lunes, 22 de julio de 2013

22 DE JULIO, DÍA DEL FLAUTISTA DE HAMELÍN - PLAN LECTOR: LADISLAO EL FLAUTISTA,Y LEYENDA DE HAMELÍN - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

 
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
CALENDARIO
DE EFEMÉRIDES

22 DE JULIO:

DÍA DEL FLAUTISTA DE HAMELÍN

DÍA NACIONAL DE LADISLAO EL FLAUTISTA

PLAN LECTOR
PLIEGOS
DE LECTURA

LADISLAO EL FLAUTISTA,Y LEYENDA DE HAMELÍN
 
Danilo Sánchez Lihón

1. Insólito
y fascinante
 
El día 22 de julio para unos, y el 26 de junio para otros, es el Día del Flautista de Hamelín, nombre del pueblo alemán en donde ocurrieron los sucesos que la leyenda relata, y que en el fondo pone de relieve el mundo encantado y mágico que constituye una de las tres hebras de que estamos hechos.
Pero, a su vez, donde se relieva el plano de lo moral con que se desenvuelven los acontecimientos de nuestras vidas, se estructuran las situaciones y se ordenan las cosas. Y que faltando a ellas ocurren los hechos lamentables que esta historia recrea.
Porque entre los muchos significados de este relato está, por un lado, el poder de atracción del arte, como en este caso la música emitida a través de la flauta de aquel personaje legendario, insólito y fascinante.
Pero donde también ocurre una desgracia, por el incumplimiento y la falta a la palabra empeñada de parte de los representantes de la ciudad, al considerar que había sido muy fácil desaparecer a las ratas, incumpliendo el compromiso pactado de pagarle al flautista  100 monedas de oro.

2. Un mensaje
nuevo
 
El texto que sustenta este argumento tiene el carácter de leyenda pero también de crónica histórica, puesto que el pueblo es real y el tiempo en que ocurrieran los hechos es preciso.
Existen además registros históricos documentados que dan cuenta de este suceso, que incluye la desaparición de 130 niños, vértice en que mundo mágico y objetivo se juntan.
Incluso ahora está prohibido cantar o interpretar música en la calle Bungelosenstrasse de Hamelín, sitio donde se ha ubicado que el flautista se detuvo para urdir su encantamiento.
Existe el temor de que algo igualmente aciago pudiera ocurrir por la magia de algún taumaturgo venido quizá desde nuestros países.
De algún flautista redivivo de los andes, que les conturbe con algún mensaje nuevo, por demás indispensable en estos tiempos azarosos y a la vez funestos, su vida tranquila.

3. Apariencia
estrafalaria
 
Porque la historia de El Flautista de Hamelín narra que en el año 1284 invadieron oleadas de ratas aquel pueblo, tantas que no había dónde poner los pies sin pisarlas, ni dónde colgar un sombrero sin tocarlas escuchando su chillido de protesta.
Las calles eran ríos de ratas, una avalancha de color parduzco de roedores que devoraban todo a su paso, no dejando sitio para el tránsito de los habitantes en aquel lugar antes acogedor y apacible.
¿Qué hacer? Todo se había intentado y nada había dado los resultados esperados. Y las ratas seguían llegando a raudales. ¡Y nadie sabía ahora cómo solucionar tan grave problema!
Cuando se había perdido toda iniciativa apareció providencialmente, ¡no se sabe cómo!, un flautista de aspecto distraído, vestido de ropa de colores estallantes, de apariencia estrafalaria, esmirriado de talle y destartalado de contextura, que interpretaba tonadas en su precario instrumento.

4. No quedando
ni una sola
 
Aquel personaje manifestó que podía hacer desalojar a las ratas que habían invadido la ciudad. Y se comprometió a solucionar este inconveniente por la suma de 100 monedas de oro.
Las autoridades del pueblo le aseguraron que en caso de ver cumplida su promesa le pagarían la cantidad solicitada sin demora.
Y empezó entonces a interpretar una música mágica y a caminar tranquilamente por las calles tocando su flauta. Detrás las ratas lo seguían como haladas por una fuerza invisible, extasiadas e inatajables. Cruzó el río y ellas por seguir su melodía se fueron arrojando a las aguas subyugadas, no quedando ni una sola de ellas.
Pero solo se dice que desaparecieron, de lo contrario el río Weser, donde ocurrieron estos hechos, se hubiera atorado en el discurrir por su cauce.
Pero los habitantes de Hamelín, visto que el problema estaba solucionado, dijeron:

