CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
GOBIERNO REGIONAL DEL CALLAO
DIRECCIÓN REGIONAL DE EDUCACIÓN, CALLAO
INSTITUCIÓN EDUCATIVA 2 DE MAYO
INSTITUTO DEL LIBRO Y LA LECTURA
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INVITACIÓN
17 DE JUNIO
DÍA DEL ADIÓS DE CÉSAR VALLEJO
VALLEJO EN PUERTO CALLAO
DÍA DEL ADIÓS DE CÉSAR VALLEJO
VALLEJO EN PUERTO CALLAO
ACTIVIDAD - JUEVES 17 DE JUNIO:
2. PM: MUELLE DÁRSENA
3.15: DESFILE CÍVICO
3.30: AUDITORIO INSTITUCIÓN EDUCATIVA 2 DE MAYO
(Concentración Inicial, en el Muelle Dársena - Plaza Grau, Callao. 2 pm.- Llevar sus banderolas para desfile)
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PLAN LECTOR, PLIEGOS DE LECTURA
ALFONSO DE SILVA, TU GEMELO CORAZÓN
Por Danilo Sánchez Lihón
Por Danilo Sánchez Lihón
1. Entrañables amigos
Son unánimes los comentarios, apreciaciones y balances, llevados a cabo hasta la fecha, que arrojan como resultado indubitable que los dos genios habidos en el ámbito de la poesía y la música en el Perú son, respectivamente, César Vallejo y Alfonso de Silva.
Estas artes, la poesía y la música, son además las expresiones cimeras de la acción creativa del hombre en el campo del espíritu.
César Vallejo y Alfonso de Silva fueron a su vez entrañables amigos, llenos de pasión y altruismo por el destino del hombre y se prodigaron ambos inmenso cariño.
El primero nacido en Santiago de Chuco, un pueblo del ande del Perú dulce y transido, donde en el mes de junio los campos se roturan y se siembra la semilla en la tierra buena.
Y el segundo nacido en el Callao, ciudad y puerto de la costa, a orillas del océano, lugar de entrada y salida del país mítico, abrupto y convulso, pero a la vez imbatible en luchas y esperanzas.
2. Inmensa, transida
Si uno representa el origen y la matriz, como el enraizamiento a la tierra y a su capacidad ígnea, el otro simboliza la navegación, el trance y la travesía a lo desconocido.
Sintetiza uno la tierra y otro el océano como expresión del infinito, inabarcable y absoluto. Es decir juntas la tierra y el agua, pero encendidas, en combustión, tal y como fueron las personalidades de cada uno de ellos en sus vidas. Ambos ardieron en fuego sagrado: la poesía y la música.
Tanto como sus lugares de nacimiento, son también por sí mismos, por su aventura vital, signos y barrenos verticales en cuanto a la identidad que representan, como también aspas horizontales en lo que sugieren como alianza de contrarios y fusión de antagónicos, lo mismo que es nuestro país y su devenir.
Lo sorprendente y admirable de estos dos personajes, es que ambos fueron amigos entrañables. Y dejaron testimonios conmovedores de esa inmensa, transida y, de alguna manera, dramática amistad.
3. Y sus destinos encarnan
Como cuando César Vallejo dice de Alfonso:
Alfonso: estás mirándome, lo veo,
desde el plano implacable donde moran
lineales los siempres, lineales los jamases…
(Me han dicho que en tus siglos de dolor,
amado sér,
amado estar,
hacías ceros de madera. ¿Es cierto?
En efecto, hay un momento intenso, paradigmático en la conjunción de estos dos hombres; que tuvieron, cada uno a su manera, en su trayectoria vital y en el desenvolvimiento de sus pasos, claves hondas y providenciales en sus existencias.
Sus vidas fueron apasionadas y trazan, con sus hechos, parábolas de gran significación para mejor pensar el Perú. Y esto es así tanto por los contenidos que personifican –y que continúan siendo aspectos vigentes y acuciantes de nuestra realidad– como también por el mensaje en favor de significados esenciales que sus propuestas representan, sus vidas trasuntan y sus destinos encarnan.
4. El genio y la desgracia
Una grandeza épica estelar se desprende de ellos. Estos caracteres felizmente también se plasman y grafican en sus obras.
