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REGALO NAVIDEÑO
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Por: Javier Cerrate Núñez (Puncupa Surin)
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Ahora que me pongo a escribir esto, los recuerdos se me agolpan produciéndome una gran nostalgia, a fines de los cincuentas con los sesentas casi a la vista, en “Mi” Cielito de ese entonces la vida parecía tener una sencillez hoy incomparable, con sucesos que seguramente forjaron mi carácter y quien sabe cuantos ítems de mi personalidad, mis recuerdos se detienen, acicateados por la cercanía de la Navidad, en uno en particular sobre esta fecha. Ya los exámenes de fin de año habían pasado, dejando su secuela de tristeza y alegría, lo que se traducía en merecimientos o no para los regalos de navidad.
Ahora que me pongo a escribir esto, los recuerdos se me agolpan produciéndome una gran nostalgia, a fines de los cincuentas con los sesentas casi a la vista, en “Mi” Cielito de ese entonces la vida parecía tener una sencillez hoy incomparable, con sucesos que seguramente forjaron mi carácter y quien sabe cuantos ítems de mi personalidad, mis recuerdos se detienen, acicateados por la cercanía de la Navidad, en uno en particular sobre esta fecha. Ya los exámenes de fin de año habían pasado, dejando su secuela de tristeza y alegría, lo que se traducía en merecimientos o no para los regalos de navidad.
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En ese entonces, la Petromax (Lámpara a gas de querosén) era la única iluminación pública con la que contábamos en las calles principales, en las casas las velas y lamparines a querosene eran lo usado y en algunos casos especiales también esta Petromax, en los comercios más importantes a la noche, este aparato les daba más brillo a los artículos expuestos a la venta, eso se observaba a lo largo de la calle Comercio, arteria principal de “Cielito”, para los más chicos, mirar los juguetes u otros objetos deseados, como casacas, chimpunes, pelotas de jebe, las de cuero ni siquiera entraban en nuestros cálculos previos, su costo tan alto las dejaban fuera, camisas, zapatos, pantalones, etc. eran cosas de esos días, los únicos limites eran los de la imaginación, recuerdo que la hora mágica para mi, era a la noche, cuando al realizar los “mandados” infaltables para preparar la cena, hacían posible el extasiarme frente a esas deseadas cosas, en mi caso ya tenía en mi mente un rifle a fulminantes, que expulsaba un corcho además, siempre que tenía a mano alguna excusa, me llegaba hasta lo de don Alcalá Garro y arrobado miraba el rifle de mis sueños, de alguna manera, ni me acuerdo cómo, convencí a mi madre para que ese deseo se hiciera realidad, ya a principios de diciembre tenía el objeto de mis sueños en el ropero de mi mamá, entonces mirarlo con arrobo era cosa de casi todos los días, por supuesto aprovechando que ella no estuviera cerca, ya que no le gustaba que anduviera hurgueteando entre sus cosas, no podía ser sorprendido en ese infantil acto, si no mi amor propio sería el pagano, ella tenía una forma muy alturada de hacerme ver que ese tipo de acciones no eran las correctas, por qué eran impropias de una persona de mi valía o por qué ya no era un niñito tierno, como ya me creía un hombre hecho y derecho, esas insinuaciones me provocaban un dolor muy hondo, entonces trataba por todos los medios de evitarlas, claro que algunas veces estaba sujeto a esas equivocaciones, justamente por tener esa edad, los días se sucedían lentamente para mi, ni que decir cuando ya casi llegaba la Nochebuena, los minutos parecían siglos, mi impaciencia iba creciendo en proporción inversa a los días que faltaban, ya para ese entonces la caja que contenía al rifle, con su prematuro envejecimiento, me delataba sin tener boca, seguro que mi madre estaba enterada de mis múltiples visitas, pero se hacía la desentendida, hasta que llegó la hora tan ansiada, esa noche como nunca, hice con pulcritud todo lo que mi mamá había programado, la