lunes, 4 de agosto de 2014

EL ACTO DE ESCRIBIR: FOLIOS DE LA UTOPÍA - LA TINTA ES ALIENTO Y ES SANGRE - DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

 
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
2014 AÑO
DE LA BATALLA DE LA LECTURA Y
ESCRITURA POR LA CONSTRUCCIÓN
DE UN MUNDO MEJOR
 
AGOSTO, MES DE LOS NIÑOS,
DE LA JUVENTUD, LAS COMETAS,
EL DEPORTE, EL FOLCLORE Y
DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO
 
 
 
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PRÓXIMAS ACTIVIDADES
DE CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
 
 
PRESENTACIÓN
DEL LIBRO
 
VOCES DEL ALMA
 
DE
MANUEL RUIZ PAREDES
 
PANEL
DE COMENTARISTAS
 
RAMÓN NORIEGA
DANILO SÁNCHEZ LIHÓN
 
CONDUCCIÓN
LUCY MARTÍNEZ
 
MARTES 5 DE AGOSTO. 6.30 PM
CASA DE LA LITERATURA PERUANA
 
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PRESENTACIÓN
DEL LIBRO:
 
INTENSIDAD Y ALTURA
EN CÉSAR VALLEJO
 
DE
DANILO SÁNCHEZ LIHÓN
 
EXPOSITORES:
 
CARLOS ROJAS GALARZA
MANUEL VEJARANO SÁNCHEZ
JULIO YOVERA BALLONA
 
CONDUCCIÓN:
MANUEL RUIZ PAREDES
 
JUEVES 21 DE AGOSTO. 6:30 PM
CASA DE LA LITERATURA PERUANA
ANTIGUA ESTACIÓN DESAMPARADOS
AL COSTADO DEL PALACIO DE GOBIERNO
CENTRO HISTÓRICO DE LIMA
 
El hogar, la madre, la tierra de origen,
como la vida y la muerte son los contenidos
de este libro, buscando explicación para estas
realidades en la vida y obra de César Vallejo; ejes
que son el sustento y columna vertebral del acontecer
cotidiano; luz, agonía y vitalidad de la existencia del
hombre en su condición natural que en la poética
del vate universal se lo reconoce e identifica
como intensidad y altura.
 
 
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EL ACTO
DE
ESCRIBIR
 
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
 
LA TINTA
ES ALIENTO
Y ES SANGRE
 
 
 ENTREVISTA A
DANILO SÁNCHEZ LIHÓN
SOBRE “PIEDRA DE ALERO”
Quinta parte
 
DOCTORA MARA L. GARCÍA
BRIGHAM YOUNG UNIVERSITY
 
MG: Dr. Danilo, Piedra de alero es un libro que valora la casa y la familia en Santiago de Chuco. Además, en este texto usted desnuda su alma al lector. ¿En qué momento de su vida escribió este libro?
 
DSL: He escrito este libro en distintos momentos de mi vida, como apuntes que se hacen en los caminos. Sus partes, elementos o capítulos son como jirones de piel o de las entrañas que nos arrancan las espinas al borde del sendero, suscitados por las preguntas que nos hacemos en las posadas cuando el sueño tarda en aprisionarnos tras sus barrotes. Y, ¿para qué? Para que al final no quede nada de nosotros, para que seamos como esas casas vacías en donde resuenan los pasos porque no hay nadie, ya todos se fueron y hasta las cosas se esfumaron convirtiéndose en recuerdo, al decir: tal cuadro había en esa pared, había una mesa en este lado, allá quedaba la cama, sin nada ya dentro. Después que todo lo hayamos dicho en la escritura y seamos como espejos vacíos donde no hay nada de la vida que pasó al frente pero también dentro de ellos, porque de alguna manera allí quedamos retratados aunque sea como sombras o figuras.
 
MG: Piedra de alero es un texto que enternece y conmueve al lector calando en lo más hondo del ser. ¿Qué tipo de tinta utilizó para escribir este texto que tanto sorprende al receptor?
 
