Por Arturo Ruiz Estrada
En un viaje para registrar los atractivos culturales y geográficos del distrito de Chiquián, como parte del Proyecto de Investigación sobre los Quipus de la Comunidad de Cuspón (UNMSM), acompañado de Filomeno Zubieta Nuñez (UNJFSC), el periodista Rafo León, y guiados por Roberto Aldave (Ecoaventura) quien había visitado el sitio anteriormente, tuvimos la oportunidad de identificar una cueva con impresionantes imágenes de arte rupestre. Como sabemos el arte rupestre que nos legaron las primitivas poblaciones humanas constituye, a nivel mundial, una de las primeras manifestaciones artísticas y un medio de comunicación aún indescifrable en muchos casos. En ese sentido el presente artículo intenta dejar constancia de nuestras iniciales apreciaciones sobre uno de los más singulares exponentes culturales de quienes fueron los antiguos habitantes de la zona de Chiquián.
En el Perú, Chiquián es actualmente capital de la provincia de Bolognesi en la región de Ancash y cobija en su territorio diversos pisos ecológicos. Lo marginan majestuosas cordilleras cuyas altísimas montañas cubiertas de nieve permanente sobrepasan los seis mil metros de altura. Es la región denominada Janca, donde acuden los intrépidos andinistas para alcanzar su cumbre. Al pie de tales heleros se extienden laderas de fuerte pendiente y algunos espacios llanos cubiertos de ichu a los cuales se les llama como región Puna cuya altitud fluctúa entre los 4100 a 4800 metros de altitud. La otra franja ecológica es aquella reconocida como Suni que se extiende entre 3500 a 4100. metros sobre el nivel del mar. Luego, a nivel mas bajo, se halla la región Quichua entre los 2500 a 3500 metros, donde se localizan la mayoría de poblaciones actuales. Existe pues una variada distribución climática y productiva cuyos recursos fueron aprovechados por los chiquianos ancestrales desde hace miles de años. Y eso es lo que venimos constatando mediante nuestras exploraciones arqueológicas en tan espectacular espacio geográfico andino.
Pero centrándonos en el objetivo de esta comunicación destacamos justamente el hallazgo de un extraordinario centro de arte rupestre en las punas del distrito de Chiquián. Se trata de una cueva localizada al pie de grandes farallones rocosos en cuyas paredes interiores observamos un peculiar escenario de arte rupestre y un depósito cultural acumulado en el piso de la cavidad natural hace muchos miles de años antes del presente. Esta tiene un ancho de seis metros con una extensión de siete metros con veinte centímetros y una altura de dos metros con veinte centímetros. Llama la atención la forma en que sus primitivos ocupantes plasmaran numerosas figuras a lo largo de toda la pared del abrigo rocoso con excepción del techo, mediante la técnica del grabado en la roca, conocida en los estudios del arte rupestre como petroglifos. Son pues únicamente estos petroglifos los que adornan la pared rocosa y en ningún caso aparecen pinturas. Seguramente el artista -o los artistas- que diseñaron los motivos debieron utilizar una piedra filuda con la cual realizaron los grabados, pues todas las representaciones fueron hechas a base de líneas incisas que cortaron la roca. En efecto las figuras se distribuyen desde la misma boca de la cueva y cubren toda la pared del abrigo, de un extremo a otro. Aparecen motivos de serpientes, aves en picada, un batracio. rostros antropomorfos y cuadrúpedos que no sobrepasan los setenta centímetros.
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Hay pequeñas concavidades rectangulares, pero no abundantes como es el caso de la cueva de Atún Machay, reconocida al entorno de la Laguna de Conococha por Federico Kauffmann, pero evidentemente ambas cuevas, la de Sagsha y la de Atún Machay tienen estrecha relación. Se observan también otras figuras geométricas y una hilera horizontal de más de doscientos hoyos muy pequeños distribuidos de un extremo a otro de la pared del abrigo. Cada hoyito tiene entre seis a cinco centímetros. Esta línea de hoyitos divide la pared rocosa en dos espacios. Un espacio inferior con muchos diseños y otro superior con escasas figuras. Los rostros expresan gestos. Uno tiene el ojo normal y su par es circular. Otra cara muestra los ojos en forma de rombos y la boca como que expresara sonrisa. Mas allá un rostro con expresión de tristeza. Existen rostros de perfil con cabellera flotante. Un cuadrúpedo se halla de perfil. Pero otros, que a golpe vista parecen monos o felinos, si bien están de perfil, miran de frente y poseen una larga y exagerada cola. Por la parte central y sobre la hilera de hoyitos se mira un cuadrúpedo de tratamiento esquemático, es decir, está hecho a base de rayas y tiene posición vertical. También existen otros diseños geométricos bajo la hilera de esos hoyitos. En ningún caso aparecen camélidos ni cérvidos o figuras humanas completas, que son mas bien comunes en otros sitios con arte rupestre antiguo. Se observan figuras de cuadrúpedos en la pared del abrigo rocoso. Están asociados a diseños de serpientes, aves, rostros antropomorfos y dibujos aún no identificados.
