Danilo Sánchez Lihón
Callecitas empinadas
techos de musgosas tejas,
vereditas empedradas,
silenciosas casas viejas”.
Marino Quispe
santas
– Ya vas, ¿hijo?
– ¡Ya papá! ¡Ahorita voy! –Le digo.
Mientras cojo unos cuantos panes y bizcochos de la canasta y salgo para avisar a cada uno de los integrantes de la orquesta de que esta noche hay ensayo en nuestra casa.
La llovizna y la sombra de la tarde luchan en cada final de las calles y al fondo en el horizonte, como en la aureola de cada ser y de cada cosa.
Sacudiendo sus alas ya tejen su sombra debajo de los tejados y junto a sus nidos los gorriones que a esta hora se topan sonámbulos.
Al primero que tengo que avisar es a don Juan Calvo y de ahí ir dando un rodeo en redondo por diversas calles en la dirección que siguen las agujas de un reloj.
Para eso tengo entonces que bajar y dar la vuelta por el Hospital y luego subir por una calle donde crecen malvas, yerbas santas y esas plantas que llamamos pata de perro.
2. O sean
esperanzas
Por donde corre una acequia de agua que casi siempre se desborda anegando a lo largo y a lo ancho y cerrando el paso.
Encima de las paredes que rematan en un techo de rastrojos, crecen esas yerbas de hojas amarillas que llamamos despectivamente “chilenos”.
Detrás se elevan árboles añosos hacia donde vuelan las aves que a esta hora buscan cuál es su nido y cuál es su rama.
A esta hora, debajo del aleteo de los pájaros que llegan a cobijarse entre las ramas, se escuchan en las casas las voces interiores de la gente en torno a algún fogón, hablando de esto y aquello de la vida, sean tristezas ya sean alegrías.
– ¿Estará don Juan Calvo? –Le pregunto a una niña en la edad misteriosa de la adolescencia, que es linda y tiene los ojos arrobados.
– Es mi papá. ¿De parte de quién?
3. Al frente
hay una huerta
Pregunta. Mientras me observa lentamente de arriba para abajo.
– Dígale que de parte del hijo de don Danilo, el maestro.
– ¡Ah, entonces pase, pase!
La casa es un corredor con una sola habitación en penumbra, hundida hacia adentro.
Al frente hay una huerta con una explanada donde mueven lentamente la cabeza y, a veces, recogen y vuelven a poner en el suelo sus patas:
Un caballo, un asno y una o dos vacas recién traídas del pastoreo del campo y que adormiladas bajo el alero contemplan al cielo en donde empieza a llover.
4. Que
se apure
Juan Calvo confecciona y arregla zapatos y tiene su mesa de trabajo en el corredor de la casa, hacia un rincón, de cuya pared cuelgan hormas y herramientas de labranza.
Al borde de ese corredor hay una fila de piedras horadadas por la lluvia y en donde esta vez se ubican unas silletas cubiertas de pellejos de oveja.
– Buenas tardes don Juan. –Le digo cuando sale.
– Buenas tardes, niño.
– Mi papá me encarga decirle que esta noche empiezan los ensayos de la orquesta. –Hablo de ese modo, mirando más aquellos ojos quietos y transparentes de su hijita.
– ¿Y a qué hora será niño?
– A la hora de siempre, don Juan, a las siete.
– Dígale a su papacito que ahí estaré, en punto.
5. De ojos
lentos
Habla y veo que el contento le rebalsa la mirada.
– Tú, anda a avísale a tu mamá. –La urge, dirigiéndose a la niña–. ¡Que se apure, que yo voy a salir!
Desde este corredor ya se ven las luces encendidas de algunos candiles en las casas, de allá abajo.
¡Flanco este empinado del pueblo!, hasta donde sube el humo de los fogones de algunas cocinas de las casas extendidas en la hondonada.
Y Santiago de Chuco desde aquí se ofrece como el ala apenas viva de una paloma petrificada.
– ¡Entonces lo esperamos don Juan!
– Sí, niño. Ahorita voy a merendar. Y luego estoy bajando.
– Gracias, y hasta luego, pues.
6. Las notas
musicales
Dos o tres chiquillos, junto con la niña de ojos lentos y translúcidos, nos salen a despedir a la puerta hecha de palos juntados y clavados a unos troncos que hacen de travesaños.
¿Cuánto tiempo nos miramos en silencio? ¡No existe el tiempo en las miradas!
En los ojos no hay horas ni minutos porque la mirada lo abarca y sintetiza todo.
¿Qué existe entonces? Un vértigo en el alma. Un suspenderse todo. Una vibración, un aleteo profundo.
Como la orquesta de mi padre. ¿Qué son las notas musicales que desde ella surgen?
O como es la perspectiva de esta calle o de mi pueblo mirado desde este altozano como una paloma petrificada en lontananza.
7. Entre
los árboles
Y, ¿qué es el amor sino un hálito, un aleteo, una tonada? ¿No es el amor acaso algo inefable?
Donde todo se suspende, se esfuma y duele tanta hondura, tanto abismo interior que reconocemos en nosotros mismos y en la persona que nos mira de ese modo.
Y yo bajando las callecitas empinadas repito para mí un fragmento del poema recién aprendido en el colegio, que dice:
Non creo las rosas
de la primavera
sean tan fermosas
nin de tal manera.
fablando sin glosa,
si antes supiera
de aquella vaquera
de la Finojosa.
Non tanto mirara
su mucha beldad,
porque me dexara
en mi libertad.
Hasta que desaparecemos ya con las sombras de la noche y el ladrido de los perros.
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