A enero le adhirió la desinencia eida, con lo que el vocablo significa: épica de enero.
Y compuso un poema importante en la perspectiva de lo que en Capulí, Vallejo y su Tierra preconizamos como el evangelio Vallejo.
¿Cuál es esa perspectiva? La del amor radiante con el cual atravesar y llegar al centro de la eternidad.
De este modo hizo del mes de enero una celebración, una heroica y una proclama. ¿En base a qué contenidos, resaltando qué valores y proyectándose en razón de qué esencias?
La del amor como contenido y de la eternidad como continente.
Y queremos resaltar este hecho para compensar en parte y tratar de corregir aquella visión que se ha hecho tópica de un Vallejo triste, melancólico y afligido.
Aquí encontramos a un Vallejo confiado, afirmativo y erigido en un portaestandarte que convierte lo cotidiano en heroicidad.
3. ¡Oh, padre mío!
Dice así el poema:
ENEREIDA
Mi padre, apenas,
en la mañana pajarina, pone
sus setentiocho años, sus setentiocho
ramos de invierno a solear.
El cementerio de Santiago, untado
en alegre año nuevo, está a la vista.
Cuántas veces sus pasos cortaron hacia él,
y tornaron de algún entierro humilde.
Hoy hace mucho tiempo que mi padre no sale!
Una broma de niños se desbanda.
Otras veces le hablaba a mi madre
de impresiones urbanas, de política;
y hoy, apoyado en su bastón ilustre
que sonara mejor en los años de la Gobernación,
mi padre está desconocido, frágil,
mi padre es una víspera.
Lleva, trae, abstraído, reliquias, cosas,
recuerdos, sugerencias.
La mañana apacible le acompaña
con sus alas blancas de hermana de la caridad.
Día eterno es éste, día ingenuo, infante,
coral, oracional;
se corona el tiempo de palomas,
y el futuro se puebla
de caravanas de inmortales rosas.
Padre, aún sigue todo despertando;
es enero que canta, es tu amor
que resonando va en la Eternidad.
Aún reirás de tus pequeñuelos,
y habrá bulla triunfal en los Vacíos.
Aún será año nuevo. Habrá empanadas;
y yo tendré hambre, cuando toque a misa
en el beato campanario
el buen ciego mélico con quien
departieron mis sílabas escolares y frescas,
mi inocencia rotunda.
Y cuando la mañana llena de gracia,
desde sus senos de tiempo,
que son dos renuncias, dos avances de amor
que se tienden y ruegan infinito, eterna vida,
cante, y eche a volar Verbos plurales,
jirones de tu ser,
a la borda de sus alas blancas
de hermana de la caridad, ¡oh, padre mío!
4. La vida, tal cual es
Enereida es visión legendaria del tiempo humano que entresaca lo glorioso del abismo de la circunstancia cotidiana, en donde el aporte del hijo que evoca es:
"Habrá empanadas y yo tendré hambre".
¿Qué más real dentro de lo ideal? Este poema se escribe en enero de principios del año 1919, estando ya muerta la madre del poeta que falleciera el 8 de agosto de 1918.
De allí que tiene como eje al padre, don Francisco de Paula, de 78 años de edad, superando ambos el recuerdo atormentado de la madre muerta.
Se aferra entonces al padre presente en ensalzamiento de la vida y en triunfo sobre la muerte:
"El cementerio de Santiago, untadoen alegre año nuevo, está a la vista".
Se encuentra mirando dónde está enterrada la madre, pero es año nuevo y lo que mira desde la casa más es el camino.
Comprobamos cómo el cementerio que es un lugar representativo de la muerte, esta vez está untado de alegre año nuevo; es decir de vida nueva, superando lo que acaba y fenece con lo que nace y en el tiempo amanece.
Y está a la vista, significando con ello que no se está idealizando, que se parte de la realidad, de lo concreto y objetivo; y de la vida, tal cual es.
5. La puerta que otra vez se abre
En enero se inaugura un año y da lugar al tiempo renovado y a la promesa. ¿Quién no ha jurado, en esos momentos y con sus manos alzadas, grandes victorias?
Es enero anunciador de amor. Es enero nítido, de epifanía. Que crea vida intacta.
