EL AZULEJO DE LA TÍA BENIGNA
Por Juan José Alva Valverde (Pepe)
El azulejo, y otros dos eran los burros de la tía Benigna Calderón Ramírez, que en paz descanse; hermana de mi querida suegra doña Iraida, quien se encuentra en la gloria del negro Martín de quien era devota. Dichos burros los alquilaba para las faenas de carga, ya sea en las cosechas transportando los costales con los frutos del campo, o llevando los costales con las semillas para el sembrado. La tía Benigna, ágil de cuerpo y mente, fiel cumplidora de los tratos y contratos, en la mañana muy temprano se presentaba a la vivienda de quien solicitaba los servicios de sus queridos borricos, y le recomendaba no los cargaran mucho y que a las 5 de la tarde retornaría para llevarlos de vuelta a casa. Sobaba las orejas a los burros como un gesto de cariño, luego se envolvía en su pañolón color azul noche y se retiraba para proseguir con sus tareas cotidianas. Ella vivía en compañía de su hijo Arnaldo, en su casita ubicada en Agocalle cerca de Quiullán, vecina de don Anatolio Calderón y frente a la casa del papá del primo Eusebio Ramírez, en su cocinita que era muy acogedora por pequeña y abrigada, criaba sus cuycitos, recuerdo las pocas veces que tuve el privilegio de compartir con ella la sopita de trigo partido con garancho-(pellejo)- de chancho, y ocas dulces azucaradas por los rayos del sol chiquiano, su patio era amplio donde pernoctaban sus queridos burros, reponiendo las fuerzas para emplearlas en el momento que la tía Benigna los volviera a alquilar. En una oportunidad viví la experiencia de que mi querido suegro don Víctor Campos Rivera, quien se encuentra en la gloria del Señor de los Milagros de quien era devoto, alquiló al azulejo y a los otros dos jumentos para transportar las papas cosechadas arriba en la chacra de Huaca Corral-(corral de vaca)- para tal fin envió a mi suegra a la casa de la tía Benigna, para concretar el trato.
-Benigna hermana, mañana necesito a tus burritos, cosecharemos papas en Huaca Corral.
=Laila-(diminutivo de Iraida) yo te daría hasta gratis, pero tu Víctor es tosco, a mis pobres burritos no me los vaya malograr, tú sabes que los quiero como si fueran gente, mi azulejo es como mi hijo, es engreído, si vieras como solo le gusta comer las puntas de la alfalfa nomás, el resto lo deja, después viene a la cocina y en la puerta esta parado golpeando con su pata el suelo hasta que yo salga y le dé un tanto de panca de maíz o mas alfalfa, es bien engreído, por eso me da pena dártelos.
-Yo voy a estar al tanto y le diré a Víctor que no los cargue demasiado, según me ha dicho solo haremos 3 vueltas, aquí esta la plata del alquiler cóbrate ya después te haré probar un poco de papas.
=Bueno pues, no te olvides de mi recomendación, mañana temprano los llevaré y los recogeré a las 5 de la tarde, tú sabes que hasta esa hora nomás los alquilo.
-Gracias Benigna, entonces mañana temprano te espero, de paso tomaremos Pari-(sopa de papas mondadas como para lomo saltado, con queso, huevo y que una vez servido se le echa una cuchara de salsa a base de chinchu-(planta aromática, familia del huacatay)- y rocoto verde).
A la mañana siguiente todos los accesorios para la labor de la cosecha de papas estaban preparados; los costales tejidos de lana doble, pitas para coser los costales con la antacasha-(aguja de arriero), las alforjas conteniendo la botella con ron, buena cantidad de coquita, biscochos de la panadería de mi padrino Chinchu, chicha de maíz y de jora, un poco de manzanas de Chinchu Puquio-(fundo en la bajada hacia el río Aynin que significa puquial de chinchu); canchita tostada, shinty-(habas tostadas sancochadas), y ocas a punto de miel; siendo las 6 de la mañana, nos disponemos a tomar el desayuno, por lo que en la cocina abrigada al calor del fogón que había tiznado las dos paredes y el techo y ahumaba con la paciencia del tiempo tres piernas de jamón; alrededor de una mesita de patas cortas, acomodados en sillas pequeñas, nos disponemos a saborear el humeante y aromático Pari, la cancha calientita con su aroma inconfundible invitaba a cogerlo y ponértelo en la boca aun sabiendo que te podrías quemar, las tortas de maíz calientitos y tostaditos como a mí me gusta, con su aroma a horno chiquiano, a maíz de Tranca, a sol del Espejito del Cielo, parecía decir muérdeme. Don Víctor, doña Iraida, Nelly, mi palomita Esther y yo, embelesados saboreábamos en silencio el pari, yo lo hacía con mordiscos de torta, me deleitaba con dicha combinación, como el ají de Chinchu con rocoto verde le daba un sabor picantito, de cuando en cuando me lamía los labios, concluíamos con mate de muña dulce y con un; gracias Doña Iraida está exquisito; me levanté de la silla y salí al patio a seguir bebiendo el matecito de muña, agradeciendo mentalmente a Dios todopoderoso por la felicidad que compartía en casa de los padres de mi palomita, casa y familia modesta pero de sentimientos nobles y loables.
