EL POEMA
“MASA”
EN UN ANIVERSARIO MÁS DE SU FORMIDABLE CREACIÓN
Escribe Ángel Gavidia Ruiz
La muerte no es ajena a la poesía
vallejiana. La visita y se hospeda frecuentemente en ella. Gran parte de las
veces es un huésped, digamos, que
mantiene relaciones armoniosas con “la casa”.
Por ejemplo en los últimos versos de El poeta a su amada: Y ya no habrán reproches en tus ojos
benditos; / ni volveré a ofenderte. Y en una sepultura/ los dos nos dormiremos,
como dos hermanitos, o en Hoy
me gusta la vida mucho menos... Me gusta la vida enormemente/ pero, desde
luego, con mi muerte querida y mi café;
otras veces trasunta una
resignada relación como en aquellos versos de Piedra negra sobre piedra blanca: Me moriré en París con aguacero, / un día
del cual tengo ya el recuerdo. / Me moriré en París- y no me corro-/ tal vez un
jueves, como es hoy, de otoño, o en
los versos iniciales de aquel extraño
poema En suma, no poseo para expresar mi vida … En
suma, no poseo para expresar mi vida, si no mi muerte… Existen, sin
embargo, otros versos, como los de La cena miserable que extravasan
reproche e impaciencia “Hasta cuando
estaremos esperando lo que/ no se nos debe… Y en qué recodo estiraremos/
nuestra pobre rodilla para siempre…Hasta cuando/ la cruz que nos alienta no
detendrá sus remos; pero en el poema donde la muerte y el poeta están radicalmente enfrentados es en Masa, el célebre poema XII de España, aparta de mi este cáliz.
El poema es el siguiente: Al fin de la batalla, / y muerto el
combatiente, vino hacia él un hombre/ y le dijo: “No mueras, te amo tanto!”/
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.// Se le acercaron dos y repitiéronle: “No
nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!”/ Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.// Acudieron a él
veinte, cien, mil, quinientos mil, / clamando: “Tanto amor y no
poder nada contra la muerte!”/ Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.// Lo
rodearon millones de individuos,/ con un
ruego común: “¡Quédate hermano!”/ Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
//Entonces, todos los hombres de la tierra/ le rodearon; les vio el cadáver
triste, emocionado; / incorporóse lentamente, / abrazó al primer hombre; echóse
a andar…
España,
aparta de mi este cáliz es el documento palpitante,
casi ensangrentado, de lo que significó para Vallejo la guerra civil española.
Neruda también escribió sobre esta guerra; pero, al decir de Luis Alberto Sánchez, España en el corazón es el producto
de un poeta que siente a la guerra desde el balcón; Vallejo, dice Sánchez,
escribe como si fuera actor de la
misma, un combatiente más de la
trinchera. Y en este poemario, que
para un poeta de la sensibilidad de Vallejo era casi un diario de batalla, aparece Masa, como el campo en donde un combatiente muerto es literalmente disputado
por la humanidad en su conjunto y la muerte. La muerte ya casi ha concluido su trabajo
si no fuera porque los hombres insisten
necia e insensatamente en retenerlo; pero el mundo no se resigna y cree que es
capaz de devolverle la vida al soldado caído. Es la batalla perdida,
victoriosa. Es la victoria arrancada al imposible, gracias a la solidaridad del mundo.
Todos los hombres de la tierra
rodearon al cadáver, él los vio triste,
emocionado, incorporóse lentamente y echóse a andar. Interesante. No se alegra.
Mejor, no se alegra aún. Luce triste aunque emocionado; su incorporación es
también penosa, pero camina al fin y al cabo. Claro, en la lucha cotidiana de
mi labor como médico, cuando excepcionalmente se logra resucitar a un enfermo,
éste nunca está alegre, luce los estigmas del gravísimo cuadro de salud que lo
aqueja, incluyendo la paralización,
felizmente temporal, de las funciones vitales. El cadáver de Masa ha debido ser de un soldado gravemente
herido, también, y que al ponerse de pie aún ostenta la avería física del combate;
pero su afectividad, sí, está allí, lozana, por eso se emociona, por eso abraza
lleno de gratitud al primer hombre que encuentra, que, en última instancia, representa
a todos los hombres, y, aunque dificultosamente, nos da la enorme alegría de
verlo, nuevamente, caminar.
Interesante, también, que en la
batalla en que está contextualizado el poema, no está explícito el bando al que
pertenece el soldado muerto. Todo hace ver que se trata de un republicano.
Si así fuera entonces ha sido menester
que los falangistas se unieran a la
lucha por la vida del miliciano caído. Salvo que en la poética vallejiana los perpetradores
de la masacre de Guernica no sean hombres. Sin embargo, hay un verso en Himno
a los voluntarios de España que puede darnos la difícil clave: Proletario que mueres de universo, ¡en qué
frenética armonía/ acabará tu grandeza, (…), tu gana dantesca, españolísima,
de amar, aunque sea a traición, a tu enemigo! La solidaridad es el destino de los hombres
sólo que es posible que cuando nos demos cuenta de ello sea demasiado tarde y
mucho dolor haya corrido bajo el puente, ya.
Santiago de Chuco - Poeta Ángel Gavidia, en
círculo