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CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
JUNIO:
MES DE LOS NIÑOS, DEL MEDIO AMBIENTE, Y DE LA IDENTIDAD ANDINA
CAMPAÑA MUNDIAL:
Construcción y forja de la utopía andina
JUNIO:
MES DE LOS NIÑOS, DEL MEDIO AMBIENTE, Y DE LA IDENTIDAD ANDINA
CAMPAÑA MUNDIAL:
¡CIUDADANO QUE AMAS
A VALLEJO Y LA POESÍA!
DEFIENDE A SANTIAGO DE CHUCO
DEL INTENTO DEL ALCALDE QUIEN
INSISTE EN CAMBIAR SU PLANO URBANO
DESTRUYENDO ADEMÁS LA CÁRCEL
Y LA CASA DE LUIS FELIPE
DE LA PUENTE UCEDA
CALENDARIO DE EFEMÉRIDES
DÍA DEL PADRE
SÁBADOS 7 PM. AULA CAPULÍ:
CONFERENCIAS Y SIMPOSIOS SOBRE CULTURA ANDINA
Teléfonos Capulí: 420-3343 y 420-3860
planlector@hotmail.com
ºººººººººº
PLAN LECTOR PLIEGOS DE LECTURA
HIJOS PROPIOS Y AJENOS
PorDanilo Sánchez Lihón
SÁBADOS 7 PM. AULA CAPULÍ:
CONFERENCIAS Y SIMPOSIOS SOBRE CULTURA ANDINA
Teléfonos Capulí: 420-3343 y 420-3860
planlector@hotmail.com
ºººººººººº
PLAN LECTOR PLIEGOS DE LECTURA
HIJOS PROPIOS Y AJENOS
PorDanilo Sánchez Lihón
Vivimos en este mundo cuando lo amamos.
Tagore
Tagore
1. Un chiquillo desgreñado y sucio
Mi padre, Danilo Sánchez Gamboa, maestro de Educación Primaria, y mi tío Baltasar, que ya para este entonces es sargento de la Benemérita Guardia Civil del Perú, salen rumbo a una fiesta.
Son las cinco de la tarde del balneario de Buenos Aires, en Trujillo, adonde nos hemos mudado nosotros, viniendo de Santiago de Chuco. En este lugar mi tío vive hace ya algún tiempo.
Van rumbo a un matrimonio en el domicilio de una familia muy distinguida que los ha invitado y cuya casa queda en la urbanización Las Quintanas, donde la fiesta se ha preparado con anticipación y promete ser muy buena.
Para ello lo primero es tomar el ómnibus que hace la ruta por la avenida Víctor Larco.
En ese trayecto, cerca al óvalo, sube un chiquillo desgreñado y sucio que lleva al hombro su cajón de lustrar botas. Y se sienta en el lugar que acaba de desocuparse, en la parte posterior del vehículo, al lado de don Danilo.
2. Cuando tienen que bajar
El niño como está muy cansado por la dura jornada de trabajo, poco a poco, mientras el viejo ómnibus se bamboleaba con dificultad en la pista, se fue quedando dormido.
Recostado primero en el brazo y luego apoyando su cabeza en la cintura del maestro y después tirado en su regazo respiraba apacible.
Alzando suavemente el ala de su saco, lo cubre con disimulo mientras gira su cuerpo para seguir conversando con su hermano, mi tío Baltasar.
Lo hace a fin de que éste no se de cuenta que el niño se ha quedado dormido y lo lleva casi alzado.
Teme que le diga que lo enderece, que lo despierte y le ponga derecho de un golpe.
Cuando tienen que bajar don Baltasar, poniéndose de pie espera que don Danilo también lo haga.
Haciéndole señas ya en la puerta del ómnibus, lo llama:
– ¡Danilo, aquí bajamos!
3. Hasta que el niño despertó
– ¡Yo te alcanzo luego!, –responde.
– ¡Aquí es, Danilo! ¿Adónde vas?
– Tú avanza. ¡Yo vengo después!
