martes, 10 de febrero de 2009

CACHIMBOS BOLOGNESINOS RUMBO AL YERUPAJÁ

Yerupajá (Huayhuash) - Foto: ANI


Autor: Juan José Alva Valverde


Una madrugada de Mayo de 1,968 un grupo de alumnos del Colegio Nacional “CORONEL BOLOGNESI" de Chiquián, viajamos al Yerupajá. Éramos alrededor de 100, entre cachimbos y algunos alumnos de grados superiores que nos acompañaron. Como guía principal iba a la cabeza del grupo el Instructor Premilitar Juan Carrasco (Guacamayo), al final cerrando la columna, el profesor Ayala (Segmentos); algunos cabalgaban, los demás a pie; bajábamos lanzando hurras, respondiendo las arengas del Instructor. Los cachimbos, teníamos entusiasmo con mezcla de fiel cumplimiento de las órdenes de nuestros guías.
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Llegamos al río, nuestro primer descanso, después de remojarnos un poco dimos trámite al fiambre matinal. En mi caso, pan con queso preparado por mi mamá Visita, (así le decíamos sus nietos a mi abuelita materna Visitación Valverde), otros con ansias daban mordiscos a su sándwich de torreja. Rucu Cahuide (Cahuide viejo) mordisqueaba charqui (carne secada al sol), y de cuando en cuando puñados de cancha.
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Concluido el primer fiambre con sorbos de concordia roja, retomamos el andar atendiendo el grito de Guacamayo: ¡AAATENCIÓNNN !...¡ EN MARCHA !. Pepe Maldonado, presuroso cortó el telegrama que le estaba enviando al Ministro Artola. Subimos un tramo por espacio de una hora, al llegar a un llano observé asombrado un paisaje oculto; a la derecha hacia el sur, a buena distancia estaba Llaclla, pueblo de ricas paltas de cáscara negra y delgada, de limas dulces con ese sabor incomparable, no he vuelto a probar otras similares en Chiquián; muchachas de tez blanca, ojos claros y sonrisas al viento, jóvenes desenvueltos, conversadores, extrovertidos como buenos “garagallos”; al pie serpenteaba el rió; bello cuadro mirando al frente, se halla una imponente meseta: Pacllón, tierra donde se afincó por buen tiempo la familia Pachioni, años más tarde me encontré con uno de sus hijos, regentaba una institución que brindaba clases de post-grado, ahí estudié Administración Hospitalaria.
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Pasado el mediodía arribamos a Llamac, donde unos pobladores de ponchos habanos nos aplaudieron viéndonos pasar sudorosos, pero sonrientes; seguimos e iniciamos el ascenso "por las pampas de Llamac"; así como se lee: ascenso, ¿no sé por qué le dicen pampa? si es una subida similar al camino que conduce a Roca, con la diferencia de que está cubierta de lajas grandes y pasto silvestre. Comenzó a nevar, caía como algodón mojando el poncho, mas por el esfuerzo no se sentía frió, sí mucho cansancio. Ya en la cumbre caminamos hacia el norte, bajando y girando hacia el oeste. Poco a poco llegó el ocaso y la neblina dejaba ver a corta distancia solamente, cansados, con frío y temerosos de tropezar o que nos golpeen los caballos, íbamos andando concentrándonos cada vez más en el camino; entonces le pregunté al compañero de mi costado:
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- ¿Cuánto faltará shay?

- Son las cuatro y diez, a este paso quizá nos alcance la noche -me dice, yo como buen pelotero, había avistado de reojo los nevados hacia el sur oeste y le digo:

- El profe nos recomendó que trajéramos cascos de mineros con linterna en la parte frontal, si no trajiste, mejor anda buscando alguna pita para que te amarres a la cola de un caballo, sólo así no te caerás ni te perderás en la neblina.

- ¡Pucha! ¿cuándo fue que dijo shay?, yo no escuché eso.

- Claro! como estás templado más que cuerda del violín no pones atención.

- ¡Paaaaasu macho!, mira shay, ¿qué grande había sido no?

- ¿Cuál, la cruz o el nevado?

