Y por donde iré todavía.
Para quien imaginé ser todo lo grande, hermoso y estupendo que se pudiera ser en este mundo.
Así en mi fantasía de niño, solo para ella, yo era todo aquello que pareciera más arriesgado y difícil de alcanzar. Sea torero, astronauta o un malabarista en un escenario atestado de gente.
3. Barandal del corredor
Así, ella sintetiza mi amor por Santiago de Chuco, mi pueblo. La identifico con las casas arremolinadas en la hondonada y apretándose entre ellas como si se asustaran o se amaran.
Ella evoca las noches de luna, los cielos estrellados, las calles silenciosas y sin una sola alma por sus calzadas y veredas. Siento que la encuentro en los barrios vetustos de las calles sin nombre; en las casas abandonadas con alguna inscripción ininteligible en sus muros.
Y algún emblema o rezago de luceros en sus puertas, balcones y techumbres, ya en declive. Ella contiene y es la fuerza para que las casas no se desmoronen definitivamente.
La niña de mi infancia permanece al interior de los patios, en el sitio debajo de la escalera donde nos escondemos de niños anhelando que nadie nos encuentre. O en el barandal del corredor donde nos pasamos las horas contemplando el simple discurrir de los hechos cotidianos.
4. Suave con lo suave
Ella vela en las esquinas en donde jamás estuvimos y en las calles que jamás hemos caminado juntos. Y que me quedo ahora contemplándolas como si ella y yo hoy día allí estuviéramos.
Como si nos hubiéramos quedado mimetizados para siempre en ese aire y en esas piedras.
En donde en todo está mi palpitación al pie de su sombra, en el paisaje que mi corazón mantiene hasta tarde desvelado.
Junto a sus ojos que nunca me miraron pero que yo sí miro hasta en sueños, eternamente fijos en su rostro aureolado por encima de las techumbres.
La imagen que tengo de ella es del coraje, de la pureza y de la rectitud. Del color y sabor del pan, callada y sensitiva, recogida en sí misma, envuelta en su pañolón, íntima y pudorosa.
Devota de todo lo sagrado. Fuerte y valerosa, de un amor único y definitivo. Inmensamente grave, dura con lo duro y suave con lo suave.
5. El misterio mayor
Ella representa los pasillos, las rancheras, los valses criollos antiguos. ¡Y los yaravíes, sobre todo! He imaginado la vida que pudo ser de otro modo, y en sortilegio, ¡a su lado!
De ser así no sé si hubiera sido más feliz o más dolorosamente desdichado. Y entristecido, ¡pero juntos! He imaginado con ella un amor sublime.
He fantaseado que yo y ella nos amábamos hasta el fin del mundo. ¡Y con delirio! Es el mundo de las montañas salvajes y altísimas que uno ama.
En el mundo de los ríos caudalosos que uno se entusiasma de que puede vencer. Del mar que nos asombra y que nos abarca y se imagina que puede domeñar.
De las noches intrincadas que uno se afana en que puede horadar y después cobijarse en su rebozo.
Y que siendo todo así entonces ella sea y constituya el misterio mayor de nuestra pobre existencia.
6. Pendiente de encontrarla
Será por ella que yo me presentaré ante Dios a rogarle que cabe entonces que se reinicie para mí otra vida.
Cabe que baraje este u otros mundos. Que cabe que yo deambule por uno y otro universo buscándola. Que es coherente y de tal modo conveniente que me dé la oportunidad de ser tan heroico que me haga digno de su amor.
Y para yo llevarle las primeras flores desde las níveas montañas y en cada amanecer. Abrigarle en las noches de frío, mientras ella duerme.
Y es en razón de eso que yo la buscaré siempre entre todas las gentes y en todos los mundos posibles e imposibles por encontrar.
Y es en razón de eso que yo he de velar su sueño, y adorarla eternamente.
¿Pero quizá ella está aquí entre estas ruinas y despojos? ¿Entre estos carrizos y adobes caídos?
Entre la multitud que permanece de pie en una plaza, ¿mientras yo estoy aquí pendiente siempre de encontrarla?
7. Ante él hoy me inclino
Y que cuando el encuentro ocurra, por el hecho de ser verdadero y valiente, y por quererla tanto, ella y yo ya no podamos ni queramos separarnos nunca.
Eso ruego y por eso ahora lucho con toda el alma y sinceramente.
La niña de mi infancia que no sé dónde está, ni si está viva o muerta. De quien no averigüé nada, ni su nombre.
Pero que emerge de la noche más radiante que un astro de primera magnitud y en un día de fiesta.
Por quien lucharé hasta el fin del mundo. Por quien daré el último aliento de mi boca.
Por quien tenderé el último brazo al hermano que cae solo por aferrarme a su falda.
Buscaré ser héroe hasta en la muerte solo por ella.
Porque sé que ella es hija querida de Dios. Y yo humildemente ante él me inclino.
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