– ¡Deténgase! ¡Deténgase! ¡Oiga, deténgase, –ordenó el sargento al chofer del ómnibus.
Este obedece de inmediato parando en seco el vehículo. ¡Cómo no lo iba a obedecer!
– ¡Danilo, tenemos que bajar aquí, Danilo!
– Yo sigo, –le habló en tono seguro y firme–. Tengo que resolver un asunto. Luego te cuento. –Dijo algo, por justificar.
Mi tío, anonadado, no tuvo más remedio que quedarse parado en la calle mirando estupefacto cómo el vehículo se alejaba con su hermano adentro.
Éste siguió tranquilo hasta que el niño despertó.
4. Avanzada la noche
Cuando lo hizo, el chiquillo se asomó por la ventana.
Bostezó, se despabiló abriendo los brazos, cogió su caja de pomadas y escobillas y se bajó del ómnibus, apurado.
Lógicamente, don Danilo no conoce la casa donde se realiza la fiesta.
Como todavía no se orienta bien en Trujillo no sabe dónde está.
Se confunde de calles. Da vueltas.
Se siente perdido y empieza a caminar y caminar.
Ya es tarde.
Por fin vio un ómnibus de servicio público que le resultaba familiar y así encontró la manera de retornar.
Ya casi avanzada la noche lo veo entrar canturreando alegre a la casa donde vivimos.
5. ¿Quién es?
Sorprendido le pregunto:
– ¿Estuvo bonita la reunión?
– ¡No he ido! Nos separamos con Baltasar. Y yo no conocía el domicilio.
Al otro día mi tío, que vive a menos de dos cuadras, viene a verlo, cuando él está trabajando en la sala.
Yo leo en la habitación contigua, de tal modo que ambos no me ven.
– Oye, –le pregunta con voz picara–. ¿Ayer, adónde te fuiste, ah?
Y, cerciorándose que nadie escucha, continua:
– ¿Tienes tu guardadito, no? ¿Quién es la fulana, ah? ¿Acaso, es alguna paisana? ¿Cómo se llama? ¿La conozco?
6. ¿Hijo de quién?
Pero él le explica:
– ¡No, hombre! Seguí en el ómnibus, porque el niño que iba a mi lado se había quedado dormido.
– ¿Y?
– Iba recostado en mi brazo.
– ¿Qué? ¿Y, por eso, me dejaste?
– Sí. Disculpa hermano.
Y, luego, le pregunta:
– ¿Y quién era el niño, ah? ¿Hijo de quién era el chiquillo?
– ¡No sé! ¡No lo conozco!
– ¿Qué?
– ¡Es el lustrabotas! ¡El niño que subió en el óvalo! ¿No te acuerdas?, con su cajoncito.
7. El sueño de un niño
es sagrado
– ¿Qué? ¿Y no podías botarlo entonces de tu lado y hacerlo que se enderece de un manotazo?
– ¡No! Se le notaba cansado al pobre.
– ¡No entiendo! Te juro que no entiendo. Faltar a una reunión tan importante, de gente que no se puede ver así nomás cualquier día.
– Disculpa.
– Y, ¿hasta donde fuiste?
– No sé, me perdí.
– ¡Pucha! Te juro que no entiendo. No me cabe en la cabeza.
– El niño iba durmiendo. Y el sueño de un niño es sagrado.
– ¿Y estuvo bien que me dejaras así botado en una esquina? ¿Estuvo bien que faltaras a una reunión importante por un hijo ajeno? Y peor, ¿por un vago de la calle?
– Disculpa.
8. Educar y formar al pueblo
– ¿Ah?
– Sí, pues.
– Y yo que decía… ¡Mi hermano por fin se avivó! Pero sigues siendo el mismo zonzo de siempre. ¡Aquí hay que avivarse, hermano!
Y se va mi tío airado.
Al poco rato tocan la puerta.
Es una comisión de vecinos que le dicen a mi padre:
– Vamos a poner un sistema de rejas en las bocacalles porque están habiendo muchos robos y asaltos en nuestra urbanización.
– Ya he manifestado en la asamblea mi desacuerdo con esa medida.