De modo general, el estilo predominante, no es simple, sino más bien, muestra una mayor complejidad, es decir, se detalla algunos aspectos de esas figuras. Por ejemplo, advertimos un felino con el cuerpo relleno de puntos, las aves tienen el cuerpo con unas rayas que deben representar las plumas. Existen rostros de gesto adusto cuyas comisuras de la boca van hacia abajo u otro que la tiene hacia arriba como pareciendo denotar la alegría. Y unas cabezas han sido diseñadas de perfil con la cabellera flotando. La antigüedad de este centro de arte rupestre todavía es un misterio, toda vez que para saberlo se hace menester un estudio metódico. Precisa analizar la iconografía mural y practicar excavaciones en el piso intacto de la cueva que sella un rico depósito cultural. Sólo después de esas investigaciones y del análisis de los resultados, se podrá afirmar con certeza el tiempo en que se produjo la ocupación humana en este refugio milenario. Sin embargo, podemos aproximarnos para entender su antigüedad, si comprendemos que hace algunos años el arqueólogo Thomnas Lynch señaló que en el Callejón de Huaylas hubo presencia humana que utilizaba cuevas como refugio para sus actividades desde hace unos ocho miil años. Y como la cueva del presente informe yace en el lindero del citado Callejón con los territorios de Chiquián, es posible afirmar que existieron vinculaciones culturales en este tiempo. Pero cabe también la posibilidad que los petroglifos de la cueva sean posteriores, toda vez que entre las figuras representadas aparecen aves en picada, escena que es frecuente observar en el mar. Otro argumento es la carencia de imágenes antropomorfas completas y de camélidos y cérvidos como señales de tiempos de los cazadores recolectores del período Arcaico, lo cual sí ocurre, por ejemplo, en las escenas rupestres de Lauricocha (Huanuco), Toquepala (Tacna), Quilllamachay (Huancavelica). Aunque, por cierto, estos ejemplos corresponden a pinturas mas no a petroglifos como es el caso de Chiquian.
Consideramos, por otro lado, que esta cavidad rocosa, destaca por el arte rupestre grabado en sus paredes. Es un verdadero bordado de petroglifos, cuyo autor o autores no han dejado espacio vacío en un alarde barroco de íconos. Admira el despliegue de figuras cuya ejecución pareciera ser la obra de un solo artista, cuya expresión estética guarda un estilo similar en el trazo de las figuras. A nivel de la región de Ancash constituye un primer y principal santuario de petroglifos. Podríamos decir, guardando la distancia del caso, que es una verdadera capilla sextina del arte parietal chiquiano de tiempos prehispánicos. Evoca un lenguaje grabado en la roca, cuyo significado es todavía un misterio para nuestros ojos contemporáneos. Pero sus ocupantes ancestrales sabían interpretar el mensaje graficado en la roca. Leían las escenas y comprendían su significado como cuando ahora ingresamos a un templo y observamos las imágenes pintadas o grabadas que evocan la pasión de Cristo u otras escenas del relato bíblico. Santuario o templo milenario, la cueva que hemos explorado es una cavidad emblemática de la estética prehispánica chiquiana y andina. No sabemos aún que extraños rituales se habrían realizado al interior de la cueva. Pero es un auténtico registro de las primeras expresiones paleoartísticas de esa zona. Su conservación es una tarea ineludible cuya responsabilidad recae en los chiquianos del presente para perennizar en las generaciones del futuro el mensaje dejado por los grupos humanos del pasado.
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Ruiz Estrada, Arturo. Un impresionante centro de arte rupestre en las Punas de Chiquian, Peru. En Rupestreweb,
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2008
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