jueves, 16 de agosto de 2012

CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA - POR CARLOS CASTILLO MENDOZA

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"Pero cuando yo muera de vida,
y no de tiempo"
César Vallejo

CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA

Por Carlos M. Castillo Mendoza*

Como muy bien lo define Danilo Sánchez Lihón, fundador y principal promotor del Colectivo Capulí, Vallejo y su tierra, éste “es un espacio de afecto y solidaridad entre quienes cultivan el arte, el magisterio, la acción social, la promoción cultural, el civismo, propios de los pueblos recónditos del Perú y América, actitud aún latente en maestros, obreros, amas de casa, profesionales, campesinos, jóvenes y niños y en todo ciudadano que no se deja contaminar, ni condicionar por el mercado ni por la parafernalia del consumo, actitud a cuyo respecto es ejemplo egregio César Vallejo”.

1. El porqué del nombre

Está tomado del poema “Idilio muerto”. En él, César Vallejo, estando lejos de los suyos, recordaba con nostalgia y afecto a aquella chiquilla flaquita, que en una oportunidad le regaló un pañuelo y por quien siempre preguntaba a su hermano Néstor. Allí dejó plasmado el afecto y gratitud que sentía por esa niña añorada, y lo hizo empleando imágenes y expresiones de ternura e intimidad, no sólo porque era de su pueblo, sino por que representaba el universo andino al cual él también pertenecía. Lo escribió así:


“Qué estará haciendo esta hora mi andina y dulce Rita
de junco y capulí;”

El capulí, es un árbol que da frutos de color guinda muy brillosos y redondos, quien se detenga a contemplarlos encontrará allí él rostro de la América mestiza y morena; las facciones que produjo la inserción de lo español morisco en la etnia andina y en cuya convergencia el sol, el viento y la tierra, hicieron lo que somos.

En Capulí Vallejo y su Tierra, proclamamos nuestra pertenencia a esas dos vertientes étnicas que son lo andino y lo hispano, y porque no es posible levantar lo uno sin lo otro.

Quien se reconozca peruano hoy, tiene que asumir que es de esa juntura de donde ha salido lo que somos y lo que tenemos y es así como debemos mostrarnos al mundo.


Como José María Arguedas, quien al decir del Padre Gustavo Gutiérrez: “se negó a confinar lo peruano a uno de sus elementos, así fuese lo indio, con todo lo que significaba para él”, César Vallejo, nieto de dos sacerdotes gallegos que llegaron a Santiago de Chuco para evangelizar al pueblo y de dos mujeres pertenecientes a la etnia Chimú, también es síntesis y sustancia de esa conjunción, y lo proclamó así cuando dijo:


“…si la madre

España cae —digo, es un decir—,
salid, niños, del mundo; id a buscarla!...”

2. ¿Por qué Capulí, Vallejo y su tierra ahora?

Porque el Perú, milenario y actual, no es, nunca lo fue ni será grande, únicamente por las mercancías ni por las materias primas que exporta. La grandeza de un pueblo se mide también por lo que sus hombres y mujeres son capaces de crear en el orden del espíritu; es decir, por los valores de la cultura a la que se pertenece, la que nos hace ser parte de este mundo y al mismo tiempo ser diferentes de él.


No podemos negar que la producción de mercancías es importante , y que su exportación nos inserta como país laborioso y transformador de la materia prima en los mercados mundiales; ni que somos una nación cuyos recursos naturales ya han alimentado al planeta, como cuando la papa, tubérculo domesticado en los andes, fue llevada a Europa por los españoles y salvó de la hambruna a ese continente; tampoco podemos olvidar que somos un país que alberga en sus entrañas recursos minerales que parecen inacabables, pues desde el siglo XVI hasta la fecha se siguen extrayendo para el progreso del mundo.


Pero pensar que eso hará de nosotros una nación grande es quedarnos con una parte de la verdad. La otra parte de la verdad es reconocer que en nuestro suelo también ha habido y hay hombres y mujeres cuyos cantos, danzas, narraciones y creación estética en el barro, la piedra, el metal y la palabra han sabido darnos lecciones de imaginación y estética para el regocijo de la humanidad.


Nuestros antepasados lo hicieron y nos lo han dejado como herencia, otros lo siguen haciendo y continuarán por mucho tiempo, porque en nuestros cerros, valles, laderas, bosques y cumbres nevadas hay sonidos, voces y sentimientos que sólo quien sabe ver con el corazón los descubre y los puede transmitir hecho canción, poesía, cuento, novela, danza, utensilio o pollera de colores. Ese también es el sentido de lo que César Vallejo escribió:


“¡Salud, oh creadores de la profundidad!... (Es formidable)”


3. Valores ancestrales de nuestro pueblo para los tiempos de globalización

Si alguien preguntase: ¿qué importancia tiene plantear la vigencia de los valores ancestrales en tiempos de globalización?, la respuesta tiene que ser clara: los pueblos son siempre una continuidad en el tiempo y en el espacio, y así como buscamos, por todos los medios, defender el territorio que nos legaron nuestros mayores, también es necesario salvaguardar los valores y la cultura a la que pertenecemos y nos explica.


