Servidme un café,
pero lleno de Vallejo.
Grafiti en Quito
1. Un
enigma
–
Joven, ya deje de tomar tanto café. ¡El café hace daño a la salud! Y yo
veo que usted toma taza tras taza de café. ¡Eso no es bueno señor!
–
Ya me acostumbré. Yo en verdad no tomaba café, pero mi madre un día me
cogió del brazo, me sentó a la mesa y me enseñó a prepararlo paso por
paso. Y me explicó cómo se prueba y degusta. Hasta que empecé a
saborearlo y, poco a poco, se me ha hecho un hábito.
– ¡Pero eso le hace daño!
– ¡Seguro! Pero moriré tomando mi café. La culpa es de mi mamá.
– Pero, ¿qué es el café para usted?
– Un enigma, un misterio, cierta sombra inextricable en nuestros destinos.
Y
toda esta conversación sostenida con la señora que hace limpieza de la
oficina les cuento y refiero a mis papás, a mi madre y a mi padre
juntos, que están sentados alrededor mío mientras meriendo.
– ¿Así le has dicho?
2. Y
además
–
Tal y como les cuento. Así exactamente ha sido la conversación con la
señora que se conmueve tanto, y con tanta sinceridad y condolencia, por
verme tomar tanto café.
– ¡Ya ves! –Le reprocha mi padre a mi madre–. Tú le has enseñado eso a nuestro hijo.
– ¡Claro que yo he sido! ¡Por supuesto! ¿Y quién más va a ser? ¡Tiene que ser su madre! Y estoy orgullosa de que así sea.
– ¿Aún te ufanas, mujer?
–
¡Cómo no me voy a ufanar! ¡Es mi hijo! ¡Y yo le he enseñado así, tal y
como él lo dice! ¡Y sigue tomando tu café, hijito! Y no le hagas caso a
esa señora ni a quienes dicen que hace daño.
– Los médicos advierten que es nocivo. –Acota papá.
–
No hace daño. ¡Nada hace daño cuando se lo toma con gusto! Ya ven yo.
¿Cuántas tazas de café tomo al día? Y, además, bien cargado. Así que ¡no
les hagas caso, hijito, y sigue tomando tu café! –Así es mi madre.
3. ¿Dónde
estás?
Y esta escena ocurre en Lima, hacia donde emigramos toda mi familia.
Pero
de chicos en nuestra casa de Santiago de Chuco mi familia, tanto del
lado de mi madre, como del lado de mi papá, compartimos frecuentemente
momentos juntos cuando de tomar el café se trataba.
Y
ocurría cuando ya al atardecer mi abuela Rosa con algunas de mis tías,
sus hijas, preguntan desde la sala de nuestra casa hasta donde han
entrado:
– ¿Elvi? ¿Dónde estás? ¡Hemos traído bizcochos y roscas para tomar el café! ¿Hay alguien en la casa?
– ¡Sí, mamá! ¡Aquí estoy! Aquí, arriba. Pero, ahorita bajo a preparar el café.
Y baja desde el segundo piso también papá a saludar a mi abuela.
– Venimos antojadas de café, así que hemos dicho: no hay café como el que prepara Elvira y aquí hemos venido.
– Pasen, pasen. Qué bueno que hayan venido. Adelante señora Rosa. Pasen, pasen.
4. Pan
de yema
Y
junto a mi abuela y mis tías viene Mirtha, nuestra prima de mi edad. Y
ya nosotros con Rosita y Jaime estamos mostrándole algún juguete nuevo, o
alguna cosa curiosa, mientras los adultos en la cocina acomodan la mesa
con voces alegres y dichosas que es lo que a nosotros nos pone
contentos.
– ¿Hagamos una casa juntando las sillas y colgando mantas?
– ¡Ya, pues! ¡Y una tienda! De unos que venden y otros que compran.
Y
pronto ya estamos llamando a Amelia y a Víctor y a otros primos. Y
hasta a niños que son vecinos. Y ya somos un grupo grande que
correteamos por el patio, mientras los mayores en la cocina acomodan
platos, tazas y cubiertos. Mamá sale y nos dice:
– Llamen a su abuela Sofía para tomar el café.
– ¿Ha venido la señora Rosa? –Nos responde la abuela.
– Sí, con mi tía Zarela y mi tía Bety. Están en la cocina.
