¡NIÑOS,
SEGUIDME!
ENTREVISTA
A JACINTO DIESTRA
Danilo Sánchez Lihón
Verdadero
maestro es quien
inspira
1. El aire
de adentro
Para
las Fiestas Patrias el maestro don Danilo, tu papacito, se dedicaba de
cuerpo y alma, arreglar los estandartes, a pintar las astas de las
banderas y a ayudarnos a hacer escudos e insignias que él mismo recorta
junto con nosotros sacando los números de los almanaques pegando ahí con
todo orgullo el 271.
Porque
ese era el número de nuestra escuela, pegándolo en la franja blanca
dentro de los dos campos de color rojo, como era la insignia que
confeccionábamos y prendíamos mediante broches e imperdibles en la manga
izquierda de nuestro uniforme, a la altura del brazo.
Y se dedicaba también a la preparación de la Banda de Guerra, que ¡ni se diga la destreza con que lo hacía!
Por ejemplo, a mí me enseñó a emboquillar la corneta, indicándome con un gesto hasta cómo fruncir la boca:
–
Mira –me dijo– pones los labios así. A ver, húndelos así, no muy
adentro... Ahí nomás. Ahora sopla. Y cuando soples jala el aire de
adentro de este modo, desde aquí.
Y me ponía su mano señalándome el pecho.
2. Para
todo
–
Ahora sopla. Pero no hinches así las mejillas ¡como globos! Porque se
te pueden desprender las orejas. Ahí. Bien. Ahí. Bien. Ahora, fuerte...
¡Sopla fuerte! ¡Sopla! ¡Ya ves!
Y recién salía el sonido nítido y cristalino de la corneta.
–
¿Ya ves? ¡Cómo te salió! A ver, hazlo otra vez... Ya... ya aprendiste.
El resto es ejercicio..., ¿ves cómo te sale ahora el sonido...? límpido.
Pero ¡cuida que no se te vayan a caer las orejas por el esfuerzo de
soplar mal!
¡Y sabía enseñar, pues! Era un señor con unas habilidades estupendas para todo, ¿ah?
En
la escuela, con él curtíamos los pellejos para cambiar de cuero a los
tambores, trabajo bien pesado este, que empieza sabiendo escoger el
pellejo para que suene bien el instrumento y no se rompa.
¡Porque ¡no cualquier pellejo sirve! O bien se rompe rápido o bien no suena como debe sonar un redoblante. O bien se desgarra.
3. ¡Rompan
los taroles!
Como
también hay que saber golpear con la baqueta, si no termina el cuero
agujereado, como un tarro de leche abierto con un cuchillo, o lo que
sea.
Hay que ser curiosos. ¡Y sí que él era muy curioso!
Pintábamos
los aros, cosíamos los templadores, torneábamos las baquetas, untábamos
las badanas con sebo... Todo lo hacíamos nosotros por iniciativa,
entusiasmo y dedicación de tu papá.
¡Era
incansable! ¡Ponía esmero y cuidado en cada detalle! Pero ya en el
desfile se emocionaba tanto que, marchando al lado nuestro con su
uniforme caqui, igual que nosotros, gritaba su arenga y consigna, que
era:
– ¡Muchachos! ¡Ahora, rompan los taroles! ¡Fuerte! ¡Más fuerte! ¡Rompan los taroles! –Ese era su grito de guerra.
¡Y entonces nos dábamos íntegros!
Con un maestro así, ¿quién no va a sentirse comprometido, ah?
4. El alma
de todo
Lo
veo y se me figura íntegro, por la fisonomía y la manera de ser, ¡te
juro! ¡Un César Vallejo auténtico! Cuando imagino a César Vallejo lo
imagino como a tu padre: la misma mirada, la misma conformación ósea,
los pómulos salientes, la tez trigueña, muy bien peinado con sus ondas a
los costados.
Pero,
sobre todo, con la misma alma, la misma entraña, pegados a sus
sufrimientos, ternuras y miedos, aparentemente severos, pero en el fondo
muy tiernos.
(En
este punto de la entrevista interviene Carlos Diestra, hermano mayor de
Jacinto y quien durante toda la conversación ha estado atento, pero
callado. Y participa diciendo: "Realmente, el alma de todo era don
Danilo. Él nos enseñaba todo. Era el entusiasta. Porque, ¿quién nos
enseñaba a modelar en esculturas de barro? Don Danilo. ¿Quién nos
enseñaba a hacer las cometas, las antorchas, los escudos? Él. ¿Quién
preparaba el desayuno en la escuela con sus alumnos? Don Danilo. ¿El
equipo de fútbol? Don Danilo. Las grandes excursiones ¿quién las
preparaba? ¡Él!").
5. Los
carrizos
Ya
para agosto –continúa Jacinto Diestra– era el concurso de cometas en
Chaychugo... que empezábamos yendo a traer el carrizo desde El Naranjo.
¿Mira, ah? Porque de lo contrario seguíamos con la malhadada costumbre
de jalar, a escondidas, los carrizos de los techos de nuestras casas.
Ahora
que lo pienso eso era pernicioso y hasta nefasto. ¿Cómo vas a destruir
el techo de tu casa para hacerte una cometa? ¡Pero, eso hacíamos,
sacando los carrizos entretejidos! Y está bien que nuestras mamitas,
especialmente las abuelas, nos castigaran por ello.
