ELECCIONES
Por Juan Rivera Saavedra
Faltaban algunas semanas para la elecciones generales y el líder -esperanza del pueblo- era seguido como el salvador, por una enorme multitud.
Por Juan Rivera Saavedra
-Abuelito, ¿nos cuentas un cuento antes de dormir…?
-¡Sí, abue! Pero no: Pinocho, La Cenicienta, ni el Gato con Botas.
-De acuerdo, niños. Hoy, les contaré…
-¡Abue! Si fuese tétrico, mejor. No, cuentos de tu época. ¿Sí?
-De acuerdo. Hoy contaré…la historia de una rata.
-¡¿Una rata?! ¡Qué emoción!
-Una rata llamada…Alegre Waype.
-¡¿Alegre Waype…?! ¡Hurra!
-O…”La rata Alegre que perdió la sonrisa”…Hubo una vez, una rata que gozaba haciendo mucho daño. Hay que ver ¡cómo gozaba! Le encantaba hacer sufrir. Se tiraba al suelo patas arriba, reventaba de risa cuando hacía una travesura, desacreditaba a un pericotito, lo veía morir de hambre o estirar la pata.
-¡¿Tan malo era, abuelito…?!
-¡Jaimito, silencio! ¡Deja que el abuelo, termine!
-Continúo. Sigo, hijos…Como Waype no era una rata perfecta, era mala pero, tenía una debilidad.
-¡¿Sí…?! ¡Cuál! ¡Cuál, abue!
-Amaba a su mujer e hija con adoración y pasión…Pero no tanto como a su hobbie o trabajo.
-¿En qué trabajaba, abue?
-Era Secretario general del Sindicato de pericotitos. Amaba mucho aquel puesto. ¿Saben por qué? Por contar Alegre Waype con harta cantidad de pericotitos a quienes podía explotar, engañar y comérselos fácilmente.
-¡Cómo abuelo! ¿Nadie protestaba? ¡Cómo los convencía!
-Porque dicha rata tenía conocimiento de abogacía, por haber vivido un tiempo en los sótanos del palacio de Justicia.
-Abue, ¿si aprendió tantas mañas allí, esa rata, por qué lo llaman de justicia…?
-No estoy seguro. Quizás por error. Por ser muy ricos en imaginación, pero pobres…en razonamiento o lógica.
-¿Por qué, abuelito? ¿Por qué?
-Por crear leyes que no servían.
-¿Sí? ¿Por qué, abue?
-Por no ser perfectas. Sólo servían para los intereses de algunos. ¿Por qué crear una montaña de leyes? ¿Acaso no están todas en los diez mandamientos…?
-Abue, te fuiste por otro lado, vuelve a la historia.
-¡Si, abuelito! ¿Qué pasó con el Waype, ese?
-¡De acuerdo, hijos! ¡Les cuento! Los pericotitos se levantaron en huelga un día, entre veinte de ellos lo cogieron del cogote, lo arrastraron hasta la puerta y…
-¡¿Y qué abue?!
-Lo botaron. Convocaron a elecciones y…eligieron a otro. Al carismático: ¡Lechuguín Victoria! Una rata blanca y hermosa.
-¡Qué lindo!
-¡Y fueron muy felices y comieron perdices!
-No, hijos. Lo siento. No pasó así.
-¡¿No…?! ¡Por qué, abuelito!
-Porque al fin y al cabo, era una rata. Con un color diferente pero…¡rata al fin! Así que el abuso, ¡continuó!
-¡Oh! ¿Y qué hicieron los pobrecitos?
-Al no encontrar una rata buena, honrada, no corrupta ni tragona, buscaron entre los pericotitos a alguien que los pudiera sustituir…
-¡Qué gran idea! ¿Y encontraron?
-Sí…
-¡Qué recontra lindo! ¡Rá!
-No muy lindo, queridos niños.
-¡¿No?! ¡Pero por qué…!
-Por no ser rata, y ser pericotito. Así que, lo acusaron de “comunista” y también…
-¡¿Comunista?! ¡No entiendo!
-¡Yo, tampoco, abuelo! ¿Qué es eso?
-¿Comunista? Supongo…ser pobre y honrado.
-¿Y es malo eso, abue?
-Para el que lo tiene todo: sí. ¡Muy malo!
-¡Oh!
Fuente:
Juan Rivera Saavedra
Dramaturgo de reconocido prestigio internacional
Vicepresidente de la Sociedad Universal de Artistas y Literatos (SUAL)
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