jueves, 26 de febrero de 2009

LA CARCEL SE TRASTOCA EN LIBERACIÓN

Por Danilo Sánchez Lihón

«Amorosa llavera de innumerables llaves, si estuvieras aquí, si vieras hasta qué hora son cuatro estas paredes.» César Vallejo

1. Ese día salía libre también un libro de poemas

El día 26 de febrero de 1921 César Vallejo salía libre de la cárcel de Trujillo. Pero no solo salía libre él sino un libro de poemas que había sido –sin saberlo ni quererlo sus captores– también encarcelado, junto a su autor.

Ese libro es Trilce, escrito en su mayor parte antes de ser apresado y puesto en cautiverio César Vallejo, pues entró a la cárcel junto a él, para salir otro completamente transfigurado.

Fue este personaje Trilce quien, aquel sábado 26 de febrero del año 21 salía con libertad suma, porque entró siendo en parte deudor de una estética en vigencia, de una manera de ser y entender la poesía.

Entró él, sí, arrastrando todavía algunas cadenas y grilletes –como los tenían todos los demás libros de poesía de su época– pero después de los 112 días de cárcel salió ¡puro, insospechado y libérrimo!

Y ello por la fragua al rojo vivo a la que lo sometió su autor al mirar las cosas de tal modo como puede hacerlo quien vive, en ese trance, el momento más grave de su vida.

–El momento más grave de mi vida fue mi prisión en una cárcel del Perú.

2. El hombre es también organismo que padece

Del mismo modo, dice:

Ya no reiré cuando mi madre
rece
en infancia y en domingo, a las
cuatro
de la madrugada, por los caminantes,
encarcelados,
enfermos
y pobres.

Con relación al cambio radical de la poesía en Trilce, el primer poema de ese libro es tan abrupto que la poesía deja todo lugar imaginable donde ella se había posado hasta entonces –como eran los salones, los templos, los campos de batalla, los jardines, o los sueños– para aparecer, igual de rotunda, en un retrete, más aún, el excusado de una prisión.

Es allí donde los reclusos son acosados con sonidos estridentes a apurarse en los pocos minutos que les conceden para desahogar sus intestinos «en la línea mortal del equilibrio», como concluye en el verso final.

Pero el caso es que traslada este acto hacia una dimensión metafísica del hombre quien, además de mente y alma –que siente y que piensa– es también organismo que padece, suda, tose y se enferma, «con sus propios líquidos». ¿Por qué no habíamos de trasponer esto a un plano existencial y a la vez absoluto?

3. El recuerdo en la prisión

Pero también es Trilce un libro donde César Vallejo afina sus recuerdos, cribando sus cariños más puros, como lo dice en una carta a Oscar Imaña, el 12 de febrero de 1921:

En mi celda leo de cuando en
cuando; muy de breve en breve
cavilo y me muerdo los codos
de rabia... Es cosa fea ésta,
Oscar... y si viene a mi alma
algún aliento dulce, es la luz del
recuerdo... ¡Oh, el recuerdo en
la prisión!

Como es recuerdo de su casa y de su infancia el siguiente:

Las personas mayores
¿a qué hora volverán?
Da las seis el ciego Santiago,
y ya está muy oscuro.
Madre dijo que no demoraría.
Aguedita, Nativa, Miguel,
cuidado con ir por ahí, por
donde
acaban de pasar gangueando
sus memorias
dobladoras penas,
hacia el silencioso corral, y por
donde
las gallinas que se están
acostando todavía,
se han espantado tanto.
Mejor estemos aquí no más.
Madre dijo que no demoraría.
t
4. Busco al tanteo

Y continúa en el poema:

Ya no tengamos pena.
Vamos
viendo
los barcos ¡el mío es más
bonito de todos!
con los cuales jugamos todo el
santo día,
sin pelearnos, como debe ser:
han quedado en el pozo de
agua, listos,
fletados de dulces para
mañana.

Aguardemos así, obedientes y
sin más
remedio, la vuelta, el
desagravio
de los mayores siempre
delanteros
dejándonos en casa a los
pequeños,
como si también nosotros
no pudiésemos partir.

Aguedita, Nativa, Miguel?
Llamo, busco al tanteo en la
oscuridad.
No me vayan a haber dejado
solo,
y el único recluso sea yo.

Dos fueron, entonces, los seres encarcelados el 6 de noviembre de 1920 a las siete de la noche en el panóptico de Trujillo y dos fueron los seres liberados el 26 de febrero del año 1921; ellos son: César Vallejo y otro es Trilce.