No se trata de ir al pasado “quieto, hueco, mudo… para resignarnos”, sino “de ayudar a devolver a la historia el aliento, la libertad, la palabra”, ir a la memoria colectiva de nuestros pueblos para “compartir sus secretos, preguntarle de qué diversos barros nacieron, de qué actos de amor y violaciones vienen”. (E. Galeano)



Si los hombres que llegaron aquí, levantaron una cultura propia y original que les permitió habitar los andes, los valles, pampas y punas con fuerza, audacia y creatividad sorprendentes; entonces, no es un asunto solo de conservación sino de seguir en la dirección que trazaron esos peruanos para construir un país con más justicia y menos desigualdad.


¡Claro que es una utopía!, pero, ¿no son acaso las ilusiones las que han hecho posible el avance de los pueblos a estadios mejores de convivencia y civilización? Imaginar un mundo mejor y trabajar por su realización con sacrificio y consagración es una parte, la otra tarea es proponer como ejemplo a seguir a peruanos y peruanas, que como César Vallejo, ya han avanzado en ese esfuerzo.


Nuestra utopía consiste en revalorar el ayllu que fortalece la fraternidad y nos hace miembros de una misma familia; es reforzar el ayni solidario, base de la justicia social; es asumir que la tierra es madre, de la que venimos y a la que llegaremos después de nuestro paso por la vida y por eso la llamamos “mama pacha”.


Utopía es cantar al amor, viendo el rostro de la mujer amada; es sentirse parte y cuidar la naturaleza que desata una “creatividad infinita” (J.M. Arguedas); es creer en el Dios de la vida que acompaña y alienta a superar la problemática persistente; es soñar tiempos nuevos, porque otro mundo es posible con sólo “beber de nuestro propio pozo” (G. Gutiérrez)


4. César Vallejo… un peruano esencial y vital

Porque su palabra se nutrió del mundo andino al que perteneció y no existe una sola señal de alejamiento de ese centro. Porque habló desde el corazón de la tierra que lo vio nacer y siempre la tuvo como su heredad.


Se hizo un “menocucho”, uno de los más humildes de estos suelos y desde allí proclamó al mundo su origen e identidad diciendo:


“Yo soy el coraquenque ciego…

Yo soy el llama, …
Soy el pichón de cóndor desplumado
por latino arcabuz;…
Yo soy la gracia incaica que se roe
en áureos coricanchas bautizados…”

Capulí, Vallejo y su Tierra propone al poeta de Santiago de Chuco como ejemplo de peruano esencial y vital, porque supo colocar al Perú, su gente y su cultura como parte de su ser natural, el barro y el aliento del cual estuvo formado.

Estando en Europa, nada le hubiera costado mimetizarse y desde allí hablar de lo que otros hubieran querido escuchar, pero no lo hizo y han habido ocasiones que prefirió pasar estrecheces económicas antes que cambiar su posición por un salario o un bienestar material.


Y como no encontramos el él ni una sola impostura, es que creemos que es un peruano al que podemos proponer como ejemplo para reafirmar nuestro patriotismo.


5. Por ellos somos un país perdurable

Afortunadamente César Vallejo no es el único peruano ejemplo de coherencia. Junto a él están: Huamán Poma de Ayala, Túpac Amaru, José Carlos Mariátegui, Julia Codesido, José M. Arguedas, Raúl Porras Barrenechea, Ciro Alegría, Manuel Escorza, José A. Encinas, Blanca Varela, Joaquín López Antay, Hilario Mendivil, Carlos Iván Degregori, etc. etc. Todos ellos vivos en la tarea y en la gratitud. Si no aprendemos de la conducta de esos hombres y mujeres de bien, y de los que siguen enarbolando la bandera de lo propio, quedaremos sin piso y sin referentes.


¡Qué Perú más grande el que nos ha tocado habitar! Basta con mostrar uno solo de los múltiples rasgos culturales que tenemos para que hombres y mujeres de otros pueblos queden extasiados y absortos, reconociendo que más allá de sus fronteras hay también verdad, belleza y tareas que se puede saborear y compartir.


Eso es lo que nos ha llevado a ser finalistas del Oscar de la Academia con la película “La teta asustada”. Eso es lo que el mundo premia en Mario Vargas Llosa con el Nobel de Literatura, si como él mismo dice: “yo sólo he hablado de lo que he visto y vivido en mi país desde mi infancia y juventud”. Y es desde aquí que, mirando la pobreza del hermano, del otro, el Padre Gustavo Gutiérrez se levantó con una reflexión teológica que ha dado mucho que hablar a los católicos y a los que no lo son.


Por ellos somos un país perdurable. Así lo comprendió Pablo Picasso que nos dejó el trazo magistral del “cholo Vallejo”: raíz y color, palabra y espíritu, coraje y ternura, fraternidad y convicción, pasado y presente, identidad y pertenencia.


Carlos Castillo Mendoza *El autor es: Director de Cátedra Vallejo de Capulí, Vallejo y su tierra. Sub Director Colegio Santa Anita –Madres Dominicas - Lima. Docente en la Facultad de Educación en la UNMSM - Lima


CARLOS CASTILLO MENDOZA


Recuerdos

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