Danilo Sánchez Lihón
…y un libro, yo lo vi sentidamente
un libro, atrás un libro, arriba un libro
retornó del cadáver ex abrupto.
César Vallejo
1. Lo mejor
de sí mismo
Hoy
día, 17 de septiembre del año 1822, se inaugura la que será llama
votiva de América, la Biblioteca Nacional del Perú, después de un año y
20 días de haberse promulgado su fundación, por Decreto Supremo del 28
de agosto del año 1821, refrendado por el Libertador don José de San
Martín y don Juan García del Río, apenas a un mes de declarada la
Independencia del Perú.
Ha
sido fundada en el fragor de las batallas para consolidar la
emancipación de los pueblos de América del Sur recién acabada de
configurar con la libertad del Perú, y al calor de los ideales de erigir
en nuestros suelos grandes naciones y sublimes esperanzas; y con las
alas abiertas para aspirar a construir aquí y ahora un mundo mejor, y la
utopía largamente anhelada por el hombre sobre la faz de la tierra, de
una vida en concordia universal. ¡Y ese es el espíritu con que se vive
hoy día!
El
General José de San Martín, hombre bueno, noble y sabio, ha sido el
primero en donar sus libros de cabecera para acumular sobre esa base sus
colecciones futuras, edificando así ese sueño permanente de libertad.
Qué nosotros leamos sobre lo que él ha leído, ¿no es una herencia
suprema? ¿No es legarnos lo mejor de sí mismo? Porque no es su espada ni
su uniforme de militar lo que nos lega ¡sino sus libros sobre los
cuales él ha soñado!
2. Antorcha
fulgurante
Siendo
así la Biblioteca Nacional del Perú se funda con el propósito de
consolidar la idea de la libertad y alentar siempre la forja de la
utopía social. Es decir, en su cimiento está el sueño de libertad más
acrisolado, pues lo fundó el mismo General que liberó gran parte de la
América del Sur.
Ocupa
el cargo de primer director el clérigo arequipeño don Mariano José de
Arce, un místico de la bondad humana, y el local escogido para su
funcionamiento es el antiguo Colegio del Príncipe, ahora denominado
Colegio de la Libertad.
Así
se funda esta institución tutelar pensando en América de la cual el
Perú es centro y, en gran medida, matriz. En menos de 60 años este
anhelo se consolida de tal modo que llegó a ser la primera institución
cultural en América del Sur considerada así por los hombres de letras
más sobresalientes y los viajeros ilustres que la visitaron en esa
época.
Sin
embargo, dicho arquetipo se vio destrozado por la bota de un país
títere del imperialismo inglés, que después de la ocupación de Lima en
febrero del año 1881, aquella llama votiva y antorcha fulgurante fue
convertida en ruinas.
3. Los barcos
que partían
Aquel
sueño de la libertad de América fue saqueado, pisoteado y convertido en
muladar por las tropas chilenas, al ser utilizado como cuartel de un
regimiento de caballería en la ocupación de Lima en la infausta Guerra
del Pacífico.
Y
allí puede verse en contraste y en perspectiva lo que hacen unos y
otros hombres. Y unos y otros pueblos. Y en el juicio y las
responsabilidades que tienen que asumir ante la historia.
Sus
libros, muchos de ellos incunables, sufrieron expolio, destrucción y
los más codiciados fueron enviados hacinados y a montones– en los barcos
que partían del Callao a Valparaíso.
A
Chile arribaron en dos viajes sucesivos de sus embarcaciones 103
grandes cajones y otros 80 bultos que fueron recibidos y catalogados por
Ignacio Domeyto y Diego Barros.
Y
en agosto de 1881 se publicó en el diario oficial de ese país el
inventario realizado bajo el título: “Lista de libros traídos del Perú”.
Luego, y finalmente, los que no se pudieron llevar fueron quemados.
Cuando se asume la tarea de su reconstrucción apenas se encuentran 700
ejemplares esparcidos de los más de 300 mil documentos que lo integraban
antes.
4. ¡Y qué
grandeza!
Una
desgracia así, por el patrimonio que sus colecciones significaron, es
sólo comparable en su holocausto a la destrucción y al incendio de la
Biblioteca de Alejandría. La misma que fue fundada por Ptolomeo en el
año 306 a. de Cristo, e incendiada, aunque en este caso no de manera
intencionada sino casual, en el siglo primero antes de la era en que
vivimos. Y fue cuando Aquilas en noviembre del año 48 a. C. asedia a
julio César y a Cleopatra, y lo hace con cruce de teas incendiarias, y
que en el intercambio y en plena acción bélica, se produce el incendio.
Pero
frente al salvajismo y perversidad que aquí se perpetra se levanta,
como un gigante que la reconstruye, el famoso tradicionalista Don
Ricardo Palma.
