HOMENAJE A JOSÉ SARAMAGO
Por Ángel Gavidia Ruiz
Se nos fue el viejo Saramago. Se fue dejándonos su herencia de palabras y más que de palabras, de conductas: soy más viejo, decía, por lo tanto más libre y consiguientemente más radical.Por Ángel Gavidia Ruiz
Fue combatiente natural de las batallas perdidas. No pudo doblegar, por ejemplo, el brazo de Bush cuando la invasión a Irak cuyas consecuencias no paran de ensangrentarnos. Y cuando conoció esa granjas mostruosas de millones de millones de cerdos al norte de México y al sur de los Estados Unidos vaticinó horrorizado que nada bueno saldría de esta locura empresarial y nos llegó la gripe porcina casi junto a sus palabras.
En sus memorias se burla bondadosamente de nuestros niños que a los 6 años ya han hecho volar en mil pedazos un terrible tiranosaurio pero nunca han tenido una pequeña lagartija entre sus manos. Lo dice recordando sus ríos el Almonda y el Tajo y sus campos llenos de olivos, centenarios olivos, que la comunidad europea estimuló errradicar reemplazándolos con maiz híbrido.
Se fue este viejo grande como hace poco se fue Benedetti. Dos de nuestros muertos inmortales al decir de Vallejo. Vivió 87 años, intentando, como dijo, no hacer nada en la vida que avergozara a ese niño que fue.