Construcción y forja de la utopía andina2018 AÑODE LA IDENTIDAD Y DEL PATRIMONIOINALIENABLE DE NUESTROS PUEBLOSAGOSTO, MES DE LOS NIÑOS,DE LA JUVENTUD, LAS COMETAS,EL DEPORTE, EL FOLCLOR YDE LOS PUEBLOS INDÍGENASCAPULÍ ESPODER CHUCOSANTIAGO DE CHUCOCAPITAL DE LA POESÍAY LA CONCIENCIA SOCIAL
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AULA CAPULÍMIÉRCOLES 29 DE AGOSTO.6:30 PM.1. PALABRAS DE SALUDODANILO SÁNCHEZ LIHÓNPRESIDENTE DE CAPULÍ,VALLEJO Y SU TIERRA2. PALABRAS DE BIENVENIDA:CÉSAR VALLEJO CASTAÑEDA3. NOSTALGIAS IMPERIALESEN LOS HERALDOS NEGROSRAMÓN NORIEGA TORERO4. LOS HERALNOS NEGROSY LA TIERRA NATAL DEL POETAWALTER VÁSQUEZ VEJARANO5. LOS HERALDOS NEGROSEN MI RECUERDOMANUEL RUIZ PAREDES6. LOS HERLDOS NEGROSEN LAS AULAS ESCOLARESFLORENCIA ROLDÁN7. LOS HERALDOS NEGROSY EL MUNDO RURALFIDEL ROJASACTUACIÓN ARTÍSTICAFREDERIK SOTOMAYORMIÉRCOLES 29 DE AGOSTO, 2018. 6:30 PMCASA MUSEO CÉSAR VALLEJO YNFANTESJr. 28 de Julio 307. Magdalena del Mar.Referencia: Altura de la Iglesia delInmaculado Corazón de Maríao de la Cúpula. Lima. Perú.*****26 DE AGOSTO
DÍADELABUELO
FOLIOSDE LAUTOPÍA
EN MI MANOTIEMBLASU MANO
Danilo Sánchez Lihón
1. La trenzade la lluvia– ¡Hijo, hijo!– ¿Sí, abuelita?– ¡Ay, hijito! Sube a ponerle un balde a la gotera que está pasando agua al dormitorio. –Me ruega.– ¡Allá voy, abuelita! –Contesto.Corro y subo al terrado sobre el cuarto donde la abuela duerme.Me deslizo entre las cosas viejas que de noche remueven los gatos y las almas de nuestros antepasados que aquí penan.Trepo por los muros algunos ya mojados, oliendo los adobes a tierra húmeda y abombada.Y esta es. Aquí está la teja que se ha ladeado y deja chorrear el agua de esta canal que ha hecho un charco en el suelo que se filtra hacia la bóveda de abajo y cae al piso de la habitación de la abuela.2. ¿Quéabuela?Introduzco mis manos que sobresalen al cielo y a la tempestad inclemente por el techo vetusto y cojo las hilachas de la trenza de la lluvia desnuda.– Ya arreglé la gotera, abuela. –Le digo, saliendo por la boca del terrado.– Ya hijito. Gracias. ¿Ya eres un hombre, di? –Responde.Y, hablando unas veces con alguien a quien no vemos, otras con los fantasmas que la acompañan, y otras tantas hablando consigo misma, mi abuela se pierde caminando leve y difusa por el corredor de la casa con su cantilena interminable:– ¡Ya se va a caer la bóveda de la sala! ¡Y son los gatos dañinos los que mueven las tejas!– ¿Qué abuela?Y ella como si tratase de un recitado:– ¡Ayer no había esa gotera en mi cuarto! ¿O no la he visto? ¿Ayer he levantado la vista? ¿Levanté ayer la pupila?3. Me hede morirY mi abuela se detiene solo para dudar. Está detenida solo por la duda de si levantó o no los ojos solo para mirar.– ¡Estos ojos también que ya no se dan cuenta de lo que ven! –Eso dice y repite como una retahíla mientras el sol de la mañana ilumina el mundo– ¡Estos ojos que ya no ven!Las aves se persiguen unas a otras revoloteando sobre el muro y de un momento a otro hacen el amor enfurecidas apenas paradas en los cordeles y entre sus vuelos, mientras mi abuela sigue con su melopea:– Ya me estaré quedando ciega con estos ojos.La brisa ulula entre las pequeñas hojas de las malvas y desprende ese aroma leve que llega junto con su balanceo tímido y difuso.– ¡Me lagrimean tanto los ojos!Y otra vez mi abuela se detiene, pero esta vez es para llorar.– ¡Ya me he de morir, en este invierno!4. ¡Es pajade las alturas!– ¿Y a cuánto vendes la carga de paja?Pregunta ya de pie mi abuela en la puerta de la tienda, mirando la calle con sus ojos que para mí son bellos e inocentes.Y al ver al arriero que pasa con sus burros cargados de paja brava, o ichu.– A cinco reales cuesta, mamita.– Y, ¡por qué tan caro! ¡Dios del cielo!– ¿Caro? ¿Acaso no cuesta trabajo madrugar, cortar la paja entre los charcos de agua, atarla, cargarla y traerla?– ¡Cómo se está poniendo la vida, Dios bendito!– ¡Es paja de las alturas, mamita! ¡Es paja larga y fuerte, madre!