Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
Así como un niño recitando una poesía por el Día del Maestro es un recuerdo imborrable para un educador, del mismo modo guardo en mi corazón la imagen señera de mi Maestro JUAN ALDAVE OYOLA: mediano de estatura, pero grande de espíritu, un verdadero misionero del saber y venerable apóstol del conocimiento inicial. Pulcro en el vestir con su impecable terno gris, su camisa blanca, su corbata guinda y sus calzados tan relucientes como los espejos de los diablitos de Corpus Christi. Su cabello ligeramente ondulado y tras unos lentes de carey con cristales de fe, brillaban sus ojos de esperanza.
Ni qué decir de su inteligencia innata, siempre dispuesto a compartir su semilla, enseñando tras cada campanada con el recto ejemplo del deber magisterial, pero tierno y dulce a la vez, encarnando de lunes a sábado la imagen sagrada de los maestros chiquianos; es decir, un digno premio a la vocación, como hay mil en Bolognesi, otrora fecunda cantera de los educadores ancashinos. Él nació en Huacho el 17 de marzo de 1910, hijo de don Miguel Aldave Palacios y de doña Silvina Oyola La Rosa. Estudió en la Escuela Normal de Cajamarca junto a su tocayo el maestro chiquiano Juan Fuentes Bueno. En dicha Escuela obtuvo su primer premio de literatura con su obra 'JACAPUCULLAY', un singular relato sobre las corridas de cuyes en los poblados menores de nuestra provincia.
Al igual que en su periplo magisterial por Cajamarquilla, Corpanqui, Pacllón y Huasta, mi Maestro Juan fue en el 378 un verdadero cruzado de la bondad y la ciencia, lleno de iniciativas y renovando permanentemente el acervo de sus conocimientos para compartir con alegría nuestro trabajo creador, presentándose cada día con el ánimo fresco y el corazón colmado de esa serena y viril alegría que le daba su magna profesión. Él actuó en el aula como un estudiante más entre sus alumnos, sin considerar como una humillación, el garabatear apretando nuestra mano guiando el lápiz mongól sobre una hoja 'suave vista' de nuestros cuadernos 'Minerva'.
Mi maestro fue un auténtico motivador, guía y facilitador en nuestro proceso de aprendizaje, demostrando siempre un conocimiento cabal sobre las potencialidades individuales, que las armonizaba con paciencia y perseverancia. Para él, la observación directa del educando fue mejor que la nota, de ahí que después de los exámenes, repasábamos todos los flancos débiles hasta internalizarlos todos por igual; y si no era así, la próxima sesión tenía que esperar, sin importar el tiempo.
Los sábados era de limpieza general y revisión obligada de cuadernos y carpetas que lo hacíamos con alegría. Llevo muy metida en mi mente la imagen de mis amigos lijando los tableros al aire libre para que no quede ni un vestigio de 'jeroglíficos', menos de 'pintura rupestre' que delate un 'taco'. Era una fiesta de fin de semana que nadie se perdía, ante la mirada de satisfacción de los buenos vecinos: Pancha Vicuña, Balvina Aldave, Rucu Feliciano, Cuca Doctor, Bonifacio Peña, Hortensio Balarezo y del popular Víctor Aldave el 'gallo rojo'.
También guardo entre mis latidos la forma como fortalecía la unidad en el aula donde fuimos tan felices como en nuestra propia casa: Albino de Lirioguencha, Alejandro de Alto Perú, Anchita de Jircán, Alejo Alfonso de Huasta, Aquiles de San Cristóbal de Raján, Cali del Cercado, Carlos Enrique de Aquia, Cholito Corazón de Agocalle, Félix de Aquia, Gregorio de Puente Cantucho, Hildebrando de Dos de Mayo, Hualín de Fragua, Hugo Lorenzo de Umpay, Joel de Tranca, Juvencio Hermenegildo de Corpanqui, Macshi de Aquia, Marcelo de Figueredo, José Luis del Mercado de Abastos, Oscar Román de Cruz del Olvido, Pablo César de Yarush, Pantaleón Boliche de Oropuquio, Ricardo Feliciano de Lirioguencha y Wily de Agocalle.
De similar manera llevo muy dentro de mi pecho al excelente Director Fabián Cano Osorio y a los ejemplares maestros Albina Aldave Alva, Eduardo Aldave Reyes, Eleodoro Gamarra Salinas, Germán Romero Yábar y Pedro Gutierrez Barreto, quienes se constituían en nuestros ángeles guardianes a la hora del recreo, las formaciones, actuaciones y los desfiles, tarareando nuestro sagrado Himno '378 de Chiquián marcha con altivez, llevado siempre el compás, uno dos y tres...'.
En esencia, del recuerdo de mi Maestro aprendí que las personas no son todas iguales, porque algunas son especiales y mágicas, y eso las hace únicas y eternas. También aprendí que la fantasía es real, porque pude darme cuenta que lo real es pura fantasía. Del mismo modo aprendí que me falta mucho por conocer y que me puedo quedar ciego, sordo y mudo, pero mi mente y mi alma tendrán siempre un lugar para aprender. Finalmente aprendí que si tomo una hoja y un lápiz mi alma toma la decisión de escribir por que me di cuenta que eso es lo que me esta pasando ahora. Mi maestro Juan falleció el 21 de mayo de 2008, dejándonos un inmenso legado de paz y amor por lo nuestro..
RENACER
Vuelvo a ti bendita Alma Mater,
para renovar mi espíritu aventurero
y todo florece como un mágico sueño
como en los traviesos años de mi niñez.
He revisado mis viejos cuadernos
y los renglones me hablan de paz y amor,
sus hojas amarillas me sonríen con ternura,
como el padre que sonríe al hijo pródigo.
Es temprano y escucho campanas,
estoy alegre como aquellos días felices,
me alisto y voy saltando a mi escuela primaria,
con mi cartapacio repleto de fantasías y sueños.
Veo a mis compañeros del 378,
contemplo sus ojos y sonrió en ellos,
mi maestro Juan pasa lista en orden alfabético,
ya en el patio brillan nuestros apodos en quechua.
Llegan a mi mente gratas visiones lejanas,
y me veo marchando feliz en el patio de tierra,
abro los ojos, miro el cielo azul y sonrío de felicidad,
pues mi primavera ha vuelto a renacer en este amanecer.
Nalo A.B - Chiquián, 28 JUL 77