viernes, 18 de octubre de 2019

18 DE OCTUBRE: DÍA MUNDIAL DE PROTECCIÓN A LA NATURALEZA - FOLIOS DE LA UTOPÍA: ERAN HIJAS DEL APU - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


 

Construcción y forja de la utopía andina
 
 
OCTUBRE, MES DE LA SALUD,
LA ALIMENTACIÓN, LA GESTA
DE ANGAMOS; VIDA Y EJEMPLO
DE MARIO FLORÍAN Y LUIS
DE LA PUENTE UCEDA
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO


 
SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL


 
*****
 
EL COLIBRÍ, AVE SÍMBOLO
EN EL MUNDO ANDINO


El ave símbolo del mundo andino es el colibrí o picaflor. Bello por su plumaje y excelso por sus costumbres que al ver los antiguos peruanos que solo se alimentaba del néctar de las flores lo consideraron sagrado; aunque hoy se sepa que también se alimenta de algunos insectos que habitan dentro de las corolas que ellos polinizan.
No pueden correr ni pararse en el suelo, por lo que son eminentemente aéreos, constatación que contribuía a considerarlos mensajeros divinos, de ahí la simbología que los representa como seres de un mundo ideal, utópico y poético.
Los españoles que conquistaron América al verla por primera vez, tan pequeña y metálica, consideraron que era mezcla de ave y de insecto, y le dieron nombres precarios como: “zumbadores”, por el sonido que producen cuando vuelan.
Agitan las alas de tal modo que pueden permanecer literalmente detenidos y aparentemente inmóviles en el aire, y la vibración de sus alas lo hacen a tanta velocidad que no se perciben que las agiten, por eso no consideraron que fueran aves sino presencias admirables y sorprendentes.
Hay 300 especies de colibríes que se distinguen por el colorido de su plumaje, por la   forma de sus picos adaptables a las corolas de las flores que absorben, así como por la forma de sus patas para cogerse de las ramas en donde pernoctan.
En los poemas, así como en los mitos y leyendas del Perú milenario, el colibrí siempre es propicio, y se sacrifica en aras del amor de las parejas que el tiempo y las distancias separan, haciendo de mensajero; así como es quien roba el fuego de los dioses para entregárselo a los hombres, incendiando sus alas.
DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


 
*****
 
18 DE OCTUBRE
 
DÍA MUNDIAL
DE PROTECCIÓN
A LA NATURALEZA


 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
ERAN
HIJAS
DEL APU


Danilo Sánchez Lihón
 
 
A Marilú Caycho
a quien escuché
contar este relato,
y le pedí permiso
para escribirlo.
 
 
1. Aquí
nomás
 
Por fin llegaron a Orcotuna en las vacaciones de medio año. Era el pueblo de sus padres, que los recibió con sol radiante, aire fresco, cielo despejado y el verde de los campos. ¡Qué belleza!
Las cabañas de paredes blancas y tejados rojos, los senderos, la gente con su rostro amable, los animales con sus imágenes vivaces e inocentes. ¡Era el mundo soñado!
No faltó en esa acogida el perro juguetón, el gato que observa y se estira en lo alto del alero, el cabrito retozón, y más allá las ovejas y las vacas que pastan apacibles en los campos fragantes.
– ¿Vamos a ver qué hay detrás de esas colinas?
– ¡Ya pues! ¡A la obra!
– Pero no vayan a ir muy lejos, niños. Jueguen, pero cerca.
– Aquí jueguen niños, ¡Más tarde salimos todos juntos!
– Aquí nomás vamos a ir, ¡cerquita!
 
2. Aguas
caudalosas
 
– Pero no cojan nada. Hay plantas que tienen espinas, algunas son nidos de avispas, muchos frutos son venenosos. ¡Vayan, pero con mucho cuidado!
– Hay senderos que llevan a barrancos o están mojados y resbalan. Entonces, ¡miren bien!
– ¿Está cerca el río, abuela?
– Está lejos. Y es peligroso ir. No vayan. Para ir al río tenemos que acompañarlos.
Al salir al campo Fabiola, Sara y Marco, quien era el más pequeño, no pudieron resistir la aventura de ir al río.
El camino era tan grato y amable que sin quererlo ni proponerse ya estaban camino al río.
Pero no se mojarían en sus aguas para que nadie se entere ni se den cuenta que han llegado hasta el río, y no sea que los resondren, castiguen y prohíban salir los siguientes días.
Pero, he aquí el río majestuoso. Es el Mantaro, de aguas caudalosas y turbulentas que solo de escuchar su fragor el alma se estremece.
 