– ¡A ver!– Téngala en sus manos. Pálpela. ¡Ya ve!– ¡Y por qué haces tan flojos los atados, Santo Sepulcro!5. ¡Quélo vamos a hacer!– ¡Qué más apretados pues, mamita! ¡Si estuvieran flojos ya se hubieran derramado los tallos por el camino!– Y, ¿de dónde es?– Vengo de la jalca, estoy caminando desde anoche, he cruzado la amanecida y llego recién ¡mire a qué hora! ¡Y sin comida!– ¡Qué irá a ser de este mundo! ¡Ya nada es bueno ni honrado! ¿Señor, a dónde llegará esta vida?– ¡Dos días me demora traerla desde la jalca! Y, ¿cortarla? Y los pollinos, ¿acaso no comen? Y yo, ¿cómo ando por los senderos? ¡De hambre! ¡Qué más barato pues, señora!– Apéalo, pue. ¡Qué lo vamos a hacer!– ¡Está bien comprado, mamita!6. Néctardivino– ¡Qué lo vamos a hacer!– Así será nuestra vida de pobres.– Pero me lo subes y me lo dejas en el altillo, porque estas gallinas lo van a picotear y a regar las ramas por el suelo.– Lo voy a subir, mamita y dejar todo arreglado.– ¡Ay Dios! ¡Ya no sé qué hacer con estos animales!– Le va a durar esta paja que es la mejor de la jalca.– ¡Niños, no piquen los magueyes!Es el grito de mi abuela. Y es que esas pepitas de sol, o de oro esplendente que cargan en sus patitas los moscardones, mordidas con los dientes y dejando que se deshaga en la boca es una ambrosía que, saboreada con la lengua, es un goce supremo de estar probando néctar divino.7. La pareddel horno– ¡Estos hijos! Pero, ¿cuál es el gusto de perseguir a esos animales por los aires?– ¿Quiénes, abuelita? Si yo estoy a tu lado.– ¿Quiénes? ¡Estos otros chicos! Ya me han desmoronado el pilar de la sala. ¿Y cuándo se caiga el alero? ¡Ay, cuánta falta me haces Desiderio!Y mi abuela con un borde de su rebozo se enjuga unas lágrimas.– Y ahora, ¿dónde se han metido? ¡Como almas desaparecen! Para las travesuras, ¡díganles y aparecen de donde estén!– Sí, ¿abuelita?– ¡Espanten esas gallinas que están picoteando la pared del horno! ¡Ay!, ya no puedo sostenerme ni siquiera para dar unos pasos.– ¡Chis, gallinas!8. Aguadel pozoEn eso llega la señora Tomasa buscando desesperada a mi abuela. Y desde el corredor, la dice:– ¡Ay, niña Sofía! –Le dicen– ¡Ya murió la Felipa!– ¡Cómo! ¿Qué? –Se alarma mi abuela.– ¡Ya se fuel Felipa!– ¿De qué habrá sido?– ¡De pena ha sido! Desde que falleció su marido se ha ido secando la pobre.– ¡Con razón ya no la he visto! Y me preguntaba: ¿Habrá viajado?– Ya no quería comer, ni vivir la almita. No tenía gusto de nada.– ¡Ay, la vida! Fijesiusté.– ¡Pena no más sentía!– De razón que no la he visto.– Cuándo siempre ella venía a sacar agua del pozo, ¿diga?9. En sus ojosunas lágrimas– ¡Muy buenita ha sido! Y sufrida, la pobre.– ¡Ya dejó de padecer esta vida la almita de Dios!– ¡Ya está en manos del señor bendito!– ¡Ya es alma del cielo!– ¡Voy a apagar las brasas de mi fogón e iré a acompañarla, mientras su cuerpo aún esté con nosotros!Y encaminándonos a la casa siento cómo tiembla la mano de mi abuela que va sujeta a la mía.Y con los hilos raídos de su rebozo ahoga unos suspiros y restriega en sus ojos unas lágrimas desconsoladas. Y repite hablando consigo misma:– ¡Ya está en manos del señor bendito!Y un rato después ella misma se pregunta y responde:– ¿Y qué es esta vida? Solo trabajo y dolor. ¡Y el misterio de dónde venimos y hacia dónde vamos!*****Los textos anteriores pueden serreproducidos, publicados y difundidoscitando autor y fuentedsanchezlihon@aol.comdanilosanchezlihon@gmail.comObras de Danilo Sánchez Lihón las puede solicitar a:Editorial San Marcos: ventas@editorialsanmarcos.comEditorial Papel de Viento: papeldevientoeditores@hotmail.comEditorial Bruño, Perú: ventas@brunoeditorial.com.peEdiciones Capulí: capulivallejoysutierra@gmail.comEdiciones Altazor: edicionesaltazo@yahoo.es*****DIRECCIÓN EN FACEBOOKHACER CLIC AQUÍ:*****Teléfonos Capulí:393-5196 / 99773-9575capulivallejoysutierra@gmail.comSi no desea seguir recibiendo estos envíosle rogamos, por favor, hacérnoslo saber.