martes, 15 de octubre de 2019

15 DE OCTUBRE: DÍA DE LA MUJER RURAL - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


 
 

Construcción y forja de la utopía andina
 
2018 AÑO
DE LA IDENTIDAD Y DEL PATRIMONIO
INALIENABLE DE NUESTROS PUEBLOS
 
OCTUBRE, MES DE LA SALUD,
LA ALIMENTACIÓN, LA GESTA
DE ANGAMOS; VIDA Y EJEMPLO
DE MARIO FLORÍAN Y LUIS
DE LA PUENTE UCEDA
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO


 
SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL


 
*****
15 DE OCTUBRE


 
DÍA
DE LA MUJER
RURAL


 
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA


 
CASADERA,
HUMILDE
Y DONCELLA


Danilo Sánchez Lihón
 
  Hemos despertado al pozo
y el pozo canta.
Saint Exupery
 
 
1. La totalidad
de sus tierras
 
Pablo Manuel de Porturas y Corral, nació en su propia hacienda de Angasmarca, el 30 de marzo de 1808. Es un joven alto, animoso y franco; con un gran cariño e identificación con su pueblo. Es dueño, junto con su hermano José Luis de Porturas y Corral, de la hacienda Angasmarca.
En este tiempo, es el feudo más grande del norte del Perú, abarcando completamente Cachicadán, Calipuy y Mollepata, con sus inmensas punas para forraje de ganado; bajíos con ríos impetuosos donde habitan el puma y el oso; cordilleras con yacimientos mineros, unos a flor de tierra y otros impenetrables.
Cuando frisa los 24 años, Pablo Manuel intenta recorrer los linderos de su hacienda montando en caballos moros, que renueva y cambia galopando sobre uno y otro cuando estos se cansan, acompañado de mayordomos y administradores obsecuentes.
Su viaje ha durado setenta y cinco días y en ese lapso no ha podido recorrer todos los confines de sus tierras de altura, donde se cultiva papas, ocas, ollucos. Tampoco ha podido alcanzar a ver la totalidad de sus tierras “templadas”, buenas para el cultivo de maíz, trigo, cebada. Menos sus tierras de “temple”, donde se siembra camote, caña de azúcar y toda variedad de frutas; por la cual deambulan anacondas, tigrillos, y en los ríos hasta lagartos.
 
2. El
edicto
 
Muy cultivado además en artes y ciencias, gracias a la magnífica biblioteca de 60 mil volúmenes acumulada por sus antecesores en aquella villa escondida en la cadena occidental de los andes al norte del Perú.
Él siente una identificación muy honda por su tierra natal, Santiago de Chuco, gusta de conversar con la gente y se va de jarana por las aldeas desperdigadas en valles, quebradas y colinas, juntándose con los mozos de la comarca.
Cuando cuenta con 25 años, ha emitido un bando público donde expresa su voluntad de casarse. Y quiere hacerlo formalmente con una campesina del lugar, natural de su propia tierra, cualquiera sea la condición social y económica que ella tenga, siguiendo los ritos de la iglesia católica y del recién inaugurado estado civil de la naciente República del Perú.
Para ello, todos los padres y madres de su inmensa jurisdicción pueden presentar a sus hijas casaderas, vírgenes, de edad comprendida entre los 17 y 20 años, y quien será junto con él le dueña y señora de ese inmenso patrimonio que abarca todos los confines y horizontes desde donde emite su edicto.
 
3. El sol
de la mañana
 
El día estipulado para la presentación de las doncellas es el 20 de mayo del año 1833, fecha en que ha de elegir a quien será su futura esposa. Sin embargo, ha hecho venir desde Trujillo a dos reputadas y virtuosas madres religiosas una del Convento de Santa Teresa y la otra del convento de Santa Rosa.
Para el efecto, se han otorgado facilidades de transporte, alojamiento, comida a todas las familias que concurran al caserío de Angasmarca y más precisamente a la Casa Hacienda.
Desde los lugares más lejanos de su amplísima heredad, concurren aquel día alrededor de tres mil vírgenes acompañadas de sus padres.
Luego de servirse un reconfortante y multitudinario desayuno en el patio de la casa hacienda, las jovencitas son formadas en diez columnas, cada una de dos filas.
La formación de las aspirantes en cada columna hace que queden unas frente a las otras, guardando un callejón entre ellas de dos metros por donde don Pablo con su comitiva pasará escogiendo a su futura esposa.
El sol de la mañana brilla radiante.
 
