PIEDRA DE HONDA PLOMADA
EL
MUNDO
ANDINO
Danilo Sánchez Lihón
1. Recién
entendía
A los pocos días de ingresar a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, uno de los impactos más extraordinarios que experimenté fue leer en la Biblioteca Central de la universidad situada en el Patio de los Naranjos, la siguiente frase de Manuel Vicente Villarán:
“Lo mejor del Perú y lo que permanece
puro e incontaminado es el indio”.
Fue tremendo, estremecedor y vibrante para mí sentir toda la dimensión de esa advertencia.
Recién entendía con meridiana claridad y con toda mi razón encendida, que lo mejor de la historia del Perú fue la resistencia andina a la opresión, la insumisión tan gloriosa como el heroísmo del Perú en la Guerra del Pacífico.
2. Devoción
y cariño
Fue revelador, porque toda mi vida anterior había sido escuchar ofensas, insultos y maldiciones para con todo lo que fuera indígena.
Presencia a la cual se la veía como rémora, como si ello fuese un atraso, un rezago prescindible y aquello que nos sumía hacia abajo y hacia atrás.
En el contexto de ese desdén viví mi infancia, con pocas excepciones, como la actitud de mi padre.
Y no defendiéndolo sino siendo y actuando él mismo como un indio, en su actitud y en su arte. Y mi madre prodigando a los campesinos su devoción y cariño.
Y su protección, que le costaba sacrificios porque les repartía aquello que apenas alcanzaba para sustentar a su familia numerosa, compuesta de once hijos como somos quienes hemos nacido de sus entrañas.
3. Enclavado
en la serranía
Aquella frase me dejó entonces una sensación valerosa, vivificante y dulce; de esperanza cristalina para mi alma expectante.
Y porque sabía, por la experiencia vivida al pasar frecuentes jornadas en el mundo rural, que eso era verdad. Aquello inflamó más la llama que ya ardía en mí ser, y que me condujo a creer en algo; quizás en mucho y tal vez en todo.
Y acrisolé en mi corazón todas las imágenes de cariño, de candor y ternura tan exultante que recordaba de la gente del campo. Y hasta viví prendado de la imagen de una niña campesina, que era aferrarme a lo que antes había sido tan vilipendiado y maltratado.
Porque, pese a que mi pueblo es andino y está enclavado en la serranía del Perú, en él constaté, incluso de parte de gente buena, un acendrado desprecio por lo indígena.
4. Era
cierta
Y esa misma actitud de desprecio a lo indígena lo he constatado que se da de parte de gente que se cree blanca en ciudades emblemáticas del mundo andino, como son Cajamarca, Ayacucho, Puno o Huancavelica.
Por eso, leer esa frase fue para mí también la comprobación de haber llegado a la universidad que siempre fue faro y antorcha en la vida de mi país.
Había vivido ese desprecio al indígena peruano, porque el peor insulto que se podía escuchar, por uno y otro confín, era: ¡indio! ¡chacrero! ¡auquénido!
Y se repelía todo lo que él representara como algo abyecto, vergonzante y hasta infame: Guanaco, se le decía con odio a alguien a quien se le despreciara. O: llama, alpaca.
5. Desde
la madrugada
Se lo consideraba lastre y estorbo para el desarrollo del país, vinculado al embrutecimiento logrado por la coca y el alcohol, que habían dado como producto a un ser humano indolente y supersticioso.
Sin embargo, la frase volvía a ordenarme el mundo, puesto que era cierta: ¡Nada más prístina que el alma indígena!
En los homenajes al campesino que ahora se hacen se reconoce el trabajo significativo de hombres y mujeres que cultivan el campo y aportan con su labor al desarrollo social. A ellos nuestro reconocimiento.
Pero la historia solo en apariencia ha cambiado, porque ni bien vemos que alguien pierde la paciencia y ya escuchamos que los insultos son atribuyéndoles su identidad de cholo, de indio o serrano.
6. ¡Yo
me adhiero!
A veces incluso sin serlo, pero insultamos con ello creyendo que es lo que más descalifica aquí a alguien.
Y es que el mundo andino es un mundo complejo que nos reta a conocerlo, a descubrirlo y a amarlo.
Con toda seguridad, se vive en él con un amor más difícil, superior e intenso que el amor que sea suficiente para vivir en cualquier otro lugar.
De ahí que el Perú además de nacer en él requiere adhesión. Y César Vallejo lo proclamó de este modo:
Sierra de mi Perú, Perú del mundo
y Perú al pie del orbe; yo me adhiero!
7. Canto
de amor
Porque esa adhesión hay que buscarla y sostenerla con fuerza y pureza primigenias, con tesón y casi con martirio. Con coraje y mirándole los ojos directa e intensamente a la vida, como también a la muerte; sin temores y sin lamentos.
Pero hay un contenido más implícito en la frase citada: y es que el Perú hay que construirlo como algo nuevo siempre, porque aquí algo se levanta y pronto es avasallado por una inundación o un terremoto o una conmoción de cualquier orden.
Solo así cabe amarlo, arriesgando plenamente todo. Y a cada instante. Riesgo que luego de entrar en su trama y a su turbulencia se convierte en un hermoso, dulce y profundo canto de amor y de esperanza.
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