CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
2013 AÑO
EVANGELIO VALLEJO DE LA SOLIDARIDAD
Y UNIVERSALIDAD DEL MUNDO ANDINO
JULIO, MES DEL MAESTRO;
DEL SANTUARIO HISTÓRICO
DE MACHU PICCHU; BATALLA
DE HUAMACHUCO, LEONCIO
PRADO; Y FIESTAS PATRIAS
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PRÓXIMAS ACTIVIDADES
DE CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
ACTO DE HOMENAJE
AL MAESTRO
Y A SUS LUCHAS
PRESENTACIÓN
DEL LIBRO
TRES DOCENTES
HABLANDO
DE VALLEJO
AUTORES:
PERCY JULIÁN URIBE
CARLOS ROJAS GALARZA
JULIO YOVERA BALLONA
PANEL
DE PRESENTACIÓN
WALTER QUIROZ
DANILO SÁNCHEZ LIHÓN
ACTUACIÓN ARTÍSTICA
MARGOT PALOMINO
FREDERIK SOTOMAYOR
JUEVES 4 DE JULIO
LOCAL DEL SUTEP
CAMANÁ 550. CERCADO DE LIMA
6.30 PM.
INGRESO LIBRE
SE AGRADECE SU GENTIL ASISTENCIA
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PRESENTACIÓN
DEL LIBRO
CÉSAR VALLEJO
POETA UNIVERSAL
DE
MARA L GARCÍA
BRIGHAM YOUNG UNIVERSITY
EDICIÓN DE LA UNIVERSIDAD
NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS
PANEL
DE PRESENTACIÓN:
ELID BRINDIS
MARCO MARTOS
DANILO SÁNCHEZ LIHÓN
ACTUACIÓN ARTÍSTICA:
RICARDO ELÍAS
FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO
MIÉRCOLES 24 DE JULIO, 4 PM.
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CONVOCATORIA
XV ENCUENTRO INTERNACIONAL
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
TELÚRICA DE MAYO, 2014
LIMA:
MARTES 20
Y MIÉRCOLES 21
TRUJILLO
JUEVES 22
SANTIAGO DE CHUCO
VIERNES 23
SÁBADO 24
Y DOMINGO 25
DEL MES DE MAYO
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PÁGINA WEB
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http://spanport.byu.edu/faculty/GarciaM/new/CapuliXV.htm
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Teléfonos Capulí:
420-3343 y 420-3860
99773-9575
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dsanchezlihon@aol.com
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3 DE JULIO
DÍA DE
CUMPLEAÑOS
VIDA
DE
HOGAR
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
MI
HERMANA
ROSITA
Danilo Sánchez Lihón
Amadas sean
las orejas sánchez
César Vallejo
1. O no sé
por qué
– Anda y devuélvele ese maíz y esas papas podridas a tu abuela. Y dile que mi padre dejó muchas haciendas y propiedades. Y que yo fui su hija más querida. Que nunca le he pedido nada. Y tampoco nunca ella me ha dado nada de su propia iniciativa, pese a que es mi madre y tengo tantos niños pequeños. Que sin embargo sus terrados están llenos de papas, de maíz, y de trigo; de lentejas, arvejas, ocas y ollucos que se pudren. ¿Por qué entonces te va a dar a ti esas papas y ese maíz podrido? Dile que siquiera una pizca de lo que gasta en sus invitados y en sus fiestas sociales algo te de a ti, no a mí que soy su hija, sino a ti que eres su nieta. O, acaso, ¿no se conmueve de unos niños tan tiernos? Pero ese maíz y esas papas lo dejas ahí, con canasta y todo. A ver que ella lo coma.
Y por el llanto desgarrado de mi madre, o no sé por qué razón, mi hermana obedeció tal y como ella lo indicó, quizá también cansada de tanta indiferencia. Fue y expresó todo lo que mi madre se había desahogado en ese momento de dolor.
2. No tocó
la puerta
– ¿Eso ha dicho que me digas tu mamá?
