Danilo Sánchez Lihón
1. Todo
relumbra
Junín
es venir a luchar en la cima del mundo. Más arriba ya solo quedan las
estrellas. Un paso más y ya es caer al infinito. Aquí hemos subido a
idear una patria mejor. En esta frontera y límite con la quimera, donde
el aire nos torna luz primigenia.
Aquí
todo es translúcido. Donde respiramos metal y el metal es aire
transparente. No sabemos si las espadas son las que antes de ser
blandidas cuelgan de nuestros cinturones. O si son las que lucen
desenvainadas en nuestras manos.
O
si espada es la luz y el aire en nuestros corazones. O si espada es el
aire abierto en esta planicie inacabable. O si espada es el viento que
bate las espigas de la paja brava de los pajonales.
Aquí
el aire que se respira son bocanadas de luceros que parecen iluminar
por dentro nuestra sangre, la misma que será ofrendada.
Aquí
todo se esclarece, todo se refleja y todo relumbra. Donde hasta la
muerte es transparente. Y todo misterio deja de serlo, porque se lo ve
de una a otra orilla, en su centro y de uno a otro de sus bordes.
2. Incierto
cada paso
¿Cómo es que estamos aquí? ¿De qué manera hemos llegado? ¿Hoy día nos tocará morir? ¿Quién propuso y empezó esta batalla?
Ocurrió
que al avizorar la polvareda del Ejército del Rey empezamos a trotar en
nuestras cabalgaduras. Y luego a perseguirlos como impulsados por no
dejar que nuestro sueño se desvanezca, se esfume y se convierta en
escarcha como esta que trizamos con las herraduras de nuestros caballos.
Hacia el costado derecho el lago de Chincaicocha espejea como una lámpara de plata.
Aquí
el terreno en cualquier momento se hunde y nuestras cabalgaduras se
atollan en la tierra negra. Y es incierto cada paso para volver a pisar
terreno sólido.
Esto
lo ha calculado bien Canterac, quien ha pasado momentos antes por estos
mismos parajes. Y ha considerado providencial la oportunidad de
atacarnos con su poderosa escuadra de caballería.
3. Los primeros
estertores
Es
él un sabueso de la guerra que todo lo sopesa al instante y al
milímetro. Con él nada queda desprevenido y nada tiene pérdida. Por eso,
es él quien ha empezado. Y sabe a ciencia cierta que hoy va a
destrozarnos, hasta el punto de hacernos añicos.
Tan
seguro está de su victoria que un cuerpo de artillería que tenía
apostado detrás de su caballería al mirarnos despreciativo lo ha
despachado para que avance junto al resto de su ejército siguiendo su
camino, mientras él ha quedado en compás de espera.
Canterac
está calculando la velocidad de nuestra marcha, el terreno por el cual
atravesamos, la distancia en tiempo que media entre su caballería y la
nuestra, los minutos en que le tardará llegar con sus primeros lanceros a
las primeras filas de nuestra tropa.
Se
ha figurado incluso las primeras muecas de triunfo y los primeros
estertores de nuestros palafrenes. Y todo se viene cumpliendo así con
espantoso detalle.
4. Exquisita
genialidad
La
caballería nuestra ingresa a una encrucijada por el flanco izquierdo
del lago, entre un puñado de rocas escarpadas y el pantano.
Y
en el minuto preciso y en el espacio cabal da la consigna exacta, cual
es ordenar a sus escuadrones de ir avanzando y luego retroceder
sorpresivamente hacia nosotros. Y así en carrera vertiginosa de sus
corceles, con furia y demoledor impacto nos ha asestado un golpe feroz y
contundente.
Ya
Junín a esta hora parece una bella alborada ensangrentada por miles de
sables, lanzas, espadas y cuchillos. Nosotros corremos agitados,
embriagados por la sangre, el sudor y el jadear de los caballos.
El
ataque frontal que Canterac ha infligido, antes que nuestros
escuadrones pudieran salir de la encrucijada de las rocas y el pantano,
es de una exquisita genialidad.
El
ataque ha sido sorpresivo y devastador, con un cálculo asombroso entre
las distancias, tiempo, terreno del suelo y condiciones de los caballos
para llegar en el momento oportuno.
5. Los Húsares
del Perú
Además, su orden es concluyente:
– ¡Ataque total, a fondo y a muerte!
Y no le han cabido dudas de una victoria plena y absoluta, como en realidad se está produciendo.
Se
lucha a 4,100 metros sobre el nivel del mar. Mil jinetes de las fuerzas
patriotas están envueltos entre las rocas, el pantano y los aceros
afilados de sus enemigos.
1,300 jinetes realistas, ordenados en nueve escuadrones, que hace más de mil años no conocen lo que es una derrota.
Solo dos escuadrones de los nuestros han podido desplegarse. Y los demás se apretujan sin ninguna capacidad de maniobra.
Poco a poco la caballería del Rey ha ido ganando la batalla y ya varios escuadrones de los nuestros han iniciado la fuga.
Es en esta circunstancia que ha ocurrido la consulta y luego el ingreso a batalla de los Húsares del Perú.
6. Nunca
antes
Y en apenas veinte minutos están revirtiendo la contienda.
Necochea estaba herido y hecho prisionero y acaba de ser rescatado.
Miller huía y ha vuelto. Y en estos momentos contraataca, encerrando a la caballería enemiga entre dos frentes.
Bolívar
no sabemos dónde está, solo que emprendió la fuga. Se dice que, para
apurar a la infantería, y ver si con ella algo aún se puede salvar.
Pero,
en estos momentos, más bien se persiguen a las escuadras realistas. Y
Canterac deja el campo de batalla sin creer lo que sus ojos están
viendo.
Y es que nunca antes la caballería española había sido abatida de ese modo.
Nunca
antes había sido tan horrendamente acuchillados y atravesados los
jinetes por las lanzas enemigas, aún antes de la Reconquista de España y
la expulsión de los moros.
7. Las galaxias
asombradas
345
cuerpos de jinetes del ejército realista han quedado regados en el
campo de batalla. 400 caballos ensillados con todos sus aparejos pasan a
manos del ejército patriota. 17 jefes y oficiales del Ejército del Rey
yacen muertos en la pampa. 80 prisioneros, entre jefes y soldados,
restañan sus heridas.
No
ha habido un solo disparo, ninguna explosión que produjera humo,
ninguna detonación ha denigrado ni contaminado esta ara del sacrificio.
Una ley sacrosanta ha querido que este sea un rito y una gesta heroica casi en silencio.
No
lo ha mancillado el humo de ninguna detonación ni la pólvora de ninguna
cobardía. Todo ha sido zumbido de espadas. Todo, fuerza del músculo y
del coraje.
Ha
sido una contienda épica, como nunca viera la historia en un lugar tan
alto, en donde las únicas testigos son los cuerpos celestes que
rebrillan aquí más espléndidamente, y las galaxias asombradas. En una
altura en que el aire se enrarece, la tierra está escarchada y crece
aquella paja brava que es el ichu, entre el sueño y la utopía de
América.
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