cena, la espera para la hora de la misa de gallo, todo con puntillosa exactitud y sin reclamos de ninguna clase, ya para entonces la caja había desaparecido, eso lo había comprobado en días anteriores, supuse que mi madre lo había guardado en otro sitio luego de envolverlo en el acostumbrado papel de regalo, luego de la tradicional misa, el dulce panetón acompañando, a la deliciosa y caliente leche chocolatada, los minutos pasaban lentamente, nos acostamos y no pude pegar un ojo en casi toda la noche, pero al fin me venció el sueño, cuando me desperté ya había clareado el nuevo día, rápidamente me puse los zapatos y corrí a la sala donde esperaba encontrar mi rifle, no había nada allí, busqué por todos los sitios posibles sin encontrar nada, desconcertado me dirigí al cuarto de mi madre, ella ya se había levantado y creo estaba en la huerta que teníamos en la parte trasera de la casa, sin recaudos revolví sus cosas buscando mi regalo, cuando entonces se apareció ella, me miró a los ojos y me preguntó qué buscaba, no supe responderle, mi cabeza no elaboraba el por qué de esa pregunta, no pude articular una respuesta, solo atine a decirle después de un rato ¿Y mi regalo?
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Me miró a los ojos y me dijo:
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─Hijo ya eres grande para entender lo que te voy a decir: “Hace una semana llegó tu tía Rosa y me contó que uno de sus alumnos en Aquia estaba muy enfermo, tal es así que ni lo habían podido trasladar a Cielito para que lo vieran en la Posta Médica, una neumonía mal curada lo tenía con antibióticos y mucha fiebre, Jacinto, así se llama el niño, se había enamorado como tú, de un juguete exactamente igual al tuyo, que había visto en una propaganda en un periódico viejo, en sus picos de fiebre desvariaba reclamándoselo a su mamá y la pobre mujer no sabía qué hacer, entonces tu tía tomó la determinación de venir a Cielito a ver que podía conseguir en las tiendas, cuando le escuché decir que era un rifle, enseguida pensé en el que te había comprado, con el dolor de mi corazón, se lo enseñé, tu tía enmudeció, era exactamente lo que quería, me enseñó el recorte del diario y también quedé impresionada, era tu rifle coincidía hasta en la marca, no dudé ni un instante, se lo entregué inmediatamente, pensando en comprarte otro, pero ese había sido el único que había traído Alcalá Garro, ya le encargué otro que llegará en los próximos días….”
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En ese momento quedé desolado, sin comprender el valor de ese acto, cosa que descubrí y valoré recién de adulto, cuando nació mi hijo y pude hacerle su primer regalo de Navidad.
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En ese entonces, la Petromax (Lámpara a gas de querosén) era la única iluminación pública con la que contábamos en las calles principales, en las casas las velas y lamparines a querosene eran lo usado y en algunos casos especiales también esta Petromax, en los comercios más importantes a la noche, este aparato les daba más brillo a los artículos expuestos a la venta, eso se observaba a lo largo de la calle Comercio, arteria principal de “Cielito”, para los más chicos, mirar los juguetes u otros objetos deseados, como casacas, chimpunes, pelotas de jebe, las de cuero ni siquiera entraban en nuestros cálculos previos, su costo tan alto las dejaban fuera, camisas, zapatos, pantalones, etc. eran cosas de esos días, los únicos limites eran los de la imaginación, recuerdo que la hora mágica para mi, era a la noche, cuando al realizar los “mandados” infaltables para preparar la cena, hacían posible el extasiarme frente a esas deseadas cosas, en mi caso ya tenía en mi mente un rifle a fulminantes, que expulsaba un corcho además, siempre que tenía a mano alguna excusa, me llegaba hasta lo de don Alcalá Garro y arrobado miraba el rifle de mis sueños, de alguna manera, ni me acuerdo cómo, convencí a mi madre para que ese deseo se hiciera realidad, ya a principios de