5. Dios sabe hasta qué bordes espeluznantes

Este último el libro que él tenía escrito en su mayor proporción antes de caer preso, con algunos poemas bajo la forma de sonetos y que ahora sale transfigurado.

Todo lo que fue aquel libro lo desestructura y rompe en pedazos, sometiéndolos a una forja nueva y despiadada, confrontando su voz, su respiración, la circulación de su sangre con lo que es mirar el mundo desde otro orden.

Esta nueva perspectiva es un punto donde el tiempo se vuelve ábside; el instante se hace período o era histórica o algo aún más tremendo aún: se vuelve destierro y eternidad.

Y tanto el hombre César Vallejo como su «clon», el libro, transpondrán la prueba de fuego de cruzar los infiernos de lo que es una palabra medida y sopesada en razón de la vida en sosiego, por aquella otra suspendida en el borde del abismo, donde lo dice él –lo cito de memoria– de este modo:

¡Dios sabe hasta qué bordes
espeluznantes me he asomado,
colmado de miedo, temeroso
de que todo se vaya a morir a
fondo para mi pobre ánima
viva!
i
6. Un infinito inaugural

En Trilce César Vallejo ya no versifica ni compone; le importa la sensación, la emoción y el vuelo del genio que marcan el ritmo, que imponen el tono y el gesto en la expresión.

En él deja caer o surgir la palabra en la química pura de la poesía, sin andamiajes ni soportes, donde está el abismo nato.

En él las palabras explotan o afloran con libertad absoluta, con un impulso vital inatajable, con una ansiedad y un temblor que asombra y estremece, con un poder que ciega y que espanta:

En Trilce el lenguaje es fundacional, las palabras emergen como placas tectónicas de un subsuelo en estado de movimiento sísmico, de tragedia cósmica, de ignición.

En él se entresacan no sólo palabras nuevas, inusitadas y asombrosas –como si ellas hubiesen estado esperando siglos o milenios para ser liberadas– para surgir rotundas y naturales desde un infinito inaugural.

7. Un nuevo ritmo estructural

En Trilce se vuelven a designar los hechos y las cosas y las situaciones por vez primera, como si se descubriese otra vez la realidad, o como si la vida –advertida a pedazos– se mostrase entera, como si este mundo fuera a la vez otro mundo.

Graniza tánto, como para que
yo recuerde
y acreciente las perlas
que he recogido del hocico
mismo
de cada tempestad.
No se vaya a secar esta lluvia.
A menos que me fuese dado
caer ahora para ella, o que me
enterrasen
mojado en el agua
que surtiera de todos los fuegos.

En él la lógica estalla, se tritura. Y qué bueno que el primer explosivo se ponga en la racionalidad y en el orden establecido, donde se hacen astillas y detonan también las convenciones y las formas.

Aquí las palabras adquieren un nuevo poder cataclísmico pero, a la vez, dulce y piadoso, con un nuevo ritmo estructural, con marejadas de antítesis, de rupturas esquemáticas, de vendaval existencial; de ser, sufrir y morir.

8. Por eso yo también he sido así

Sino, he aquí el poema XIV de Trilce:

Cual mi explicación.
esto me lacera de tempranía.
Esa manera de caminar por los
trapecios.
Esos corajosos brutos como
postizos.
Esa goma que pega el azogue
al adentro.
Esas posaderas sentadas hacia
arriba.
Ese no puede ser, sido.
Absurdo.
Demencia.
Pero he venido de Trujillo a
Lima.
Pero gano un sueldo de cinco
soles.

Pero, también, donde hay lugar a la dulzura y a la confidencia:

Mentira. Si lo hacía de
engaños,
y nada más. Ya está. De otro
modo,
también tú vas a ver
cuánto va a dolerme el haber
sido así.
Mentira. Calla.
Ya está bien.
Como otras veces tú me haces
esto mismo,
por eso yo también he sido así.

9. Supra conciencia cósmica de la poesía

Aquí todo resulta inusitado y dispuesto a tomar otra configuración.

El mundo se ha deshecho para que a cada palabra surja un nuevo y exacto lugar, pues ha ocurrido una hecatombe.

El mundo se ha deshecho para que él escoja los elementos convertidos en estado puro, y con soberanía, en palabras de sumo poder y omnipotencia.

Para que todo se lo vaya situando de un modo totalmente nuevo, reciente y original. En Trilce hay una conciencia absoluta de lo inmenso e incorruptible que es el acto creador, que es situarse al lado de Dios.

Y es que César Vallejo tenía frente a la poesía una supraconciencia cósmica, como un arte que exige la más ceñida, fiel y ardua dedicación, donde cada palabra es un mundo dominado, un reino conquistado, un territorio vencido y puesto bajo nuestros los pies.