– Sí.
– ¿Y tú vas a dejar ahí esa canasta para que yo coma ese maíz y ese trigo?
– Sí.
– ¡Ahora vas a ver!
Mi abuela salió así como estaba vestida. Ni siquiera cogió su pañolón. Y caminó las cinco cuadras y media de distancia hasta nuestra casa cegada por la ira, la indignación y la cólera.
No tocó la puerta sino que la empujó. Entró como una tromba encontrando a mi madre aun llorando en el corredor a un costado del patio, quien estaba en cinta, con su barriga abultada de Luz Elvira. Pero aun así la cogió por los pelos, la arrastró por el suelo y le dio duro con una raja de leña, diciéndole.
– Ninguna hija va a atreverse a decir eso a su madre.
3. Paño
de lágrimas
Fue motivo para que a la siguiente semana todos nos viniéramos a Trujillo subidos en un camión llamado Río Pallanga, donde se hizo un toldo porque era sábado y llovía.
Trajimos petates y colchones. Y no dejamos ni siquiera el batán. Y hasta Argos, el perro, vino con nosotros. Cargamos carrizos y magueyes para alzar cualquier cabaña rústica en cualquier arenal.
Eran los primeros meses del año 1966. El 6 de abril nació mi hermana Luz Elvira ya en Trujillo, siendo la única de los once hermanos que somos que no nació en Santiago de Chuco.
Una semana después, el 14 de abril, murió mi abuela Rosa, madre de mi mamá, de quien mi hermana lleva su nombre.
Y es que mi hermana Rosita desde que nació se convirtió en el paño de lágrimas de mi madre.
4. Hasta la mitad
del escalón
Hoy día 3 de julio es su cumpleaños. Cuando ella nació yo tenía cinco y mi hermano Juvenal siete años.
Mi madre daba tantos gritos porque la bebita decían que se había atravesado en su vientre.
Eran las dos de la mañana cuando a hurtadillas y temblando veía cómo la sentaban en la cama, la amarraban unas frazadas en la cintura, la alzaban y sacudían en vilo, en el aire para que la criatura bajara.
Y ella dando unos alaridos que a Juvenal y a mí nos estremecían.
Por eso, nos llevaron casi desnudos en ese frío a una habitación más lejana, que era una sala lóbrega, solemne y sin luz, a fin de que no nos asustáramos con ese padecimiento tremendo y atroz.
Pero no podíamos permanecer tranquilos, y subíamos hasta la mitad del escalón para escuchar y saber algo.
Y ver si algo podíamos hacer para aliviar tanto sufrimiento, permaneciendo en las gradas en donde tiritábamos no solo de frío sino de miedo y pavor de que le pudiera pasar algo a nuestra mamá.
5. El suspiro
de todos
Ahí nos encontró papá, arrodillados en esos maderos titubeantes. Y con un resondro otra vez nos hizo bajar, obligándonos a permanecer en la sala sobre un tosco cuero de venado que había al pie de la mecedora, pero de tanto temblar rodábamos al suelo gélido.
Ahí nos encogimos chocando nuestros dientes al punto que yo tenía que sostener mi mandíbula con las manos para no tiritar tanto.
Hasta que escuchamos en esa noche honda el llanto límpido, terso y fresco.
Y todo se hizo luz. Resaltaba ese vagido de la creación sobre todas las voces. Y, como si todos los demás sonidos se hubieran apagado, solo sobresalía ese chillido.
Era como si hubiera salido el sol. O amaneciera. O se abriera alguna puerta en el infinito. O algún fenómeno estallara en el espacio sideral. Rato después es que escuchamos el suspiro de todos, y ruidos de utensilios. Alguien había nacido y mi madre se había salvado.
6. Esa sala
abismal
Entonces yo encogido me puse a llorar, embargado por un hondo sentimiento. No sé si de alegría o de pena por el misterio de la vida, como a veces suelo llorar. Con gemidos hacia adentro; solo para el fondo de mi corazón, sin que se lo pueda notar.
Ahí fue que Juvenal no sé si para consolarme porque supiera que yo estaba llorando, o por querer curiosear, dijo:
– Yo, hermanito, voy a ver qué pasa.
Y subió gateando por el escalón. Se demoró. Pero después volvió apurado, gateando otra vez de vuelta, para decir feliz y rozagante:
– Nos ha nacido una niña muy linda, como una flor.
¿Cómo adivinó que se llamaría Rosita?
Y nos abrazamos de contentos en esa noche intrincada y en esa sala abismal. Ahí descubrí que estaba apenas con trusa y bivirí, tal y cómo nos habían sacado de la cama
Ya arropados salimos a un cuarto contiguo donde se había armado un fogón. Allí la Mechita avivaba el fuego con leña seca que calentaba unas ollas preparando caldo de gallina para mi mamá. Y para todos nosotros.
7. Los asuntos
de la vida
Se suazaron choclos y pronto nos servían en pocillos mates de panizara, manzanilla o toronjil. Y no sé en cuántas ollas más se preparaban infusión de hierbas que alivian y sanan para mamá.
Recuerdo tanto el rostro de contento de la Mechita y tras las candelas altas, vivas y alegres del fogón.
Cuando nos llevaron a conocer a la bebita papá se acercó y le cogió a él los pelos, chiquita como era.
Desde allí Rosita se hizo la reina de la casa, llegando a ser desde muy tierna la única que podía cantarle las verdades a papá.
Hecho que jamás nos hubiéramos atrevido a decir ni mi mamá, ni Juvenal, ni yo. Ni nadie en este mundo.
No sé cómo entendía tanto y tan bien los asuntos de la vida y el orden de las cosas, que nos sorprendía por su ingenio, sagacidad y atrevimiento.
8. Ya no lucía
nuevo
Así, cuando aún no tenía edad para ir a la escuela se abrió un jardín de Educación Inicial a cargo de unas señoritas Paredes, solteras, ricas y de un buen corazón; quienes transformaron su casa para recibir a niños donde mi hermana, igual que en nuestra familia, ayudaba a su edad como si fuera una profesora más.
Recibió un premio por ser la única bebita que pudo contar el argumento de la película de Laurel y Hardy, el Gordo y el Flaco, que la camioneta de “Mejor Mejora Mejoral” proyectó una noche de luna en la torre blanca del campanario de mi pueblo.
Sin embargo muy pronto su estatus de reina cayó, por la devaluación del sueldo de maestro de papá concebida por el gobierno oligárquico de Manuel Prado, cayendo el presupuesto a niveles ínfimos, pese a que nuestro padre nunca gastó un céntimo fuera del hogar.
Entonces el abriguito verde de mi hermana al cabo de dos años ya no lucía nuevo, ni sus zapatos ni su faldita de franela.
9. Cuando ella
naciera
Ni ella era ya la niña feliz, porque mi madre era a ella a quien le confiaba todas nuestras escaseces y privaciones, pues los demás éramos varones y no nos ocupábamos de lo que pasaba en la cocina.
No había qué comer. Entonces cogía su canastita a fin de no ver triste a mamá. E iba a pedir a mis tías ricas, y a mi abuela. Y allí ocurrió lo que tenía que ocurrir, que lo acabo de contar y por lo cual mis hermanos me llenarán de reproches.
Pero yo a Rosita la recordaré siempre con su canastita de maíces y papas ya florecidas, que mi madre mandó devolver y que fue el motivo para que todos dejáramos nuestro pueblo, adónde ahora yo voy con Capulí, Vallejo y su Tierra.
Que es cuando me acerco con disimulo a rezar en la tumba de mi abuela y le pongo unas flores.
Y cuando regreso me despido llorando, tal como sollocé en esa sala lóbrega y fría cuando ella naciera.
Texto que puede ser reproducido
citando autor y fuente
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