QUIERO SER UN COLIBRI
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Por Javier Cotillo Caballero (Jaco)
Confieso que, cada vez en Navidad, en un día como hoy, desde niño, quise ser un colibrí. Siempre admiré su desconcertante agilidad. Pretendí explicarme, cómo hace este diminuto pajarillo para pararse en el aire sin moverse… moviéndose. Cómo agita sus alas, más veloz que el viento, hasta hacerlas desaparecer a la vista sin que desaparezcan. Por eso quise y quiero ser un colibrí. Un hermoso colibrí de pico alargado, enraizado en esa minúscula cabecita, exhibiendo ojitos inteligentes y dinámicos. Quise, y quiero todavía, tener como ropaje ese misterioso manto de plumas tornasoladas y centellantes, capaces de lanzar al viento sus alegres matices, reflejando al sol de incontables maneras.
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Quiero desparramarme por el mundo regalando a cada niño todas las golosinas de su imaginación. Qué hermoso sería unir a la gente por ser personas y no por sus riquezas ni por sus miserias. Todavía quiero ser este lindo picaflor para dibujar en el aire sentimientos de paz y hermandad, y porque abanicando mis alas podría hacer desaparecer las diferencias sociales para abrazarnos alrededor de la amistad y reconocernos como personas del mundo; es decir, como hermanos del mundo. Tengo la esperanza. La tengo y la tendré incluso después de muerto, para unir a todos en un solo corazón de amor, sin importar si están en el Cielo, el Purgatorio o el Infierno.
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