3. En lo alto
del muro
 
Por eso, no se acercarían ni bajarían a sus orillas.
Sus aguas verdes azuladas hacen remolinos y abultamientos temibles, seguro porque debajo hay rocas y pedrones.
Y es mejor no desobedecer a la abuela.
¡Pero estas flores a la vera del sendero son tan bellas! Su amarillo intenso, es un fulgor tan estallante y arduo que Marco se acerca a cogerlas.
– ¡La abuela ha dicho que no cojamos nada, Marco!
– Pero, ¿acaso ella nos está viendo o mirando? ¿De qué manera ella se va a enterar?
– No Marco, es mejor que no cojas nada.
Pero Marco las cogió y regresó con ellas.
Cuando llegaron a la casa, antes de entrar, las pusieron en lo alto del muro que está a la entrada de la vivienda.
Apenas comieron el cansancio del viaje los derrumbó en los sillones que había en la sala.
 
4. Todos
lloraban
 
Su madre al alzar a Marco para acostarlo en la cama que han preparado nota que está volando en fiebre.
Cuando le ponen el termómetro inmediatamente la barra de mercurio marca cuarenta grados, que hace que la madre retire el medidor con espanto, ya que pudiera ser que subiera la marca hasta una cifra que no quería mirarla.
– ¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Qué tiene mi hijo! ¡Ay Dios! ¡Sálvalo! –Implora la mamá.
Inmediatamente le preparan paños de agua, le empapan con alcohol en la frente, y lo desnudan ante el frío serrano.
Cuando otra vez le toman la temperatura tiene 41.5 de grados de fiebre. Marco delira.
– ¡Qué tiene mi hijo! ¡Dios mío, sálvalo! ¡Qué tiene! –Clama la madre.
La desesperación en la casa es tan grande que todos lloran, se tropiezan y gimen.
No había médico en el lugar y pensaron salir a la carretera a esperar un vehículo que pase, agitando un pañuelo blanco y a fin de regresar con urgencia a Lima.
 
5. Flores
amarillas
 
Lo único que atinan a pensar antes de embarcarse es en correr a avisar a la abuela que ya se ha retirado, pero que vivía ahí no más a la vuelta de la loma. Corren a avisarla que van a salir a esperar un vehículo y regresarse a Lima.
– ¿Qué ocurre? –Pregunta.
– ¡Marco vuela en fiebre y delira!
– ¡A ver, vamos a verlo!
– ¡Oh Dios mío! Este niño se muere. ¡Ya su pulso ni se siente! ¿Dónde está Fabiola? ¿Dónde está Sara?
– Ahí están en el cuarto, rezando. Están que tiritan, pero no de frío sino de miedo.
– Fabiola, ¿dónde fueron? ¿Qué han cogido?
– ¡Nada abuela! ¡Solo esas flores amarillas!
– ¡Cuáles! ¿Dónde están?
– Están en el muro de la entrada.
– ¿Y de dónde las han cogido?
 
6. Te
lo ruego
 
– Casi de la orilla del río, abuela, al pie de la ladera.
– ¡Pronto! ¡Vamos a devolverlas! –Dijo la abuela– Es el Apu quien lo está llevando a este niño. Necesitamos vino, cigarros y coca. ¡Rápido, tráiganme!
Estamos sorprendidos, porque la abuela nunca fuma, ni bebe, ni chaccha coca.
Casi corriendo ella va adelante y nosotros detrás. Lleva las flores arrancadas. Las sostiene con mucho cuidado y reverencia.
– Son su diadema del Apu. –Repite.
Ni bien llega con apuro saca la coca y la esparce al viento. Toma el vino y lo sopla a los aires. Y fuma con unción el cigarro. Y se arrodilla rogando:
– Apu, allí están tus flores. Perdona a mi nieto. No ha sabido respetarlas ni respetarte.
Allí sopló un fuerte viento que ululó en los magueyes, en las pencas y en los eucaliptos cercanos.
– No te conocen, caballero. Recién han venido mis nietecitos. Discúlpalos que te hayan ofendido. Pero devuélveme a mi hijito, te lo ruego. Te lo ruega su madre, te lo ruegan estos niños que son sus hermanitos.
 
7. ¿Dónde
están?
 
Y lloraba la abuela con un dolor muy sentido.
Ahí el río sonó con mayor estruendo y el viento se hizo ventarrón.
La abuela se arrancó la ropa y se mesó los cabellos.
– Devuélveme a mi hijito. Sé que ya está contigo, pero tómame a mí por la ofensa cometida. Pero él no sabía nada. ¡Devuélveme a mi hijito!
Y se arrodilló llorando.
En ese mismo momento la madre vio que sorpresivamente Marco abrió los ojos y preguntó.
– ¿Dónde están las niñas?
– ¿Quiénes? ¿Tus hermanas?
– No. Las niñas que estaban llorando
Las flores eran las hijas del Apu que tronchó y que felizmente la abuela devolvió en ese momento al monte, al viento y al río.
Marco vivió, pero sin querer perdió a su abuela. A partir de entonces Fabiola, Sara y Marco jamás cortan una flor, ni en el campo ni en donde sea. Y más bien las reverencian como hijas del Apu.

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