Este vínculo fraterno da lugar a uno de loa poemas más excelsos dedicados a la amistad, erigido a nivel universal y considerando todas las lenguas existentes en el mundo.
Poema de César Vallejo inspirado en la muerte de Alfonso de Silva, ocurrida el 7 de mayo del año 1937, sólo meses antes también de la desaparición física de César Vallejo, su gemelo corazón.
Como si se hubieran puesto de acuerdo asimismo en esta coincidencia mayor, cual es el sucumbir y volver a abrazarse casi al unísono en la muerte.
En ambos casos, hay otras dos coincidencias supremas y estremecedoras, cuales son: el genio y la desgracia, genio que se corrobora con la opinión de los entendidos más confiables en ambas materias.
Y desgracia que fue el martirio en que sus vidas transcurrieron, casi de manera idéntica para los dos.
5. Dos genios máximos
Aquella adversidad e infortunio se puede ver representada en un hecho sencillo: ambos murieron jóvenes:
Alfonso de Silva murió apenas cumplidos los 34 años. Y César Vallejo cuando recién acababa de cumplir los 46 años.
Sin embargo, lo asombroso es que estos lapsos cortos fueron suficientes para que ambos pudieran perfilar obras que propios y extraños reconocen como las de mayor valía en el campo de la poesía y de la música en el Perú.
Por eso, revisemos en rasgos muy generales, los tramos que los aproximan en la existencia de cada uno de ellos.
Porque es esto da lugar a un privilegio para todos nosotros, cual es ver en un solo trazo y abrazadas, la vida y obra de nuestros dos genios máximos y en las dos artes principales del género humano: cuales son la poesía y la música.
6. Me eché a llorar al lado de su cadáver
Alfonso Silva Santisteban, quien después fuera bautizado artísticamente en Madrid como Alfonso de Silva, nació en el Callao el 22 de diciembre del año 1902, en una vieja casona del puerto translúcido, esmerilado y vetusto.
Nunca conoció verídicamente a su padre, como tampoco a su madre, aunque después supiera que la tía que lo cuidaba era quien le había traído al mundo. Así como el displicente y estirado magistrado, quien le hacía regalos de vez en cuando, era su distante progenitor.
Solo al final de la vida de quien como mujer lo concibiera, siendo él ya un adolescente, supo que aquella persona que se moría, y a quien consideraba su tía era en realidad el ser que le había dado la vida.
Al respecto, escribe el siguiente pasaje:
“¡La muerte de mi madre… La primera vez que pronuncié ese nombre, que me sonó extraño como una clave que revelara de pronto mi dolor y mi tragedia toda… Esa primera vez que pronuncio... “¡Madre!...” me eché a llorar desesperadamente. Amargamente al lado de su cadáver."
7. Temperamento estallante
Alfonso de Silva egresó del colegio de jesuitas, "La Inmaculada”, en el año 1918.
Durante aquellos años fue un adolescente impulsivo, brillante e irreverente, quien encandilaba con su carisma y conquistaba el cariño de propios y extraños y, principalmente, el de sus maestros por su inteligencia radiante, la pasión en que todo lo insuflaba, y una especie de aureola sagrada impresa en su frente.
Sus profesores lo adoraban y a la vez veían en él un mundo de promesas sublimes por realizar. Pero, a la vez, avizoraban los riesgos y peligros más atroces y temibles por evitar. Y que lamentablemente ocurrieron: al lado del prodigio de la obra que alcanzara a realizar su morir alcoholizado y amargo en el dolor que lo acosara.
Tan pronto terminó la secundaria inició estudios superiores en la especialidad de Letras en la Pontificia Universidad Católica del Perú.
En ese ambiente formó un grupo, con amigos de su barrio y de su universidad. Se autodenominaron "Los locos".
Ese nombre se avenía bien al temperamento estallante que los caracterizaba, bastando ello para justificar este título, rótulo e identificación.
8. Dos hombres ilustres
Pero el nombre contiene asimismo el lugar en donde se reunían y cobijaban, cual era el hospital para enfermos mentales Víctor Larco Herrera, mansión inmensa, donde crecen y dan sombra árboles seculares que forman a sus pies alamedas mágicas, situado casi al borde del mar en el distrito de Magdalena en Lima, capital del Perú.
