Danilo Sánchez Lihón
No tanto buscar aliados
sino
nuestro propio borbotón
de sangre, y
nuestras propias fortalezas.
1. Cuando el sol
amanece
Los voluntarios del ejército de la resistencia caminan cejijuntos, marchan majestuosos.
No importa que sus pies no tengan botines, ni llanques ni gastadas ojotas. ¡Al contrario! ¡Todo lo subliman!
– ¡Son voluntarios, niños!
No importa que sus vestidos estén rotosos y luzcan por todo lado agujeros por donde se cuela el viento y el frío.
No tienen zurcida el alma, que es impoluta. Tampoco importa que ninguno tenga un arma. Portan su pala y su horqueta. Un rondín y una guitarra.
No importa que sus abrigos sean hilachas. Eso no interesa, eso es lo de menos, lo que cuenta es que sean centellas.
Desde ya son astros fulgurantes, porque lo importante es el corazón inflamado de coraje y de un amor lacerado por esta tierra que es bendita y es sagrada.
2. Lo mejor
de ti
– ¡Son voluntarios, niños!
Y se inmolan para ser viento, tempestad, eternidad. ¡Siéntelos espléndidos!
Míralos en tus sueños; y en su galopar diáfano, aunque no tengan corceles; en su volar pleno, aunque no tengan alas; en su grito infinito, aunque no tengan boca; porque ante eso se retaron.
Su pelea es con el destino, no contra una caterva que no alcanza en honor ni a besar el borde de las ojotas que no tienen.
Míralos en tus horas de agobio salir de las olas del mar, de entre el ichu en las estepas de la jalca. ¡Visualízalos cuán alto están en el firmamento! En lo mejor de ti, cuando eres hondo y generoso, cuando te abrazas con tu prójimo para luchar juntos.
Están allí esos seres de fábula, en todas las acciones buenas, desprendidas y arrojadas que alcanzas a realizar.
Cuando ni tú mismo sabes cómo hiciste algo de valor. Ahora ya puedes explicártelo, que son ellos los que hicieron posible el que seamos fuertes y valientes.
3. Brazo
de apoyo
– ¡Son los voluntarios, niños!
Nacen cada día en cada acción cotidiana valerosa que se hace a favor de la verdad, del bien y la justicia. Porque, ¿en qué se convirtieron esos hombres de fábula? En energía viviente, en soplo, en aliento. Se tornaron hálito, magia y en espíritu.
Se hicieron mito, esos hombres que no se retrajeron, pese a tener cinco años de batallas perdidas. Sin embargo, continuaron luchando. No les amilanó que no tuvieran armas. No les acobardó nada.
Hundamos nuestra memoria, niños, en esos doscientos hombres del Batallón Libres de Santiago de Chuco mi pueblo, que marcharon con el corazón inflamado y con una llama sagrada en la frente. Como en muchos otros que fueron voluntarios valerosos.
Toda nuestra historia está sembrada de muestras de valor. Aunque estas me conmuevan más por ser tan convictas y confesas, tan expuestas y radiantes de los voluntarios de mi aldea y que se hicieron manifiestas en su despedida, porque se deja la dulzura del hogar y a los seres queridos.
Marcharon como te enrumbarás tú a partir de ahora, a defender toda causa noble a la cual hay que ponerle nuestro brazo de apoyo, nuestros hombros y nuestro pecho valeroso.
4. Lanza
y escudo
Ellos, ¿en quiénes creían? ¿En quiénes confiaron? ¿Cuáles son sus baluartes? ¡Nosotros! ¡Pensaban en nosotros al inmolarse!
¡Huestes hambrientas! Hombres famélicos y desarrapados que marchan a defender una causa, un ideal, un honor, ¿a qué se atienen?
Ser pobres, humildes, en quienes falta todo, después de cinco años de guerra son capaces de seguir dejándolo todo y no rendirse.
¿A qué se debe? ¡Son voluntarios de la vida!