= ¡Laila! ¡Laila! te traigo al azulejo y los otros dos.
-Pasacamuy-(pasa, adelante)- Benigna.
=Buenos días don Víctor, aquí están mis burritos, te recomiendo los trates bien, son como mis hijos.
-Buenos días Benigna, para que estés contenta les daré besitos pues.
=Usted siempre de mal carácter, no le digo que los beses sino que los trates bien, como a gente.
-¡Ay caray! como a gente, en ese caso hubiera alquilado a don Petrus, a don Salas y a mi compadre don Talaco.
=Con usted no se puede hablar, no sé cómo se entenderá con mi hermana.
-Con tu hermana nos entendemos con señas, y cuando queremos otra cosa nos mordemos las orejas.
= ¡Jesús, José y María! este hombre debe ser el diablo o el hijo del diablo.
-No Benigna, el diablo es mi compadre don José Alva, y el hijo del diablo es mi yerno Pepe Alva.
-¡Pasa Benigna!, discutiendo con él tu bilis se va reventar, ven ya te serví tu Pari.
=Gracias hermana, échale bastante ají, para que se me pase la cólera que me ha dado; después quiero que me enseñes tus orejas, tantos años con él, ya lo tendrás como chalona.
-Anda upa-(tonta)-, como le vas a creer que nos mordemos, el te dice por darte cólera.
El viento frío al estrellarse con mi rostro me causaba una sensación de fresco, la subida a pie por el camino de herradura, me hacia transpirar, yo iba detrás de los burros, delante de ellos iba don Víctor y detrás mío venia el resto, desde Caranca a esa hora de la mañana cuando los rayos del sol llegaban a alumbrar las partes altas de los cerros, Chiquián tenía un aspecto opaco y frío, pensaba sobre la obra maravillosa de Dios, cuando hizo perfecta su creación del Universo, con el día y la noche, la luz y la oscuridad, el Sol y la Luna, el calor y el frío, la naturaleza, los ríos, los vientos, las diversidad de animales, y frente a todo ello el hombre, el encargado de preservar todo y de aprovechar todo lo creado, el responsable de la transformación de la materia, para el bien y para el mal, con edificaciones colosales en casi todas las culturas de todo el mundo, con artes y ciencias que hasta hoy son difíciles de describirlos, y con las maldades atroces de las guerras, de las enfermedades biológicas creadas por las potencias, y sobre todo por la mezquindad irracional de los gobernantes ególatras, que se creen dueños del mundo sostenido por la soberbia y el poder del vil dinero; le agradecí a nuestro Dios, ser un joven sencillo, haber nacido en un paraíso llamado Chiquián, en Jana Barrio-(barrio arriba)- en los linderos de Racrán, y los dominios del Oro puquio-( manantial de oro)- una tarde de lluvia de Diciembre, de madre campesina y de padre del pueblo, le agradecí el haber conocido y haber sido acogido por mi palomita, que seguramente se compadeció de un pichuichanca-(pajarillo de cabeza negra y plumaje variopinto)-que con las alitas mojadas andaba extraviado y solo; desde niño me gustó la caminata, el campo, la naturaleza, la lectura ha sido mi pasión, me puse a escribir en mi mente y mi corazón vertió estas letras;
Soy un pajarillo de barrio arriba,
De los dominios del oro puquio,
Mi padre y mi madre vuelan por rumbos distintos
Yo desde muy tierno trato de buscar el mío.
He crecido volando raudo
Tratando de aprender todo pronto,
He tratado de ser amigo de todos
Y todos me dieron su amistad por que vieron que era sincero.
No reniego de mi suerte, este es el mío,
Me consuelo con mis trinos, añorando otros destinos,
A mis padres, a cada uno los quiero
Amo y venero a mi querido abuelo, por que el me ama, y siempre me ha protegido.
Me cobijaron las alas de una linda palomita,
Que me vio extraviado en la inmensidad de la bruma,
Ella de barrio abajo de los dominios de Quiullan,
Me entrego su piquito, me entrego su corazón,
Yo le entregué mi vida, le entregué mi razón,
Desde ese entonces trazamos rumbos,
Desde ese entonces volamos juntos.