– Y entonces, ¿para usted cuál es la solución?
– La solución es educar y formar al pueblo. Y no dividirnos aún alzando rejas.
9. Padres de la vida
– ¿Es usted, acaso, un padre responsable? ¿Le importa siquiera la seguridad de su familia?
– ¡Sí! ¡Por su puesto! Me importa mucho.
– ¿Entonces?
– Sí, pero no se puede ser padre de unos niños e indiferente con los otros. Proteger a unos que son nuestros hijos y desentendernos de los demás, con la idea de que son hijos ajenos, eso es no dar solución a los problemas.
– Pero en concreto, sin palabrerías ni filosofías huecas, ¿cómo se logra?
Comenta el más agresivo.
– Ya le estoy diciendo. Pero, además, eliminando todos los muros y las rejas que nos dividen. Tenemos que hacernos padres de la vida, si es que queremos salvar a nuestros propios hijos.
Mi padre, Danilo Sánchez Gamboa, maestro de Educación Primaria, y mi tío Baltasar, que ya para este entonces es sargento de la Benemérita Guardia Civil del Perú, salen rumbo a una fiesta.
Son las cinco de la tarde del balneario de Buenos Aires, en Trujillo, adonde nos hemos mudado nosotros, viniendo de Santiago de Chuco. En este lugar mi tío vive hace ya algún tiempo.
Van rumbo a un matrimonio en el domicilio de una familia muy distinguida que los ha invitado y cuya casa queda en la urbanización Las Quintanas, donde la fiesta se ha preparado con anticipación y promete ser muy buena.
Para ello lo primero es tomar el ómnibus que hace la ruta por la avenida Víctor Larco.
En ese trayecto, cerca al óvalo, sube un chiquillo desgreñado y sucio que lleva al hombro su cajón de lustrar botas. Y se sienta en el lugar que acaba de desocuparse, en la parte posterior del vehículo, al lado de don Danilo.
2. Cuando tienen que bajar
El niño como está muy cansado por la dura jornada de trabajo, poco a poco, mientras el viejo ómnibus se bamboleaba con dificultad en la pista, se fue quedando dormido.
Recostado primero en el brazo y luego apoyando su cabeza en la cintura del maestro y después tirado en su regazo respiraba apacible.
Alzando suavemente el ala de su saco, lo cubre con disimulo mientras gira su cuerpo para seguir conversando con su hermano, mi tío Baltasar.
Lo hace a fin de que éste no se de cuenta que el niño se ha quedado dormido y lo lleva casi alzado.
Teme que le diga que lo enderece, que lo despierte y le ponga derecho de un golpe.
Cuando tienen que bajar don Baltasar, poniéndose de pie espera que don Danilo también lo haga.
Haciéndole señas ya en la puerta del ómnibus, lo llama:
– ¡Danilo, aquí bajamos!
3. Hasta que el niño despertó
– ¡Yo te alcanzo luego!, –responde.
– ¡Aquí es, Danilo! ¿Adónde vas?
– Tú avanza. ¡Yo vengo después!
– ¡Deténgase! ¡Deténgase! ¡Oiga, deténgase, –ordenó el sargento al chofer del ómnibus.
Este obedece de inmediato parando en seco el vehículo. ¡Cómo no lo iba a obedecer!
– ¡Danilo, tenemos que bajar aquí, Danilo!
– Yo sigo, –le habló en tono seguro y firme–. Tengo que resolver un asunto. Luego te cuento. –Dijo algo, por justificar.
Mi tío, anonadado, no tuvo más remedio que quedarse parado en la calle mirando estupefacto cómo el vehículo se alejaba con su hermano adentro.
Éste siguió tranquilo hasta que el niño despertó.
4. Avanzada la noche
Cuando lo hizo, el chiquillo se asomó por la ventana.
Bostezó, se despabiló abriendo los brazos, cogió su caja de pomadas y escobillas y se bajó del ómnibus, apurado.
Lógicamente, don Danilo no conoce la casa donde se realiza la fiesta.
Como todavía no se orienta bien en Trujillo no sabe dónde está.
