CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
Construcción y forja de la utopía andina
CALENDARIO DE EFEMÉRIDES
7 DE FEBRERO
7 DE FEBRERO
NACE RICARDO PALMA
PLAN LECTOR, PLIEGOS DE LECTURA
UN GICANTE DE PERUANIDAD
Por Danilo Sánchez Lihón
1. Una nueva identidad
Ricardo Palma haciendo uso el castellano como lengua y recreando la vida de la que fue una de las colonias más ricas y fastuosas de España, cambió el epicentro continental de la literatura hacia Lima, Perú, e hizo voltear los ojos hacia este punto, perfilando un género literario inédito hasta entonces, cual es la tradición, apta y precisa para recrear un época con las características tan fascinantes que aquí ella había tenido.
Fueron tan convincentes y encantadores sus textos que muchos empezaron a imitarlo sin alcanzar la gracia y el donaire que le imprimía su fundador y con los cuales creo una nueva sensibilidad y conciencia para nuestras letras donde lo coloquial, la oralidad, como lo perteneciente al pueblo es relievado de manera fresca, desenvuelta y trascendente.
No es cierto que con la tradición Ricardo Palma huyera del presente, urgente por los problemas que hay que resolver y se pusiera de espaldas al futuro que hay que apurar de manera compulsiva construyendo un mundo mejor, buscando refugio obsesionado en ninguna arcadia, puesto que Palma fustiga, ironiza, hace sarcasmo y fulmina.
Con la magia de la palabra convierte sucesos triviales en verdades trascendentes, haciendo que una anécdota de carácter pueril sirva para retratar una época esclareciendo una nueva identidad.
2. Tal era el ogro
Rubén Darío tenía 23 años cuando desembarcó en el Callao en febrero de 1888 y en las pocas horas que el barco cargaba y descargaba hizo un viaje a Lima solo por conocer a Ricardo Palma. Sus impresiones las dejó registradas en un artículo en donde expresa, entre otros conceptos, lo siguiente:
Fui desde el Callao a Lima por sólo conocerle, en febrero de 1888... Llevado por un coche que encontré en la calle de Mercaderes, después de caminar un buen rato por aquellas calles de la alegre ciudad de los virreyes, me encontré a las puertas de la Biblioteca Nacional. Entré y, tras pasar largos corredores, llegué al departamento del señor Director. Frente a la puerta de su oficina me detuve un momento, para admirar el célebre cuadro de Montero, La Muerte de Atahualpa. Por fin, valor y adelante. Dos golpecitos, en la puerta...
– ¡Oh, mi señor don Darío Rubén!
Ante una mesa toda llena de papeles nuevos y viejos, viejos sobre todo, estaba Ricardo Palma, y me recibía con una amable sonrisa, que me daba ánimos, debajo de sus espesos y canosos bigotes retorcidos. ¡Figura simpática e interesante de verdad!
Mediano de cuerpo, ágil a pesar de su gruesa carga de años, ojos brillantes que hablan, y párpados movibles que subrayan, a veces, lo que dicen los ojos; rápido gesto de buen conversador, y palabra fácil y amena, ¡tal era el ogro!
3. Devoto y fervoroso
—«Oh, mi señor don Darío Rubén». Mientras él me hablaba de sus nuevos trabajos, y de que pensaba entrar en arreglos con el editor Casavalle de Buenos Aires, para publicar una edición completa de todas sus tradiciones, yo recordaba que, en el principio de mi juventud, me había parecido un hermoso sueño irrealizable, estar frente a frente con el poeta de las Armonías, de quien me sabía desde niño aquello de:
¡Parto, oh patria, desterrado!
De tu cielo arrebolado
mis miradas van en pos.
Y en la estela
que riela
sobre la faz de los mares,
¡ay! envío a mis hogares
un adiós;
y con el autor de tanta famosa tradición, cuyo nombre ha alabado la prensa del mundo, desde el Fígaro de Paris, hasta el último de nuestros periódicos. Y veía que el ogro no era tal ogro, sino un corazón bondadoso, una palabra alentadora y lisonjera, un conversador jovial, un ingenio en quien, con harta justicia, la América ve una gloria suya.