4. La casa
hacienda
 
La casa hacienda de Angasmarca tiene un portal de ingreso de estilo colonial, con un frontis en lo alto revestido de talladuras en piedra. Y un vano, en donde pende una campana que marca las horas dando inicio y término a las faenas; así como también sus repiques ordenan las costumbres y el destino de los lugareños. Luego del portal se abre un patio con el borde adoquinado de azulejos que semeja una plaza pública, con una pileta de granito al centro y surtidores de agua, cuyo perímetro está rodeado de varias filas de árboles frutales, entre naranjos, nísperos y paltos. Hacia el frente se ubica el Salón Dorado. Adyacente a la izquierda el comedor y al otro lado la biblioteca. Volteando y al final de la pared se encuentran los baños y hacia un extremo corre el zaguán que da hasta el traspatio.
Por la derecha del solar principal se ubica el edificio de huéspedes de dos plantas, con salas y dormitorios. En una de ellas del segundo piso se alojó Simón Bolívar en su campaña de la Guerra de Independencia. En otra de la planta baja, pernoctó su ministro y consejero, el egregio hijo de Huamachuco, don Faustino Sánchez Carrión. Al lado izquierdo se alza “La galería”, donde está la inmensa cocina para los peones, y otros cuartos que se usan de almacén. Y más allá de este flanco “La pesebrería”, que son las caballerizas en donde reciben especial cuidado los caballos árabes que la hacienda tiene.
 
5. Vestidos
multicolores
 
A las ocho en punto de la mañana aparece él con su séquito. Luce imponente, alto y rozagante, concentrando todos sus sentidos en ese acto trascendental para su vida.
Tiene los cabellos revueltos, los ojos fulminantes y temblándole las aletas de las narices, como si oliscara ansioso y fascinado su futuro destino.
Luce traje de montar, chaqueta beige con una bufanda color rojo que le cae desde los hombros hasta las rodillas.
Lo acompañan dos preceptoras, venidas desde Trujillo, para ayudar al hacendado en su vital y decisiva elección.
A las nueve de la mañana de hoy día inicia su recorrido, absorbiendo el aire fresco de la mañana.
El clima es primaveral y todo luce hermoso. Las colinas cercanas, de un verde intenso, se muestran envueltas en algunos sitios por copos de neblina blanca. Las flores de los jardines y de las macetas que cuelgan en los pilares exhalan a plenitud sus íntimos aromas.
Todas las muchachas están nerviosas dentro de sus vestidos multicolores; a cuál es más primoroso dentro de la ingenuidad del lugar, del ambiente y del mundo circundante.
 
6. El ala
de la prenda
 
El paso de la comitiva es lento. Delante va Pablo Manuel y a ambos costados, apenas medio paso hacia atrás, caminan alertas las dos preceptoras venidas desde Trujillo.
Detrás, forman parte del cortejo, la madre del hacendado, el hermano y el administrador.
Las muchachas tiernas y hermosas lucen radiantes.
Durante el recorrido Pablo Manuel nota, cuando ya casi ha pasado por el final de una columna, un movimiento rápido de alguien que ha estado escondida. Es una niña que trata de ocultar nuevamente su rostro con un amplio sombrero.
Retrocede Pablo Manuel y él mismo levanta el ala de la prenda que cubre su rostro. Él la mira intensamente.
La chica apenas levanta la mirada con timidez e inmenso rubor.
Pablo Manuel, llamando a las señoritas preceptoras, dice lacónicamente:
– ¡Es ella!
Y en el acto, da por concluido el programa, pese a que falta pasar por más de la mitad de las filas formadas por las pretendientes.
 
