CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
2014 AÑO
DE LA BATALLA DE LA LECTURA Y
ESCRITURA POR LA CONSTRUCCIÓN
DE UN MUNDO MEJOR
ENERO, MES DE LA DEFENSA DE LIMA
DEL NACIMIENTO DE ARGUEDAS, HERAUD
Y LOS PARADIGMAS DE MACHUPICCHU
CAPULÍ ES
PODER CHUCO
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MIS
VACACIONES
ÚTILES
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
VUELVO
A MI OFICIO
DE CARPINTERO
Danilo Sánchez Lihón
1. Desde
el umbral
Enero es punto de partida y también de llegada. Mes renovado, jubiloso y pletórico. De inicio y también de término. Vértice y puente. Mes dulce y furtivo.
Ya pasó la Navidad y Año Nuevo. Y ya no hay clases en la escuela. Ya se siente el vacío del transcurrir de las horas sin asidero. Ya la lluvia arrecia y ya es largo e inacabable el día y el tiempo libre.
¿Qué hacer? Revisaré en mis libretas de apuntes los libros que leí en las vacaciones del año pasado. Y leeré otros.
Los pediré prestados de la Biblioteca Municipal. Algunos otros nuevos volúmenes de la biblioteca de la Beneficencia Pública y algunos otros de la Parroquia.
Y volveré estos días a mi viejo oficio de carpintero. Y a contemplar desde el banco de madera donde trabajo a la gente que pasa. Y desde el umbral las tempestades que se desatan, y sus goteras que asordan con su rumor en el tejado, en los árboles y en las piedras.
2. Y que es
único
Mientras, el ajuste del torno y el cepillar de la tabla nos devuelve la misma lluvia pero desde dentro del árbol de cedro, aliso o toronjil que convertimos en mesas, baúles o roperos.
Saldré un momento a la puerta, cogiendo quizá algún pedazo de pino oloroso en la mano, a ver correr el agua bajando como un río por la calle empedrada, mientras se arrebujan las personas bajo los aleros, sin poder cruzar la calle.
Volveré a los trozos de madera que se juntan y cepillan, se encolan y se clavan, viendo cómo surge y se hace una silla, un estante, una mesa de centro con sus patas con ojivas y volutas.
Viendo cómo el serrucho va cortando la madera al impulso de una idea, del brazo que la divide, y del anhelo por construir algo que antes no existía, y que es único por humilde que sea.
Caminaré hoy hasta el taller de don Ernesto Villalobos, a tres cuadras de mi casa hacia la parte baja, como si fuéramos al puquio o al Pozo Sagrado, donde yo mismo voy y me empleo.
3. Oficio
cristalino
Donde no es necesario que él me llame ni yo le solicite trabajo, sino que llego, lo saludo, siento que él se alegra, retira algo del banco sin uso; y voy hacia las maderas que son retazos que él ha ido acumulando.
Porque tengo desde muy niño un acuerdo tácito con él, para que yo allí corte, cepille y fabrique lo que se me ocurra, en este oficio sencillo, ensimismado y cristalino como es la carpintería; y del cual dice la gente:
– Es la mejor ebanistería del pueblo.
Dicen ebanistería. Pero a él en verdad le temen o por lo menos recelan, porque es un hombre austero, solitario y sin palabras vanas, tras su mandil de cuero; esmirriado y casi mudo, no porque no hable sino por lo que piensa.
De intensos ojos azules y rostro angélico, siempre con un cigarrillo prendido en la comisura de sus labios, finos y agestados, mientras con las manos serrucha, encola y cepilla.
4. Extasiado
de ver
¿Cómo llegamos a confiar el uno en el otro, pese a ser yo un chiquillo y él casi un anciano?
Fue pararme ante su puerta, absorto ante la maravilla de ver cómo cuadra, cómo hace un orificio con el berbiquí, cómo hace una hendidura utilizando una gubia, cómo labra una muesca con el formón, cómo ensambla una juntura.
Al ver con asombro y embeleso cada herramienta: distintos cepillos, variadas escofinas, diversos tornos, haciendo que mi fascinación se deslumbre. Nunca hubiera imaginado que existieran tantos tipos de taladros, martillos y serruchos, cada uno con su función, carácter y hasta con su propia música, tonada y alma.
Extasiado de ver cómo se riza la viruta, cae el polvillo del aserrín en un montículo, y la madera emite gemidos y esa fragancia secreta que evoca torrentes, vientos, fuentes, nidos de pájaros. ¡Y nos transporta a la campiña entera donde el árbol ha vivido todas sus emociones. Y cómo va surgiendo de sus restos una mesa, un armario, una cuja.
5. Legendario
caballero
Fueron horas de pie en su puerta en un silencio arrobado y religioso y absorto viéndolo hacer su trabajo. Y él paciente, sin molestarse, y como si yo no existiera.
Él siguiendo una línea negra de su lápiz de punta plana u horizontal trazada en la madera, con movimientos regulares o acompasados de la sierra manual.
