viernes, 18 de enero de 2019

18 DE ENERO: FUNDACIÓN DE LIMA - FOLIOS DE LA UTOPÍA: DIOSES Y GENTE - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

 

 
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
2019 AÑO
DEL TRIUNFO DEL BIEN
 
ENERO, MES DE LA DEFENSA DE LIMA
DEL NACIMIENTO DE ARGUEDAS, HERAUD
Y LOS PARADIGMAS DE MACHUPICCHU
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO


 
SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL
 
*****


 
                      CALLES DE LIMA
  “¡Al Hotel
Lux!” Dije al taxista. “¡Entonces llévenos a cualquiera
  que conozca!”
Grité ya fuera de mí. Se puso bravo el tipo. De reojo
  vi que
Apreciaba tus caderas, suponiéndolas talvez en pocos
  minutos
Desnudas, estrujadas y arañadas. “No voy. Por favor,
  ¡bájense!”
Y tú tan bella ya con tu pelo suelto, y tu vestido de gitana
  ya sentada
En el asiento posterior, sin importarte para nada la escena.
  Respiré. Sorbí
en la noche el aire de tu cuerpo. “¡Nos llevas o te quemo!”
  Decidí
Moviendo sobre su oreja el seguro del gatillo. Y solo así,
  en el gozo
Y el abismo de tus caderas en mis brazos, y un cañón
  junto
A una sien, ¡cruzamos la ciudad envueltos en llamas!
                 DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

 
*****
18 DE ENERO

Lima - Nalo Alvarado Balarezo

FUNDACIÓN
DE
LIMA


 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
 
DIOSES
Y
GENTE


 
Danilo Sánchez Lihón
 
 
1. Hijos
de la tierra
 
Wiracocha, dios creador del universo, hacedor y ordenador del mundo, la vida y las cosas; deidad todopoderosa que tiende sus dominios por todos los ámbitos y confines del cosmos, creó el cielo y la tierra, mandó al sol y a la luna habitar su lugar y dispuso a las estrellas ocupar su sitio y les trazó el movimiento en sus órbitas, conjurando al caos a retroceder y a esfumarse en la nada.
Entonces las aguas se empozaron y se elevaron las níveas cordilleras y se tendieron en sus faldas valles y quebradas con su rica flora y fauna. En su quehacer todo lo fue componiendo y ordenando por pares: Día y noche. Antes y después. Arriba y abajo. Tierra y agua. Frío y caliente. Océano y continente. Macho y hembra.
Al borde de los mares tendió solazado las playas de arena y leves guijarros. A ratos erigió farallones escarpados y ensenadas. Y convocó a los hombres a que vinieran y poblaran estas riberas, saliendo trémulos y extasiados de diversas pacarinas que había por uno y otro contorno.
– ¡Tampuy! ¡Tampuy! –Diciendo, se acercaban. Y fue surgiendo la humanidad a tientas. Así la tierra daba a luz a los hombres, pariéndolos satisfecha por las aberturas y pliegues que tienen los valles y las montañas. Y los seres humanos amanecían gozosos y expectantes proviniendo no del aire sino como hijos y frutos legítimos desgajados de la tierra y las aguas.
 
2. Gritó
airado
 
Hijo de Wiracocha es Pachacámac, el benefactor, quien fue el primero que visitó estos lugares.
Y quedó complacido por las ondulaciones de sus parajes, la belleza de sus paisajes y la prodigalidad de sus valles y quebradas; por el sol, el viento y la sombra entrañable; y por la laboriosidad de sus hombres y mujeres.
Y repartió dones. Y fue reverenciado.
Esto encendió los celos del dios Kon quien tenía jurisdicción en toda la zona de costa y yunga desde el borde de las playas y acantilados hasta los contrafuertes donde empiezan las montañas.
Y en su enojo determinó que se hiciera estéril toda la extensión desde la orilla del mar hasta el pie de la cordillera. Y todo porque no se le adoraba, ni se le rendía culto como él quería, ni se le elevaban ofrendas como él anhelaba.
Kon es un dios irritable, díscolo, que más siembra desiertos, páramos y desolación; e infringe severos castigos.
– ¡Que no haya lluvia! –Vociferó primero.
Y después gritó airado:
– ¡Sumérjanse bajo tierra los manantiales! –Y los manantiales teniendo que obedecer se escondieron. Y no contento con esto, estalló en cólera aún más iracundos:
– ¡Y los ríos vuélvanse dunas de arenas! –Y los ríos de aguas límpidas, azules y rumorosas, se tornaron en polvo, en grava y en cascajo.
 
3. ¡Oh,
no!
 