El grupo se constituyó bajo el amparo de don Hermilio Valdizán y de don Honorio Delgado, eminentes médicos, ambos del campo de la psiquiatría, quienes les propiciaron el lugar para sus reuniones. A él acudían entusiastas y apasionados, creando una tertulia bulliciosa, díscola, irreverente, pero a la vez fecunda en ideas, exploraciones, estudios, proyectos y ¡amores!
Fueron miembros de este colectivo juvenil, entre otros representantes: Emilio Goyburu, Enrique Casterot, Carlos Raygada, Augusto Moral, Raúl Pro, Carlos Quispez Asín. Alfonso de Silva.
Pero, el adalid, por sus atributos de persona llena de dones intelectuales y de carisma personal, por ser él quien había ganado la simpatía incondicional de esos dos hombres ilustres como lo fueron y lo son: Hermilio Valdizán y Honorio Delgado, era indudablemente Alfonso de Silva.
9. Genialmente distintas
Él, ya por el año de 1920, tenía éxitos artísticos y sociales rotundos como cultor de la música.
Fue alumno sobresaliente de los profesores Santé Lopriore y de Nello Cecchi en el violín. Y en el piano nada menos que de Federico Verdes.
Estos profesores abiertamente reconocían estar ante un prodigio, pues nada impedía a ese adolescente impetuoso dominar inmediatamente cualquier componente de este arte. Prometiendo desde inicio llegar a ser el creador absoluto y el gran maestro de la música que requería y necesitaba el Perú.
Había nacido entre nosotros un Mozart, un Bethoven, un Haydn. Había nacido un genio musical.
Como compositor nato Alfonso de Silva tenía recursos propios y congénitos, a tal punto de ser considerado un autodidacta en un campo tan difícil como es el de la composición.
Sin embargo, en este terreno él se torna en un iconoclasta, abrupto y autodestructivo, hereje y hasta incendiario, que alcanzaba a conocer algo para destrozarlo. Así lo hizo con modas, convenciones y estereotipas, los mismos que simplemente arrojaba al tacho de basura para acometer acordes y estructuras totalmente renovadas, genialmente distintas e incomprensibles.
10. Fulgurante y arropado
Sostiene y arriesga Jorge Nájar en un artículo titulado "El amigo de Vallejo", que ya en ese tiempo hubo un primer encuentro, entre ambos artistas, aunque muy pasajero:
"Al parecer fue poco antes de emprender su viaje hacia Madrid que el poeta y el músico se encontraron por primera vez en Lima, gracias a la mediación de Gonzalo More, amigo de "Los locos”, un grupo de jóvenes bohemios limeños del que formaba parte Silva. Aquel primer contacto fue fugaz y, sin embargo, definitivo”.
Ya a los 19 años de edad encontramos a Alfonso de Silva viajando a Europa, en el barco "Orita", con una pipa que apretaba entre los dientes, la mirada fulgurante.
Permanece en la borda a su despedida, arropado con los mejores trajes, todos ellos obsequios de sus amigos.
Pero, principalmente esos vestidos son obsequios de las hermosas y enamoradas damas a quienes permitía el privilegio de ser felices contribuyendo a engalanar su soberbia y clásica apariencia personal.
11. Goce, pobreza, estudio
El viaje se produjo después de un concierto en el que impresionó al Presidente de la República Augusto B. Leguía, quien al final del mismo ordenó que se le extendiera una beca para que siguiera estudios en el Real Conservatorio de Música de Madrid, llegando a esa capital española el 8 de diciembre del año 1921.
Al principio, el éxito artístico le fue totalmente favorable en la vieja capital peninsular. Participó como compositor e intérprete principal en conciertos que concitaron el interés de la Reina Victoria Eugenia, quien lo invitó muy especialmente a su palacio a fin de que interpretara allí mismo su música y así ella poder complacerse en escucharla.
El pago de una de aquellas presentaciones fue la suma de 500 pesetas, retribución que constituía una fortuna, si se toma en cuenta el poco reconocimiento que había por tales conceptos en dicho medio.
Sin embargo, la vida bohemia le sedujo prontamente, pudiendo prescindir de comer y hasta de dormir, pero no del tabaco, del cogñac, del ron, del vermouth, la cerveza y el vino.
12. Una marca y una cruz
En ese lapso, con alternativas de goce, pobreza, estudio ¡y desesperación! viajó a París, Berlín y, nuevamente, a Madrid.
