Danilo Sánchez Lihón
1. Volvía a izarse
la bandera
El
día 28 de agosto de 1929 amanece en Tacna y las campanas en todas las
torres repican a vuelo, a rebato y a júbilo; que le ponen un brillo de
inefable belleza aún al rocío tembloroso en los arrayanes, las rosas y
azucenas de los jardines y huertas de aquella señera comarca.
Durante
toda la mañana los tañidos son de alborozo, de dicha y de consuelo;
mientras en la Plaza de Armas el pueblo se abraza como si saliera de un
encierro, como si recién volvieran a nacer. Es un alborozo
indescriptible, hasta la exultación. Sin embargo, yo siento que algo ha
caído de rodillas y es la sombra de Federico Barreto.
Mientras
la gente llora de alegría, hay una pena inmensa oculta, secreta e
impalpable. Me pregunto qué es, o quién es. Es él: Federico Barreto.
Cincuenta
años cautiva ha permanecido esta provincia con una fe inquebrantable
acerca de cuál es su pertenencia, su filiación y su promesa.
Fe
que fuera legada de padres a hijos, soportado mil sinsabores,
sacrificios y hasta torturas por la cautividad sufrida. Y Federico es su
vocero, el alma y la boca por la cual habla Tacna:
2. ¡Besar
el polvo de su suelo!
¡Patria del corazón! La suerte un día,
te hundió en el pecho con furor la espada,
y hoy, abatida pero no humillada,
pareces un león en la agonía.
Antes, cuando dichosa te veía,
fuiste por mí con entusiasmo amada;
pero hoy, que veo que eres desgraciada
no te amo ya... ¡te tengo idolatría!
Y
él siendo uno de sus adalides, portavoz y abanderado, hoy que se
recupera Tacna no está en persona, aunque sí como espíritu. Federico
Barreto no vive ya como palpitación y aliento, que por ver a su Tacna
esclavizada sus días, meses y años fueron de total agonía, y se le fue
la vida. Hoy día su presencia no está junto a su pueblo que se abraza y
llora en las calles, mientras repican las campanas y desde los balcones
se arrojan pétalos de flores. No está en su tierra nativa el día en que
vuelve a izarse en este suelo su bandera, después de cincuenta años en
que él se martirizara por estos hechos, y al verla sojuzgada:
¡Oh! ¡Quien pudiera, Patria, quien pudiera
disipar las tinieblas de tu cielo
y sucumbir envuelto en tu bandera!
Yo, tal fortuna es todo lo que anhelo,
¡y que me echen de cara cuando muera,
para besar el polvo de tu suelo!
3. ¡Cuánto
la extraña
El
día en que se reincorpora su tierra al seno de la Patria, que es el
Perú, que fue su llama votiva y su desvelo, el destino no le deparó a
Federico esa dicha; igual como le privó de tantas otras complacencias.
Por eso ¡él es esa sombra que ahora se arrodilla!
Su
cuerpo con su imagen conturbada, ¿dónde está? Él ha recorrido Europa
gestionando adhesiones de gobiernos e instituciones, pese a la
enfermedad que lo aqueja. Ha abordado trenes, navegado en barcos, ha
recorrido en carretera por lugares abruptos, ha caminado a pie, subido a
colinas con tal de hacer llegar sus alegatos; con el corazón encendido
y, a la vez, estrujado en un puño.
Envuelto
en un raído gabán permanece mirando con la misma pena por la ventana
los paisajes, mientras el tren corre bordeando el mediterráneo. Suspira
por su tierra natal. ¡Cuánto la extraña! ¡Cuánto la lleva clavada en el
alma! Tiene los nervios destrozados.
Escribió
días antes de morir el poema “Delirius tremens”. ¿Qué le produjo ese
mal? ¿Qué es aquello que no lo dejaba dormir y lo mantenía en constante
desvelo, sin un instante de sosiego y por lo cual elevara su queja? Su
Tacna mellada, oprimida y bajo arresto.
4. Gloria
del género humano
El
hecho que, desde que tuvo la edad de ejercer su ciudadanía, su ciudad
Tacna estaba ocupada bajo una férula y una ignominiosa bota militar, era
su desvelo y su martirio. El hecho de que todo esto fuera abuso,
oprobio y vergüenza era motivo de su desencanto.