diciembre tenía el objeto de mis sueños en el ropero de mi mamá, entonces mirarlo con arrobo era cosa de casi todos los días, por supuesto aprovechando que ella no estuviera cerca, ya que no le gustaba que anduviera hurgueteando entre sus cosas, no podía ser sorprendido en ese infantil acto, si no mi amor propio sería el pagano, ella tenía una forma muy alturada de hacerme ver que ese tipo de acciones no eran las correctas, por qué eran impropias de una persona de mi valía o por qué ya no era un niñito tierno, como ya me creía un hombre hecho y derecho, esas insinuaciones me provocaban un dolor muy hondo, entonces trataba por todos los medios de evitarlas, claro que algunas veces estaba sujeto a esas equivocaciones, justamente por tener esa edad, los días se sucedían lentamente para mi, ni que decir cuando ya casi llegaba la Nochebuena, los minutos parecían siglos, mi impaciencia iba creciendo en proporción inversa a los días que faltaban, ya para ese entonces la caja que contenía al rifle, con su prematuro envejecimiento, me delataba sin tener boca, seguro que mi madre estaba enterada de mis múltiples visitas, pero se hacía la desentendida, hasta que llegó la hora tan ansiada, esa noche como nunca, hice con pulcritud todo lo que mi mamá había programado, la cena, la espera para la hora de la misa de gallo, todo con puntillosa exactitud y sin reclamos de ninguna clase, ya para entonces la caja había desaparecido, eso lo había comprobado en días anteriores, supuse que mi madre lo había guardado en otro sitio luego de envolverlo en el acostumbrado papel de regalo, luego de la tradicional misa, el dulce panetón acompañando, a la deliciosa y caliente leche chocolatada, los minutos pasaban lentamente, nos acostamos y no pude pegar un ojo en casi toda la noche, pero al fin me venció el sueño, cuando me desperté ya había clareado el nuevo día, rápidamente me puse los zapatos y corrí a la sala donde esperaba encontrar mi rifle, no había nada allí, busqué por todos los sitios posibles sin encontrar nada, desconcertado me dirigí al cuarto de mi madre, ella ya se había levantado y creo estaba en la huerta que teníamos en la parte trasera de la casa, sin recaudos revolví sus cosas buscando mi regalo, cuando entonces se apareció ella, me miró a los ojos y me preguntó qué buscaba, no supe responderle, mi cabeza no elaboraba el por qué de esa pregunta, no pude articular una respuesta, solo atine a decirle después de un rato ¿Y mi regalo?
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Me miró a los ojos y me dijo:
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─Hijo ya eres grande para entender lo que te voy a decir: “Hace una semana llegó tu tía Rosa y me contó que uno de sus alumnos en Aquia estaba muy enfermo, tal es así que ni lo habían podido trasladar a Cielito para que lo vieran en la Posta Médica, una neumonía mal curada lo tenía con antibióticos y mucha fiebre, Jacinto, así se llama el niño, se había enamorado como tú, de un juguete exactamente igual al tuyo, que había visto en una propaganda en un periódico viejo, en sus picos de fiebre desvariaba reclamándoselo a su mamá y la pobre mujer no sabía qué hacer, entonces tu tía tomó la determinación de venir a Cielito a ver que podía conseguir en las tiendas, cuando le escuché decir que era un rifle, enseguida pensé en el que te había comprado, con el dolor de mi corazón, se lo enseñé, tu tía enmudeció, era exactamente lo que quería, me enseñó el recorte del diario y también quedé impresionada, era tu rifle coincidía hasta en la marca, no dudé ni un instante, se lo entregué inmediatamente, pensando en comprarte otro, pero ese había sido el único que había traído Alcalá Garro, ya le encargué otro que llegará en los próximos días….”
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En ese momento quedé desolado, sin comprender el valor de ese acto, cosa que descubrí y valoré recién de adulto, cuando nació mi hijo y pude hacerle su primer regalo de Navidad.
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