Es enero que se avisa con campanas, donde el ciego campanero reafirma con sus dobles, repiques y tañidos que hay días de promisión.
Es enero rodeado de niños; coral, oracional.
Es enero cubierto de primavera, cuando estallan mostazas, retamas y geranios en las laderas.
Es enero en la persona del padre que se alista para un viaje decisivo a sus 78 años. ¿Cuál será? Enfrentar el misterio. Por eso es que está raro. Por eso es que está desconocido y frágil.
Es enero en la creación de vida. Y se inspira en el padre porque él es la puerta que otra vez se abre hacia esa dimensión cercana a la eternidad que es la muerte.
6. Dialéctica de la vida
Ahora bien:
Es un poema que se ubica en el centro del tiempo.
En la coyuntura y en el vórtice de los opuestos.
Entre el pasado y futuro.
En el año que fenece y el año que se inicia:
En el gozne de generaciones, viejo y niño.
En el gozne de mundos, lo terreno y lo eterno.
En el gozne de lo instantáneo y duradero.
En el gozne de lo circunstancial y trascendente.
En el gozne de la vida y la muerte.
Entre lo que se va y lo que se queda.
Entre el invierno y el sol.
7. Entre dos o más orillas
No es la madre que ha muerto y a la cual él dedicó poemas conmovedores, como:
"Hoy que hastatus puros huesos estarán harinaque no habrá en qué amasar¡tierna dulcera de amor!".
Es el padre a quien algo inquieta. Que se prepara para una travesía. Para cruzar o saltar el torrente. Es el padre que se va:
"Es tu amor que resonando va a la Eternidad".
Enero y el padre inauguran una vida nueva, crean vida trascendente. Engendran un nuevo período y una nueva progenie hacia el infinito. Enero y el padre son el inicio de algo.
Y ello, ¿qué es? Es el amor como esperanza. Es el amor que resonando va a la Eternidad.
"Y el futuro se pueblade caravanas de inmortales rosas".
Esta vez sin resquicio de duda, pletórico y jubiloso. Esta vez sin quejas ni amarguras. En donde a quien se hace triunfar es a la esperanza.
Pero partiendo dialécticamente de los opuestos, sin desconocer que la verdad se desliza entre dos o más orillas.
8. La epifanía del amor
Con el escudo del amor es que se ingresa a lo Eterno, que es la unión de los contrarios.
Con el escudo o la lanza del amor es que se traspasa barreras. El amor es lo que abre la puerta.
Compuesto de dos renuncias y de dos avances.
Porque, ¿qué es el amor de parejas sino dos renuncias y exactamente dos avances.
Enereida es por eso la aspiración a proyectar el sentido del amor a la eternidad o extrayéndola de ella.
¿Y cómo es ese amor?
El amor que triunfa es el amor bondadoso, es el amor esperanzado.
Es amor inocente ligado a la ternura y al terruño. Porque todo lo que se evoca se lo hace con un sentimiento y una emoción profunda ligada a la tierra que está a la vista:
"Cuántas veces sus pasos cortaron hacia ély tornaron de algún entierro humilde".
9. Se plasmóy es vigente
Ese amor que traspasa barreras y llega a la eternidad, que une la vida y la muerte es amor esencialmente inocente, puro e ingenuo. Es amor rodeado de niños:
"Una broma de niños se desbanda".
Es amor que se representa en la imagen:
"a la borda de sus alas blancasde hermana de la caridad, ¡oh, padre mío!"
Este amor es amor bondadoso, que es aquel que está más allá del fuego, del agua henchida en turbión o avalancha, del viento hecho tempestad o ciclón.
El amor con caridad es la sabiduría suprema.
El padre se prepara para viajar y unirse en ese desposorio con la muerte llevando el amor caritativo. Y crea hacia otro ámbito y dimensión un mundo diferente con la comprensión de esa alianza de amor.
Amor que es lo único que puede prevalecer después de toda esta contingencia. Y de todas las maravillas, milagros y portentos por ver y por hacer.
Es el amor convertido en hermana de la caridad.
Amor que hace al ser dulce. Amor de hermandad, de solidaridad que solo un genuino representante del mundo andino lo puede preconizar con autoridad, porque solo en aquel ámbito se plasmó y es vigente, cultura que lo acrisoló y lo hizo práctica social.
10. Y ese otro don, la ternura
Otro don inherente a lo expuesto y que Enereida lo contiene es la ligazón a la infancia y a la ternura:
Ella es ternura pegada a la cuna, a la leña, al humo de la cocina. Y a la piedra tutelar de la puerta o escalera que nos cobija y consuela en la añoranza de la casa nativa.
Es ternura que no sé cómo se da en el mundo andino que Vallejo trasunta. Pero que late en la hilacha de la frazada pobre, en el rebozo y el poncho de madre y padre que aún en el recuerdo nos abrigan y protegen.
"Aún reirás de tus pequeñuelos".
"Aún será año nuevo. Habrá empanadasy yo tendré hambre".
¡Aunque ellos hayan muerto hace años y hace mucho tiempo!
Ternura que es una especie de renuncia, de tristeza y de digna vergüenza. Don que es un tesoro. Un bien lamentablemente amenazado por un modelo de sociedad que se impone a sangre y fuego.
Hagamos que viva y no muera nunca.
11. El nacer de la vida
En el poema el padre está desconocido. Está ya en otra dimensión. Es parte ya o pertenece a otro mundo. Se lo siente leve y evanescente:
"Mi padre está desconocido, frágilmi padre es una víspera"
Víspera es lo que antecede a algo. El padre está en esa ventana o en ese puente desde donde se mira o se cruza hacia otra orilla, en ese anonadamiento que es la muerte.
Y eso es un misterio.
Donde al final se toca un mundo atravesado por los dardos de lo incognoscible e incógnito.
Pero es enero, el año nuevo frente a la vida vieja. Es el nacer de la vida. Es la vida que se renueva. Y donde todo vuelve a florecer.
En Santiago de Chuco es mes de lluvias. Y después de cada chaparrón los huertos y los campos se desperezan y brota fecundada la simiente. Y hasta los animales en los apriscos balan y cacarean afirmando la vida.
12. Una militanciay una fe
Y es que características paradigmáticas de la vida y obra de César Vallejo, válidas para el Perú y el mundo del presente, y que son representativas de su identidad y pertenencia al mundo andino, son:
a) La emoción de infanciab) El sentimiento de hogar.c) El amor a la tierra.
Contenidos todos ellos esenciales que en nuestro poeta fueron inherentes a su ser y estar en el mundo y que permanecen palpitantes y tangibles en su obra poética, narrativa, teatro y otras expresiones como el teatro y el periodismo.
Estas vertientes, sin embargo, resultan extrañas de defender hoy en día, en que predomina y nos seduce tanto el desapego, lo cosmopolita y deletéreo.
Por ser así hagamos de todo ello una militancia y una fe a seguir, ahora y siempre. Defender la emoción de infancia, el sentimiento de hogar y el amor a la tierra.
13. Tan niño incorruptible
A César Vallejo se lo siente y se lo vive verdaderamente como alguien que se aferra a su fogón, a su poyo familiar y a su alero candoroso sobre el azul de su cielo nativo.
Se lo reconoce como a un hombre que se arropa en el poncho campesino y rural de los labriegos y peones de su pueblo, identificándose con sus gozos y sufrimientos.
Se lo adivina como aquel que se acoge y se abriga bajo el rebozo de su madre doña María de los Santos, pero también de su padre piedra, roca o montaña. De su madre tierra, la pacha mama atávica, protectora y que nos consuela acogiéndonos otra vez en su seno.
Conmueve ver cómo él se sumerge y atiene tanto a sus tradiciones. Como cuando el 18 de junio del año 1929, estando ya en París desde hace varios años, militando ya en el partido comunista, convicto y confeso del materialismo histórico, le encarga a su hermano Víctor que celebre una misa al Apóstol Santiago para que lo ayude a salir de un problema.
14. El sentimiento de hogar
¿No es conmovedor cómo este implacable y despiadado crítico de sí mismo, este dialéctico feroz, este genio abismal, se descubre de repente tan casto, desasido y natural?
¡Tan niño incorruptible y candoroso!
Fue él quien mantuvo hasta sus últimos instantes su sentimiento y emoción de hogar, de familia, de casa. ¡Y de niñez!
Porque él se quedó atrapado en una casa paterna en la cual vivió pensando hasta el final de sus días, puesto que otra casa no la tuvo: todos saben cómo luego de salir de Santiago de Chuco él solo vivió en hoteles y en cuartos arrendados. Y no porque no tuviera recursos. Con Georgette venden el departamento que esta tenía en el centro de París.
Y fue así porque no podía pensar en otra cosa que no sea su casa familiar de cuando él fue niño, pudiendo ver claramente en esto cómo fue tan herido en esa condición de infancia.
15. Su muro familiar
¡Él mismo nos lo atestigua!
"el poyo en que dejé que se amarille al solmi adolorida infancia..."
En los Poemas humanos, que fueron escritos al final de su trayectoria vital y se publicaron póstumamente, se empieza con el titulado «El buen sentido», cuyas primeras líneas son las de un hijo que dice:
«Hay, madre, un sitio en el mundo que se llama París. Un sitio muy grande y lejano y otra vez grande».
Y entre las últimas líneas de poesía que él escribió se encuentran éstas:
«Salid niños del mundo, id a buscarla!»,
refiriéndose a España como signo de madre.
Siempre ha de conmover comprobar que un genio como él, para serlo no tuvo que abjurar de su muro familiar, sino más bien aferrarse a él; asirse muy bien a la teja mayor que sobresale de la cumbrera del techo de su casa natal.
Que un genio como él supo reconocerse en el polvillo del carrizo horadado por la polilla cayendo a trasluz del sol. Y encontrarse en el grumo de pan en la mesa o en el aura de la repisa junto al horno de la casa familiar.
16. Veta de oro puro
Vallejo es un poeta del amor, de la acción y militancia heroica y, sobre todo, ¡de la amistad!
Él fue apasionado, generoso y luchador. Alguien que amó sin medida, porque fue amor el que él también recibió a manos llenas en su tierra y fuera de ella.
Aunque, como todo genio, hondo y abismal en sus reflexiones y actitudes. Un bloque de hielo sobre una amapola
Con el mundo dentro de sí en pleno conflicto y ebullición.
César Vallejo murió pensando en su casa, en su poyo, en su horno y en su fogón. En el yantar de todos los hombres reunidos a una mesa común, desayunados todos.
Escribió su gran poesía no descartando ni su nacionalidad ni su origen sino defendiéndolo y haciendo de ello una bandera:
"¡Sierra de mi Perú, Perú del mundo,y Perú al pie del orbe; yo me adhiero!
Y acrisolándolo hasta convertirlo en una veta de oro puro, en un diamante como aquellos que cristalizan nuestras abruptas montañas.
17. El amor unánime
Mensajes valiosos para nuestras vidas es de un César Vallejo que fue y volvió de más allá y de más acá, al fondo de lo que otros pudieron haber ido, pero conservando algo prístino.
Y cual es que nunca dejó de ser niño.
Quizá porque siéndolo siempre y verdaderamente es el modo cómo podemos comprender y ser sabios en la vida.
Estos valores es el magisterio mayor y trascendente de Vallejo para esta hora que vive el Perú y el mundo.
Pero él también nos enseña a mirar y amar la calle que nos hermana y nos une en un destino común y solidario con todos los hombres de la tierra.
Nos enseña a ser capaces de redimir la muerte con el amor unánime de todos.
18. Bandera que flamea
Ahora que creemos que para alcanzar universalidad hay que sacar pasaporte de extranjero.
Ahora que creemos que moderno es autoproclamarse ciudadano del mundo y despotricar del suelo nativo.
Ahora que creemos que triunfar es no tener sentimientos por el terruño, salvo los de crítica acerba y despiadada.
Ahí está César Vallejo para mostrarnos con toda su inmensidad que se es genio sin negar nuestra gotera, nuestro palo de escoba, ni nuestra piedra de origen.
Es decir, los signos visibles e impalpables de lo que somos de manera intransferible y que es nuestra identidad solo desde la cual podemos compartir, comulgar y ser solidarios con el mundo.
Es César Vallejo quien nos convoca con su dimensión universal, entrañable y telúrica con un mensaje de amor humano absoluto y total hasta el martirio.
De allí que él es estandarte y bandera que flamea desde este universo hacia otros universos, como puede ser la misma eternidad.
Texto que puede ser reproducido citando autor y fuente
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