miércoles, 30 de diciembre de 2020

30 DE DICIEMBRE: SE INAUGURA EL AEROPUERTO JORGE CHÁVEZ - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


 
 

Construcción y forja de la utopía andina
 
 
DICIEMBRE, MES DE LAS MONTAÑAS,
DE LOS DERECHOS DE LOS ANIMALES;
DE LOS MIGRANTES, Y DEL NACIMIENTO
DEL DIOS NIÑO EN LA NAVIDAD
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO


 

EL BIEN QUE SUSTENTA

EL UNIVERSO

 

HONDA

Y LEVE

AVECILLA

 


Danilo Sánchez Lihón

 

1.

 

Hermoso es el rostro

del bien.

Y de bien está hecha

la casa

del universo ¡y tejido

con él

luce el paño pródigo

de la vida!

El bien es el pálpito

original

que late y es capaz

de dar

fervor, albor y vigilia.

Es el bien

que todo lo anima y

sustenta.

Es el eje que al final

conduce

la marcha del cielo y

la tierra.

 

 

2.

 

Hermoso es el rostro

del bien.

esta avecilla que vive

y aletea

en lo esencial de todo

lo creado,

abriendo y plegando

sus alas

y su secreto temblor

también

al fondo de lo sufrido.

Que

aparenta ser vencido

y acabarse,

para otra vez renacer,

revivir y

levantar cabeza, feliz

y lozano

entre tempestades y

abrojos.

 

 

3.

 

Hermoso es el rostro

del bien,

por eso a él abrázate.

A él acude,

atente a su escudo y

espada.

Y deja que él guíe tus

pasos,

se abra camino en tu

tu alma, y

sea quien se abrigue

en tus manos.

Dale a que él guarde

la llave

del portón de tu boca

Para todo

en el bien confía. ¡Es

quien

al final renace siempre

y triunfa!

 

 

4.

 

Ahora es un gran día

de fiesta

donde tú eres centro

y raíz.

Late aquella avecilla

de luz

palpitando al fondo

de todo.

O ya es noche fosca

y atroz.

Y se cierne una gran

amenaza.

Confía. Y divisa ya el

batirse

las alas dadivosas y

doradas

del bien, que crean,

animan

y sustentan la casa

del universo.

 
*****
30 DE DICIEMBRE


 
SE INAUGURA
EL AEROPUERTO
JORGE CHÁVEZ


 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA


 
 
HE BESADO
ESTA TIERRA
AL VOLVER

 
Danilo Sánchez Lihón
 
 
Soy extranjero en este mundo.
Soy forastero, y en el inmigrante
la soledad es pavorosa y atroz es
la nostalgia. El exilio me mueve
a soñar en una encantadora tierra
llenándome la fantasía con dulces
imágenes de una Patria quimérica
y remota que mis ojos jamás verán.
Gibrán Jalil
 
 
1. Y me quedé
ahí
 
Yo no pensaba en regresar. Me había resignado a la idea de morir en tierra extranjera, en suelo áspero, indiferente y ajeno.
Y sentía que no iba a tener reposo jamás. Porque estar mal enterrado, que es para la eternidad, duele más que vivir mal que es efímero y pasajero. Era cuestión de vida y muerte entonces volver, asunto inaplazable y perentorio que tenía que resolver a como dé lugar.
Porque llegó un día en que regresar se me hizo urgente, compulsivo y apremiante. Volver a sentir el dulce y profundo aroma a manzanilla, yerba buena y perejil de mi tierra nativa.
Oír de nuevo el canto alucinado del piwicho en la enramada del jardín. Contemplar las flores pequeñas del camino, la fragancia del matico, del romero y el alcanfor. Sin embargo, para mí la sanción y el dictamen estaba dado:
– ¡No hay regreso posible! –Era la sentencia.
Y se me lo dijo de mil maneras y en todos los tonos posibles. ¿Quiénes? Mis familiares, mi situación laboral, mi presupuesto disponible, como el no tener ya a nadie aquí. La oposición se había vuelto implacable y el anhelo igual.
 
2. Me ataron
de manos y pies
 
– Te viniste, ¡y ya no hay regreso! –Era la voz ya no de los demás sino de mí mismo, que era quien lo repetía.
– ¡Sí lo hay! –Contesté animado por un extraño coraje, no sé cómo ni de dónde.
Empecé a reconocer que había tejido redes y barrotes invisibles alrededor mío, como si yo mismo me alzara una prisión y me encerrara en una cárcel a cadena perpetua.
Pero esta vez ya no ingresé como un reo a mi mundo interior, ni para quedar ahí, atrapado.
Me rebelé, aunque oí decir desde afuera que había enloquecido.
Ahí empecé a cortar en mi mente las amarras. Y decidí quitarme la vida.
– Si haberme ido de mi tierra había sido un acto suicida, ¡no había nada ya peor!
Y me corté las venas. Me ataron de manos y de pies. Lo más grave que podía ocurrir, y eso estaba acaeciendo. Lo curioso es que no podía morir.
 
