Danilo Sánchez Lihón
El 26 y 27 de septiembre del año 2014,
en las cercanías de Iguala, en el estado
de Guerrero, en México, fueron atacados
por agentes de la policía municipal, y luego
entregados a una banda delictiva, 43 estudiantes
de la Escuela Normal de Ayotzinapa. Se dice
desaparecidos porque sus cuerpos no son hallados,
hasta ahora, pero se sabe que fueron asesinados
con ensañamiento y crueldad despiadada.
Para que triunfe el mal, solo es
necesario
que los buenos no hagan nada.
Edmundo Burke
1. Se espanta
y se crispa
A
uno de ellos lo despellejaron vivo, es decir le arrancaron la cara con
sus ojos, y aparece con sus cuencas vacías, sus dientes inmensos y aun
moviéndose sangrante en la escena más macabra del horror que se pueda
imaginar.
Y
era solo un estudiante, sin que pertenezca a un bando contrario al cual
se odie por alguna razón aparente, y que la conciencia humana pueda al
menos entender.
¿Cómo
es posible que a algunas personas se les haya podido inocular un
desprecio tan inmenso; o ser insensibles de tal modo que por nada del
mundo sientan escrúpulos ni se conmuevan de hacer sufrir a un ser humano
sin que se le impute algo ni sea un enemigo?
Es
inconcebible siquiera imaginar este infierno. El alma humana se espanta
y se crispa. Mucho peor es aún pensar que exista una mano y una voz que
ordene ejecutar un acto criminal como este.
2. Pero,
antes
Y
pensar que todo ello va a quedar impune, porque hay un enredo de
trámites que al final todo ha de quedar como un caso no resuelto. Pero
lo atroz y monstruoso es saber que esas mentes y esas manos existen. Que
las ha habido. ¡Y que se compruebe que las hay, estremece!
¡Estremece
que se maten a seres humanos indefensos, oprimidos en camiones del
servicio de basura de la ciudad! Hacinados y compactados como si fueran
desechos.
Y
eran jóvenes estudiantes normalistas que se formaban para ser maestros
cuyo único delito era preparar una protesta de carácter social. Y que no
tienen que ver nada con el delito.
¡Asfixiarlos
de ese modo! Y a los que lograron sobrevivir, a los que aún se
retorcían, llevarlos al barranco donde se arrojan desperdicios y allí
acribillarlos y despeñarlos luego.
Pero
antes, a golpes hacerlos que se agachen con las manos en las nucas para
asestarles el balazo final, ultimándolos. Y con el pie hacerlos que
rueden y caigan junto a los residuos.
3. ¿Qué
manos?
Y
a otros hamacarlos vivos y arrojarlos al abismo cayendo a pique
envueltos en sus ruegos, en sus ayes y alaridos. ¿En nombre de qué lo
hacen? Del poder instituido
Para
abajo alinearlos en una pira, atravesados unos con otros como leños,
juntando llantas, plásticos, maderas, cartones y todo tipo de material
inflamable de los que se arrojan en los estercoleros.
Rociarles
encima gasolina, y empaparlos en combustible diésel, por manos que uno
se resiste a creer que sean de seres humanos y prenderles fuego y
quemarlos sin que sean siquiera enemigos.
Sin que constituyan un bando contrario ni una amenaza para una facción, ni para nadie.
Sin
que nos hayan hecho nada personal, o hayan actuado contra alguien salvo
el estado de cosas favorable para aquellos que medran con la corrupción
incrustada ya en todo lo instituido.
4. Jóvenes
normalistas
A
pocas horas de la masacre lo único que ha quedado es una pira que arde
desde la medianoche hasta la tarde del día siguiente, produciendo un
calor y olor sofocantes junto a la basura maloliente.
Pira alisada diligentemente con 43 cuerpos jóvenes antes bullentes de sueños y ahora inertes allí dentro del estiércol.
Con los dientes calcinados que aún resisten, aunque ya lejos de sus maxilares el chisporroteo del fuego.
Con los huesos separados de sus ubicaciones, y las pupilas que observaban la vida lejos de sus cuencas ahora vacías
Después
mezclados con tierra y arena. Y machacados los huesos que fueron
llenados en bolsas y arrojados al río para que desaparezcan.
Víctimas que no eran culpables de nada, que eran jóvenes normalistas sin ningún vínculo con el crimen ni el delito.
5. Tanto que
he pensado
¿Por
qué uno de estos jóvenes, uno de los 43 asesinados, aunque son mucho
más los muertos, no va a ser un hijo mío? ¡Cualquiera! ¡A cada uno los
siento como parte de mi sangre!
A
quien he cuidado con amoroso esmero a que no se lastime ni la punta de
un dedito, ni se le hunda una astilla en la palma de su mano o una
arenisca en su pupila. ¿Y ahora así lo hieren y lo matan y lo arrojan
como un hato de basura?
¿Cuándo puse todo mi arrojo en que no vaya a tropezarse en algo y se haga una herida en el codo o la rodilla?
¿Por
qué no ha de ser mi hijo cualquiera de ellos a quien le he comprado
devoto un tarro de leche vendiendo libros en la plaza pública, aunque yo
me haya quedado de hambre?
¡Un
hijo a quien para verlo sonreír no he tenido ningún problema de
quitarme yo mismo un pan de la boca! Tanto que he pensado que hasta de
muerto he de correr para auxiliarlo
6. Este
hoyo
Un hijo de quién conozco sus ilusiones por quien anhelo que todo sea para bien; con su clara sonrisa en el viento.
Y su ternura, aunque sea a lo nimio, a lo trivial o a lo común y corriente.
De
allí que resulte inconcebible imaginar que esto pueda suceder. Pero ha
ocurrido este crimen de lesa humanidad que resulta difícil aceptar que
sean manos humanas quienes lo hayan perpetrado.
Sin duda hay culpables directos. Lo atroz es que hay culpables institucionalizados en los gobiernos locales.
Pero
el culpable mayor es este sistema de oprobio y de horror que ha
colocado el dinero y los bienes materiales por encima de todas las
cosas.
¿Hemos llegado así a este hoyo? ¿Hemos sido capaces como civilización de descender a este infierno y a niveles tan macabros?
La conciencia humana está herida. Nunca el hombre como especie ha podido rebajarse tanto.
7. Y cambiar
nosotros
Y
hay todas las evidencias que esas mentes y esas manos están vinculadas
al gobierno a quien se ha elegido para velar por nuestra seguridad. Si
es así, ¿entonces a qué punto hemos llegado?
¡Tanto
dolor! ¡Tanto odio! No existen palabras para describir lo acontecido.
Dolor, rabia e impotencia siente cada madre, padre, hermano; cada
familia y cada ser humano.
Y todos nos aferramos a un grito salvaje pero imposible: “¡Vivos los llevaron, y vivos los queremos!"
¿Qué creen los inicuos y malvados? ¿Qué algún día no se conocerán sus fechorías?
El signo del mundo es el bien. El eje de la creación humana es la conciencia moral.
A
las autoridades corresponde castigar a los culpables. A todos los seres
humanos de la tierra cambiar este modelo social. Y cambiar nosotros
mismos.
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