martes, 4 de diciembre de 2018

4 DE DICIEMBRE: ESTAMPAS DE TIERRA ADENTRO - FOLIOS DE LA UTOPÍA: EL FLORECER DE LOS MUROS - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


Construcción y forja de la utopía andina
 
2018 AÑO
DE LA IDENTIDAD Y DEL PATRIMONIO
INALIENABLE DE NUESTROS PUEBLOS
 
DICIEMBRE, MES DE LAS MONTAÑAS,
DE LOS DERECHOS DE LOS ANIMALES;
DE LOS MIGRANTES, Y DEL NACIMIENTO
DEL DIOS NIÑO EN LA NAVIDAD
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO


 
SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL


 
*****
 
EL DENTISTA DE MI COMARCA


Era un gamonal de horca y cuchillo que cada año cosechaba miles de costales de papa en sus inmensos terrenos de Calipuy y Sangual, y quien hizo el viaje desde sus chacras al pueblo de Santiago de Chuco bramando de dolor de muela montado en su mula baya por el camino ora llano, ora pedregoso.
Se le había hinchado la cara al punto de estar enrojecida y templada como un tambor, sintiendo la punzada que le entraba como un barreno que le taladraba la cabeza, la mente y sobre todo el alma, y que lo traía doblado sobre la cabalgadura, sin que atine ni siquiera a guiar las riendas del animal que las traía sueltas y él gritando a más no poder.
Llegó al pueblo al amanecer del día domingo y fue directo a la casa del dentista. El dolor lo alocaba y apenas pudo mantenerse en pie, tambaleante. Y antes de entrar y sentarse en el sillón dental, con la piel curtida por el frío de la jalca, las manos callosas y las botas y polainas llenas de barro, le rogó al doctor, hablando solo por un costado de la boca:
– Primero quíteme doctor el dolor que me está matando. O quíteme de una vez la vida. Si no puede lo haré yo mismo delante de usted. –Dijo, y puso el sucio y gastado revolver, maloliente de tanto haberlo usado. Temblando lo dejó junto al vaso de agua para enjuagarse, que se tambaleó al ser involuntariamente arrimado por su mano. Pero pudo también decir antes de abrir la boca para que el doctor lo examine:
– Eso sí, doctor, cuidado de hacerme doler más; y que estando el revolver aquí por los nervios le dispare. –Y movió el lugar del revólver, en señal de advertencia.
El doctor Arquímedes delicadamente aplicó la anestesia, y le auscultó la muela antes que el paciente se quede profundamente dormido. En ese estado pudo bajarle la inflamación, curó la pieza dañada y lo dejó dormir sobre el sillón. Cuando despertó el dolor había desaparecido, la inflamación había bajado y el paciente lucía radiante. Agradeció al doctor olvidándose de averiguar la cuenta y cuánto debía.
A los tres días don Arquímedes recibió de donativo delante de la puerta de su casa: un toro negro como los hay solo en Calipuy, acompañado de costales de papas cargadados por pollinos que llenaron las calles adyacentes, y que duró toda la tarde descargarla y subirla al terrado; papas que durante toda la noche estuvieran rodando por la escalera de tanto que no cabían.
Todo el año comió papa don Arquímedes. Por eso se dice que el dolor de muela nos abre las puertas del infierno, pero también las del paraíso.
DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

 
*****
4 DE DICIEMBRE
 
ESTAMPAS
DE TIERRA
ADENTRO

Caraz

FOLIOS
DE LA
UTOPÍA

Capillapunta (Chiquián)

 
EL FLORECER
DE
LOS MUROS

 
Danilo Sánchez Lihón
 
 
1. Colindantes
con la calle
 
Trato de identificar, para mí, cuál es el símbolo que más me conmueve de mi aldea nativa o de mi pueblo, que es Santiago de Chuco.
Hay varias presencias conmovedoras; como son: el horno, el pan, el candil colgado en la pared.
El batán donde se muele de todo, la batea donde se amasa la harina. La plancha de carbón, con la cual calentaba los pañales y ropita de mis hermanos y hermanas recién nacidas en los meses invernales.
El soplador de la cocina que era un tubo de fierro con una embocadura y un agujero pequeño al otro extremo y con el cual revivíamos el fuego y alentábamos a que las llamas crezcan y se expandan.
Pero elijo otro, cuál es: el florecer de los muros, o los jardines en lo alto de las tapias, que son paredes que cercan los patios, las huertas y los corrales, colindantes con la calle.
 
2. Por
el azar
 
No creo que los Jardines Colgantes de Babilonia, considerados como una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo, sembrados de palmeras, dátiles y cocos, me hubieran impresionado tanto, más de lo que significan para mí estos vergeles que se alzan en la cumbrera de los tapiales de mi pueblo natal.
Muros o cercas que culminan en tejas a uno y otro lado de la pared; o bien que rematan en rastrojos, que son los tallos ya secos del trigo o la cebada ya cosechada; o bien del ichu o paja de las alturas que se tienden para que por allí se deslice el agua de la lluvia.
Encima del rastrojo o paja para que asiente se le echa tierra que se junta de cualquier rincón del corral o del patio, en donde sin que lo sepamos va la vida.
En los granos, tallos o raíces allí caídos y que, por el azar, la suerte o el destino suben a estar empinados en donde la lluvia, el sol y la tierra los hacen germinar.
 