O, cuando corta en redondo, con una segueta que lleva acoplada una cinta dentada muy fina que se ajusta con tuerca de mariposa en un armazón espacioso, siguiendo una línea en círculo.
O cuando cepilla, la serpentina de madera que ora es fina, ora gruesa, de acuerdo a la abertura que él regula en la garlopa entrecerrando los ojos.
Y yo tratando de leer algunos números en las volutas de humo que desprende su cigarro, siempre prendido a un costado de la comisura de sus labios finos, en su figura adusta de legendario caballero andante.
6. No sé
por qué
Allí, con su mandil de cuero en su cuerpo enjuto y liso; con los ojos azules y el cabello castaño, con su rostro solitario y ausente, midiendo y cepillando las tablas, me mira de repente no sé si cariñoso o compasivo.
Hasta un momento en que me hace pasar, diciéndome:
– De esos pedazos de madera, a ver ¡haz lo que quieras!
Y de mis manos van apareciendo cofres para mi mamá, alcancías para mis hermanos, repisas para los dormitorios, una caja de lustrar zapatos para papá, mesitas de noche que él alza en sus manos, las mira por uno y otro lado y celebra embelesado.
Y que en mi casa mis hermanos lo acogen con exclamaciones de admiración y júbilo.
Así me permitió, no sé por qué ser el carpintero que soy. Y que él descubrió en mí en base a no sé qué prodigio.
A él, sin embargo, le temen, aunque nunca hablen mal como hacen de todos, quizá porque de ahí sale la ebanistería más insigne, noble y reluciente de mi comarca.
7. Inmenso
cariño
Y no acepta obra que no la vaya a poder tener lista para la fecha que le piden y él ofrece, incluso precisando la hora con la anticipación de uno o dos meses.
He sido testigo de cómo ha rechazado dinero, contante y sonante que le ponen en la mano, para una obra que iba a interferir para que él deje de cumplir con otras a las cuales ya se había comprometido.
Es la única persona de mi pueblo que conoce Norteamérica y ha viajado y vuelto de Europa.
Es el único ser humano de mi pueblo quien ha cruzado en barco el canal de Panamá. ¡Nadie más! ¡Y el relato que hace de este portento es sencillamente extraordinario! Y solo yo sé buscar el momento para que lo cuente.
A ratos pienso que él me permite usar su madera, que me la obsequia, y utilizar sus herramientas, que son finas, y la cola y los clavos que compra de Trujillo, solo para tener quien le escuche hablar, de lo que él quiere contar.
8. Por donde
muere el sol
Mis padres saben dónde estoy. Y les complace. Y cada obra que termino lo celebran, lo felicitan y agradecen con una sonrisa callada que trasunta el más inmenso cariño y casi la devoción en lo que yo puedo hacer.
Les encanta cada vez que llego con una joya de madera en donde incrusto espejos, iniciales y encajes de metal.
Ahora ya saben dónde buscarme. Y hasta allí llegan en tropilla mis hermanos pequeños al principio para mirarme hacer y después de un rato para decirme:
– Mamá dice que ya la mesa está servida y los platos se están enfriando!
– ¡Y recién me lo dicen! –Les regaño–. ¡Vamos!
Y subimos la cuesta, abrazados.
Nunca el maestro me pidió que le ayude ni siquiera a sujetar una tabla o madera. O a traer algún tablón, de los que tiene secándose en su corredor, en el interior de su casa, por donde muere el sol de la tarde.
9. Las savias
de la tierra
Todo es dejarme hacer lo que yo quiera componer. Tampoco, nunca me ha corregido algo.
Al contrario, se pone a mirar lo que yo hago. Y lo contempla satisfecho y, a veces, maravillado.
Algunas veces, cuando abre la puerta hacia el interior de su casa para traer una olla donde hierve la cola, veo la figura de una señora, que es su madre.
Su taller tiene concentrada la esencia de los bosques y las flores de todo el universo.
La fragancia de los árboles que han absorbido todas las savias de la tierra.
Y pienso que ésta también fue una escuela en mi infancia, en el período de vacaciones, desde cuando cursaba la Educación Primaria y en todos los años que estudié en el colegio, hasta salir de mi pueblo.
10. Un día
como hoy
Y es desde aquí, de donde cada fin de año escucho el reventar de los cohetes en el cielo, anunciando que ya vivimos el advenimiento de la Bajada de Reyes, o que en tal o cuál casa se celebra la Levantada del Niño Dios, o la llegada de los Reyes Magos.
Avivando la imagen en nuestros corazones que en alguna casa hay aires de fiesta, con rica y abundante comida, con alguna orquesta aldeana que entona huaynos, serranitas y marineras.
Mientras se sirven tamales y se cruzan miradas y requiebros que harán que en los años y décadas futuras por una hora como esta se llore, se evoque desconsolados. Y tal vez hasta se muera.
Teniendo al frente ahora el muro derruido pero que se va llenando otra vez de flores de todos los colores y matices, que al principio parecía musgo, después yerbas malas, pero ahora han ido tomando cuerpo, espesor y altura. Y un día como hoy han estallado en esa vieja pared todas las flores del universo.
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