Porque
así causábamos que las tejas se muevan e hicieran esos goterones en las
paredes producidos porque las tejas se movían, pues. Y que creaban las
goteras que terminaban por tumbarte tu casa. los nudos que tienen los carrizos y porque están amarrados con soguillas!
Y
nosotros a escondidas sacábamos de ahí los carrizos para hacer las
cometas. ¿A qué maestro se le ocurrió hacer una excursión anual para
traer carrizos frescos que además hacían las cometas más resistentes al
viento? ¡A tu papá!
6. Todo
se sabe
Para
eso, a mediados de Julio, se organizaba el paseo a El Naranjo,
precisamente para traer carrizo a fin de hacer faroles y cometas.
Mira
¿ah? ¡Visión que él tenía!, porque ¿qué padre no se descuida, y
terminas trayéndote abajo el techo y las paredes de tu propia casa por
jalar los carrizos que sostienen las tejas?
¡Y todo por hacer cometas!
¡Yo lo he hecho! ¡Yo he jalado y he causado perjuicio y daño a mi casa! Y es que es inapelable nuestra pasión por las cometas.
Y todo niño ha jalado esos carrizos ¡y eso es grave! porque a consecuencia de ello hay goteras y ¡abajo paredes!
Pero
para eso estaba don Danilo que organizaba toda una excursión sólo para
traer carrizos, sabiendo la gran afición de los niños por esos juegos.
¿Otras escuelas lo hacían? ¡No! ¡No lo he visto ni tampoco lo he sabido! ¡Y en Santiago de Chuco todo se sabe!
7. ¿Qué dice
en ese signo?
Pero, ¡más grandes eran las excursiones a las ruinas de Huasochugo!, que él organizaba.
Era
un viaje largo y agotador porque, mira, había que hacerlo en una sola
jomada y con niños pequeñitos, por plena jalca, ¡para llegar a dormir en
Uningambal!
Y,
al otro día, recién hacer la caminata a Huasochugo. ¡A tu papá le
encantaba mucho ese sitio! ¡Y es que para los santiaguinos es como ir a
Machu Picchu! Es la construcción más alta, y el vértice de esa zona
andina, porque desde esa ciudad incaica ya se divisa el mar.
¿Cómo
es que nuestros antepasados construían sus ciudades en los puntos más
elevados, ¿ah? Un verdadero investigador tu papacito.
Mira...
te voy a contar, y esto es como si lo estuviera viendo. Allí hay una
piedra en un muro, y en ella hay una figura geométrica, propia de
nuestros antecesores Incas o preincas.
– ¿Así?
8. Signo
en la piedra
–
Él se quedó mirándola y la acarició con los dedos y la mano poniéndola
como cuando la posamos en la cabeza de un niño a fin de darle nuestro
aliento y cariño.
Y yo que iba ahí nomás, en su detrás, le pregunté al notar su actitud de fervor y honda adoración:
– Maestro, ¿qué dice en ese signo?
Y
él, que lo seguía mirando, me contestó con esta frase que, para mí, se
ha quedado para siempre como un símbolo de lo que es ser un auténtico y
verdadero maestro, como lo fue tu padre. ¿Cuál fue esa frase? Te lo
diré.
Pero
primero déjame decirte que lo dijo con tanta naturalidad, como si lo
supiera de antemano, como si estuviera esperando mi pregunta y hubiera
estado pensando en eso. Tanto que me parece ahora que él había
encontrado el verdadero mensaje de ese signo en esa piedra.
9. Frase
de un verdadero líder
Y
ha sido, ¡te lo juro Danilo!, el verdadero derrotero de mi vida de
maestro. Porque mira: ¡era como leer en una fuente, ah! Porque esa
excursión a Huasochugo él la organizaba todos los años.
– Sí, me acuerdo.
Y
él iba hasta allí a refrescarse, a beber en una poza de agua
cristalina, a recoger inspiración y ¡llevando a toda su escuela!, como
ya te he dicho hasta a los niños más chiquititos, verdaderas
criaturitas, como a muchos otros lugares, que te contaré en otra
oportunidad...
Esa frase que me dijo y, que, según él, decía allí en esa piedra, con ese signo, era ésta:
– "Niños, ¡seguidme!".
Imagínate,
qué cosa tan fresca y profunda, a la vez clara y tremenda, como lema de
un maestro y que él veía en una piedra de nuestra cultura milenaria. La
frase de un verdadero líder, como debe ser todo maestro.
Nota
explicativa
Entrevista
realizada al profesor Jacinto Diestra el 15 de septiembre del año 2001,
en reunión llevada a cabo con ocasión de cumplir 68 años de vida, el 11
de septiembre. Estuvieron presentes Manuel Vejarano, Carlos Diestra,
Juvenal Sánchez, Margarita Diestra, René de Somocurcio, entre otras
personas.
Jacinto
Diestra nació en Santiago de Chuco el año 1933. Estudió en el Seminario
de San Carlos y San Marcelo en Trujillo. Fue profesor de Filosofía en
el Colegio Claretiano de San Miguel, en Lima, y de Educación Cívica y
Ética en el Centro Educativo José Olaya, en el distrito de La Perla, en
el Callao. Murió el 13 de octubre del año 2001).
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