Danilo Sánchez Lihón
1. Un resultado
victorioso
Día 6 de junio. Cerca de la una de la tarde ha empezado el
bombardeo a las baterías del Morro y a nuestros puestos de vigía de
parte de Chile. Los barcos de guerra Loa, Magallanes, Covadonga y
Cochrane disparan desde el mar y la artillería chilena lo
hace desde tierra.
El
resultado para los defensores del Morro ha sido victorioso y cerramos
la noche con aplausos. Se alcanzó a averiar a la Covadonga y se acalló
una batería
chilena con 4 cañones. Desde aquí en este momento diviso el fuego y las
humaradas que desprenden y se alzan con el fondo de la bahía.
Al
anochecer he acompañado al coronel Bolognesi a pasar revisión por cada
trinchera. Ha saludado y agradecido estrechando la mano de cada soldado
por la
ardua jornada. De cada emplazamiento a su paso surgen espontáneos
aplausos y se dan vivas al Perú.
Insólito.
Entrada la noche el ing. Teodoro Elmore ha traído un nuevo mensaje del
ejército de Chile pidiendo la rendición de la plaza. Desde que fuera
capturado
ahora funge de vocero del Ejército de Chile.
2. Ejemplo
de gloria
Pobrecito.
¿A qué torturas y amenazas lo habrán sometido? El problema es que
Elmore conoce toda la red del sistema de minas instaladas en el Morro,
sabe
su manejo y todo eso lo aprecian sus actuales captores tenerlo como
rehén para ellos es un tesoro.
Con
esta ya son tres las veces en que Chile pide la rendición. Y en las
tres, pese a la inmensa desventaja de fuerzas que tenemos, el rechazo de
parte
nuestra ha sido unánime. ¡Arica no se rinde!
Pero,
¡Elmore, hace ahora de emisario chileno! ¿Qué es esto? ¿Qué significa?
Significa que ya les entregó la información que necesitaban.
Como
corresponde, Francisco Bolognesi lo ha tratado con desprecio. Y ni
siquiera lo ha recibido. ¡Viva el Perú!, se oye desde una y otra
casamata en tinieblas,
enterrados en la arena en la noche tenebrosa y sin poder encender ni
siquiera un fósforo.
¿Qué
es la guerra? Pienso en mis hijos. Y en mis nervios lucha por un lado
el deseo de conservarme vivo. Pero lucha también el anhelo de legarles a
mis
hijos una patria digna y un ejemplo de gloria.
3. Se inicia
el ataque
Día 7 de junio. Es el amanecer y velamos al pie de los cañones. ¡Qué honda vibración es este emblema, esta bandera en
el alba, el Perú!
No hemos dormido. La noche es húmeda, fría y lóbrega. La neblina cubre los cerros y cala hasta el fondo de los huesos.
Son las cuatro de la mañana y ha sonado la diana de zafarrancho de combate.
Permanecemos de pie en los parapetos con el arma sujeta en nuestras manos y pegada a nuestro pecho o a nuestras entrañas.
Desde
abajo del poblado de Arica sube un concierto de cantos de gallos, que
no sé si es normal que canten así, o presienten algo.
A las cinco y quince del amanecer se pinta en el horizonte una línea negra que avanza.
Es Chile quien inicia el ataque.
Pronto hay fuego nutrido de fusilería.
4. Aquí somos
hermanos
La artillería chilena con los cañones Krupp desata un bombardeo infernal e implacable.
Son
lanzadas oleadas de soldados chilenos. Los batallones Iquique y
Tarapacá del Perú, a paso de trote, tratan de ganar la altura y son
diezmados.
Palmo a palmo son defendidas nuestras posiciones. Emerge como un titán Ramón Zavala, y cae.
Aquí ya no hay jefes ni subordinados. No hay clases ni jerarquías, no hay rangos ni grados. Una batalla torna los hechos
y situaciones a su estado más simple.
Todos somos hermanos que defienden, sin distingos ni diferencias ni de razas, ni de procedencias.
Todo es síntesis gloriosa.
Se escuchan explosiones que hacen retumbar la tierra. Estallan los polvorines peruanos.
Me veo envuelto en una confrontación cuerpo a cuerpo, a balazo artero y bayoneta.
5. Lo propio
y lo ajeno
La lucha es increíble.
Son las ocho y quince de la mañana y todo sucumbe en contra nuestra.
Estoy cerca de Bolognesi que sigue disparando revolver en mano.
Una bala le atraviesa el cráneo y cae salpicando con su sangre su uniforme y luego la tierra. Y cubriéndola con su cuerpo.
Todo El Morro cubierto por su cuerpo.
Estoy herido. Me he arrastrado hasta la pendiente desde donde podré arrojarme al abismo.
¡Hijos míos! ¡Ojalá que siempre se sepa cómo se luchó por el Perú en Arica!
¡Que por Arica siempre sean grandes los peruanos de toda condición, en toda circunstancia y en toda prueba!
Les dejamos una patria alta y sublime.
Nunca
fue tan hondo y vibrante ser peruano. Sentir lo propio y extraño; lo
que es tuyo, nuestro, ajeno y contrario. Es un abismo también reconocer
que
en esta vida hay enemigos.
– ¡Ríndase! ¡Ríndase! –Le gritan.
6. La vida
herida
Así veo que le increpan a Alfonso Ugarte que ha recogido la bandera de los soldados que la sostenían de a pie.
Pica su caballo y se arroja por el acantilado hacia el océano, casi por encima mío que yazgo tendido.
¿Dónde está Diosa esta hora? ¿Dónde encontrarlo en este promontorio? ¿Estamos solos en el universo?
Difícil
ser bravo y valiente sabiendo que todo es adverso, que todo escasea y
es incierto. ¡Y aun así hemos sido bravos y valientes!
Veo y escucho el repaso de heridos con la bayoneta y el corvo. He rodado ladera abajo.
Inunda el olor y el sabor a sangre, a pólvora y a catástrofe.
Inunda el aliento, la respiración humana mezclada a polvo, a aceite y dinamita.
Inunda el olor a despojos ensangrentados, a pólvora quemada junto a la humedad salada del mar.
7. ¡Perú!,
qué inmensidad
He caído desde un farallón hasta una saliente de roca. Aquí quedo. Me cuesta moverme.
Me estoy muriendo.
He podido deslizarme, cayendo por el morro. Apenas me sostengo en una rendija de la roca con cara al mar.
Tengo perforado el abdomen y una desgarradura honda de bayoneta a la altura del omóplato.
¡Arica! ¡Que nunca el Perú te olvide!
¡Y
tú, amor mío! Diles a nuestros hijos que su padre se inmoló en Arica.
Cuéntale que estuvo en este promontorio de lealtad y esperanza.
Diles que estuve en Arica y lo asuman como un alto honor y un privilegio que la vida les ha deparado.
Desde aquí veo que el monitor Manco Cápac se hunde. Su tripulación flota en el agua y es ametrallada.
Hay incendios por uno y otro lugar.
¡Perú, qué hondura y qué inmensidad tiene tu nombre!
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