Más irascible todavía sentenció:
– ¡Séquense las aguas! –Y los lagos se retorcieron pálidos y agonizantes.
Y ya delirante, y fuera de sí, maldijo de este modo:
– ¡Deténgase toda manifestación de vida en estos confines!
Profiriendo así una condena a muerte, insensata y proterva a todo ser viviente.
Desde ese momento la sombra se tornó sofocante, la arena se hizo ardiente y hasta el viento se hizo áspero y caliginoso.
En su cólera separó los montes e hizo abismos. Y allí arrojó a la humanidad doliente.
Y transformó lo que era verde pradera en un campo agreste y pedregoso, lo que era campiña lo trocó en suelos eriazos y desolados.
El sol dio muchas vueltas por el firmamento, confuso y conturbado. Se sucedieron solsticios y equinoccios durante muchas lunas inconsolables. Y así fueron sepultadas las aldeas que aquí florecieron.
Pero un día caminando por estas orillas Challhua, hija de Pachacámac, descubrió una playa y en ella restos de una humanidad enterrada.
– ¡Oh, no! –Clamó.
 
4. Al viento
las espigas
 
Y averiguó qué es lo que había sucedido. Y, de lo que escuchó dedujo que Kon, dios tronante y del fuego que calcina, cruel y despiadado los había sepultado en vida.
Siguió aún observando más allá. Y vio que los hombres trataban de resurgir inquebrantables:
Habían cavado en la tierra grandes zanjas en busca de agua. Arañaron surcos para sembrar de nuevo las semillas que rescataban de la tierra devastada.
Exprimían a retazos algunas neblinas pasajeras en exploración de unas gotas de agua que dejaban caer sobre los terrones resecos y esparcidos.
Delinearon viviendas en el arenal reseco y en la tierra resquebrajada. Y levantaban los ojos al cielo clamando por la lluvia a que volviera.
Más allá se extendía el desierto sediento e interminable, donde todo era árido, rugoso y cuarteado. Pero, aun así, el hombre pugnaba por hacer crecer una y otra planta que hiciera estallar una y otra flor flor que dieran uno y otro fruto.
La gente que sobrevivía batallaba por hacer que se erigieran y ondularan al viento las espigas.
Hombres, mujeres y niños luchaban porque las ramas con las hojas se tejieran y aliviaran con sus sombras y crecieran frescas y se esparcieran otras cabañas por la llanura.
Challhua al ver todo esto sollozó de compasión y de pena.
 
5. Es
su ídolo
 
– ¡Esto no es justo! ¡Por qué condenar y hacer sufrir de ese modo!
Ella es hija de Pachacámac y hermana de Rímac, el más jovial de los mancebos, dos hijos preciosos del dios compasivo.
Challhua es mayor y Rímac menor. Pero ambos hermanos se aman entrañablemente. Es conmovedor el afecto que se tienen.
Como mujer ella es fina, delicada y sensible. Con una extraña rareza en los ojos, que no se sabe qué color o destello poseen.
Rímac, como varón, es impredecible. Súbito, de alegrías desbordantes y explosivas, así como de amargas y lacerantes tristezas. Le gusta la música, el canto y el baile. Es hablador hasta más no poder.
Challhua le reprocha a Rímac por el temperamento impetuoso que tiene, pero en el fondo lo adora. Es su ídolo. Él le habla así:
– ¡Challhua, hermana mía! ¡Mira lo que te he traído y desde muy lejos! ¡Toda clase de frutas para que seas más fuerte y saludable! Pero veo que aún no pruebas las que te traje anteayer, arriesgándome tanto para cogerlas por los barrancos.
– ¡Claro que las saboreo, Rímac, y me deleitan sobremanera, hermano! ¡Pero, traes tantas! ¿Cómo pretendes que voy a poder comerlas todas y así terminarlas?
 
6. Hermanos
de alma
 
– ¡Es que yo quiero una hermana fuerte, que me gane en la carrera y me detenga en la lucha! ¡A ver, defiéndete!
Rímac como es impetuoso y estallante la alza en sus brazos y juega con ella en el aire. Le gusta hacerla reír. Es locuaz y ¡hechiza! Y a todos cae bien.
– ¡Rímac! ¡Detente, por favor! ¡Vas a destrozarme con tus brazos que parecen rocas!
– Challhua, hermana, ¿por qué no vienes conmigo a las fiestas? En vez de estar aquí, encerrada. ¿Por qué no te diviertes? Ven conmigo. Hay dioses que a cada momento me preguntan por ti. Y que quieren casarse contigo.
– ¡Rímac! Si quieres hacer de tu vida una algazara, tú sufrirás las consecuencias. No me involucres en tus jolgorios. A mí me gusta la calma y el silencio. ¡Y las cosas tranquilas que hago! Y deja de fastidiarme, por favor.
Así hablan, a veces aparentando resentirse. Pero, en realidad son hermanos que se quieren de alma.
Challhua es recogida y discreta. En todo bondadosa. Es la hija más querida de su padre, el dios Pachacámac.
 
