ALEJANDRO ROMUALDO SIGUE DE PIE A 2 AÑOS DE SU DECESO
Escritor, periodista, dibujante y poeta
Premio Nacional de Poesía en 1949
Por: Bernardo Rafael Alvarez
Dos días después de su cumpleaños número 81, iniciamos una intensa campaña solicitando una pensión de gracia para el poeta autor de Canto coral a Túpac Amaru que es la libertad. Redacté una modesta carta que fue firmada por varios cientos de poetas, artistas e intelectuales peruanos y de otros países.
Seguí los pasos a esa gestión y encontré -contra todo pronóstico adverso- buena voluntad en los encargados del asunto en el plano administrativo. Faltaba una cosa chiquita pero inmensamente importante: la firma del potencial beneficiario (formalidades legales que, lamentablemente -según me dijeron- había que cumplirse).
(Hacer click, líneas abajo, en "Leer más", para acceder a la columna completa y al poema "Canto Coral a Tupac Amaru, que es la Libertad")
Yo no fui amigo del poeta; solo lo conocí de vista y la única vez que conversé con él fue en 1972, cuando ingresé en la librería La Familia ubicada en el Jr. Ica, del centro de Lima, y él estaba allí hojeando algunos libros. Me emocioné al tenerlo cerca (en aquellos días, los jóvenes nos alegrábamos de estos encuentros; idealizábamos a los escritores).
Ya había leído su poesía y, con rostro joven y una chompa clara con cuello Jorge Chávez, lo había visto fotografiado en la revista Textual que publicó respuestas de varios trabajadores de la palabra. Nunca más tuve acceso a él, como persona quiero decir, porque su poesía siempre estuvo conmigo. Se trataba de un creador múltiple y siempre renovado y renovador; era eso, pues: un trabajador, un hacedor, un creador de la palabra. Y, claro, un poeta vigoroso e insobornable; y, como muy bien me dijo Tulio Mora, fue uno de nuestros poetas más dignos.
La carta nuestra decía entre otras cosas:
“No obstante sus años y las vicisitudes que esto acarrea es vigoroso, como los trascendentales productos de su talen to poético que desde su lejana juventud ha venido ofreciendo a nuestro pueblo. Desde La torre de los alucinados, su primer poemario, ha sumado una serie de volúmenes que han sido muestra indiscutible de calidad, de limpieza espiritual y de amor y entrega indoblegable por nuestra patria y su gente.
No obstante su innegable militancia en aquel partido que no tiene patrones, padrones ni carnés (el partido de la solidaridad con los oprimidos, el de la identificación con sus dolores, luchas y esperanzas), nuestro poeta no ha circunscrito mezquinamente su trabajo creador a lo que podríamos llamar verborrea de libelo o desborde de despropósitos. No. Su obra, ahíta de humanidad, ha sido siempre ajena a los perversos sectarismos. Respetuosa del idioma y de las formas y además múltiple en sus propuestas, nos ha ayudado -reconozcámoslo- a fortalecer nuestra dignidad de peruanos.”
Sí, pues, eso hizo su poesía y seguirá haciendo: fortalecer la dignidad. Como la suya que fue indoblegable, incluso en esto: incapaz de recibir lo que, aún correspondiéndole por justicia y gratitud, él creía que era una dádiva.
Definitivamente, él -parado en sus trece- sintió que había nacido no para sí mismo, sino para los demás.
Le habíamos dicho a la máxima autoridad de este país:
“No quisiéramos que Alejandro Romualdo, que es uno de los más dignos de nuestros poetas, se convierta en víctima de la indiferencia y la desidia de la burocracia sin alma. Apoyémosle, señor Presidente, porque así estaremos reco-nociendo que el Perú sabe ser merecedor de sus creadores y que no es la madrastra de sus poetas.”
Dolorosamente tenemos que aceptar que la dignidad de nuestro poeta se mantuvo enhiesta hasta el final y la indiferencia del Estado (no de los empleados administrativos que siempre estuvieron favorablemente dispuestos a una solución satisfactoria, sino de las autoridades) también permaneció impávida. No nos sorprenda, ahora, que el primer mandatario vuelva a recitar con una alta dosis de cinismo, el “Canto coral…”.
No sé, ahora, que sentimientos invaden mi alma: frustración, indignación o dolor. Sea lo que fuere, ya es muy tarde.
Pero ¡Alejandro Romualdo Valle Palomino sigue de pie!
Por: Bernardo Rafael Alvarez ( cactusberal@hotmail.com )
Composición: Jesús Fernando Cruz Chumbe
Nota del Editor: Gracias a gestos como el de Bernardo Rafael Alvarez, autor de la columna que antecede, Alejandro Romualdo, descansa en paz y muy agradecido a él.
De parte nuestra agradecemos a nuestro editorialista Antonio Sulca Effio, ‘‘ASE’’, por haber cedido su página en la edición impresa de "La Voz" para transcribir el poema cumbre de Alejandro Romualdo, una nota informativa y el artículo de Bernardo Rafael Alvarez que fueron leidos en un programa de homenaje emitido el viernes 28 de mayo a través de Radio ‘‘La Voz’’ de Huamanga con motivo del 2do. año del deceso del vate.
Canto Coral a Tupac Amaru, que es la Libertad
"Yo ya no tengo paciencia para aguantar todo esto" Micaela Bastidas Puyucahua
Lo harán volar
con dinamita. En masa,
lo cargarán, lo arrastrarán. A golpes
le llenarán de pólvora la boca
Lo volarán:
¡y no podrán matarlo!
Lo pondrán de cabeza. Arrancarán
sus deseos, sus dientes y sus gritos,
Lo patearán a toda furia. Luego
lo sangrarán
¡y no podrán matarlo!
Coronarán con sangre su cabeza;
sus pómulos, con golpes. Y con clavos
sus costillas. Le harán morder el polvo
Lo golpearán:
¡y no podrán matarlo!
Le sacarán los sueños y los ojos
Querrán descuartizarlo grito a grito.
Lo escupirán. Y a golpes de matanza
lo clavarán:
¡y no podrán matarlo!
Lo podrán en el centro de la plaza,
boca arriba, mirando al infinito.
Le amarrarán los miembros. A la mala
tirarán:
¡y no podrán matarlo!
Querrán volarlo y no podrán volarlo.
Querrán romperlo y no podrán romperlo.
Querrán matarlo y no podrán matarlo.
Querrán descuartizarlo, triturarlo,
mancharlo, pisotearlo, desalmarlo.
Querrán volarlo y no podrán volarlo.
Querrán romperlo y no podrán romperlo.
Querrán matarlo y no podrán matarlo.
Al tercer día de los sufrimientos,
cuando se crea todo consumado,
gritando ¡libertad! sobre la tierra,
ha de volver.
Y no podrán matarlo.
Fuente: