15 DE ABRIL
TRASCENDENCIA DE CÉSAR VALLEJO
MURIÓ
MI
ETERNIDAD
Danilo Sánchez Lihón
En suma,
no poseo para expresar mi vida,
sino mi muerte.
César Vallejo
1. Talvez
un jueves
En el poema “Piedra negra sobre piedra blanca”, César Vallejo escribe:
Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París –y no me corro–
talvez un jueves, como es hoy, de otoño.
Vallejo murió a las 9.20 de la mañana del día Viernes Santo, 15 de abril del año 1938. Y era un día en que llovía.
Claro, algunos dicen que no acertó totalmente porque él menciona el «jueves», aunque entró en agonía y en estado de coma ese día.
Pero, es más, leamos bien lo que él expresa. Dice: «Talvez un jueves...»
En el ámbito de la literatura no son muchas las referencias de escritores y poetas iluminados que anuncian y predicen su muerte. César Vallejo prácticamente nos la describe.
2. Las manos
juntas
Sin embargo, Juan Espejo Asturrizaga en su libro César Vallejo itinerario del hombre, refiere de otro hecho que aquél denomina: “Una visión premonitoria”.
Acápite bajo el cual relata que mientras César Vallejo se encontraba refugiado en la casa de Antenor Orrego en Mansiche, en Trujillo, en octubre del año 1920, a fin de librarse de la persecución policial por la denuncia que recaía en contra de él y otras personas, acusado de incendio, asesinato y asonada en los sucesos ocurridos en Santiago de Chuco el 1 de agosto de 1920.
En palabras textuales nos informa lo siguiente:
Durante su permanencia aquí César tuvo una noche una visión que lo llenaría de terror y lo angustiaría por muchos días, siendo el tema de sus conversaciones.
Estaba despierto, decía, cuando de pronto me encontré tendido, inmóvil, con las manos juntas, muerto. Gentes extrañas a quienes yo no había visto nunca antes rodeaban mi lecho.
3. Como
te veo a ti
Destacaban entre éstas una mujer desconocida, cubierta con ropas oscuras y, más allá en la penumbra difusa, mi madre corno saliendo del marco de un vacío de sombra, se me acercaba y sonriente me tendía sus manos.
Estaba en París y la escena transcurría tranquila, serena, sin llantos.
La tremenda impresión que le produjo esta visión que, aseguraba la había tenido perfectamente despierto, lo llevó a llamar desesperadamente a Antenor que dormía plácidamente al otro extremo del dormitorio.
Antenor hizo lo posible por calmarlo, indicándole que se trataba de una pesadilla.
No, no —repetía César—, he estado despierto, como lo estoy ahora, despierto, despierto. Todo lo he visto como te veo a ti en este momento...
4. Realidad
o premonición
Esto sucedió en 1920, en donde precisa, ¡y es asombroso!, que el episodio que acaba de referir, aunque soñado, ocurría en París, un lugar lejano y muy distante en el espacio hacia el cual por más que lo anhelara constituía un sitio remoto e improbable hasta de poder llegar hasta él.
Como también era lejana la escena en el tiempo, ya que su muerte ocurrió en 1938, cubriéndose un tramo, de la visión al hecho, de 18 años.
Pero, aparte de lo profético, hay aquí un rasgo a destacar, cuál es el “no me corro”, que muestra el coraje de que está imbuida su vida y su muerte, porque él sabe ya que es imposible engañarse a sí mismo de lo que uno ha visto.
Y puesto que solo a una persona cabe discernir acerca de sí es cierto o no lo que corresponde a la propia vida, como de si algo es realidad o premonición, y la diferencia con lo soñado. Hecho que se prueba, además, con que estando en París es en donde sobrevendrá su muerte.
5. Saber
quién era
Esto indudablemente se relaciona también con el significado que su vida tiene como el voluntariado para hacerse cargo de una misión y una causa, arriesgando en ello la vida, valor que se añade a la tristeza y melancolía natural con que se piensa y medita en la muerte.
En esta vivencia hay una fusión sorprendente entre predicción y constatación, anuncio y cotejo. Ya mirada a la distancia y contemplándola panorámicamente se corrobora cada dato con exactitud que asombra y que él nos diera en su vaticinio:
“Gentes extrañas”, las hubo; “una mujer desconocida” que le intriga saber quién es, y que corresponde ser a Georgette, a quien, ¡cómo no!, le inquietaba a él saber quién era, dado que le “rodeaban en su lecho de muerte”. También fue así, y murió de esa manera, en la cama de una clínica.
6. Tiempo
antes
Vemos así cómo se hilvanan sueño y realidad en el intento, inclusive de identificar ya en la escena real, que ocurriera tiempo después, quiénes son las personas que él visualiza alrededor de su lecho de muerte.
18 años antes él ve los rostros de las personas que rodean su tarima de enfermo, los identifica totalmente porque dice de una de ellas: “... a quien yo no había visto nunca antes”.
Como es difícil imaginar en una alternativa de siete en qué día de la semana uno va morir de manera natural.
Vallejo lo señaló y tiempo antes del sueño premonitorio que tuvo lugar en la casa de Antenor Orrego.
Son admirables las coincidencias y significados que se dan en el poema “Piedra negra sobre piedra blanca”, como prodigiosa la premonición en la casa de Antenor Orrego en Trujillo.
7. Está
él
Pero lo verdaderamente pasmoso es que de los 365 días del año se señale uno y la muerte coincida con ese día entre esas casi cuatro centenas de días:
Y esto lo dejó escrito en el poema “El poeta a su amada”, escrito el 2 de setiembre de 1917, expresa:
Amada, en esta noche tú te has crucificado
sobre los dos maderos curvados de mi beso;
y tu pena me ha dicho que Jesús ha llorado,
y que hay un viernesanto más dulce que ese beso.
En esta noche rara que tanto me has mirado,
la Muerte he estado alegre y ha cantado en su hueso...
¿Qué más sorprendente? Allí está la muerte, está él, el Viernes Santo y Jesús llorando.
Y en el poema La violencia de las horas finaliza con esta frase suprema:
Murió mi eternidad y estoy velándola.
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