Danilo Sánchez Lihón
1. Tampoco
cabe duda
Hoy es día del vals “Ódiame” porque el soneto en el
cual se basa su letra es el titulado “El último ruego” del poeta tacneño Federico
Barreto, el mismo que se publicó un día como hoy del año 1903, hace 113 años.
Fue en la edición de la revista “Actualidades” de
Lima, en el número 35, p. 576, del 21 de septiembre del año 1903, poema que
sirvió de base para la composición del vals “Ódiame” que ha adquirido renombre
universal.
Y que lo cantan artistas y conjuntos como Los
Embajadores Criollos, Julio Jaramillo, Los Panchos, Soledad Pastorutti, José
Feliciano, Dyango, Charlie Zaa, Enrique Bumbury, Miguel Vargas Jiménez,
Bambino, entre muchos otros.
Se discute mucho cada período de su composición, pero
lo que ya no cabe duda es que la estructura fundamental de su letra es el
soneto de Federico Barreto, como tampoco cabe duda que el compositor musical
Rafael Otero López natural de Sullana en Piura es quien lo hizo vals, en cuyo
molde es cantado por la mayoría de intérpretes internacionales.
2. Por piedad,
yo te lo pido
Federico Barreto autor de la letra es un intenso poeta
peruano quien asumió dos vertientes como temas de su poesía: por un lado el
cautiverio que padeció su pueblo natal al quedar Tacna esclavizada por el poder
de Chile y como botín de guerra, y por otro lado es motivo también de su canto:
la mujer.
Y con ella el amor romántico, apasionado, donde
resalta la condición de la mujer seductora, voluble, imprevisible; donde su
verso adquiere la característica de ser descarnado, directo y sin falsas
delicadezas, dando más bien lugar al reproche franco, crudo y aparentemente
cruel, de allí que dicen las dos primeras estrofas del soneto de Barreto:
Ódiame, por
piedad, yo te lo pido....
¡Ódiame sin
medida ni clemencia!
Odio quiero
yo más que indiferencia.
El rencor hiere menos que el olvido.
Yo quedaré,
si me odias, convencido
de que me
amaste ayer con insistencia,
pues estoy
cierto de que en la existencia
tan sólo se odia lo que se ha querido.
3. Memoria
eterna
No es tema de este comentario abundar en los detalles
de su composición. Aquí nos atenemos a lo que ya no está en duda: que la letra
es el poema de Federico Barreto y que Rafael Otero López es quien le dio su
versión en ritmo de vals, que es lo que para este caso interesa considerar.
Y enfatizamos esto porque es en el ritmo de vals que se
ha consagrado internacionalmente, porque en él alcanza a ser hondo, emotivo y
conmovedor, siendo esta la cadencia con la cual se lo ha identificado, ligado a
este suelo, a este cielo y a este mar.
Ritmo que es parte de su estigma en la frente que porta
y ostenta, o de esa marca en la mejilla, y que se impregna en su carácter cabal
como lo es cualquier signo grabado a fuego lento.
El mismo que le diera a esta canción Rafael Otero
quien formó parte del conjunto “Los trovadores del norte, autor quien además, aparte
de muchas otras canciones de éxito, compuso para su memoria eterna dos más que el
pueblo ama; una de ellas que empieza diciendo: “Verdes mis algarrobos verdes”,
y aquella otra titulada: “Ciudad blanca”.
4. Solo se odia
lo querido
En la versión de “Los Embajadores criollos” la letra
del vals “Ódiame”, dice así:
Ódiame, por
piedad, yo te lo pido,
ódiame sin
medida, ni clemencia;
odio quiero
más que indiferencia,
porque el rencor hiere menos que el olvido. (bis)
Sí tú me
odias, quedaré yo convencido
de que me
amaste -mujer- con insistencia;
pero ten
presente, de acuerdo a la experiencia,
que tan sólo
se odia lo querido;
pero ten
presente, de acuerdo a la experiencia,
que tan sólo se odia lo querido.
¿Qué vale más
yo humilde, tú orgullosa?
¿O vale más
tu débil hermosura?
Piensa bien
que en fondo de la fosa
llevaremos la misma vestidura. (bis)
Sí tú me
odias, quedaré yo convencido
de que me
amaste -mujer- con insistencia;
pero ten
presente, de acuerdo a la experiencia,
que tan sólo
se odia lo querido;
pero ten
presente, de acuerdo a la experiencia,
que tan sólo
se odia lo querido.
5. Intenso
y firme
Vals donde no se clama ya al amor sino al odio en
versos perfectos y bien acompasados.
Donde la rima cae justa y perfecta. Pero más y mejor
cae el concepto: “Ódiame sin medida ni clemencia, odio quiero más que
indiferencia, porque el rencor hiere menos que el olvido”.
Vals en sus inicios para piso de madera o de ladrillo pandereta,
pero también para rellano de tierra, porque se baila dónde nos sorprenda la
noche o la amanecida inclemente, pero siempre con el fuego ardiendo en el
corazón.
Vals cara al aire de la madrugada, cuando se camina silencioso
y se vuelve después de haber dado una serenata, con la chalina al viento.
Vals criollo, del pueblo llano, de barrio pobre, que
se entona igual o junto a esas otras músicas igualmente de pared de barro y
cerca de caña brava, como son el panalivio y el amorfino; la zamacueca, el
zambalambó y el alcatraz.
Emoción pura, absoluta y total. Que es desgarro
intenso y firme del alma, tal como debe ser la vida y debe ser el arte.
6. Leche
y miel
Que se lo canta en las noches hondas, con la voz
transida y el aliento desgarrado.
Que se lo modula en los corredores y patios con el
rostro vuelto mirando las estrellas.
Con el alma loca de pena, sumergida en el recuerdo del
regazo del ser amado.
No como novia o enamorada sino como presencia esfumada,
perdida y como fantasma cuyo recuerdo nos lacera.
Que se lo canta en los retazos del alba, apenas
suspendidos en este planeta azul que rueda firme pero a veces a tropiezos y
azorado.
Que se lo canta a pecho descubierto, y con el destino
en vilo, cuando está cerca lo lejos y, amargo lo que fue dulce.
Carbón o brasa lo que fue flor, puñal lo que fue beso.
Sangre que se subleva y se derrama, lo que fue néctar, leche y miel.
7. Al borde
de los abismos
Donde todo el poema que lo inspira es secreto, una
historia no contada, que solo es conocida para los que lo vivieron.
Donde hay un conflicto no resuelto, donde queda un
rescoldo hiriente, y una llama viva no apagada.
Donde el invocar “Ódiame” es un cuchillo que abre y
que cercena.
Donde se reclama y se suplica sumar odio a lo que era
amor. Que tiene a su vez el gesto callejero, mundano y vital.
Donde en verdad, más que concepto lo que hay aquí es
grito, un emplazar por lo sucedido, apelando al tiempo pasado, y a lo que aconteció.
Que tiene todo el desgarro del nuestro vals, la
súplica, el perdón, el tono confidente. Y el rictus del resentido. Y el final
de arrepentimiento.
Que se lo masculla en los callejones oscuros caminando
a solas.
En chozas sobre los barrancos y al borde de los
abismos.
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