Sus cartas a Carlos Rabada desde Europa, escritas entre los 19 y 20 años de edad, han sido reunidas en el libro titulado 11O cartas y una sola angustia. En su trasfondo testimonial constituyen un acontecimiento extraordinario en el acontecer de cualquier cultura y no reducida su significación solamente al campo literario y musical.
En ellas sorprende encontrar a una personalidad meteórica y alucinante, asumiendo una aventura humana suprema en relación, al arte; nutrido de ideas de gigante respecto a la vida, lleno de ideales, pero también de caídas hacia abismos espeluznantes.
Uno de esos aspectos incontrolables en él era la efervescencia de la música que bulle en su cabeza, y en su ser integral: invade su espíritu y arrolla su razón y sin razón.
Bullir que él contempla desatarse hechizado y ajeno a ese huracán que lo envuelve, a ese volcán que estalla y lo arrastra en su elevación y en su caída.
Todo esto como si estuviera signado por un estigma en su vida, o como si llevara una marca o una cruz sobre sus hombros.
13. Belleza sin par
Nos relata y hace sentir cómo todos sus huesos y hasta sus poros se tornan en notas musicales, que lo torturan y no alcanza a transcribir, por más que trabajase con diez manos juntas, melodías que lo acosan, inundan y dominan. Y que no sabe cómo desahogar.
Ellas lo arrollan sin tener a la mano ni siquiera su violín, que ha empeñado por diez pesetas, que apenas le alcanzaron para fumar unos cuantos cigarrillos y beber el vino que necesitaba a fin de enceguecerse y olvidarse por un momento de quién es él.
Nos relata y nos hace padecer, a través de las páginas del libro citado, el calvario de una angustia económica atroz, donde conocemos cómo, pese a frecuentar los ricos y engalanados salones de Madrid, por ejemplo, no puede sacarse el abrigo pese al calor de las lámparas por tener los pantalones luidos y rotos en las posaderas.
O la vergüenza de todos los días ante el tendero que le fía la comida desde hace varios meses. De los tiempos en que tiene que dormir en el suelo, envuelto en su capa, siendo al mismo tiempo dueño de un espíritu luminoso y de una figura de una belleza sin par.
14. Ángel o demonio
Este ser apasionado, romántico, extraordinariamente lúcido y sabio, a pesar de su corta edad, sueña con viajar a fundar una escuela de filosofa profunda en un país de sabiduría milenaria como la India.
Este ser que hace ensoñar a la mujer que lo observa, pero que no tiene ni una piedra en qué sentarse o donde reclinar su frente, busca emprender un viaje para hacerse rey en algún país insólito del Asia, entre culturas espléndidas en exotismo y refinamiento. Este joven flamígero, desarrapado y hambriento, resulta incluso siendo más de fábula con la posesión de esas cualidades.
Este ser con una concepción vitalista del destino e imbuido de una enorme convicción del designio superior que ha venido a cumplir en relación a la creación artística, no tiene dónde dormir esta noche. Este ser que ya ha concretado una obra trascendente en el campo de la música, padece, sin embargo, el horror de la miseria más atroz e indigna que lo sume en el mayor de los quebrantos y descalabros morales.
Ejerce, al mismo tiempo, una atracción de ángel o demonio, de un demiurgo poseso, con todo tipo de mujeres; sean doncellas, beatas, prostitutas, solteras, casadas; hijas o esposas; quienes se prendan de él por su hermosura sensual y trágica.
15. Pedí al violín
Y, sobre todo, por "la tristeza” de su semblante, tal como le explica y repite la bella muchacha gitana que deja todos sus asuntos, quereres y negocios por seguirlo, aunque distante y rezagada, por las calles de Madrid.
Y él adelante, paseando su grandeza. Y a la vez su inmisericorde y raída pobreza.
En Mayo de 1922 le escribe la siguiente carta a Carlos Raygada quien vive y trabaja en Lima como crítico musical del diario “El Comercio”, donde narra el siguiente pasaje que consideramos interesante reproducir:
“...Para variar un poco le contaré una simpática anécdota mía. Hará más o menos una semana iba yo por Alcalá acompañado por Piérola. Como hacía una linda noche y era tan solo los 11, había mucha gente en las calles. Al llegar a la esquina que hace Alcalá con Peligros, había un ciego que tocaba apasionadamente su violín. Por uno de esos movimientos inexplicables, sin tener lugar a reflexionar y procediendo por un reflejo de la emoción me acerqué a él y le pedí al violín.