DSL: A fin de ganarle a la pregunta una significación más allá de la anécdota de cuál es la tinta mecánica con que escribo, tinta puede simbolizar el aliento o la sangre, pero también el proceso de extraerla y de derramarla en la página en blanco, es decir con ella podemos estar refiriéndonos al arte de escribir; claro, pero primero ciertamente debo confesar que yo escribo con lapicero. Y además no puede ser con lapicero de tinta seca sino siempre con tinta líquida, es decir pergeño artesanalmente todo lo que escribo, es decir primitivamente, del modo más simple, sin poder hacerlo a computadora. Las personas que se enteran de esto exclaman; ¡No puede ser! ¡Tremendo trabajo, primero escribir a mano y después copiarlo o digitalizarlo! Pero, ¡así es!
 
MG: Aunque parece un proceso excesivo, pienso que tiene un valor ritual y simbólico. En el acto de escribir, su yo escritor se somete a su yo crítico cada vez que corrige y digitaliza sus borradores. Además el acto de la escritura, le permite crear su ámbito de refugio propio donde usted se cobija y se aparta del mundo de la realidad extratextual y en el espacio de la creación, logra su realización y el poder absoluto sobre las palabras. 
 
DSL: Ojalá todo lo que acaba de decir sea cierto. Pero confieso que yo más me demoro copiando que escribiendo. Y lo hayo yo mismo, porque nadie me ayuda en esto un solo grumo o adarme, me refiero en copiar de esas páginas que escribo y que muchas veces son jeroglíficos ininteligibles, que ni yo mismo los entiendo porque escribo casi dormido, mucho menos lo va a entender cualquier persona que no lo haya bosquejado ni sepa de qué se trata, y que no tiene por qué soportar enfrentarse a esos trazos oscuros y enrevesados. Y peor aun cuando corrijo, que siempre es un trabajo solitario, más aún que el trabajo creador porque al corregir solo estamos con las palabras en su estado de soledad. Y todo esto ciertamente lo hago con tinta. La tinta se relaciona no solo a escritura sino también a soledad. Escribo con mi mano, a pulso y escarbando, con la pluma que va cubriendo el paisaje de la hoja y se va configurando como un mapa desgarrado, una cosmografía atroz, indudablemente con sus huecos negros, galaxias y estrellas por donde seguramente yo muero. O me pierdo en el confín del horizonte inabarcable que nunca termina.
 
MG: Lo mismo hacía su coterráneo César Vallejo, el cual siempre estaba revisando sus escritos. A pesar de los beneficios que ofrece la tecnología usted prefiere usar un proceso más tradicional para escribir. ¿Por qué?
 
DSL: Porque no puedo escribir creativamente en computadora. La uso sí para después copiar lo que he escrito a mano, siempre con tinta azul o negra, cuando la azul me traiciona porque se acaba y me deja varado en el fragor de una batalla, tinta que se extiende y que se expande, y se va perfilando en la página en blanco como en la creación del mundo, separando el agua de la tierra, la luz de la noche, dejando huellas, pasos furtivos, incisiones rectas u oblicuas; horadadas directamente con nuestro pálpito, con nuestro arrebato, más con la ilusión que con el desengaño; y que reconozco como un acto de distensión y a la vez de contracción, de ahondamiento de la vida, temporal y espacial, hacia los bordes, abarcando los cuatro suyos o puntos cardinales, que brota o que sale a través de un chorro que es la punta del lapicero que expande la tinta y que es la vida que uno quiere dejar fluir, perennizar y hacer eterna, siempre como si ello fuera un río, a la vez grato y temible, fascinante y aterrador, como es en verdad un torrente. Porque: ¿qué río no es una marca y un estigma? El más pequeño lo es, si pensamos cómo fluyen y resuenan sus aguas fantasmales en la noche hasta desaparecer, que es como tocar los huesos y los nervios del mundo y de la vida.
 
MG: El poder de la escritura asombra y asusta como el de las aguas de un río cuando repunta.
 
DSL: Es cierto. ¿Qué más fascinante y aterrador que un río, digo yo? Que carga su caudal repentinamente e inunda las orillas. Es como el estro del amor. ¡Y así la escritura! Yo les tengo por eso mucho respeto a los ríos, les tengo reverencia y tanta fascinación que adoro los ríos como si fuera un ser arcaico y salvaje que no sabe lo que son. E igual me parece la escritura, un río en donde la tinta para mí es ritual, porque se enraíza y entreteje, porque es fatal por donde suelta su caudal y discurre como un río bravo o apacible, que a veces me parece que no tiene ojos, que es ciego como la escritura, que da igual que discurra de noche o de día y que nunca sabe que sobre él hay un puente que lo cruza y se burla. Es mejor que nuca lo sepa, porque de lo contrario no escribiría su propio destino. Y, ¿cómo es que los ríos existen, me pregunto?
 