5. Y todos
hechizados
 
– ¿Sólo por tocar una tonada 100 monedas de oro? ¡No! De ninguna manera. ¡Imposible pagar esa suma! ¿Qué se ha creído este tipo? ¡Que se largue! ¡Fuera de aquí! ¡Vete! –Vociferaban.
En el fondo esta actitud es la incomprensión y el desprecio que siempre ha existido por el arte, más lamentable si es que eso se produce por quienes ocupan cargos públicos y son autoridades.
El flautista reclamó invocando el acuerdo al cual habían arribado. Sin embargo, se burlaron e hicieron mofa de él.
Y lo trataron con sorna y con desprecio, como se maltrata a los músicos y a los poetas, quienes al final son quienes fundan o inauguran mundos nuevos.
Regresó otro día y empezó a entonar una melodía mágica que despertó solo a los niños, levantándolos de los lechos donde dormían. Y todos hechizados lo siguieron.

6. Un enigma
irresoluto
 
Los niños desaparecieron sin saber tampoco el sitio por donde se esfumaron, aunque se dice que fue por una cueva.
Solo dos, uno que era ciego y otro lisiado de una pierna, al quedarse rezagados no pudieron irse con ellos. Y no porque se resistieran a ir con él, sino porque no pudieron alcanzarlo.
Lo cierto es que los restantes no son habidos hasta ahora, sin que nadie sepa cómo, hasta el día de hoy en que aún se los busca sin poder encontrarlos.
De esto hace 728 años, puesto que ocurrió un 22 de julio, dicen unos y, otros, el 26 de junio del año 1284, fechas que la historia ha registrado con prolijidad y minucia.
Vértice además este en que mundo objetivo y fantástico se unen, se confunden y traban sus dedos, constituyendo juntos un enigma irresoluto.

7. A quien
asedia
 
El Perú es también una cultura intensa y conturbada en este sentido, tanto en su realidad concreta y objetiva, que a menudo es hiriente y duele el alma padecerla, como en su dimensión mágica. ¡Mundo arrobado, abrupto e intempestivo!
Es en conmemoración a estos hechos y contenidos, que proponemos la celebración en el Perú del Día del Flautista de Hamelín, recogido del folclore alemán por los hermanos Grimm, pero también el Día de Ladislao el Flautista, siendo autor de este último texto el maestro y escritor amazónico Francisco Izquierdo Ríos.
Y todo ello no solo como homenaje imperativo que merece nuestro autor nacional, sino como análisis y meditación prioritaria sobre el tema de la educación y la cultura en nuestro país.
Siendo Ladislao el niño que había sido estudiante y ahora es un inubicable trabajador, aunque conmovido y expectante, quien nos plantea preguntas fundamentales qué contestar.
Desde el arte su actitud cuestiona acerca de lo que sucede en la escuela, institución a la cual asedia y reta, y que finalmente no logra captarlo ni recuperarlo a su seno.

8. Acerca
de la obra
 
Pero, veamos cuál es el contenido de este cuento:
Los niños permanecen en el salón de clases y escuchan unos acordes de flauta. Y se quedan maravillados, estáticos, pasmados.
– ¡Es el Ladislao! –Dicen.
Lo conocen, y pareciera que es lo que más tienen presente en el fondo de su espíritu. E incluso, da la impresión que se tratara de ellos mismos, quienes están afuera y no dentro del aula. Y, en esa circunstancia y momento, nada más les interesa.
Ladislao ha sido un compañero de estudios a quien ahora la vida no le permite asistir ni seguir sus años de escolaridad, porque su realidad familiar es de pobreza extrema, teniendo la necesidad de trabajar.
– ¡Es el Ladislao! –Le dicen al maestro. Pero este no lo cree posible, porque lo imagina lejos, en Chachapoyas, junto a su madre.
– ¡No! –Le dicen los niños, ¡ha llegado con la lluvia!
– Mire. Ahí está su cabeza.
La misma que aparece entre las piedras del cerco de la escuela. Este detalle acaso ¿no es impresionante?

