CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
AÑO DE JOSÉ MARÍA ARGUEDAS
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CONFERENCIAS Y SIMPOSIOS SOBRE CULTURA ANDINA
AULA CAPULÍ:
Tacna 118, Miraflores.
Cuadra 3 de la Av. Angamos Este
Entre Av. Arequipa y Paseo de la República
Planta de capulí, florece a la entrada del Aula Capulí
Se agradece su gentil asistencia
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DÍA DE LA CANCIÓN CRIOLLA
PLAN LECTOR, PLIEGOS DE LECTURA
MÚSICA EN EL UMBRAL BAJO EL ALERO DE LA CASA
Por Danilo Sánchez Lihón
Un ser que canta
es un ser que ora
dos veces
1.
El pueblo andino es esencialmente musical, poseedor de un ancestro estupendo de música que nos hace permanecer atentos y pendientes de los sones que nos llegan desde cerca o desde lejos.
O más propiamente, que surgen de los pliegues recónditos de nuestro ser y del infinito interior que nos sustenta y nos conforma.
Sintonizar más libremente con esa veta musical es importante para organizarnos mejor como sociedad.
Y es que por nuestra estirpe tenemos una raíz cultural por la que se proyecta ese caudal inmenso, milenario y eterno de la canción popular.
Aunque, en general, los antiguos peruanos tuvieron predilección por las artes, pero más específicamente por la música y la poesía.
Estas expresiones anímicas se ligaron al mundo del trabajo como a los grandes ritos y fastos de la comunidad, que no se reunía una sola vez al año para celebrar una festividad, en donde lo preponderante siempre fue la música, sino que lo hacían cotidianamente, pues la sociedad era colectivista en el sentido de que todo se hacía en comunidad.
2.
Es bueno dejar anotados estos hechos, porque explican la razón por la cual el Perú tiene una variedad tan caudalosa y brillante en relación a la música y a la poesía.
Caudal que nos llega por vía interna, por sustrato biológico y corriente sanguínea.
Lava que hace parte de nuestra identidad profunda. Nos lo trasmiten los haravicus incaicos como también recibimos el aporte de los trovadores y juglares occidentales, desde donde recogemos una tradición a su vez honda, intensa y apasionada.
Afiancemos esta raigambre que en el fondo quien lo anima y alienta es el afecto y fundamentalmente la égida del amor en nuestras vidas.
Porque ello es lo que sentimos cuando se canta una canción andina o criolla.
Amor que ni siquiera a veces lo podemos presentir. Y que no sabemos cómo nace y cómo se da.
Que hace que todas nuestras preferencias sean en razón de aquel mundo interior.
Amor que es lo que nos hace reír o llorar.
3.
En este sentido, hay la apariencia de que somos apesadumbrados. Yo diría, ¡no señor! Somos intensamente felices.
Porque el nuestro es un mundo de fiesta del alma, de alegría, de solidaridad y ternura.
Incluso, esa rara melancolía que nos subyuga, y con la cual cantamos, es una emoción poderosa, henchida y formidable, propia de un pueblo glorioso.
Y también de sufrimiento, por los ideales sociales aún no cumplidos.
Ahora que la globalización nos golpea con todas sus armas no abandonemos este patrimonio para hacerle frente: la música.
Quizá en ningún campo haya que recuperar y resistir tanto como en este.
En mi caso la canción andina y criolla –aquí lo criollo recién se hace entrañable– estuvo ligada a mi casa de infancia.
Entonces permítanme, para graficar algunos conceptos, recordar a un personaje para mí imperecedero: mi padre.
4.
Danilo Sánchez Gamboa es músico intenso, aunque casero; de poyo y muro soledoso.
Quien toca hechizado, con los ojos perdidos en no sé qué lejanías, irrealidades y secretos.
En su deambular por los senderos que las notas salidas de sus manos van desgranando, su mirada atraviesa la pared desvelada e insomne de la sala.