Se mostró Rubén Darío tan devoto y fervoroso del maestro que Ricardo Palma le obsequia el lapicero con que había escrito las Tradiciones peruanas, de lo cual Rubén se sentía orgulloso como si albergase el más preciado tesoro.
4. Los decires de la gente
Es en esta perspectiva que la figura de Ricardo Palma es primordial y su memoria imprescindible. Así:
El autor de las famosas Tradiciones Peruanas nació el 7 de febrero del año 1833 en la calle del Puno, en pleno corazón de la Lima antigua.
Fue hijo natural de Pedro Palma y Dominga Soriano, los cuales en la partida bautismal de nuestro escritor figuran como “pardos”, es decir mulatos, término despectivo al señalar a un híbrido; siendo además la familia de condición muy humilde, de allí que él dijera:
Hijo soy de mis obras. Pobre cuna
el año 33 nació mi infancia
pero así no la cambio con ninguna.
Detrás de los muros de su casa estaban las cárceles de la Santa Inquisición, y a media cuadra el mercado de abastos en cuyo jolgorio escuchó los decires de la gente de toda condición, de unos que vendían pescado y cualesquiera otras especias, como de quienes las compraban.
Un poco más allá de su casa se situaba el edificio que ocupaba la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, y muy cerca el Monasterio de la Concepción y el Colegio del Príncipe; es decir estuvo rodeado de tradiciones.
5. Ser apasionado
Fue esto lo que le hizo recrear la historia en esas piezas admirables que son a la vez literatura, periodismo, historia, etnología, documento político, folclore, tarjetas lexicográficas, etc., tal y como son esos prismas, calidoscopios y talismanes llamados tradiciones.
Su nombre era Manuel y así firmó sus primeros poemas, pero más tarde él inventó lo de Ricardo, o bien por capricho o bien porque quería remarcar principalmente el ser hijo de sus obras y no una copia exacta de lo que era su extracción familiar y social.
Siendo joven se enroló como contador en la Marina de Guerra del Perú y mientras su buque navegaba o permanecía anclado en los puertos o caletas, principalmente en las islas de Chincha de donde extraían el famoso “guano de la isla”; él leía y leía, y escribía.
Así leyó gran parte de las obras literarias de los autores célebres de su época, especialmente de los prosistas castellanos. En 1859 tomó parte del desembarco de nuestra armada en Guayaquil.
Atraído por el activismo político, y como partidario del líder liberal don José Pardo, intervino en 1860 en el fallido asalto a la casa del Mariscal Ramón Castilla por lo cual, frustrado este intento, viajó desterrado a Chile.
6. Obra paciente y sacrificada
En 1866 participó en el Combate del 2 de Mayo contra la Escuadra Española que intentaba recuperar sus colonias en Sudamérica, circunstancia en la cual se salvó de morir en el torreón de la Merced, que explosionó cobrando la vida del Ministro de Guerra del Perú de ese entonces, don José Gálvez, y esto gracias a que momentos antes salió enviado a cumplir un recado en el telégrafo del puerto.
En el conflicto con Chile, en la infausta Guerra del Pacífico, Ricardo Palma pelea en la defensa de Miraflores en enero del año 1881. Los chilenos en represalia incendiaron su casa hasta los cimientos y en donde las llamas calcinaron su valiosa biblioteca y varios originales inéditos de sus obras, entre ellas el manuscrito de su novela totalmente perdida en aquel siniestro, titulada Los Marañones.
Pero, así como fue un patriota a carta cabal, un político apasionado y un hombre de letras que alcanzó una extensa y bien afianzada fama, sobrepasando incluso los linderos de nuestra lengua, hay una labor modesta, pero no por eso menos extraordinaria que él cumplió, tarea que es donde demuestra su profunda e inmensa peruanidad, y ella fue obra paciente y sacrificada de reconstrucción de la Biblioteca Nacional del Perú saqueada por la tropa invasora del país del sur.