¿Qué los anima? Una esperanza que no muere. Puesta apenas en el retazo de un canto y en los acordes de una guitarra.
Que es apenas una idea, aparentemente triste, un sentimiento de adhesión; pero eso sí de una inmensa e ineludible razón moral.
¡Miradlos en el horizonte! Son los guerreros del Dios Catequil. Se convirtieron en haces de sol, en rayos fulgurantes.
Son venablos para que tú venzas en todo a partir de ahora. Son tus armas. Se convirtieron en tu fuerza. Se agregaron a ti, se fundieron contigo. Te ciñeron de una armadura. Se hicieron lanza y se hicieron escudo. Para eso marcharon.
5. Cada paso
suyo
– ¡Son los voluntarios en todo, niños!
Marchan así ante un enemigo. En el caso que refiero, peor que una bestia, en quien dominaban los más bajos instintos. Una caterva vil. Bestias que se mataban a sí mismas.
Y a todo ponían precio. Y lo hacían negocio. El cupo de guerra impuesto a Santiago de Chuco fueron diez mil pesos, que luego se elevaron a quince mil, 50 caballos y 50 mujeres. De lo contrario masacre, incendio y saqueo.
Por eso, el coraje de estos hombres que enfrentan a esa horda es sublime, en quienes principalmente domina la esencia de lo humano, nos mantendrá desvelados en la noche con o sin estrellas.
Todo lo que dejaron y renunciaron a tener y cobijar en la vida, es aquello por lo cual yo debo consagrar mi vida, si sobrevivo de esta contienda.
Cada paso suyo es legendario. Cada aliento de sus bocas es sagrado. Porque no marcharon a ofender sino a defender. De quienes ofendían, saqueaban, mataban; de quienes cual bestias denigraban de todo lo legítimamente humano.
6. Unidos
y en conjunto
Desde entonces ya jamás somos ni tenemos un solo pueblo débil ni vacío. Estamos llenos y fortalecidos, ahítos de vida, de pundonor y coraje.
Basta esta página de nuestra historia y esta constatación para ser invencibles.
¿Y quiénes eran los que pelearon? No eran hidalgos, ni señoritos ni caballeros.
Era gleba, humus, gente de a pie: labriegos, campesinos; seres humildes, pero de mirada clara, transparente y abrillantada, quienes todo lo agradecen, lo aprecian y valoran.
Ante un ejército invasor a quienes interesa el botín, el arranchar, el apoderarse de lo ajeno, de lo que no es suyo. Y que solo envidian y codician.
Por eso marchamos unidos y en conjunto, como cuerpo. Somos agrupación. Somos un batallón de guerrilleros. Somos un contingente de hombres indignados, blasón de montoneros.
7. La flor
del cactus
– ¡Son los voluntarios, niños!
¿Quiénes son? Cada uno ha decidido hacerse presente, obedeciendo al bien y a un llamado del alma.
Son la flor de la piedra, del risco, de la roca y el peñón. Porque todo da una flor, todo tiene flor. Es decir, lo mejor en valor, en belleza, en mente y en razón, es flor.
De toda cosecha y en toda gavilla hay aquellos en quienes el sol, el agua, la luna y el viento han puesto lo mejor de lo mejor. Y lo mejor en lo que más hace falta. En valor para defender lo sacrosanto, como es el honor y la dignidad de un pueblo ofendido.
Y eso son, niños, los doscientos voluntarios de fábula del Batallón Libres de Santiago de Chuco, que marcharon la víspera de la Batalla de Huamachuco para darnos gloria y honor, cuando todo se había perdido.
Eran hilos de distintas texturas que ahora hacen una orla primorosa. Eran flores de distintos jardines, espigas de diversas parvas y sementeras.
Allí estaba la flor del cactus. El cactus fuerte ante los abrojos. ¡Cómo persiste! ¡Cómo nace! Ahí el Perú es grande, invencible, eterno. Es cumbre, es abismo, es morada y el fervor.
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