La faena de la cosecha de papas, es algo mágico, yo me limité bajo mi ignorancia, a descubrir la tierra que cubría cada mata, y con la racuana -(herramienta agraria) con mucho cuidado arrimaba las papas y las dejaba al medio del surco, para que Esther las recogiera, en cambio mi suegro Don Víctor, con la rapidez que lo hacía por la experiencia murmuraba bajito y al descubrir las matas, en su rostro se reflejaba, desazón o alegría, y eso se repetía en cada mata, pensé rápidamente y saqué mis conclusiones; las plantas de frutos visibles, el trigo, la cebada, el maíz se ve y uno hace sus cálculos de cómo será la cosecha, pero de las plantas enterradas como la papa, es un misterio, porque puede que tenga buenas hojas, pero no así buenos frutos o tubérculos; eso pensé, y cuando hicimos el alto al medio día para degustar el fiambre, que nos caería como el mejor de los manjares por el hambre que teníamos. Después de saciar la mía con los cuayes-(papas cocidas con el carbón del fogón)- que doña Iraida había preparado con las papas más grandes que se habían cosechado, el que ávidamente lo comíamos acompañados de cucharas llenas de cachizada-(ensalada a base de leche cortada y cebolla china)- al momento que vi chacchando-(masticando su coquita), a don Víctor, me acerqué y le pregunté:=Está haciendo calor.
-Sí hace calor, pero en una hora pasa, porque los vientos se hacen más fuerte en la tarde.
= ¿Desde cuándo cosecha papas en esta chacra?
-Hace 8 años, cuando falleció mi tío Liberato, la Comunidad de Campesinos, me la dio la chacra.
= ¿Cómo va la cosecha?
-De regular para arriba, con lo que falta sacar, parece que tendremos buena cosecha.
=No sé, pero sin querer observé que usted rezaba cuando removía la tierra de las matas, ¿es así o me equivoco?
-Nosotros, los que sembramos lo hacemos con la esperanza que la cosecha sea buena, nadie piensa diferente, porque si yo supiera que voy a tener mala cosecha no siembro, por eso cuando voy retirando la tierra de los frutos, voy diciéndole a la madre tierra que me dé buenos frutos y buena cantidad, cuando eso pasa me alegro, y cuando no es así me apeno.
=La madre tierra ¿le escucha?
-Nosotros pensamos que sí, entre la madre tierra y nosotros hay una comunicación desde que se inició la agricultura, desde antes, quizás desde nuestros antepasados y tratándose de la papa, con mayor razón, a ver dime ¿cuándo hubo hambruna acá en Chiquián?, o en alguna parte donde se siembra papa; la madre tierra sabe que nosotros dependemos de ella, y nos da como si fuera nuestra madre, por eso cuando comiences alguna labor en ella, rézale agradeciendo su generosidad y su lealtad.
Don Víctor Campos Rivera, hijo de Doña Ricarda Rivera, zapatero de ocupación, buen campesino y hombre campechano de hablar fuerte, claro y concreto, honesto y sincero, fue devoto del señor de los Milagros, participó como Santo Varón en Semana Santa por varios años, miembro de la Comunidad de Campesinos de Chiquián, participó de todas sus actividades: relimpio de acequias, construcción de canales de regadío, arreglo de las paredes del campo de Jircán, donde en las corridas de toros, tenía por derecho un lugar para armar su palinca-(armazón de troncos de eucalipto y tablas)- me enseñó muchas cosas del campo y de la vida, fue mi maestro en la escuela de la vida, compartimos días de sol y lluvia, estuvimos juntos en la oscuridad y avizoramos la claridad al final del túnel de la estrechez, reímos juntos en los momentos de felicidad, lloramos juntos en momentos de desgracia, saboreamos juntos la sal y el azúcar, lo dulce y lo amargo, en el ocaso de su existencia fue atendido amorosamente por su hija Esther, mi palomita, y fue en sus brazos en nuestro modesto nido, que cerró sus ojos para viajar a la eternidad, yo lo quise y lo admiré, en casa no lo olvidamos, el tercero de nuestros hijos se llama como él, VÍCTOR. Que estés en la gloria del señor de los Milagros.
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Al atardecer, después de culminar con la cosecha de papas, que felizmente fue buena, y cuando llevábamos los últimos sacos del preciado producto, al bajar cansados los pobres borricos, y debido a la voz potente de don Víctor arreando a los jumentos, uno de ellos resbaló y tras dar varias vueltas de campana, cayó a la carretera, yo que iba delante de ellos, asombrado y temeroso que le hubiera pasado algo peor al asustado borrico, que temblaba, corrí y lo cogí, descargamos el costal que aun tenía sobre su espinazo le cambiamos con una carga menor de otro burro, y proseguimos la marcha dejando que ellos llevaran el paso, para no tener ningún percance que lamentar y así evitar que la buena tía Benigna se apenara por su querido Azulejo y los otros dos.
Gratamente: Juan José Alva Valverde-(Pepe Alva).
Lima, 13 de Diciembre del 2008.
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