MG: En verdad, los ríos son siempre misteriosos.
 
¿Cómo es que a la vez la escritura sea posible, me cuestiono yo mismo? Siempre me asombro de que haya una conformación del mundo que haga posibles los ríos, con montañas y valles que se encajonan, con hondonadas que se profundizan y ensombrecen, con abras por donde el río pasa rompiendo una cordillera, e igual que tengamos que escribir lo que bastaría con dejarlo vivir. Nada más, más ¿para qué? ¿Qué es eso?, me espanto. Pero, igual la escritura, me asombra. ¿Para qué?
 
MG: Seguramente porque es inevitable.
 
Es cierto. Por eso, yo casi siempre en las noches antes de dormir pienso en los ríos. ¡Qué hondos son en la oscuridad y dentro del alma con sus aguas que por más realidad que tengan siempre son aguas espectrales, son trasgos, sombras y signos que representan otras cosas! ¡Igual escribir! ¡Y qué vastos son esos dominios, y qué atroces! Así también la literatura. El río tiene su tinta, y el escribir también sus aguas arremolinadas y traicioneras. Y ambos son marcas y estigmas en el universo. Y pensar que pasan por el alma de uno, por dentro de nuestros huesos, nervios y tejidos; que entran a nosotros y salen de nosotros, atravesándonos. Y así reconocer que sus caudales son pavorosos idénticos al de la tinta con que se escribe, sea un poema o sea un cuento o un simple apunte, a veces más hondos e inconmensurables que los ríos mismos.
 
MG: Me parece importante lo que mencione al referirse al río.  El agua es uno de los elementos que se conectan con la madre y como lo anota Gastón Bachelard, éste es uno de los 4 elementos más acunadores. Se podría decir que la tinta es la leche materna que nutre los escritos. En sus textos como en: Otro mundo es posible (2012), Piedra de almas que penan (2012), entre otros, usted deja establecido que hay un más allá conectado con el más acá, ¿cuál es su concepción a este respecto?
 
DSL: ¿Mi visión del más allá? es que Jesús nos enseñó algo simple y absoluto, cuál es que la vida es sagrada. Y que no nos pertenece. Que mi vida, aparentemente sola, individual, aislada y particular, arrojada en apariencia al mundo como un canto rodado tiene el sello de lo divino, que es divina, y que en ella está Dios. Esto es para mí una verdad absoluta. Como lo es también que debo volver a la casa del Padre de donde hemos salido por un rato, es la convicción que tengo. Que por lo pronto yo soy un hijo pródigo que todavía no regresa. Que todos somos hijos pródigos, que hemos dejado la heredad paterna, pero que está en nosotros como clave el volver, al mismo tiempo que tenemos la marca o el sello de dónde venimos. Que en nosotros están los ojos del padre que sale a lo alto del alminar a mirar en lontananza, y los brazos que nos tiende en el camino del regreso, y del hermano que recela, de la fiesta de bienvenida y en la tierra de promisión.
 
MG: En la hermosa parábola de Cristo.
 
DSL: ¿Qué quién soy yo para desmentir que todo eso es cierto? Jesús es el referente principal en mi vida. Ya se me quitaron las ínfulas de intelectual barato. He estado en todas las mesas de los cínicos. Y seguramente he sido uno de ellos. Yo reconozco mucho en mi vida la mano de Dios, su guía y amparo. Reconozco que ha estado al lado mío en los momento más supremos. Y que sigue estando aquí en los momentos más difíciles, conmigo. Que yo le debo gratitud, cariño y devoción; que mi vida la ha bendecido, y que seguir vivo es un milagro. Y que este hecho requiere de mí aún mayor consagración, mayor sacrificio y desvelo.
 
MG: Me recuerda los versos de Vallejo de su poema “Dios” cuando expresa: “Siento a Dios que camina/tan en mí, con la tarde y con el mar./Con él nos vamos juntos. Anochece. /Con él anochecemos, Orfandad.” Quiero agradecerle mucho, Dr. Danilo Sánchez Lihón por permitirme esta entrevista sobre su texto Piedra de alero
 
 
 
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