- ¿Cuál cruz?,

- La que está a unos 800 metros

- ¿800 metros?, ni que fueras ingeniero para medir la distancia con tanta exactitud...

Estábamos ingresando a los dominios del “majestuoso Yerupajá”, como canta Nieves Alvarado a nuestro querido glaciar. Allí hay una cruz grande, de material noble. Fue construida para orar por el descanso eterno de las víctimas del avión TAM, que se estrelló en los picachos en 1,954, impregnando en el imaginario popular, que las cumbres nevadas de dicha zona tienen imán en sus entrañas y atraen a los aviones que atraviesan su cielo. Metros a la derecha, tranquila, reflejando el espacio y con cientos de patillos en sus aguas, la laguna de Jahuacocha; al frente, inmenso, hermoso, colosal, impresionante, el Yerupajá; uno no cree lo que ve, el cansancio, el hambre desaparecen al contemplar tanta maravilla, muchos Chiquianos no han visto de cerca el Huayhuash, no saben lo que se pierden; porque al estar ahí, la comunicación extrasensorial entre la naturaleza y el caminante se hace patente, es cuando uno recién se explica, por qué los andinistas a pesar de los riesgos inminentes, recorren el mundo escalando nevados.

- ¡AAALTO! en formación, fila de cuatro -grita Guacamayo;

Se inicia el reparto de alumnos para ocupar las chozas de piedra con techos de ichu. Mi grupo estuvo a cargo del alumno de grado superior Parra, le decían Parrita, hoy vive en Pativilca donde se casó y se afincó.

- Está calientita y dulce la agüita de escorzonera -me dice Luluca, un compañero cachimbo y agrega:

- Si me das un pan, te invito medio cuy cancado –pucha, me saqué la lotería, pensé.

- ¿Si te doy dos panes me das un cuy entero? -le contesto.

- No seas sabido shay, está bien que te digan negro -me respondió.

Aquella fría tarde, mostrándose gris la noche, tomé el lonche más agradable hasta ese entonces. Luluca: "donde estés, donde te encuentres”, como dice una canción Ayacuchana, que nuestro Dios te ilumine, compartimos durante tres años y medio nuestra afición por la música, integramos la gloriosa banda de músicos del “Coronel Bolognesi”, acumulamos triunfos en los concursos de La Unión, Llata, y finalmente en Barranca, hermosos momentos de nuestra vida estudiantil. Suerte Luluca.

La noche por fin nos cubrió con su manto, el cielo se llenó de estrellas, me quedé absorto y dije con voz ahogada para mis adentros: “este cielo no lo he visto en Capellania ni Cachirpayóc, menos en Tinya, tampoco en Lima, es algo irreal, pero esta aquí, para contemplarlo en todo su esplendor". No me di cuenta del tiempo que pasé en ese trance, sólo sé que me acomodé al costado del grupo, tendido en el pajonal con mis brazos abiertos en cruz, soñé despierto con el cosmos y su Creador.
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Finalmente dentro de la choza, y al calor del fogón, cual estufa natural, me quedé dormido, no recuerdo haber soñado nada, creo que mi mente descansó en ese lapso hasta el amanecer, el consciente y el subconsciente no funcionaron...
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Al rayar la aurora, el rumor de la Madre Naturaleza me despertó antes del grito de diana de nuestro querido Guacamayo.
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Los tres días que permanecimos en el Huayhuash fueron relajantes y nos llenamos de inmaculada belleza blanca. Belleza que debemos cuidar todos para el bien de la humanidad. Quiera Dios que algún día vuelva a recoger mis pasos, antes que mis hijos esparzan mis cenizas entre Usgor y mi querido Cruz De Motupe, lugar donde concreté parte de mis sueños.

Lima, 16 de Agosto del 2008.


Fuente:

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GALERÍA FOTOGRÁFICA
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HUAYHUASH



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WET - DÓNDE ESTARÁ MI PRIMAVERA

NO PUEDO ARRANCARTE DE MÍ

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ESPÉRAME - LOS DOLTONS

Chiquián - Oswaldo Pardo Loarte

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Chiquián