7. Ave fénix
Para esto desatendió la invitación del diario La Prensa de Argentina de viajar a Buenos Aires para hacerse cargo de una sección de ese importante medio de comunicación, hecho que le hubiera valido, conforme él escribió, “dejar de ser pobre de solemnidad”.
Desestimó aquella invitación del año 1883, para aceptar más bien la propuesta del presidente Miguel Iglesias y su ministro José Antonio Lavalle, de reconstruir y dirigir la Biblioteca Nacional del Perú, expoliada y convertida en muladar de manera malintencionada y adrede, por el ejército de ocupación chileno, dando inicio a una campaña internacional solicitando libros amparado en el inmenso prestigio y admiración que su nombre suscitaba, iniciativa que dio lugar a ser calificado como “El bibliotecario mendigo”.
Mediante estas solicitudes de libros a escritores e instituciones de todo el mundo, se logró reabrir esta institución tutelar de la patria con 200 mil volúmenes apenas después de ocho meses de iniciada su gestión y, a lo largo de los 13 años que duró su dirección, la convirtió en uno de los mejores repositorios bibliográficos y servicios de consulta y de lectura de América Latina, como el ave fénix que revive de sus cenizas y alza el vuelo hasta alcanzar las más supremas alturas.
He aquí la carta que le dirige a son Marcelino Menéndez y Pelayo y que el propio políglota español diera a conocer como un ejemplo ante el mundo:
8. Entusiasmo y perseverancia
Lima, noviembre 20 de 1883
Señor Don
Marcelino Menéndez y Pelayo
Madrid
Muy señor mío:
La antigua y rica Biblioteca del Perú fue transportada a Chile. En el último cuarto del siglo XIX han sido los libros, el pan de la inteligencia, considerados como botín de guerra. Hemos retrocedido a los tiempos bárbaros del califa Omar.
El Gobierno del Perú ha decretado la fundación de una nue¬va Biblioteca honrándome con la dirección de ella. El país ha acogido con entusiasmo el propósito y, en menos de quince días, he recogido donativos por más de cien mil volúmenes.
La nueva Biblioteca, según el decreto, debe ponerse a disposi-ción del público el 28 de julio próximo.
Un Bibliotecario mendigo se dirige, pues, al ilustre literato, para pedirle la limosna de sus obras, y que avance su caridad hasta solicitar de sus esclarecidos compañeros, en las Academias de Historia y de la Lengua, contribuyan a la civilizadora funda¬ción encomendada, más que a mis modestas aptitudes, a mi en-tusiasmo y perseverancia.
Me es grato presentar a usted mis respetos y ofrecerme como su muy sincero admirador y amigo.
Ricardo Palma
Correspondiente de la R.A.E
9. Creada por él
En el año 1910 la Municipalidad de Lima adoptó la iniciativa de rendirle un homenaje máximo y consagratorio imponiéndole en la frente una corona de oro en solemne acto público, y ello atendiendo a las numerosas propuestas hechas llegar, principalmente de la juventud de aquel entonces, honra que él no aceptó, negándose tajante y concluyentemente pero con humildad y sentida gratitud.
No le era necesaria esa ritualidad, porque su gloria estaba más en la pluma de los artesanos de la palabra nutrida de espíritu y devoción. Y en la creación de un nuevo género literario en las letras universales, cual es la “tradición”, modo de escribir que rápidamente se extendió en todo el ámbito hispanoamericano, dando lugar a un movimiento generalizado de escritores en los diversos países, ciudades, aldeas y en cada uno de los pueblos o conjuntos humanos de nuestra estremecida geografía continental.
La tradición peruana, creada por él es un género propio e inconfundible, que no se amolda ni cabe en los géneros ya conocidos. Es un producto genuino, limeño y criollo: no es historia, ni novela, ni cuento ni leyenda. De la historia, sin embargo, recoge sus argumentos y el ambiente, pero a ello agrega una dosis de ficción, una carga muy alta de poesía, como almudes de fino humor y de profunda sabiduría de la vida.