7. La gente
es buena y sencilla
 
A ella le gusta caminar solitaria por estas y otras riberas. Le encantan las orillas del mar. ¡Le embelesa deambular por sus playas y ensenadas! Por eso, ahora ha ingresado abrupta, impaciente e indignada:
– ¡Padre! ¿Estás? ¿Padre? ¿Dónde estás? Padre: yo sé que tú me quieres y siempre harás que se respete el lugar por donde pasea, permanece y se distrae tu hija amorosa y querida, ¿no es cierto?
– Sí, preciosa, ¿qué ocurre? ¿Qué sucede que te noto alterada?
– Padre. Hoy deambulando y deteniéndome más allá de donde suelo ir siempre, paseando por la playa y por la costa, por territorios que tú asignaste a Kon, he visto cómo cruel e implacable ha castigado a los pobladores de este lugar. ¡Y sufren una injusta condena y el horror de una implacable sequía! ¡Mueren de sed entre piedras y guijarros quemantes! ¿Por qué permitir eso, papá?
– Hija mía. Tú sabes cómo es Kon. Tiene un carácter obstinado e indomeñable. No vaya a ser que por ayudarlos les traigamos a esa pobre humanidad peores y más amargos pesares y aflicciones. Según sé, la gente no le rendía culto ni hacía ofrendas.
– ¡Quizá!, pero si bien no le hacían reverencias a él, la gente es buena y sencilla. Por eso, intercedo ante ti, padre: ¡no es justo que padezcan tanto!
 
8. Para que crezcan
las espigas
 
Y así continuó rogando la glácil y bella Challhua a su padre, el divino Pachacámac:
– Observa, padre mío, cómo los hombres se afanan por sembrar. Míralos agobiados y sedientos. Y no es justo que purguen tanto si dedican empeño y afanes en salir adelante. Tú me enseñaste que hay que ayudar a quienes se esfuerzan en superarse.
– Sí. Es cierto. Pero es a Kon a quien asignamos dominio y mandato sobre ellos.
– Por eso recurro a ti. Para que hables con él. O tú mismo envíes alivio a esa gente.
– ¡No puedo hija mía! No puedo hacer eso. A Kon ya lo he desautorizado en varios aspectos. Y no es bueno que tenga con él una mayor desavenencia.
– Entonces permíteme a mí, padre, ayudarlos.
– Y, ¿de qué modo lo harías?
– Convirtiéndome en lluvia, para aliviar y hacer húmedo el clima y amena la tierra. Y caer pródiga para que renazcan los campos, aparezcan los manantiales, carguen las acequias, broten las flores y para que crezcan las espigas. Y se remocen los bosques ahora por castigo de Kon murientes y resecos. Contra mí él no va a poder descargar su furia, porque soy hija tuya.
 
9. ¿Quien
te causa pesar?
 
– No preciosa. Yo te quiero a mi lado. Eres a quien más prefiero. Y a quien anhelo encontrar cuando regreso cada tarde a esta morada. Quédate con tu padre, hija mía.
– Yo estaré contigo siempre, padre. Como una sombra o como una luz o como un aire fresco siempre en esta casa. O como un rincón en tu alma. Nunca me apartaré de ti. Además, tú podrás bajar a estar conmigo siempre. Me verás todo el tiempo que quieras desde esta ventana, cuando te asomes a mirarme. Yo saldré para encontrarme contigo. Y tejeré siempre para ti la más excelsa guirnalda y el más hermoso arco iris.
– No, no, ¡y no! Desiste, hija mía. Y evita asimismo enojar a Kon. Esa es mi última voluntad y determinación. ¡Y esta es una orden que debe ser estrictamente obedecida!
Y Pachacámac fue tajante en esto.
Lloró Challhua y así lo encontró Rímac, su hermano, sollozando y llena de congoja. A él le conmovía mucho verla sufrir de este modo. Y, ¿a quién no, siendo tan bella y sensible?
– ¿Qué ocurre Challhua, mi hermana adorada? Dime, ¿quién te causa enojos que soy capaz de enfrentarme al más fiero de los peligros? Dime, por favor qué sucede.
 
10. Y, ¿no tener
alma?
 
Y Challhua le contó todo, concluyendo así su relato:
– ¡Ay, hermano! Es quemante el sol en lo que se ve que antes eran campos sembrados, huertos y jardines floridos. Las personas se agobian sin tener agua. Y si los vieras cómo se prenden de unos cuantos chorrillos que penden desde los acantilados.
– ¡Challhua! ¡Challhua! Tiemblo al oír tus gemidos y verte llorar de ese modo, ¡me exacerba! Pero si es como me refieres, nuestro padre tiene toda la razón del mundo. Y en esto debes ser juiciosa, perspicaz y obediente, ¡como siempre has sido!
– ¿Ver sufrir y no tener alma es lo que también me pides? ¿Eso es lo que quieres que sea tu hermana?
– Tú eres buena, pero además muy frágil y delicada. Si intentas lo que piensas, no podrás ni siquiera ser lluvia. En cambio, nuestro padre te necesita. Tú eres su adoración y su consuelo. Y tu presencia lo fortalece.
– ¿Cómo ser lluvia?
Para ser lluvia hay que tener otro temperamento Challhua. Hay que ser incluso un poco torpe, arrebatada y salvaje.
– ¡Ser lluvia y regar los campos!
Tus buenos deseos no alcanzarán a cumplirse. Ven, te voy a llevar por sitios amenos a fin de que no estés triste. ¡Conozco un lugar encantado! (Primera parte de: Mito de Lima).
 
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