Construcción y forja de la utopía andinaJUNIO, MES DE LOS NIÑOS,DEL MEDIO AMBIENTE, DE LA GLORIADE ARICA Y DE LA IDENTIDAD ANDINACAPULÍ ESPODER CHUCO
SANTIAGO DE CHUCOCAPITAL DE LA POESÍAY LA CONCIENCIA SOCIAL
*****12 DE JUNIODÍA DE LALITERATURAINFANTILAMAZÓNICAFOLIOSDE LAUTOPÍA
LA FABULOSAVIDA DE ARTUROHERNÁNDEZ
Danilo Sánchez Lihón1. Cuentaél mismoArturo Hernández, el autor de las célebres novelas “Sangama” y “Selva trágica”, nació en la provincia de Requena, en Sintico, a la margen izquierda del río Ucayali, en plena selva amazónica, el año de 1903, y murió en Lima el 2 de abril del año 1970.Nunca pudo averiguar ni el día ni el mes de su nacimiento, sino apenas el año, pero más la circunstancia en que vino al mundo, que fue:“En la época en que los salvajes irrumpieron en el pueblo de Samanco y raptaron a todas las mujeres”.Eso lo cuenta así, él mismo. Es decir, ni siquiera nació en la capital de la provincia sino en un villorrio del distrito Emilio San Martín, nombre curioso pero que fue de un héroe de la Marina de Guerra del Perú en la guerra con Chile.Y de quien se refiere la hazaña de que para hundir un barco enemigo hizo explotar una bomba cargándola en sus brazos y después a fin de que se active disparándola con su revólver.2. TresdíasNació Arturo Hernández en un pueblo que a la vez desapareció varias veces, pero que ha vuelto a aparecer, como ocurre con la mayoría de pueblos de la Amazonía que cambian de uno a otro lugar.Y eso debido principalmente a que los lleva el río, a causa que la tierra sobre la cual se asientan es arcilla aluvial que cualquier día vuelve a ser arrastrada por la corriente de agua.Pero un día el río no solo se tragó el pueblo sino toda la tierra que Arturo Hernández tenía bajo sus pies. O sea, su lugar de origen sí desapareció por completo.Ese día Arturo solo se salvó trepándose a un árbol en donde permaneció montado y sujeto a una rama durante varios días seguidos con sus respectivas noches, para después bajar, nadar y alcanzar una orilla desconocida, como si para él fuera otro mundo.3. A puntade palosAprendió a leer en la escuelita que organizó su padre para los hijos de los obreros que trabajaban en la recolección de caucho en el shiringal, que se llama así al paraje rico en árboles que ofrecen ese producto: ¡el caucho!, que en la época que vivió era tan apreciado como el oro.Pero ocurrió que murió su madre y su padre entonces lo lleva a vivir con su abuela de parte suya, o sea su madre, quien odiaba a ese niño por ser fruto de una relación que nunca ella quiso ni aprobó. Por eso, cada vez que la abuela, por ejemplo, lo veía que intentaba leer lo castigaba, diciéndole:– Ay, maldito. Otra vez ya te encontré en este vicio.– Perdón abuela, pero no me pegues, te lo suplico. Ya no lo haré.– Si no te pego entonces ¿cómo te vas a corregir de estas ociosidades? ¡Ya te he dicho, trabaja! ¡Dedícate a tus tareas, y no a estas cochinadas!– ¡Ay!, ¡ay!, ¡ay!Y le daba duro.– Así, infame, te voy a ser doctor, a punta de palos. –Le decía.4. Marineríaa bordoTrató de fugar varias veces de esa tutela. Pero terminaron encontrándolo selva adentro. Razón por la cual su abuela decidió mantenerlo día y noche, amarrado a un palo.En realidad, permanecía encadenado junto al fogón, en donde tenía que cocinar, lavar los platos, las ollas y la ropa. Y allí mismo dormía en el suelo. Lo mantuvo como esclavo, bien atado a una estaca clavada en la tierra.Su única alegría consistía, cuenta él, en mirar los barcos ingleses que pasaban resoplando sus sirenas rumbo a Liverpool cargados de goma elástica.Eran barcos de lujosos barandales que emitían volutas de humo en el cielo azulino de la Amazonía y con la marinería a bordo, vestidos de blanco inmarcesible, de ojos azules y en la boca pendiente un cigarrillo.En la entrevista que Arturo Hernández concedió a Hernán Velarde para el diario Expreso, cuenta lo siguiente:5. Nuncase imaginó–Un día pasó una barcaza llena de soldados, con destino a una guarnición del interior.Levanté la mano para saludarlos presa de una emoción desconocida y al mismo tiempo sentí que una mano como una garra me sacudía por los hombros.– ¿Qué miras, desgraciado?– Me gustaría ser uno de ellos, abuelita.– ¿Tú?– Sí ma, ¿por qué no?– ¡Porque eres un imbécil...!Así era de cruel mi abuela.Refiere él de ese modo. Y nosotros comentamos: Pobre viejita, nunca se imaginó que llegaría a ser General de Brigada del Ejército Peruano y además doctor en leyes con el cargo de Fiscal General del Consejo Supremo de Justicia Militar.6. Sin que nadiesepa de élPero, un día pasó el ejército reclutando jóvenes para el Servicio Militar Obligatorio. Mintió que tenía dieciocho años cuando apenas tenía quince. Y cargaron con él en la lancha, levándolo de cuajo y sin apelaciones. Que él para nada las tenía.Estando en el Regimiento de Cazadores del Oriente 51, y cuando ya tenía grado de sargento, su capitán llamado Guillermo Cervantes, se rebeló contra el Estado Peruano, y con él arrastró a la tropa a su servicio, pidiendo mayor atención para los álgidos problemas de su región, la Amazonía.Cinco meses duró la sublevación que finalmente fue develada. Arturo Hernández cayó prisionero y fue trasladado a Lima en condición de amotinado y con la amenaza de ser fusilado sumariamente en cualquier momento.Sufrió presidio en un viejo velero fondeado en el litoral y luego en la cárcel de Guadalupe, con la vida pendiente de un hilo, sin saber si cada amanecer o cada anochecer sería conducido al paredón.Parecía un olvidado en una mazmorra oscura húmeda y maloliente sin que nadie sepa de él ni de su caso. Ni se sepa de cuál era, ni cuál sería su triste destino.7. Dolory lágrimasPero un día, sin qué ni por qué lo echaron a la calle y lo dejaron libre. Fue peor que estar preso. Porque si hubiera sido en la selva al menos hubiera sabido defenderse. Pero no era la selva sino una ciudad que le pareció desalmada. Expresa:“Dormí en el Parque de los Garifos, sufrí hambre y conocí el sabor amargo de la desocupación”.Y ser primero un vagabundo. Para luego ser un jornalero de construcción civil, un peón de hacienda, un mozo de bar, un conductor de tranvía, un portapliegos, un mozo de cocina. Todo eso fue. Y cuenta:Hasta que logré un “conchave” en el vapor Ucayali, al que fui por llamarse como mi río. Fueron muchos viajes por la costa del Caribe, en calidad de mozo de salón, el último de la nómina y el primero en el trabajo.Días de dolor y lágrimas, siempre con la esperanza de alcanzar algo que llenara mi espíritu. Cansado de dar vueltas en el mar, acepté el cargo de capataz de cuadrilla de los trabajadores que jalonaban la vía Mejorad, en Ayacucho.8. Mi amorpropioPero se dio la oportunidad de asimilarse a la Marina de Guerra del Perú en la Zona Naval del Callao. Hacia allí fue. Ingresó. Y pronto ascendió a Alférez de Fragata.Al mismo tiempo, tenía 26 años de edad, postuló a la Universidad de San Marcos para estudiar Derecho, o Abogacía, como entonces se llamaba. Clausurado San Marcos se trasladó a la Universidad Católica, donde culminó sus estudios el año 1936. He aquí su relato:– ¿Sabe Ud. cómo y por qué ingrese a la Universidad? –Le cuenta al periodista y hombre de letras Hernán Velarde–. Gracias a un amigo que quiso burlarse de mí. "¿Ya que eres tan aspirante, por qué no te presentas a la Universidad?".Lo dijo con tal tufillo de mala fe, que hirió mi amor propio y cualquier día me vi haciendo turno para los exámenes de ingreso, entre 800 alumnos que luchaban por colocarse en una de las 80 vacantes para Letras.Fue un examen de pura "mechadera", los aspirantes caían como moscas, por eso cuando el jurado me llamó:9. ¡Quémaravilla!– ¡Aspirante Arturo Hernández del Águila!Yo, en vez de decir ¡presente!, quedé mudo y clavado en el suelo. Pero entonces vino nuevamente "en mi ayuda" el burlón, quien me envió trastabillando hasta los pies del Jurado.Me revolcaron malamente. Al final me entregaron un papel con mi nota. Yo naturalmente ni lo miré. "Mi amigo" reía aun cuando traspusimos la puerta de San Marcos, donde por hacer algo, saqué el papel con mi nota.¡Qué maravilla! No sé por qué milagroso mecanismo me habían puesto 11. Entonces vi que "mi amigo" lloraba. Nunca supe si fue de felicidad o de envidia.Así, en el año 1942, publicó su novela autobiográfica “Sangama”. En el año 1950 se casó con una bella y bondadosa maestra que se consagró al cuidado de su obra, su nombre: Telma San Martín.10. RecetamoralEn el año 1952 su novela fue traducida al francés y se volvió best seller, libro del mes en Francia.Luego su fama se extendió a Europa. Se tradujo al alemán, inglés, ruso y al yugoeslavo.Los cheques por regalías en cada remesa sobrepasaban los 300 mil francos, o sus equivalentes. Compró una casa y se dedicó a escribir entre otras, obras como: “Selva Trágica”, “Tangarana y otros cuentos”, “Bubinzana (La canción mágica del Amazonas)”.En este trajín declaró alguna vez:“en realidad yo he aprendido todo lo que sé trabajando”.Y cuando se le preguntó acerca del tema de las técnicas literarias en sus novelas, temas muy de moda en los años que le tocó vivir, respondió que el único consejo que quería dar a quienes aspiraban a ser escritores era:“Vivir más e inventar menos”.Receta moral en estos tiempos de fanfarronadas, embustes y artificios.
12 DE JUNIO
DÍA DE LA LITERATURA INFANTIL AMAZÓNICA
EL CAZADOR
Y
EL AGUA
Danilo Sánchez Lihón
El agua
en su sorda
antigüedad
César Vallejo
1. Los ricos
potajes
– ¿Quién barre mi choza, tiende mi lecho y prepara mi comida?
Se preguntó el cazador, teniendo un sobresalto y dando un golpe falso del remo en el agua.
Esto ha sido al borde del entresueño del mediodía, mientras permanece descansando, recostado en la floresta.
Se ha despertado con esa interrogante repentina. Y en ello sigue cavilando.
Porque siempre al regresar, bajando el arco y las flechas que lleva colgado del hombro y atravesándole la espalda, ve que la comida está allí.
Además, servida y humeando. Y se fascina observando los ricos potajes puestos en su mesa.
2. De
buena mano
Pero ahora, aún lejos de su cabaña, se hace otra vez la misma pregunta:
– ¿Quién barre mi choza, tiende mi lecho y prepara mi comida?
Y no atinando a dar una respuesta valedera a este interrogante, apura su regreso inquietado por despejar esta incógnita.
Por ahora solo sabe que los alimentos que encuentra servidos están calientes, y que es fresco, bueno y sabroso el aderezo, como salidos de buena mano.
Temprano sale a pescar enrumbando su canoa, ya sea río arriba, o ya sea río abajo.
3. Viandas
servidas
Hoy día ha cazado un cervatillo y dos paujiles. Se los echa al hombro y emprende el camino de retorno.
Llegado al río acomoda su canoa con la carga y empieza a remar suavemente a contracorriente y sin hacer ruido.
Su cabaña aún está distante pero la hora es propicia para retornar; aún con la luz del día, aunque ya declinando el sol en el horizonte.
El atardecer ha roto sus celajes amarillos y rojos en el poniente.
Ve su imagen reflejada en un remanso y se siente bien al mirar el arco cuya faja atraviesa su pecho.
Llevando en la curva de su espalda las presas que ha cazado, detrás de su cabello revuelto e hirsuto sobre su rostro anguloso.
4. El carbón
encendido
Contempla largo rato los copos de neblina blanca sobre el verde del follaje y de los cerros.
– Pero, ¿quién barre mi choza, tiende mi lecho y prepara mi comida?
Se dice de nuevo al llegar y encontrar que las viandas están otra vez servidas, que huele a aderezos bien sazonados, y que los condimentos son recientes y exquisitos.
– Mañana vigilaré quién visita mi choza. –Dice.
Se levanta temprano, prepara su aljaba, alinea sus flechas y sale como siempre de madrugada.
Pero al desamarrar su canoa irrumpe otra vez el carbón encendido de su pregunta sin respuesta.
5. Pasos
menudos
Queriendo reconocer el secreto de estos hechos, allí mismo toma la decisión de quedarse y esperar.
– ¡Hoy debo saber quién entra en mi choza; y amorosa hace todo para complacerme! ¿Quién es?
Desamarra su canoa de la estaca que tiene clavada y se pone a contemplar cómo lentamente el agua la va arrastrando hasta hacerla desaparecer río abajo. Y regresa a su morada a buscar explicación a su dilema.
Sin despojarse del carcaj que lleva puesto, toma sitio en un rincón en penumbra, desde donde puede observar todo el ámbito de su aposento.
Al cabo de un momento escucha unos pasos menudos, y a pie descalzo, sobre las hojas y la tierra apisonada. Y luego el chirrido de la puerta cuando se empuja y se abre desde afuera.
6. ¿Quién
eres?
Ha entrado una niña preciosa con la falda recogida trayendo un atado de frutos silvestres que extiende sobre la mesa.
Ligera y presta enciende el fuego, corta carne reciente que allí encuentra; pela las papas, desgrana el maíz y lo cocina.
Sancocha las verduras y las adereza.
Luego lava, arregla, pone las cosas en orden. Sirve la comida y la cubre con hojas de palma para cuando él llegue. Y se apresta a salir.
A él, desde el rincón donde permanece, le cuesta pronunciar palabra, pues se siente extasiado. Pero es en ese instante que por fin alcanza a decir:
– ¿Quién eres?
Con el susto la niña suelta lo que lleva, y busca entre las sombras el lugar desde donde la voz ha salido.
7. El rubor
en sus mejillas
– ¿sí?
Él, dejando su escondrijo, vestido aún con su atuendo de caza, sale completamente. Y mirándola otra vez le inquiere:
– ¿Quién eres? –Repite mientras ella se sonroja.
– ¡Soy el agua! –Habla ella, tímida y balbuceante.
– ¿El agua?
– Sí.
– ¿En dónde vives?
– En el manantial.
Expresa ella, ya mirándole de cerca y de frente, cuan bella y hermosa es.
– Y, ¿cómo es que me conoces?
– Porque cada día te inclinas a beber de mi fuente. Y me besas.
Le confiesa ella, encendiéndosele más aún el rubor en sus labios, de sus ojos y sus mejillas.
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