10. Comedido y fervoroso
Pero, además de los elementos señalados la “tradición” es un complejo organismo de lenguaje donde se dan cita los refranes, los cantares, estribillos, las glosolalias, los nonsenses, las lisuras y los cuentos populares, vueltos a narrar por una de las plumas que asombraron y sigue asombrando a chicos y grandes, a propios y extraños.
En los últimos años de la vida de don Ricardo Palma los extranjeros que venían al Perú en su itinerario y agenda de viaje, al mismo tiempo que conocer las maravillas de nuestra cultura difundidas a nivel general, no querían dejar la oportunidad de conocerlo o por lo menos de ver la casa donde él vivía.
Para ello emprendían viaje a una villa cercana a la capital del Perú, denominada Miraflores, ahora distrito acoplado a nuestra ciudad, lugar donde él vivía y hogar donde también murió este gigante de la peruanidad en el año de 1919. Aledaña a su casa se levanta, abre y cobra vida ahora la central y hermosa avenida Ricardo Palma, en dicho distrito.
Uno de aquellos visitantes ilustres fue el poeta Rubén Darío, quien solicitó, comedido y fervoroso el inmenso favor de que él le concediera una entrevista, en la cual el autor de Prosas profanas le manifestó su profunda admiración llamándole maestro. En retribución don Ricardo Palma le obsequió una de sus plumas con la cual había escrito algunas de sus hermosas tradiciones.
11. Sellos en oro
Cuando yo estudiaba en Madrid tuve la oportunidad de visitar la sede de la editorial e imprenta Espasa Calpe en la Vía Dos Castillas en un lugar periférico de Madrid, denominado Pozuelo de Alarcón, inmensa fábrica de cultura, inteligencia y documentación.
En ella una de las secciones más curiosas era el taller de estampado de pan de oro en las tapas y en el lomo de las obras cumbres de la literatura universal.
El jefe de dicha sección, cuando supo que yo era peruano, no se separó de mí durante toda la visita para indagarme sobre uno y otro detalle de Lima en relación a las Tradiciones Peruanas de don Ricardo Palma.
Era un admirador ferviente de nuestro autor, tenía sus obras como libros de cabecera, quien se sintió privilegiado en la vida por la oportunidad que esta le diera de estampar el pan de oro en el lomo de las Tradiciones y confiándome me dijo que para él no había escritor en el mundo que le apasionase tanto.
Y eso que todos los libros de las grandes plumas tenían que pasar necesariamente por sus manos, para estamparles esos sellos en oro que en su sección sabía hacerlo como en ningún otro lugar de la península. Según él me refirió: todo español lee a Ricardo Palma en la escuela básica.
12. Literatura con identidad
No hace mucho fui invitado a Bogotá para participar como jurado del Premio Iberoamericano de Literatura Infantil y Juvenil, a cargo de la Unesco, la Organización de Estados Iberoamericanos y Ediciones SM.
Después del análisis de las obras y valoración de los autores, luego de anunciado el veredicto y atender a la prensa, en la tarde del último día ya libre y relajado me propuse visitar el barrio céntrico y emblemático de La Candelaria, donde se sitúan los poderes del estado colombiano, visita que había pospuesto en mis viajes anteriores.
Ricardo Palma haciendo uso el castellano como lengua y recreando la vida de la que fue una de las colonias más ricas y fastuosas de España, cambió el epicentro continental de la literatura hacia Lima, Perú, e hizo voltear los ojos hacia este punto, perfilando un género literario inédito hasta entonces, cual es la tradición, apta y precisa para recrear un época con las características tan fascinantes que aquí ella había tenido.