Está la casa acurrucada por sus acordes y sumergida en el más absoluto misterio. Y canta:
Corazón
ya bastante hemos sufrido
ya la vida nos ha dado
muchos golpes corazón.
Yo confío que algún día
ya no habrá más fatalidad
y ese día gozaremos corazón
Los bordones y quejidos arrancados a la guitarra se cuelgan a los balaustres y vigas maestras de nuestros corazones.
5.
Está embelesado, pensando y soñando sin duda en algo muy querido pero inhallable, distante y lejano.
¿Son aquellos amores que se pierden en el tráfago de los días por atajos aciagos?
¿O son apenas utopías presentidas en el alba?
Rescatan lo más precioso y primoroso de la vida: el capullo de la flor.
Amores que no se tocan. Que ni siquiera se conocen. Que solo se presienten y se buscan a tientas en el recuerdo o el olvido.
Amores fuertes, amores para tener razones por las cuales vivir siempre asombrados, adorando el día.
Amores últimos, que se dan al borde del abismo, o trepados a la tolva de los camiones.
Amores que jamás se olvidan, ni con las distancias, ni con los años, ni con los sucesos que nos distraen cada día.
6.
Cuando la nostalgia arrecia y es más fuerte, cara a la pared, mi padre toca sentado en una silla de paja.
Entonces la guitarra parece pulsarse sola mientras él evoca. Al lado de su silla hay otra silla vacía. ¿Para quién?
Junto a ella penan la soledad, el umbral y el alero cimbrado, el artesonado sobre la puerta y los caminos por donde alguna vez hemos deambulado y volveremos a pasar cuando muramos.
Toca intensamente, con una mirada inubicable en el tiempo y en el espacio. Posado en otro mundo, en comparación al cual éste resulta indeciso, vago e indefenso.
Toca. Entonces el planeta parece solo un peldaño en donde empinarse para ver lo que hay al otro lado del muro.
En estos trances el diapasón de su guitarra y sus dedos en las cuerdas estallan en un chorro de arpegios que se derraman por el empedrado:
7.
Dos amantes palomitas
penan, suspiran y lloran
y en viejos árboles moran
a solas con su dolor.
Por altas cumbres desiertas
una se escapó ligera
dejando a su compañera
llorando de infausto amor.
Paloma ¿dó están tus ojos?
¿dó está tu pecho amoroso?
¿dó tu piquito delicioso?
8.
Ante ese arrebato las cosas y los seres se tornan quietos atónitos, como pasmados.
Los gorriones se quedan inmóviles. Demoran una eternidad en dar vuelta a un párpado y en agrandar sus pupilas.
Fijo el cristalino de la mirada de los manes de la casa.
Las gallinas levantan lentas una pata, la mantienen suspendida y la vuelven a asentar en el suelo más lentas todavía.
Mientras, las cuerdas y el diapasón arden en aquellas manos.
Horas en que sus ojos no miran sino un infinito.
O, más bien, ¡están asomados ante el asombro y el estupor de lo que es insondable!
9.
Integró mi padre, casi niño, la Filarmónica Leandro Albiña de mi aldea, compuesta de más de treinta músicos que tocaban bandurrias, guitarras, mandolinas y diversos instrumentos de percusión.
Después fundó la orquesta musical, a la cual dio el nombre de “Ollantay”, en la cual trinaban los instrumentos de cuerdas y la infaltable batería o jazz band, compuesta de bombo, tarola y platillos.
Este último equipo fue un obsequio que hizo llegar a nuestra casa don Gustavo Pinillos Hoyle, administrador de la hacienda Calipuy, conmovido y emocionado de haberlo oído entonar en violines, mandolinas y guitarras de la orquesta “El cóndor pasa”.
Mi hermano Juvenal desde muy tierno fue el amo y señor de ese conjunto ubicado al centro de la sala en torno al cual los otros atronaban con sus cuerdas gemebundas.
La orquesta, en gran parte, está integrada por miembros del magisterio de Santiago de Chuco, colegas de mi padre.
10.