Y
luchó denodadamente por corregir este mal. Por eso mismo, hay una pena
inmensa en Tacna en el fondo de la alegría desbordante entre las varias
otras penas invisibles que se deslizan esa mañana del 28 de agosto plena
de algarabía. Y una de ellas es: que Arica la hermana gemela también
perteneciente al Perú quede bajo la misma férula y afrenta que lo tenía
Tacna.
Como
lo es por el poeta heroico, combativo e inclaudicable esa sombra herida
y arrodillada al fondo de los arrayanes. La de aquel ser que vivió
infundido de una misión sacrosanta, de aquel poeta ríspido, lleno de
atroz amargura y terneza y que hoy día vería consagrada su obra.
Esa
es la melancolía en medio de la fiesta, por aquel que ahora está lejos,
pero cuyo destino está tan ligado a esta tierra que hoy regresa a la
patria. Y a una fe adorable que pocas personas y pocos pueblos en el
mundo pueden ostentar, como él y como Tacna que lo exornan para siempre
como gloria del género humano.
5. Hasta la extinción
de las estrellas
La
obra de Federico Barreto es una lección de lucha y coraje; la de un ser
inflamado de una fe irrenunciable pese a todas las adversidades que le
significaron alentar dicho sentimiento.
Cada
verso suyo es la voz de una conciencia herida y de un corazón vehemente
pero hoy sangrante que se oye, inspirado por una emoción venerable, y
arrebatado de ira santa.
Es
la obra de un paladín de fábula, enérgico, legendario y mítico, a quien
los dioses le dieron una misión amarga, infausta, pero a la vez
gloriosa qué cumplir.
Es
la talla de un ser proteico, imbuido de fuego divino, es un visionario
que convierte una desgracia en un canto a la vida, iluminado por el
ardor hierático de las grandes causas.
Y
esa causa es atávica: es el amor a la tierra donde se ha nacido, vivido
y por la cual se ha luchado, se sigue luchando y se proseguirá
combatiendo hasta la extinción de las especies o de las estrellas.
Ése
es el núcleo central de la poesía de Federico Barreto, aquel peruano
esencial de cuyo lirismo nos hemos nutrido sin saberlo, sin pronunciar
su nombre y sin siquiera presentirlo porque sus poemas se hicieron
canción popular anónima que se canta y se la sufre.
6. Fe
adorable
Después
de cincuenta años de una vida ciudadana marcada por el infortunio y el
dolor, hoy día 28 de agosto del año 1929, Tacna regresa a la Patria. La
amargura de ver a su tierra amada, “¡Mi madre!”, dice él, y de haberla
visto así sojuzgada y solo libre cuando él era niño y adolescente,
socavaron su salud, su integridad y la totalidad de su ser.
Al
exhalar su último suspiro estaba su alma en esta tierra. Por eso los
arrayanes y claveles de los huertos de Tacna, que él tanto evocara,
jamás lo olvidan.
Por
eso, aquí florecen con esa lozanía, fragancia y hermosura; son sus
garantes los ficus que velan su majestuoso reposo. Por eso, reverdece
para él su campiña de hondo sol. Por eso, y por él repican las campanas
en cada amanecer sea bajo cielo límpido o cubierto de tenue neblina como
un manto de ilusión.
Y recordándonos para siempre el dolor de su corazón como también su amor entrañable y siempre su bravura e intrepidez.
Amor
y Patria en la poesía de Federico Barreto es el legado que nos alcanza,
como el decurso de un destino invisible pero elevado, proverbial y
augusto, como cuando dice:
7. Elevemos
este clamor
Tacna es un pueblo heroico
produce asombro y sirve de enseñanza
El mundo entero canta en su alabanza
al son de los clarines de la gloria.
Por la Patria que vive en su memoria,
luchó mil veces lleno de pujanza
y cayó sobre el campo de la Alianza,
retando, por injusta, a la victoria.
Para cantar ¡oh! ¡Tacna! tu denuedo
y tu cautividad y tu agonía
preciso fuera despertar a Olmedo.
Yo también tus hazañas cantaría:
pero el dolor me ahoga y solo puedo
decirte con el alma: “¡Madre Mía!”
De
allí que, si no hemos de ser como él, por lo menos doblemos nuestras
rodillas, inclinemos nuestra frente agradecidos, en un saludo reverente y
venerable, porque estamos ante un mártir, un paladín y un héroe. Por
eso, entre los militantes del alba elevemos este clamor:
– ¡Poeta Federico Barreto!
– ¡Presente!
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