Y así como Machu Picchu fue un refugio de piedra de los Incas de Vilcabamba que defendieron la última luz primigenia del Incario, igual Trilce encarcelado es el libro que funda de nuevo cada vocablo en su significación primordial.

10. Sombra y rumor, fragua y combate

En él se vuelve a someter a un orden de verdad y autenticidad cada rasgo y cada giro del lenguaje.

En él se inaugura una nueva manera de asumir la poesía, donde las palabras están suspendidas en una eternidad como fondo o como marco, y se siente que ellas emergen de la esencia más honda y total del ser, del alma humana y del mundo.

En Trilce él baja a los infiernos del idioma, deja la composición, abandona los caminos trillados y otros aunque poco transitados, pero de todos modos caminos perceptibles, intuibles, presentibles, para sumergirse en los abismos del idioma.

En él todo es sombra y rumor, fragua y combate, donde la tierra y las rocas arden, donde no se aventura nadie porque son regiones inexpugnables.

Es órbita prohibida para toda y cualquier ánima viva, donde reza a la entrada de ese recinto de pavor y de miedo:

Caminante o viajero, aquí deja
toda esperanza.

11. El telón de fondo del silencio

Con Trilce, él mismo lo dice y lo confiesa, sólo poniendo como testigo a Dios, pudo asomarse y bajar al vacío del lenguaje y de la vida, porque no hay lenguaje en la verdadera poesía que no cargue vida.

De allí sale felizmente aún latiendo, pero completamente transformado, con una dosis y carga de silencio muy grande.

Antes de Trilce Vallejo era jovial, dicharachero, pletórico con el idioma.

Después de su descenso al infierno carga sobre sus hombros, o domina sobre su alma, una dosis muy honda de silencio.

Tanto es así que desde Trilce, cuya publicación data del año 1923, hasta Poemas humanos, fechados la mayoría de ellos en 1937, estuvo en total silencio poético.

Hay 14 años de silencio en que él rumia, medita, cavila.

Está hechizado y herido, con las alas tan estupefactas que escribe, pero solo en el telón de fondo del silencio.

12. Trilce se escribió en la cárcel de Trujillo

Escribe, sí, incansable y sin desmayo, pero sin lapicero, ni lápiz ni pluma.

Tampoco con máquina de escribir sino que escribe en el habla interior de lo que no se dice ni pronuncia.

Con Trilce él prueba, urde el idioma, y a partir de allí, de ese desnudar, copular y arrojarse a la entraña del idioma, él aparece con otra faz.

Es un extraño. Ha cambiado sin moverse ni salir de la cárcel.

Así como El Quijote se escribió en una celda de Sevilla, el libro fundamental que cimenta un nuevo lenguaje en la poesía se escribió en una cárcel de Trujillo en el Perú.

A partir de entonces César Vallejo es un poeta que escribe sobre el telón de fondo de su propia soledad y silencio interior.

13. La grande e inmensa poesía del hombre

Deja a sus amigos de Trujillo con quienes todo era fraternidad, tertulias, fiestas y busca un continente que para él debió serle lo más amargo, cruel e implacable. Todo a medida del infierno que acababa de conocer con Trilce, reescrito en la cárcel de Trujillo.

Él pagó con un bien el mal que se le hizo.

Dio a la poesía latinoamericana el orgullo de inaugurar la poesía de vanguardia y el verso libre.

Un libro que ocho años después se publicó en Madrid, con prólogo de José Bergamín y colofón de Gerardo Diego, causando el asombro.

Un libro que antes del surrealismo no solo lo anuncia sino que lo plasma y a la vez lo supera.

Todo aquello que en Europa recién era escándalo aquí en Trilce es experiencia vivida y ya convertida en descanso y sosiego.

14. La grande e inmensa poesía del hombre

Roberto Paoli, prestigioso catedrático de la Universidad de Florencia –en Italia, que es patria de Virgilio, Horacio, Dante, Petrarca, Leopardi– advertía que en Vallejo hay más densidad genial que en muchos otros de aquellos poetas universales que él cita.

Es hermoso saber y comprobar no sólo esto que el nombre de nuestro poeta figura entre las cinco o seis voces más universales del siglo XX sino otro hecho cual es que él fue un hombre íntegro, bueno y cabal.

Por eso, Paoli divide a los poetas en dos grupos, diciendo que «en uno están todos los poetas y en el otro sólo César Vallejo».

Y es que nadie como el poeta de Santiago de Chuco se situó tan en la esencia, como también en la cima, de lo que es la grande e inmensa poesía del hombre.


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