16. Genio herido y en peligro
Y prosigue en su relato:
Me puse a tocar... era uno de esos violines de voz velada, con esa apagada ternura, con esa bondad de los ciegos. A su lado, la ciega absorta "no sabía qué pensar”, era otro quien tocaba... y ella no se explicaba. Poco a poco se fue agrupando mucha gente... Yo no miraba nada. Preso de una extraña y loca emoción toqué muchas cosas tristes que improvisaba, era una especie de embriaguez emocional. Todos se detenían y escuchaban en silencio... El perro del ciego parecía absorto también... La ciega me miraba fijamente sin verme... "Con sus ojos sin luz”.
¿De dónde viene esta música nueva, que la ciega, el perro y la gente –acostumbrada a pasar indiferente– esta vez se detienen y se agolpan? Viene de lo que somos como mundo andino, una cultura única y cribada en las rocas más duras del dolor.
Solo de una cultura amalgamada como la nuestra, con una experiencia del dolor, como ya lo sufre este joven de apenas 20 años, así como surge también del prodigio de un genio herido y en peligro, como es él.
17. Acaso aquella noche
Luego la carta prosigue:
Yo terminé en una nota larga, prolongada como un gemido que se extingue... Entregué al ciego el violín… el grupo silencioso me abrió paso… Yo me alejé como un autómata, lleno de una tristeza inexplicable, sin cruzar una palabra con Piérola que me siguió desconcertado.
La ciega debió recoger muchas “perras”… acaso aquella noche en la miseria del sucucho hubo algún extraordinario...
Y aquí no ha pasao nna… mi amigo.”
Un día deja todo en Madrid y viaja a Francia, después a Berlín y luego a París, en donde se queda a vivir un buen tiempo.
He aquí lo que se tiene y no se tiene: la música en el alma, la solidaridad con el mendigo, aquella distancia entre el creador y su público que en este pasaje se supera tocando para él en una esquina, ese querer ver pese a tener los ojos ciegos, los aires de la tierra que vienen desde lejos.
18. Nos estrechamos la mano
Asimismo, y de otro lado, está el genio y talento de César Vallejo, quien el 12 de julio del año 1923 pisa suelo francés y el 14, de ese mismo mes llega a París trayendo un encargo de Enrique Casterot miembro del grupo "Los locos", cual es el de tratar de ubicar a Alfonso de Silva.
El encuentro se produce cuando ambos asisten, el día 28 de julio, a la Legación Peruana, que había invitado a los ciudadanos de nuestro país residentes o de visita en esa capital, a conmemorar el Día de la Independencia Nacional.
A dicho acto concurre César Vallejo, quien acaba de llegar del Perú hacía dos semanas, y concurre también Alfonso de Silva, quien escribe al respecto lo siguiente:
"Conocidos solo de vista y simpatía cerebral (que es después de todo lo más importante) nos estrechamos la mano y nos pusimos a conversar. Yo le ofrecí guiarle y ayudarle en todo lo que fuera posible''.
19. ¿Cuál es su situación?
Del mismo modo y en igual sentido, el 15 de octubre de 1923, César Vallejo le escribe a Carlos Raygada en Lima:
"Mi querido Raygada:
“Van para tres meses que estoy en París. Vivo a diario y con toda fraternidad con Silva, que es lo único de grande que hasta ahora he hallado en Europa. Lo demás está, sin duda, aún tras de los telones que no he forzado todavía."
He aquí a nuestros dos más grandes genios en París, atentando los sueños más pletóricos y arriesgados para contribuir con ello a la grandeza de su pueblo y del hombre en general.
¿Cómo los encontramos? ¿Cuál es su situación? Desasida, desastrada y en completa y desgarradora penuria económica, hecho que repercute negativamente en su creación artística.
Deambulan en Europa habiendo dejado aquí amistades, cariños, y hasta una gloria incipiente.
20. Cariños perdidos
Permanecen y deambulan en Europa muriendo de hambre, acosados por mil sufrimientos, padeciendo lo que Alfonso de Silva refiere a cada paso Vallejo lo grafica en carta que le escribe a Pablo Abril, el 26 de Mayo de 1924, del siguiente modo:
“… (la voluntad) va desde el punto mortal en que uno se reduce a solo dejar que venga la muerte, hasta el punto en que se tienta ¡conquistar el universo a sangre y fuego!