Se confunde de calles. Da vueltas.
Se siente perdido y empieza a caminar y caminar.
Ya es tarde.
Por fin vio un ómnibus de servicio público que le resultaba familiar y así encontró la manera de retornar.
Ya casi avanzada la noche lo veo entrar canturreando alegre a la casa donde vivimos.
5. ¿Quién es?
Sorprendido le pregunto:
– ¿Estuvo bonita la reunión?
– ¡No he ido! Nos separamos con Baltasar. Y yo no conocía el domicilio.
Al otro día mi tío, que vive a menos de dos cuadras, viene a verlo, cuando él está trabajando en la sala.
Yo leo en la habitación contigua, de tal modo que ambos no me ven.
– Oye, –le pregunta con voz picara–. ¿Ayer, adónde te fuiste, ah?
Y, cerciorándose que nadie escucha, continua:
– ¿Tienes tu guardadito, no? ¿Quién es la fulana, ah? ¿Acaso, es alguna paisana? ¿Cómo se llama? ¿La conozco?
6. ¿Hijo de quién?
Pero él le explica:
– ¡No, hombre! Seguí en el ómnibus, porque el niño que iba a mi lado se había quedado dormido.
– ¿Y?
– Iba recostado en mi brazo.
– ¿Qué? ¿Y, por eso, me dejaste?
– Sí. Disculpa hermano.
Y, luego, le pregunta:
– ¿Y quién era el niño, ah? ¿Hijo de quién era el chiquillo?
– ¡No sé! ¡No lo conozco!
– ¿Qué?
– ¡Es el lustrabotas! ¡El niño que subió en el óvalo! ¿No te acuerdas?, con su cajoncito.
7. El sueño de un niño
es sagrado
– ¿Qué? ¿Y no podías botarlo entonces de tu lado y hacerlo que se enderece de un manotazo?
– ¡No! Se le notaba cansado al pobre.
– ¡No entiendo! Te juro que no entiendo. Faltar a una reunión tan importante, de gente que no se puede ver así nomás cualquier día.
– Disculpa.
– Y, ¿hasta donde fuiste?
– No sé, me perdí.
– ¡Pucha! Te juro que no entiendo. No me cabe en la cabeza.
– El niño iba durmiendo. Y el sueño de un niño es sagrado.
– ¿Y estuvo bien que me dejaras así botado en una esquina? ¿Estuvo bien que faltaras a una reunión importante por un hijo ajeno? Y peor, ¿por un vago de la calle?
– Disculpa.
8. Educar y formar al pueblo
– ¿Ah?
– Sí, pues.
– Y yo que decía… ¡Mi hermano por fin se avivó! Pero sigues siendo el mismo zonzo de siempre. ¡Aquí hay que avivarse, hermano!
Y se va mi tío airado.
Al poco rato tocan la puerta.
Es una comisión de vecinos que le dicen a mi padre:
– Vamos a poner un sistema de rejas en las bocacalles porque están habiendo muchos robos y asaltos en nuestra urbanización.
– Ya he manifestado en la asamblea mi desacuerdo con esa medida.
– Y entonces, ¿para usted cuál es la solución?
– La solución es educar y formar al pueblo. Y no dividirnos aún alzando rejas.
9. Padres de la vida
– ¿Es usted, acaso, un padre responsable? ¿Le importa siquiera la seguridad de su familia?
– ¡Sí! ¡Por su puesto! Me importa mucho.
– ¿Entonces?
– Sí, pero no se puede ser padre de unos niños e indiferente con los otros. Proteger a unos que son nuestros hijos y desentendernos de los demás, con la idea de que son hijos ajenos, eso es no dar solución a los problemas.
– Pero en concreto, sin palabrerías ni filosofías huecas, ¿cómo se logra?
Comenta el más agresivo.
– Ya le estoy diciendo. Pero, además, eliminando todos los muros y las rejas que nos dividen. Tenemos que hacernos padres de la vida, si es que queremos salvar a nuestros propios hijos.
Teléfonos:
420-3343 y 420-3860
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