Pero, en ella a veces canta el moreno guardia civil Santos Guzmán. Cuando eso ocurre lo hace con voz de miel y aguardiente, con los labios abultados como si rezara elevándolos al cielo.
A cuyo cantar los pajarillos que duermen en el alero se han puesto a revolotear en plena noche para hacerle coro con sus piítos.
El repertorio que interpreta es la música tradicional peruana, compuesta de valses, polcas, pasodobles, así como también de marineras, huaynos y serranitas. Así:
China santiaguina qué tienes
porque no me miran tus ojos.
Será por que tienes otro querer
yo también lo tengo igual que tú.
Cada vez que llego al sitio
dónde prometiste quererme
lágrimas me faltan para llorar
corazón me sobra para sufrir.
Y así dice mi corazón,
pum, pum, pum como el cañón
Y así dice mi corazón,
tic, tic, tac, como el reloj.
11.
Pero ocurre frecuentemente que la actuación es en alguna ceremonia cívica, cultural o educativa. El repertorio entonces abarca música sinfónica de inspiración nativista como “Vírgenes del sol”, “Cuando el indio llora”, “La pampa y la puna”. O letras como:
Linda ñusta del Perú
tú tienes la virtud
de encadenar
a tus pies mi corazón.
Y en el ritmo cadencioso
del canto aprendido
pende un llanto divino
oh Virgen del Sol.
En tales ocasiones los instrumentos se vuelven rituales, de notas agudas y regias, arqueándose al máximo en su registro el violín, las mandolinas y guitarras en una suerte de tensión y sufrimiento supremos.
Diversos pueblos de la jurisdicción de la provincia de Santiago de Chuco, como de otras circunscripciones, invitan a la orquesta para participar en acontecimientos cívicos y sociales, realizando constantemente giras que duran varios días.
12.
Hace treinta años mi padre murió. Por eso, esta vez que fui a mi pueblo en el mes de julio del año 2011, nos reunimos a cantar en esa misma casa, en esa misma sala y detrás de esa misma puerta.
Volvimos a escuchar en la memoria las notas conmovidas de sus acordes bajo el tejado, dejando que el amor borbote y sobresalga tanto en el recuerdo como ahora las notas de las guitarras y mandolinas hacen que se expanda.
Cantar fue hacerlo en el marco de lo que hemos denominado en el movimiento Capulí, Vallejo y su Tierra: “Música en el umbral bajo el alero de la casa”, como una actividad permanente cada vez que vayamos a Santiago de Chuco.
Y lo hacemos en memoria de la orquesta Ollantay y como un homenaje al amor que como un carbón encendido llevamos en nuestros pechos.
13.
Hemos perfilado esta vez un repertorio de 30 canciones y estuvimos presentes, inaugurando este programa:
Víctor Merino
Isabel Narro
Luis Ciudad
Eduardo Miñano
Augusto Helí Vejarano.
Entre otras tantas personas cuyos nombres no los sé pero a quienes abrazo emocionado.
Con todo ello se trata de evocar lo nuestro, haciendo música y volviendo a cantar.
¿Por qué lo hacemos? Por recuperar el pasado que nos ayude a ser hombres cariñosos, ilusionados. Y personas que aman.
14.
Por eso hicimos música donde ensayaba la orquesta Ollantay, cantando canciones antiguas. Incluso el cancionero escolar entonado con el aire de los tiempos.
Nuestras voces resonando hacia la calle, explorando en el sentido de por qué venimos y por qué regresamos.
Porque hay muchas personas que regresan desde lejos y muchas de ellas que no saben por qué lo hacen.
Una de esas razones es la evocación y la nostalgia. Sin embargo, no hay espacio para expresar esos sentimientos, y es por eso alentamos este programa.
Ese espacio debe cubrir esa carencia, porque cantar, como se dice en la canción escolar “La choza”, que la entonábamos en el patio de mi escuela, hace:
El cielo limpio, lleno de estrellas
desvaneciendo la oscuridad,
cánticos suaves, música bella
y aquí cerca la eternidad.
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