Y confesándose al mismo Pablo Abril, el 19 de octubre de 1924 desde el Hospital de la Clarité, Sala Boyer, cama 22, donde acaba de ser operado de una hemorragia intestinal, le dice:
"Hay horas más, acaso, mucho más siniestras y tremendas que la propia tumba. Ahora en la convalecencia lloro a menudo, no importa por qué causa cualquiera. Una facilidad infantil para las lágrimas me tiene saturado de una inmensa piedad para todas las cosas. A menudo me acuerdo de mi casa, de mis padres y cariños perdidos..."
21. Luchar por lo justo
Padeciendo esos horrores, pero amando entrañablemente su país, su tierra, su gente y al arte al cual se consagra.
Y ambos queriéndose mutuamente como hermanos, compartiendo hasta el último mendrugo de pan y de afecto, en comunión y solidaridad profundas, luchan estos hombres, con dignidad altiva.
No en lo formal, que no les interesa sino en lo medular y profundo en donde son fuego vivo, tea ardiente y diamantina, siendo su sola presencia abierta y libre un acto de heroísmo sin límites en el París presuntuoso e impávido.
Ellos sobre todo supieron trazar y anhelar utopías, como el amor universal de Masa, adherirse a lo noble, luchar por lo justo y por un mundo mejor; supieron legarnos obras y realizaciones geniales, hasta el límite de morir en aras de ese sacrificio, como en verdad lo hicieron.
22. La soledad, la lluvia, los caminos
¡Quién no lo siente y lo vive al escuchar Berceuse de Silva! y todo ello para darnos a nosotros orgullo propio y dignidad, para sentirnos ufanos de tener talentos y obras excepcionales, como las de César Vallejo y Alfonso de Silva, ejemplos de consubstanciación con su arte, y de honestidad y consagración sin barreras ni tapujos con la causa del hombre.
Sin embargo, no deja de extrañar y sublevar el destino aciago del talento y hasta del genio en nuestro país, cual es el de tener que padecer la miseria, el ostracismo y hasta la alevosa crueldad:
César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro
también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos.
23. Lo superior se da en peligro
Él mismo lo dice, y su testimonio es lacerante. Sorprende encontrar y reconocer a peruanos de calidad excepcional y, al mismo tiempo, comprobar cómo hay tanta indiferencia para con ellos y, consecuentemente, tanto fracaso en sus vidas.
Desgarra verlos a la vez con tanta virtud y con tanta caída. Ser a la vez tan hondos, tan vastos, tan verdaderos, y tener una situación de vida tan desvencijada.
No deja de conmover el comprobar cómo aquí lo superior se da en peligro, en riesgo y expiación supremos, al punto de tornarse inciertas las obras que intentan legamos.
De allí que le escriba Alfonso de Silva a Carlos Rasgada, desde Madrid:
El mayor obstáculo para ganarse la vida es talento. La inteligencia acaso sea una ayuda, ¿pero el talento, el genio?
Ellos eran conscientes de su grandeza. En eso no fueron ingenuos, pero ¡padecieron tanto! Los colmaron la desdicha, la incomprensión y la miseria.
24. Amor tierno e incondicional
Y, sin embargo, fueron tan dignos de cariño, amados aquí y allá por seres que los conocieron, de los cuales algunos los apoyaron también hasta el sacrificio.
Porque la suya fue una genialidad al lado de una vida hecha de renuncia, una de ellas al amor tierno, apasionado e incondicional, por una visión de grandeza y de la misión que tenían y debían de cumplir sobre la tierra.
Vallejo en Lima huyó de la vida cómoda y halagüeña que le ofrecía Otilia Villanueva, poseedora de una confortable posición económica, y quien embarazó de él.
Y Alfonso de Silva sale de Berlín hacía París sin un solo franco en el bolsillo y dejando a Matilde, una noble princesa quien finalmente deja todo y lo sigue hasta la capital francesa.