9. De respeto
y de fervor
 
Entonces el maestro ordena a tres de sus alumnos que vayan a cogerlo. Pero no lo alcanzan. Él huye como un venado. Luego se hacen unas y otras consideraciones acerca de su destino.
Pero él sique tocando, cada vez más lejos. Y todos se sumen en un silencio arrobado escuchando aquella flauta, que podría estar simbolizando el arte y la cultura que merodean la escuela por las pircas y muros levantados como atajos y rupturas.
Su melodía estremece el alma, por su dolor y por su belleza. Porque es ella la que en otras circunstancias ha ido adelante presidiendo la faena, la exploración y la búsqueda de nuevos horizontes.
Siendo el arte lo que nos diferencia entonces, cuanto la vida se deja guiar por el hálito de lo hermoso, significativo y hasta sagrado. ¡Es la vida con todas sus cargas, abismos y atalayas; con sus verdades como acechanzas! ¡Con su gracia como su coraje!
Es destacable y relevante en este cuento, además, la belleza lingüística y literaria del relato, donde podemos reconocer la naturalidad en los parlamentos, como ese clima de suspenso, de respeto y de fervor por lo incógnito e innombrado.

10. Nos reta
y desasosiega
 
De esta manera y en una estructura límpida y sencilla se estaría planteando la contradicción aún no solucionada entre la escuela formal y la escuela de la vida.
Ladislao es un errante, un nómade, un vagabundo, tal y como es la cultura en nuestras sociedades. Sin embargo, a ella pertenecen todas las potencialidades que hay en nuestra realidad, sobre todo el arte y el trabajo, que ahora se ofrecen pero de manera imprevista, casual, por azar, y que sin embargo constituyen entre nosotros lo inmenso y lo pródigo.
Frente a este toque mágico de la flauta la escuela se estremece, se ofusca, pero no sabe qué hacer. Es para la escuela lo incierto e inasible, lo fugaz e inabarcable, acerca de lo cual no tiene ninguna explicación, acerca de lo cual solo se hacen suposiciones, encerrada como está en sus horarios, muros y convenciones.
Es la cultura la que trabaja, la que utiliza la mente y las manos, dechado de ingenio y valor, quien resuelve lo duro y lo hosco de cómo se presenta la vida entre nosotros. Y es ese niño, símbolo aún de lo inocente, en quien encarna el arte, quien finalmente entrará, ¡y pronto!, a trabajar como minero, peón de hacienda o mendigo en los ómnibus con su melodía en la flauta que nos reta y desasosiega.

11. Y va otra vez
hacia él
 
Son estas notas extasiadas el toque del misterio en nuestras vidas, como cuando algo nos hiere, sea por su belleza, sea por su prodigio como por su significado ético o moral, que nos incita a la lucha, al sacrificio y hasta a la inmolación.
Porque los seres se guían por aquel efluvio que emana del arte, que subyuga nuestras vidas, pero que también abarca lo ineludible que es lo moral. O si no, ¿por qué nos quedamos a vivir en tales o cuales pueblos y realidades? O, ¿por qué nos enamoramos? Nos guía para ello la ilusión pero también siempre lo moral.
Retornando a la leyenda de El flautista de Hamelín, es conmovedor imaginar cómo sería la música, la tonada y los acordes de la pieza que interpretaba, pero también son imprescindibles los acuerdos y las reglas de juego de lo pactado.
Y la otra dimensión subyugante es comprobar la presencia del secreto y del misterio, desde donde se viene y hacia donde se va.

12. Presente
y porvenir
 
E igual en Ladislao, el flautista: comprobar que todo eso está pendiente y por hacer, que nuestro futuro aquí es un tema no resuelto, que es una pregunta abierta y todavía sin contestar. En Ladislao el misterio es de carácter social. O enigma es el conflicto, el dolor y el desafío, puesto que el azar y la aventura se invisten aquí de sentido histórico, ético y de compromiso.
Donde la vida es henchida aunque confusa pero moral, y que así se hunde en el futuro, en ese torrente que tiene sus acechos como también sus grandes esperanzas. Pero recordemos siempre que Ladislao llega con la lluvia, es decir que es un ser mágico y mítico. Y quien mira hacia adentro de la escuela y por el cerco.
Es hermoso en ambos relatos encontrar sus similitudes y coincidencias, así como sus venerables autonomías. Y es en ambos prominente y cimero el final, tanto en el relato de Hamelín como en el texto de Izquierdo Ríos, el que estos personajes regresan y se hunden en el misterio.
Vale recordarlo y tenerlo muy en cuenta, porque es en "Ladislao, el flautista" en donde se pone el dedo en la llaga, de manera conmovedora y contundente, acerca del desencuentro hasta ahora entre educación y cultura; de la exclusión del arte en la escuela y del contrapunto, todavía conflictivo entre nosotros, entre fantasía y realidad, como entre presente y porvenir. 
 