7. Casa
y apriscos
 
A partir de ese momento las preceptoras que lo asesoran se hacen cargo de la niña elegida. Desde ese instante, don Pablo Manuel no la verá sino hasta un año después, tiempo que se ha previsto para que se realice la ceremonia de casamiento, período que se prolonga ocho meses más.
En este lapso ella será educada en Trujillo, mientras él viaja a recorrer Europa y a detenerse en España, donde debe hacer unas gestiones referentes a una herencia en la península ibérica de donde procede su padre, don Pablo Manuel de Porturas y Landázuri, quien se ha desempeñado en el Virreinato del Perú como Ministro Tesorero de las Reales Cajas de Lima.
El nombre de la elegida esta mañana memorable, es Santos. Y sus apellidos: Verde Castillo, de apenas 17 años de edad y natural de Calipuy. Su padre y madre son campesinos de muy humilde condición, cuya casa y apriscos se suspenden en una pendiente de barranco que cae al río Patarata.
Es pequeña de estatura, piel color capulí, rostro inocente y ojos negros y profundos del color de la miel. Se la recuerda como la mujer que abrió la hacienda a los campesinos, repartió tierras a las comunidades, y educó a sus hijos, dos de los cuales llegaron a ser diputados de la provincia. No hubo gente a quien no ayudara, y está enterrada al lado de su esposo en la iglesia de Angasmarca.
 
*****



MUJER,
MADRE Y
TIERRA NATAL



Danilo Sánchez Lihón


1. El
fogón

En el mundo andino decir mujer es al mismo tiempo decir madre, y es que desde que son muy tiernas, o muy niñas, en las mujercitas se les cultiva esta relación, haciendo que la niña de mayor edad cuide y se encargue, y hasta crie, al hermanito pequeño.
Por eso, el concepto de mujer en este ámbito es el de origen de la vida y es el de ser protector de la casa y de la familia. De allí que la mujer en el ámbito de la cultura andina aporte en darnos un vínculo firme y verdadero con la tierra y con la vida, con la naturaleza, la especie humana y el cosmos en general.
Es quien tiene un gran sentido de responsabilidad y organización, es quien alberga en su ser la esperanza y la fortaleza, el alivio y la compasión. Siendo el sentido de lo femenino muy presente en el mundo andino, como lo es la candela y el fogón familiar; cuando nos recogemos arrebujados de frío a su lar, que es cuando sentimos lo que es la madre y lo que es la mujer.
Que es lo mismo cuando llegamos de lejos con nuestras heridas abiertas, y con una muestra de llagas en el corazón y en el alma, que es cuando más sentimos a la mujer y a la madre y a la tierra que nos vio nacer. Lo dice César Vallejo a su madre antes de volver:
Acomodando estoy mis desengaños y el rosado
de llaga de mis falsos trajines.

2. Los seres
vivientes

Concebir a la tierra como madre y cultivar una relación armoniosa con ella, es una de las grandes concepciones y nociones de vida de la cosmovisión incaica.
Allí está y en ello radica la genialidad de un saber para la vida y de una filosofía práctica, no producto de la elucubración sino como síntesis de una intimidad natural, cordial, sincera y auténtica de la relación del hombre con la naturaleza y con los demás hombres; y con el conjunto de seres vivientes, y con todo lo que es la creación.
En cambio, en la concepción occidental y moderna a la mujer se la considera opuesta, no aliada; así como a la naturaleza y a la tierra, con lo que es la casa y el hogar. Se la considera rivales, opuestas y en competencia con nuestro poder. Igual que a la naturaleza, que se la sobre explota.
Podemos entonces por eso matar, contaminar y depredar el medio ambiente vital, y extraer de él despiadadamente todos los recursos disponibles que se nos pueda antojar para vender y ganar, y con ello se pueda acumular riqueza. Igual analogía de rivalidad establecemos con la mujer, en donde la correlación el puesto de ella es de servicio y de explotación. Lo pésimo es concebir que somos aparte, que somos otra realidad, que ella es desligada y separada de lo que somos varón y mujer de modo esencial.

3. ¿Con qué
lecciones?

Felizmente, en el mundo andino tenemos nosotros otro modo de pensar y de ser. Otra concepción y manera de actuar, de acuerdo a lo que han ido decantando nuestras culturas ancestrales, que nos enseñan no a vivir enfrentados, como si fuéramos opuestos y enemigos, siendo la naturaleza más bien complementaria y nuestro ser intrínseco, parte de nuestro cuerpo y de nuestro espíritu.
Entonces no se trata de oponernos a la naturaleza sino de vivir en armonía con ella, solidarios y hermanados con el agua, el sol, la tierra, incluso adorándola y reverenciándola.
Esa concepción del mundo caló hondo, se insertó en el alma, en los huesos y en la genética de la especie humana en el mundo andino. ¿Cómo lo enseñaron? ¿Con qué lecciones, en qué escuelas y con qué maestros?
Lo inculcaron instruyendo en el mismo trabajo que realizaban, en la dimensión munay, que son los afectos; en la dimensión yachay, que es el pensamiento; y en la dimensión llancay, o dedicación al trabajo mediante el esfuerzo físico.