El mismo Alfonso de Silva gráfica este hecho cuando, contemplando a la mujer hermosa con la cual acaba de hacer el amor, y que ahora duerme complacida en su cama, despreocupada e inocente, dice:
“Y yo mirándola, tan grande, alto, tan solo”
25. Armas y herramienta precisas
Pero, ¿qué atrajo tanto a César Vallejo como a Alfonso de Silva para dejar el Perú y enrumbarse a Europa, en donde no tenían nada seguro y sabían que el hambre y la miseria les iban a acechar por doquier?
¿Buscaban, quizá, la otra mitad de su identidad, su lado racional, citadino, europeo? ¿Trataban de exprimir el corazón a la vida y a la poesía? ¿Buscaban sus huesos, sus nervios, sus pasos?
Quizá sólo el espacio para su grandeza y para su genialidad. Y, tal vez, las armas y herramienta precisas y contundentes para verter o continuar su obra y su proyecto existencial.
Esta amistad tuvo como escenario la cosmopolita París de entreguerras; al principio en un lapso corto de algunos meses, pero lo suficientemente vividos como para que César Vallejo manifestara que Alfonso de Silva era lo mejor que había encontrado en Europa.
26. Hermosa, apasionada
Al poco tiempo Alfonso regresó al Perú, triunfó en el concierto que ofreció el 28 de enero de 1925 en el Teatro Forero. A ello siguió una brillante audición en Palacio de Gobierno.
Vino después un nuevo viaje al viejo continente, ésta vez acompañado de su compañera Alina Lestonnat. Ella era una mujer poco menos que endiosada por el ambiente artístico limeño y después lo fue en el contexto cosmopolita de París, por ser hermosa, de una calidad interpretativa extraordinaria y apasionada.
Para vivir con Alfonso en Europa tuvo que ganarse la vida como cantante de tangos, alcanzando un éxito rutilante en esta faceta en un lujoso local de la avenida central de París, en los Campos Elíseos.
Alina fue, en los años que vivió con Alfonso de Silva en París, entre las tres mujeres más rutilantes y admiradas del arte ligero y de vodevil en París. Como era de esperarse, un día ella recibió una propuesta de un millonario inglés. Abandonó a Alfonso y a su pequeño hijo.
27. Obra exquisita
Quizá, como ningún otro, este acontecimiento fue fulminante para exacerbar su sensibilidad herida. Estos hechos de la vida dispersaron y mutilaron el genio de Alfonso de Silva, tragedia que no cesó, sino que se volvió más implacable cuando retornó por segunda vez al Perú.
Después de este segundo, largo, intenso y desgraciado viaje por Europa, regresó a Lima para morir destruido por el alcohol, hecho que ocurrió el 7 de mayo del año 1937.
Dejó, como músico y como poeta, una obra, aunque trunca, exquisita en diversas formas y estilos, siendo logros destacados de este compositor sus valses y canciones, como sus 12 lieder, empezando por: ¡Ay! cuán vacíos. Canción sin palabras, Anublóse, Yo seré tu tristeza, Pobre amor, La balada de los tres húsares. Hoy la tierra y los cielos me sonríen, Las gaviotas, Berceuse. También la suit sinfónica Instantes y preludios y La canción amarilla.
En opinión de importantes músicos y estudiosos de este arte, fue “...el compositor peruano que más genio poseía”, según dice de él Rodolfo Holzman. Y "...fue el músico más músico de todos nuestros músicos”, según el parecer de Carlos Raygada, crítico de música por muchos años en el Perú.
28. Anhelante de madre
Era en realidad un genio. Asombró no solo en el Perú sino en Madrid, París y Alemania, en donde no se explicaban cómo podía conocer tanto quien no había estudiado nada sistemáticamente.
Añadía al talento innato que poseía para la música, un temperamento arrollador, sentimental y flamígero, que es lo que finalmente lo condujo a la destrucción, como efecto de una vida azarosa, vivida a corazón descubierto, en vilo, esperando siempre la mano que lo acune, proteja y resuelva los problemas, con el hechizo de la obra por realizar hacia delante.
Con una visión de fuegos fatuos en lontananza, que terminaron incendiando y volviendo carbones y cenizas su mente y su corazón; anhelante de madre, aunque sin mencionarla, como ocurría también en el repliegue más intimo y entrañable del ser de César Vallejo.
Alguna vez, tratando de explicarse esta situación, y en su impaciencia por concretar su obra mayor, decía reflexionando acerca de su vida:
“Mi tragedia es la tragedia del esfuerzo sin punto de apoyo”.
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