viernes, 25 de noviembre de 2011

REFLEXIONES AL PIE DEL CONGA (O EL PROYECTO CONGA, UNAMUNO Y EL HERMANO FRANCISCO) - ESCRIBE ÁNGEL GAVIDIA

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REFLEXIONES AL PIE DEL CONGA

(O EL PROYECTO CONGA, UNAMUNO Y EL HERMANO FRANCISCO)

Escribe Ángel Gavidia

Somos un país del tercer mundo, por lo tanto un país pobre y con acuciantes necesidades: nuestra educación primaria es una de las peores de la región, la tuberculosis es una pandemia que no cesa incluyendo los terribles multidrogoresistentes, las cárceles, el agua potable, en fin. Quiero decir con esto que necesitamos, entre otras cosas, urgentemente dinero. Y la minería puede proporcionárnoslo.

Pero la minería tiene un costo ecológico ineludible. Y en el caso de Conga toca al agua en su lugar de origen y a comunidades campesinas cuya labor fundamental es la agricultura. Yo me pregunto cómo respondería el señor Jaime de Althaus si abrieran una mina cerca a su casa y hubiera la mínima posibilidad de contaminar el agua que toma. Cómo. A mi me incomoda hasta cuando mi vecino construye su casa por la polvareda y alboroto que produce.

Ahora, pareciera que la tecnología de punta puede reducir al mínimo el daño ecológico. Tal es el caso de la minería en Canadá. Pero nosotros tenemos antecedentes nefastos. Puedo dar fe del río Moche cuya desnudez de sus orillas habla de sus aguas emponzoñadas. Dicen que la hermosa laguna de Pias en Pataz otrora llena de vida luce ahora desolada y triste. Es que ha faltado estado que defienda al medioambiente. Estado honesto. Insobornable. Por otro lado, todo hace ver que a mediano o largo plazo el agua ha de ser un elemento escaso. Y allí si , recién, más valorado que el oro.

El quid es entonces si es posible que la actividad minera y la conservación del agua coexistan. Considero que la tecnología puede ayudar a que esto no sea una dicotomía irreconciliable. Pero requiere de un estado poderoso que haga un seguimiento milimétrico. Y de una empresa responsable que no escatime en gastos en función de cumplir el objetivo Y aún así no se puede garantizar del cien por ciento.

No puedo evitar, por una extraña asociación de ideas, evocar aquellos compatriotas que venden un riñón por urgencias económicas. Y ya más racionalmente no puedo evitar también recordar a Unamuno y su filosofía del destino trágico del hombre en la medida en que siempre tiene que preferir y preferir siempre significa renunciar. Se prefiere la virtud por el placer, por ejemplo, o viceversa como en mi caso. Y, claro, si hablamos del agua cómo no recordar a Francisco, Francisco de Asís, el entrañable hermano Francisco. Alguna vez hallé unos versos atribuidos a él:

Loado seas, mi Señor, por la hermana agua, la cual es muy útil y humilde y preciosa y casta Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la madre tierra, la cual nos sustenta y gobierna,

Repito atribulado: loado seas mi Señor, por la hermana agua la cual es muy útil, humilde y casta. Nada más.

Un abrazo.

Trujillo, 24 de noviembre de 2011



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