4. Madre
universal

Es conmovedora esta relación y este vínculo de reconocer a la tierra como nuestra madre; al agua como nuestra progenitora; y a la luz como hacedora de nuestros días; como al fuego y al viento como forjadores y padres nuestros.
En esta concepción que llegó a ser carne y acción en el mundo andino, asumido por el más alto dignatario del imperio, como era el Inca, como por el más humilde de los runas, está la clave y finalmente el meollo de nuestra grandeza.
Es por eso que los pueblos del mundo andino siguen viviendo prístinos, sabios y llenos de valores; aportando los sacrificios más altos y que hará que este pueblo algún día será libre, grande y feliz.
Porque en la mujer se nos enseñó a amar lo puro y lo sagrado. Es por eso que no permitieron que se tocara ni la punta del cabello de las mujeres durante la invasión europea. Por eso, durante la conquista española fueron más bien escondidas. Así las 300 tumbas encontradas en Machu Picchu eran todas de mujeres. Y en muchos casos ellas mismas se refugiaron en lugares inaccesibles, y hasta se enterraron vivas. Otras fueron capturadas y forzadas

5. La ética
de la hermandad

Mundo de luz es el mundo andino, y que nos abre las puertas a otra concepción clave, cuál es la de nuestra hermandad.
Porque, ¿puede haber hermandad sin madre? No. Tiene que haber un eje, un centro y una raíz.
Porque no hay hermandad sin madre. Al tener madre somos hermanos. Ella es el eje, el centro alrededor del cual la hermandad se ordena y se cumple.
Además, concibiendo la hermandad como una ética de la vida. Como una moral a seguir; y como el horizonte a donde arriba toda moral y toda tabla de valores, como toda concepción del mundo y de la realidad.
Donde toda religión, entre nosotros, arriba y evoluciona lentamente desde un yo individual a la prédica de una noción colectiva, como es la hermandad principalmente y por sobre todas las cosas.
La hermandad como doctrina e ideología, como cosmovisión del mundo y de la vida es fundamental en el mundo andino.

6. Ser
hermanos

Porque nada ennoblece más al hombre que esta relación filial con la tierra y el universo, porque por Mama Pacha se entiende también el cielo y sus estrellas, la lluvia, el relámpago, como el arco iris.
Y la hermandad aquí no solo fue un sentimiento sino una política de estado. Un eje en la organización del Estado Inca. No fue una prédica sin resultados. Los resultados fueron una sociedad pacífica, próspera y solidaria.
Hermandad andina es saber que lo primordial es abrir y conservar los caminos que acercan, los medios de comunicación, las vías férreas que integran y consolidan.
Ser hermanos es ser quienes cumplen con la palabra del padre, le oí decir a mi padre alguna vez. Es por eso que en la época del incario no había cárceles, que es lo que más abunda ahora.
Para eso aquí, entre nosotros, se concibió a un Dios y al mundo como mujer. Y a esta como madre universal. ¿Quién podría ser? La tierra. La Pacha Mama sagrada y bendita.

7. Tierra
sagrada

Mama Pacha es la naturaleza, de la cual formamos parte en una unidad indisoluble.
Somos hijos de la tierra. ¡Qué hermoso serlo! Ser hijos completamente ligados a nuestro ancestro, a nuestras raíces, a nuestra geografía. ¿No es, acaso, conmovedor?
Antes que ser hijos sin madre, abstractos y neutros; ser hijos de las montañas, de los ríos caudalosos, de las nieves eternas, de la lluvia que germina; como de las praderas y los bosques; como del puma, las aves, las libélulas y los peces.
Ser hijos de la tierra significa estar cargados de los reinos y sustratos de lo vegetal, animal y mineral, telúricos antes que estar condenados a lo abstracto, neutro y artificial.
La hermandad en la Igualdad en el disfrute trae consigo la paz, el sosiego, la apacibilidad. Somos iguales en el goce, en la felicidad.
Es trasparentar nuestros paisajes, nuestras fiestas y nuestras danzas. Y todo eso en un mundo con madre, con hermanos y habitando una tierra sagrada.
 
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