A
la espada de sueños de don José de San Martín en su edificación se une
ahora el corazón y la pluma del autor de las tradiciones peruanas. Quien
fue llamado desde entonces el “Bibliotecario mendigo” por el
peregrinaje, la terquedad y porfía que puso en recoger y solicitar
libros por todo el mundo. ¡Y qué grandeza! ¡Porque toda América, España y
el mundo entero respondió!, y otra vez concurren para ayudar a
levantarla y sobresalir de aquella desgracia impuesta a este sueño de
libertad.
He aquí una de las cartas que Ricardo Palma dirige a uno de sus amigos, académicos y escritores de todo el mundo:
5. El pan
de la inteligencia
Lima, noviembre 20 de 1883
Señor Don
Marcelino Menéndez y Pelayo
Madrid
Muy señor mío:
La
antigua y rica Biblioteca del Perú fue transportada a Chile. En el
último cuarto del siglo XIX han sido los libros, el pan de la
inteligencia, considerados como botín de guerra. Hemos retro-cedido a
los tiempos bárbaros del califa Omar.
El
Gobierno del Perú ha decretado la fundación de una nueva Biblioteca
honrándome con la dirección de ella. El país ha acogido con entusiasmo
el propósito y, en menos de quince días, he recogido donativos por más
de cien mil volúmenes.
La nueva Biblioteca, según el decreto, debe ponerse a disposición del público el 28 de julio próximo.
Un
Bibliotecario mendigo se dirige, pues, al ilustre literato, para
pedirle la limosna de sus obras, y que avance su caridad hasta solicitar
de sus esclarecidos compañeros, en las Academias de Historia y de la
Lengua, contribuyan a la civilizadora fundación encomendada, más que a
mis modestas aptitudes, a mi entusiasmo y perseverancia.
Me es grato presentar a usted mis respetos y ofrecerme como su muy sincero admirador y amigo.
Ricardo Palma
Correspondiente de la R.A.E
6. Allí
se acrisola
Otra
vez la Biblioteca Nacional del Perú se convirtió en el sueño que
abrigan y al que dan calor muchas mentes y almas generosas de todo el
mundo. Así llega a tener pronto 600, 700, 800 mil volúmenes, sólo
comparable a la Biblioteca del Congreso de Washington en Estados Unidos.
Y se convierte en el centro del debate intelectual de su época. A ella
acuden jóvenes a construir, a la luz de los libros, sus sueños, ideas y
utopías. A ella acuden las conciencias en busca de la luz de la verdad.
Allí
se acrisola la mejor poesía, la mejor narrativa y el mejor ensayo del
movimiento indigenista. La gloriosa generación Colónida de Abraham
Valdelomar bebe de esa fuente, época en la cual la Biblioteca Nacional
es el crisol, la fragua y el yunque que forja y hace posible la
prestigiosa generación de intelectuales que afloraría después, en el año
1945.
Lamentablemente,
la noche del 10 de mayo de 1943, ocurrió otro suceso desgraciado: el
pavoroso incendio que prácticamente destruyó todas sus extraordinarias
colecciones. Salas íntegras de las cuales no se pudo rescatar
absolutamente nada, y hasta quedó seriamente dañada su infraestructura,
en el antiguo Convictorio de San Carlos, hoy Centro Cultural de la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en el Parque Universitario en
el centro histórico de nuestra ciudad capital.
7. Utopía
posible
Allí
aparece otro gigante para hacerla renacer, como la mítica Ave Fénix, de
los escombros, de los carbones restallantes y de las cenizas tumefactas
en que se convirtieron los valiosos libros. Y sobre el lodo y la pena
que cubría sus volúmenes, se funda la Escuela Nacional de
Bibliotecarios, en base al voluntariado de los jóvenes, hombres y
mujeres casi adolescentes, que hasta altas horas de la noche y hasta en
la madrugada, rescataban libros del fango acunándolos en su regazo.
Y
allí mismo, imaginando otra vez sobre esas ruinas se diseña y construye
el edificio de la Avenida Abancay que hasta ahora funciona. Así, a la
espada de los sueños del Libertador, al corazón y la pluma generosa del
Bibliotecario Mendigo se suma la moral y el registro minucioso del
historiador de la República, el eminente don Jorge Basadre, que viviera
en su Tacna nativa en época del cautiverio. Hoy día, mirémosla, ¡tan
lozana, orgullosa y esperanzada en su nuevo y flamante edificio de la
Av. de la Poesía!
¡Gracias
a los hombres y las mujeres que en ella trabajan! ¡Gracias al esfuerzo y
la devoción de muchos peruanos que la han puesto así de pie, regia y
soberana, que nos da gusto ostentarla con orgullo y veneración. ¡Vean
cómo en ella se estudia, sueña y trabaja! ¡Gracias a todos los que lo
han hecho posible!, a quienes saludamos y felicitamos por ofrecernos una
casa primorosa y significativa como ésta. Y gracias a todos quienes la
imaginaron, ¡y la hacen cada día utopía posible y llama votiva de
América!
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