3. Pero,
llora
 
Entonces, al principio asistí a varias consultas con un psicólogo en una clínica estatal.
Después con un psiquiatra que trabaja libre, en un centro médico particular.
Y quien desde que me vio supo lo que a mí me estaba aconteciendo.
– ¿Hace qué tiempo estás aquí? –Me preguntó.
– Hace más de veinte años, doctor.
– ¿Y nunca has regresado a tu país?
– Jamás, desde que vine a este lugar.
– Entonces vete, regresa inmediatamente. –Fue lo que le oí decir.
– Llega hasta tu pueblo de origen. Me dijo.
– Y, ¿qué hago ahí, doctor? –Fue mi pregunta desesperada.
– Llora. Llora mucho, todo lo que puedas.
– ¿Habla en serio, doctor?
 
4. Caer
a tierra
 
– ¡Llora de alma! Y así de repente te puedas sanar. Llora fuerte, y a solas para que te sientas libre.
– ¿Dónde?
– Cogido a los muros de tu casa antigua, a las piedras caídas, a los retazos de madera esparcidos por el suelo. Cogido a un árbol. Busca tus raíces. Pero, llora. No dejes de llorar. Suelta todo el dolor que te atenaza y aprisiona.
Y mientras lo decía sabía a ciencia cierta que esto que decía era verdad, que esa era la curación.
– Doctor, ¿por qué no lo dice todo eso a mi familia que está afuera, esperando el resultado de esta consulta? ¡Porque a mí no me van a creer!
– ¿Están aquí? ¡Que pasen!
– ¿Qué es lo que lo aqueja a mi papá, doctor?
– Es un sentimiento que tiene dentro y que ha cargado como un nubarrón que necesita deshacerse en lluvia. Y caer a tierra. Y aquí eso nunca va a ocurrir.
 
5. Y aquí
estoy
 
– Y después de algún tiempo, ¿debo retornar, doctor?
– Quedarte allá para siempre será mejor.
– ¿Hasta morir? –Le dije, pero con júbilo, encanto y efusión.
Mi pregunta recién lo asombró. Y me di cuenta que a mí me salió hasta como un ruego.
Me miró como si fuera a decir por primera vez una verdad, de vida y muerte.
– ¡La sabiduría perfecta es morir en el lugar de origen! Y hazlo también en mi nombre, porque tú vas a poder hacer lo que yo ya no puedo.
Fue como si me hubiera liberado, como si ese doctor cortara de un tajo todas mis cadenas.
Después de esa receta se aceptó que yo volviera. Y aquí estoy. He regresado.
Y, ¡me siento bien! Soy un hombre nuevo. ¡Y creo que me he salvado para siempre!
Por eso besé esta tierra al volver.
 
6. Recuperar
lo que somos
 
– Intuitivo el médico, ¿no?
– ¡Un sabio! Por algo era un hombre viejo.
– ¡Ah!, no es solo ciencia sino experiencia.
– Y me dijo algo más aún: Júntate con tu gente. Canta. Busca una banda de músicos y solázate hasta el alba. Eso sí, ¡no bebas!
– Pero ahora que estás aquí y has podido retornar, ¿cómo explicas todo esto?
– Es el amor a la tierra, a la naturaleza y al pueblo donde hemos nacido, hecho fundamental en nuestras vidas. El amor al hogar, a la candela, al alero. Es amor por todo lo sincero, lo que es verdad, la piedra, el terrón de adobe, la gota de lluvia y el rayo de sol.
– ¡Que es mucho!
– ¡Básico! Es amor a nuestros ancestros, a todo aquello de dónde venimos, a los padres y abuelos. Amor hacia adentro y hacia afuera, amor a la infancia, sea que haya sido o no sido feliz. ¡Es amor ágape!
 
7. Lo que
somos
 
Una corriente de alegría, una devoción incontenible, un cariño y júbilo al bailar en la plaza embarga al inmigrante que ha retornado.
– Aquí bailo, mientras allá ya era un inválido en silla de ruedas. –Me dice con sus ojos radiantes.
– E igual, veo bailar a otros que han venido. Y después, acercándose me sugiere confidente:
– Pero hace falta una doctrina, unas ideas nuevas, unas imágenes. Y un sentido por donde enrumbar nuestros pasos y encauzar nuestras energías.
Porque si no: otra vez volverá la inercia, la desazón y el tedio. Algo que encauce esta emoción que no sabe de dónde viene ni adónde va; ni qué forma adoptar.
Él ha regresado. De eso se trata. Pero ahora, ¿qué hacer? Quizá recobrar valores, sin dejar lo conquistado ni renunciar a lo ya ganado.
Tender puentes y recuperar lo que somos. Resarcir lo perdido y proyectarnos a un tiempo nuevo.


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