Fueron tan convincentes y encantadores sus textos que muchos empezaron a imitarlo sin alcanzar la gracia y el donaire que le imprimía su fundador y con los cuales creo una nueva sensibilidad y conciencia para nuestras letras donde lo coloquial, la oralidad, como lo perteneciente al pueblo es relievado de manera fresca, desenvuelta y trascendente.
No es cierto que con la tradición Ricardo Palma huyera del presente, urgente por los problemas que hay que resolver y se pusiera de espaldas al futuro que hay que apurar de manera compulsiva construyendo un mundo mejor, buscando refugio obsesionado en ninguna arcadia, puesto que Palma fustiga, ironiza, hace sarcasmo y fulmina.
Con la magia de la palabra convierte sucesos triviales en verdades trascendentes, haciendo que una anécdota de carácter pueril sirva para retratar una época esclareciendo una nueva identidad.
2. Tal era el ogro
Rubén Darío tenía 23 años cuando desembarcó en el Callao en febrero de 1888 y en las pocas horas que el barco cargaba y descargaba hizo un viaje a Lima solo por conocer a Ricardo Palma. Sus impresiones las dejó registradas en un artículo en donde expresa, entre otros conceptos, lo siguiente:
Fui desde el Callao a Lima por sólo conocerle, en febrero de 1888... Llevado por un coche que encontré en la calle de Mercaderes, después de caminar un buen rato por aquellas calles de la alegre ciudad de los virreyes, me encontré a las puertas de la Biblioteca Nacional. Entré y, tras pasar largos corredores, llegué al departamento del señor Director. Frente a la puerta de su oficina me detuve un momento, para admirar el célebre cuadro de Montero, La Muerte de Atahualpa. Por fin, valor y adelante. Dos golpecitos, en la puerta...
– ¡Oh, mi señor don Darío Rubén!
Ante una mesa toda llena de papeles nuevos y viejos, viejos sobre todo, estaba Ricardo Palma, y me recibía con una amable sonrisa, que me daba ánimos, debajo de sus espesos y canosos bigotes retorcidos. ¡Figura simpática e interesante de verdad!
Mediano de cuerpo, ágil a pesar de su gruesa carga de años, ojos brillantes que hablan, y párpados movibles que subrayan, a veces, lo que dicen los ojos; rápido gesto de buen conversador, y palabra fácil y amena, ¡tal era el ogro!
3. Devoto y fervoroso
—«Oh, mi señor don Darío Rubén». Mientras él me hablaba de sus nuevos trabajos, y de que pensaba entrar en arreglos con el editor Casavalle de Buenos Aires, para publicar una edición completa de todas sus tradiciones, yo recordaba que, en el principio de mi juventud, me había parecido un hermoso sueño irrealizable, estar frente a frente con el poeta de las Armonías, de quien me sabía desde niño aquello de:
¡Parto, oh patria, desterrado!
De tu cielo arrebolado
mis miradas van en pos.
Y en la estela
que riela
sobre la faz de los mares,
¡ay! envío a mis hogares
un adiós;
y con el autor de tanta famosa tradición, cuyo nombre ha alabado la prensa del mundo, desde el Fígaro de Paris, hasta el último de nuestros periódicos. Y veía que el ogro no era tal ogro, sino un corazón bondadoso, una palabra alentadora y lisonjera, un conversador jovial, un ingenio en quien, con harta justicia, la América ve una gloria suya.
Se mostró Rubén Darío tan devoto y fervoroso del maestro que Ricardo Palma le obsequia el lapicero con que había escrito las Tradiciones peruanas, de lo cual Rubén se sentía orgulloso como si albergase el más preciado tesoro.
4. Los decires de la gente
Es en esta perspectiva que la figura de Ricardo Palma es primordial y su memoria imprescindible. Así:
El autor de las famosas Tradiciones Peruanas nació el 7 de febrero del año 1833 en la calle del Puno, en pleno corazón de la Lima antigua.
Fue hijo natural de Pedro Palma y Dominga Soriano, los cuales en la partida bautismal de nuestro escritor figuran como “pardos”, es decir mulatos, término despectivo al señalar a un híbrido; siendo además la familia de condición muy humilde, de allí que él dijera:
Hijo soy de mis obras. Pobre cuna
el año 33 nació mi infancia
pero así no la cambio con ninguna.
Detrás de los muros de su casa estaban las cárceles de la Santa Inquisición, y a media cuadra el mercado de abastos en cuyo jolgorio escuchó los decires de la gente de toda condición, de unos que vendían pescado y cualesquiera otras especias, como de quienes las compraban.
Un poco más allá de su casa se situaba el edificio que ocupaba la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, y muy cerca el Monasterio de la Concepción y el Colegio del Príncipe; es decir estuvo rodeado de tradiciones.
5. Ser apasionado
Fue esto lo que le hizo recrear la historia en esas piezas admirables que son a la vez literatura, periodismo, historia, etnología, documento político, folclore, tarjetas lexicográficas, etc., tal y como son esos prismas, calidoscopios y talismanes llamados tradiciones.
Su nombre era Manuel y así firmó sus primeros poemas, pero más tarde él inventó lo de Ricardo, o bien por capricho o bien porque quería remarcar principalmente el ser hijo de sus obras y no una copia exacta de lo que era su extracción familiar y social.
Siendo joven se enroló como contador en la Marina de Guerra del Perú y mientras su buque navegaba o permanecía anclado en los puertos o caletas, principalmente en las islas de Chincha de donde extraían el famoso “guano de la isla”; él leía y leía, y escribía.
Así leyó gran parte de las obras literarias de los autores célebres de su época, especialmente de los prosistas castellanos. En 1859 tomó parte del desembarco de nuestra armada en Guayaquil.
Atraído por el activismo político, y como partidario del líder liberal don José Pardo, intervino en 1860 en el fallido asalto a la casa del Mariscal Ramón Castilla por lo cual, frustrado este intento, viajó desterrado a Chile.
6. Obra paciente y sacrificada
En 1866 participó en el Combate del 2 de Mayo contra la Escuadra Española que intentaba recuperar sus colonias en Sudamérica, circunstancia en la cual se salvó de morir en el torreón de la Merced, que explosionó cobrando la vida del Ministro de Guerra del Perú de ese entonces, don José Gálvez, y esto gracias a que momentos antes salió enviado a cumplir un recado en el telégrafo del puerto.
En el conflicto con Chile, en la infausta Guerra del Pacífico, Ricardo Palma pelea en la defensa de Miraflores en enero del año 1881. Los chilenos en represalia incendiaron su casa hasta los cimientos y en donde las llamas calcinaron su valiosa biblioteca y varios originales inéditos de sus obras, entre ellas el manuscrito de su novela totalmente perdida en aquel siniestro, titulada Los Marañones.
Pero, así como fue un patriota a carta cabal, un político apasionado y un hombre de letras que alcanzó una extensa y bien afianzada fama, sobrepasando incluso los linderos de nuestra lengua, hay una labor modesta, pero no por eso menos extraordinaria que él cumplió, tarea que es donde demuestra su profunda e inmensa peruanidad, y ella fue obra paciente y sacrificada de reconstrucción de la Biblioteca Nacional del Perú saqueada por la tropa invasora del país del sur.
7. Ave fénix
Para esto desatendió la invitación del diario La Prensa de Argentina de viajar a Buenos Aires para hacerse cargo de una sección de ese importante medio de comunicación, hecho que le hubiera valido, conforme él escribió, “dejar de ser pobre de solemnidad”.
Desestimó aquella invitación del año 1883, para aceptar más bien la propuesta del presidente Miguel Iglesias y su ministro José Antonio Lavalle, de reconstruir y dirigir la Biblioteca Nacional del Perú, expoliada y convertida en muladar de manera malintencionada y adrede, por el ejército de ocupación chileno, dando inicio a una campaña internacional solicitando libros amparado en el inmenso prestigio y admiración que su nombre suscitaba, iniciativa que dio lugar a ser calificado como “El bibliotecario mendigo”.