LADISLAO EL FLAUTISTA

De: Francisco Izquierdo Ríos

¡El corazón de los niños estaba en suspenso!
– ¿Oyes, maestro?
– ¿Qué?
– Flauta.
Y toda la clase se sume en religioso silencio.
A cual más, los muchachos tratan de oír, levantándose de las carpetas.
– ¡El Ladislau!
– ¡Sí, el Ladislau!
– Sólo el Ladislau, maestro, sabe tocar así la flauta.
– No puede ser Ladislao, niños. Su padre... hace poco, me ha dicho que está ausente y que ya no regresará al pueblo. Ha ido a Chachapoyas, donde su madre.
– El Ladislau es, señor. Ha llegado ayer, al anochecer, con la lluvia. Yo lo he visto.
La escuela es ya un revuelo.
En todos los labios tiembla el nombre de Ladislao. Y una profunda ola de simpatía cruza la escuela de banda a banda.
– El Ladislau es, señor... Allí está su cabeza.
– Sí, maestro. Allí está, véalo, véalo usted. Está mirando por el cerco.
Efectivamente, la cabecita hirsuta de Ladislao aparecía por sobre el pequeño cerco de piedras de la escuela.
– Zamarruelo... Vayan a traerlo.
Y tres de los muchachos más grandes de la clase van como un rayo en su busca, y después de un rato vuelven sin haber podido coger a Ladislao. Y sólo dicen:
– Señor, se escapó a todo correr, como un venado, por el monte.
– ¡Qué raro!–exclama el maestro. Ladislao se está volviendo vagabundo. ¡Qué lástima, un buen muchacho!
Y todos recuerdan con pena al compañero que tantos deliciosos momentos dio a la escuela con su arte. Parecía que Ladislao hubiera nacido con el divino don de tocar la flauta y de hacer flautas de carrizo como nadie.
Todos recuerdan aún que, cuando un grupo de comuneros del pueblo salió a explorar la verde e inmensa selva que empieza al otro lado del cerro, fue él quien iba adelante tocando la flauta, acompañado en el tambor por Macshi, otro muchachito, hasta la loma de las afueras, donde se despidió a los valientes exploradores. Y, además, todos recuerdan nítidamente su inseparable poncho raído, con color de tierra ya por el demasiado uso, y su cabeza enmarañada y rebelde como los zarzamorales de las quebradas.
– El Ladislau se ha vuelto así diz, maestro, porque mucho le pega su madrastra.
– Sí, algo he sabido. ¡Pobre muchacho!
– A mí me ha contado así, señor, llorando...
– Por eso diz que vive así, señor, andando por todos lados, por todos los pueblos.
– Ahora diz, señor, no ha llegado a la casa de su padre. Ha llegado donde la mama Grishi.
– Su padre ya ni cuenta hace de él diz, señor. Lo ve como un extraño.
– Y ahora diz, maestro, se va a vivir ya en la mina.
– ¿En las minas de sal?
– Sí diz, señor.
– ¿Y su madre?
– Diz, señor, que está enferma en Chachapoyas y, precisamente, él quiere trabajar para ayudarla.
– Y por eso diz, maestro, ya no vendrá más a la escuela.
En ese momento, volvieron a oírse lejanas notas de flauta que como sollozo de niño abandonado hacían florecer en la escuela todo un rosal de emoción perfumada de tristeza.
¡El corazón de los niños estaba en suspenso!
En la huerta, bañada por la luz de oro de un jovial sol mañanero, hasta los finos álamos parecían agobiados de pena.
Ladislao el flautista, se alejaba para siempre de la escuela.
Texto que puede ser reproducido
citando autor y fuente
 

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