– Díganle a su mamá que ya voy. Y que llevaré pan de yema.
5. Así es
el amor
Y
mi abuela Sofía deja su rueca, y entra a su dormitorio a ponerse su
vestido largo y a cuadros. Y aparece con su canasta de pan de yema
caminando despacio y con su rostro sonriente por el corredor.
Se
tendido ya el mantel largo. Chisporrotean las llamas del fogón. Y se
elevan las voces alegres, jubilosas y las risas mientras nosotros ya
jugamos a la casita y a la tienda. A ser el papá, la mamá y los hijos.
¡Tardes
de café en que los adultos se enzarzan en un tema, mientras desde
afuera vemos cómo flota en el ambiente de la cocina el enigma, el
misterio y la sombra que gobierna nuestras vidas, mientras conversan!:
– Pero, qué lo vamos a hacer: ¡así es el amor ahora de los muchachos!
– Sí, pero, ¡cómo es eso de estarse besando en plena calle! ¡Tienen que ser más recatados, discretos y prudentes!
–
¡Esas son conductas de otros tiempos! Nosotras qué íbamos a permitir
que un enamorado nos diera un beso en un lugar público. ¡Jamás!
6. Aquel
enigma
– Pero, ¿dónde están los padres de esos chicos para no reprenderlos? ¡Seguro que no saben nada!
– Los últimos que se enteran de estas cosas son los padres.
Los
mayores en el comedor bajo el aroma del café revisan los temas de la
aldea, antes apacible, comentan los asuntos de la vida cotidiana que
transcurre como el agua bajo las adelfas siguiendo el curso de la
acequia.
Mientras
tintinean las tazas, las cucharas y los platos. Y ya es de noche, tanto
que las llamas del fogón se transparentan en las paredes de adobe; y se
hace densa la penumbra bajo el techo, y la sombra que es misterio y es
enigma en la casa que nos cobija.
– A mí sírveme otra tacita de café.
Mientras
ha invadido la noche en el patio, el corredor, la sala y nosotros
jugamos a las escondidas, a perdernos y a encontrarnos unos a otros, y
en este afán subimos hasta los rellanos que hay bajo los techos.
Y
se hace más evidente entre nosotros, en las voces de quienes toman
café, el enigma, el misterio y aquella sombra que rige nuestras vidas y
coincide tanto con el rito del café que se sorbe.
7. Une la vida
con la muerte
Además, porque se han olvidado de prender la lámpara y solo proyecta sus sombras la luz del fogón.
Y
nosotros exploramos el mundo de otra manera, palpándolo en los grumos
de polvo, con las yemas de nuestros dedos por los rincones donde nos
escondemos.
Y miramos desde el corredor el panteón y la colina lejana.
Y comparamos la muerte con la vida, esta que discurre tan llena de encanto, de regocijo, como de gracia de vivir.
Y
la otra tan fría de los muertos en sus tumbas, de quienes ya no están
en este mundo y han desaparecido por más que los busquemos y queramos
encontrarlos.
Y
en esta aparentemente vida amable del café y de las llamas del fogón
que chisporrotean, descubrimos que el café es lo que une la vida con la
muerte.
Por
eso será también que se toma café en los velorios para despedir a los
difuntos bajo la incógnita y el misterio que es esta vida, en la
penumbra y el crujido de la sombra en la cercha del techo vetusto,
polvoriento, pero aún presente, por fin.
*****
Los textos anteriores pueden ser
reproducidos, publicados y difundidos
citando autor y fuente
dsanchezlihon@aol.com
danilosanchezlihon@gmail.com
Obras de Danilo Sánchez Lihón las puede solicitar a:
Editorial San Marcos: ventas@editorialsanmarcos.com
Editorial Papel de Viento: papeldevientoeditores@hotmail.com
Editorial Bruño, Perú: ventas@brunoeditorial.com.pe
Ediciones Capulí: capulivallejoysutierra@gmail.com
Ediciones Altazor: edicionesaltazo@yahoo.es
*****
DIRECCIÓN EN FACEBOOK
HACER CLIC AQUÍ:
*****
Teléfonos Capulí:
393-5196 / 99773-9575
capulivallejoysutierra@gmail.com
Si no desea seguir recibiendo estos envíos
le rogamos, por favor, hacérnoslo saber.