Mediante estas solicitudes de libros a escritores e instituciones de todo el mundo, se logró reabrir esta institución tutelar de la patria con 200 mil volúmenes apenas después de ocho meses de iniciada su gestión y, a lo largo de los 13 años que duró su dirección, la convirtió en uno de los mejores repositorios bibliográficos y servicios de consulta y de lectura de América Latina, como el ave fénix que revive de sus cenizas y alza el vuelo hasta alcanzar las más supremas alturas.
He aquí la carta que le dirige a son Marcelino Menéndez y Pelayo y que el propio políglota español diera a conocer como un ejemplo ante el mundo:
8. Entusiasmo y perseverancia
Lima, noviembre 20 de 1883
Señor Don
Marcelino Menéndez y Pelayo
Madrid
Muy señor mío:
La antigua y rica Biblioteca del Perú fue transportada a Chile. En el último cuarto del siglo XIX han sido los libros, el pan de la inteligencia, considerados como botín de guerra. Hemos retrocedido a los tiempos bárbaros del califa Omar.
El Gobierno del Perú ha decretado la fundación de una nue¬va Biblioteca honrándome con la dirección de ella. El país ha acogido con entusiasmo el propósito y, en menos de quince días, he recogido donativos por más de cien mil volúmenes.
La nueva Biblioteca, según el decreto, debe ponerse a disposi-ción del público el 28 de julio próximo.
Un Bibliotecario mendigo se dirige, pues, al ilustre literato, para pedirle la limosna de sus obras, y que avance su caridad hasta solicitar de sus esclarecidos compañeros, en las Academias de Historia y de la Lengua, contribuyan a la civilizadora funda¬ción encomendada, más que a mis modestas aptitudes, a mi en-tusiasmo y perseverancia.
Me es grato presentar a usted mis respetos y ofrecerme como su muy sincero admirador y amigo.
Ricardo Palma
Correspondiente de la R.A.E
9. Creada por él
En el año 1910 la Municipalidad de Lima adoptó la iniciativa de rendirle un homenaje máximo y consagratorio imponiéndole en la frente una corona de oro en solemne acto público, y ello atendiendo a las numerosas propuestas hechas llegar, principalmente de la juventud de aquel entonces, honra que él no aceptó, negándose tajante y concluyentemente pero con humildad y sentida gratitud.
No le era necesaria esa ritualidad, porque su gloria estaba más en la pluma de los artesanos de la palabra nutrida de espíritu y devoción. Y en la creación de un nuevo género literario en las letras universales, cual es la “tradición”, modo de escribir que rápidamente se extendió en todo el ámbito hispanoamericano, dando lugar a un movimiento generalizado de escritores en los diversos países, ciudades, aldeas y en cada uno de los pueblos o conjuntos humanos de nuestra estremecida geografía continental.
La tradición peruana, creada por él es un género propio e inconfundible, que no se amolda ni cabe en los géneros ya conocidos. Es un producto genuino, limeño y criollo: no es historia, ni novela, ni cuento ni leyenda. De la historia, sin embargo, recoge sus argumentos y el ambiente, pero a ello agrega una dosis de ficción, una carga muy alta de poesía, como almudes de fino humor y de profunda sabiduría de la vida.
10. Comedido y fervoroso
Pero, además de los elementos señalados la “tradición” es un complejo organismo de lenguaje donde se dan cita los refranes, los cantares, estribillos, las glosolalias, los nonsenses, las lisuras y los cuentos populares, vueltos a narrar por una de las plumas que asombraron y sigue asombrando a chicos y grandes, a propios y extraños.
En los últimos años de la vida de don Ricardo Palma los extranjeros que venían al Perú en su itinerario y agenda de viaje, al mismo tiempo que conocer las maravillas de nuestra cultura difundidas a nivel general, no querían dejar la oportunidad de conocerlo o por lo menos de ver la casa donde él vivía.
Para ello emprendían viaje a una villa cercana a la capital del Perú, denominada Miraflores, ahora distrito acoplado a nuestra ciudad, lugar donde él vivía y hogar donde también murió este gigante de la peruanidad en el año de 1919. Aledaña a su casa se levanta, abre y cobra vida ahora la central y hermosa avenida Ricardo Palma, en dicho distrito.
Uno de aquellos visitantes ilustres fue el poeta Rubén Darío, quien solicitó, comedido y fervoroso el inmenso favor de que él le concediera una entrevista, en la cual el autor de Prosas profanas le manifestó su profunda admiración llamándole maestro. En retribución don Ricardo Palma le obsequió una de sus plumas con la cual había escrito algunas de sus hermosas tradiciones.
11. Sellos en oro
Cuando yo estudiaba en Madrid tuve la oportunidad de visitar la sede de la editorial e imprenta Espasa Calpe en la Vía Dos Castillas en un lugar periférico de Madrid, denominado Pozuelo de Alarcón, inmensa fábrica de cultura, inteligencia y documentación.
En ella una de las secciones más curiosas era el taller de estampado de pan de oro en las tapas y en el lomo de las obras cumbres de la literatura universal.
El jefe de dicha sección, cuando supo que yo era peruano, no se separó de mí durante toda la visita para indagarme sobre uno y otro detalle de Lima en relación a las Tradiciones Peruanas de don Ricardo Palma.
Era un admirador ferviente de nuestro autor, tenía sus obras como libros de cabecera, quien se sintió privilegiado en la vida por la oportunidad que esta le diera de estampar el pan de oro en el lomo de las Tradiciones y confiándome me dijo que para él no había escritor en el mundo que le apasionase tanto.
Y eso que todos los libros de las grandes plumas tenían que pasar necesariamente por sus manos, para estamparles esos sellos en oro que en su sección sabía hacerlo como en ningún otro lugar de la península. Según él me refirió: todo español lee a Ricardo Palma en la escuela básica.
12. Literatura con identidad
No hace mucho fui invitado a Bogotá para participar como jurado del Premio Iberoamericano de Literatura Infantil y Juvenil, a cargo de la Unesco, la Organización de Estados Iberoamericanos y Ediciones SM.
Después del análisis de las obras y valoración de los autores, luego de anunciado el veredicto y atender a la prensa, en la tarde del último día ya libre y relajado me propuse visitar el barrio céntrico y emblemático de La Candelaria, donde se sitúan los poderes del estado colombiano, visita que había pospuesto en mis viajes anteriores.
Lo
primero que mis pasos encontraron fue la hermosa estatua que Bogotá
dedica a Ricardo Palma, situada en la Av. 19, Plazoleta de Las Aguas, en
donde nuestro tradicionalista luce sentado en un recio y patriarcal
sillón de academia.
Da la impresión de que estuviera narrando una de sus gráciles y a la vez enjundiosas tradiciones. Está con la pierna cruzada, con gafas y poblado bigote; y con un libro nobiliario de pasta dura que reposa en el asiento muy cerca de su mano derecha.
Ricardo Palma no solo para las letras peruanas sino para una comunidad muy grande de naciones y personas, resulta un autor fundamental para enfrentar este proceso de globalización, militando en la corriente de una literatura con identidad, como la preconiza, defiende y erige Capulí, Vallejo y su Tierra.
Texto que puede ser reproducido citando autor y fuente
Da la impresión de que estuviera narrando una de sus gráciles y a la vez enjundiosas tradiciones. Está con la pierna cruzada, con gafas y poblado bigote; y con un libro nobiliario de pasta dura que reposa en el asiento muy cerca de su mano derecha.
Ricardo Palma no solo para las letras peruanas sino para una comunidad muy grande de naciones y personas, resulta un autor fundamental para enfrentar este proceso de globalización, militando en la corriente de una literatura con identidad, como la preconiza, defiende y erige Capulí, Vallejo y su Tierra.
Texto que puede ser reproducido citando autor y fuente