3. La maravilla
que es el maíz
 
En donde sin que los sepamos va la vida que con las lluvias después brota y florece allí en lo alto, haciendo un jardín prodigioso y encantado.
Que se recorta en el cielo azulino del amanecer, del mediodía o del crepúsculo. Casi siempre arremolinado de nubes blancas que bogan hacia los confines como rebaños extraviados.
Son jardines mágicos donde la pared estalla en flores que lucen contra el azul del cielo, o bien contra las nubes blancas sus copones de oro.
¿Qué crecen allí? A veces incluso algún maíz insólito que nos hace reír de gracia, brotado de algún grano que se le dio de comer a las aves de corral.
Y que por no ser recogido tiene ahora la gloria de ir a crecer en lo más empinado de mostrar en toda la maravilla que es el maíz y su choclo apetitoso.
 
4. Joya
más hermosa
 
Pero lo que más crece allí son tréboles, malvas y mostazas. Y los gláciles tallos de cebada.
El trébol se extiende al pie haciendo una alfombra de terciopelo, de un verde parejo y oscuro.
Luego se erigen las malvas, de un verde tenue. Y más arriba las mostazas de estallantes flores amarillas.
Y radiantes, por uno y otro sitio, geranios rojos, clavelinas anaranjadas y alguna siempreviva de color fucsia o grosella.
Todas de ramas ondulantes que se balancean con el viento y extasiadas de subir hacia algún balcón o prenderse de algún tejado.
Cuando se secan son aún más bellas porque el verde intenso se torna en un amarillo gualda y se vuelven lánguidas sus hojas y capullos. ¡Qué finas, qué delicadas en morir, contemplando por la calle el paso de la gente!
¿Puede haber joya más hermosa que una simple vaina recogida ya seca? En donde se envolvía un fruto que, por más ínfimo que sea, no deja de ser prodigioso.
 
5.
 
Son estos jardines naturales, que nadie riega, y que como queda en lo alto, nadie coge ni sus flores ni sus frutos.
Que surgen por capricho, por pura gana de hacerlo, sin que nadie tampoco los nombre ni menciona. Ningunas alabanzas reciben. Como si nadie jamás se dignase mirarlos.
Ni las gallinas las picotean, ni una oveja o alguna cabra las oliscan. Dan sus flores y sus frutos intocables.
Nadie ha poetizado su nombre. Es más, no tienen nombre. O, ¿cómo se llaman? Quizá la lluvia sepa el vocablo que las nombra.
El orden que alcanzan es el natural. ¡Pero, ¡qué armonía! ¡Qué sabia disposición de todo su espacio!
 
6. Ni la lluvia
ni el sol
 
A veces anida allí una pareja de gorriones que han recogido vuelo tras vuelo hasta el suelo las pajitas esparcidas en el patio, la calle y las veredas que arrastra el viento y que se quedan atrapadas en la ranura que hace una piedra con otra.
O bien es una pareja de cuculíes que ya ocultas entre los ramajes oliscan la vida que se desenvuelve hacia adentro y hacia afuera de la casa.
¡Ah, sensación de abrigo, de calidez y de ternura que da contemplar un nido así sea en un lugar tan expuesto y a la intemperie, como es entre las hierbas del muro! ¡Y que se lo ve al trasluz de las ramas, aún más cuando el sol declina!
Donde se ve los piquitos de las crías que han nacido y que se elevan sus picos para que las madres les den comida, y que resume la presencia del amor entre dos seres. Hasta un día en que alguien de la casa advierte:
– ¿Han visto que ya tienen pichones la pareja de torcazas que han hecho su nido en el muro?
– ¿Así? No los he visto. Peo valiente esa mamá paloma porque ni la lluvia ni el sol ni el frío le han hecho salir de su nido.
 
7. Retazos
de música
 
En torno las plantas que florecen en los muros revolotean las mariposas blancas y otras gualdas que aletean sobre el verde intenso de los geranios y sus flores de rojo escarlata.
O bordonean las abejas diligentes, que mejor que nadie saben cómo extraer el néctar de las flores. En torno a ellas revolotean las cantáridas de los buenos y malos tiempos.
Zumban los moscardones, y las luciérnagas por las noches les llevan sus ofrendas. Por allí aparece la libélula que anuncia la llegada de alguna carta o el retorno de algún familiar amado que hoy llega desde lejos.
Solo los traspasan las voces de la gente que pasa por la calle. O en ella se detienen para comentar de la vida sencilla, en donde no falta algún amorío, a veces desgracia o desavenencia, pero también hechos simples o caseros en donde al fondo tiembla el dolor o la esperanza.
Y lo traspasan también los retazos de música de alguna procesión lejana que por allí rasgan sus sones. O los acordes de la mandolina de mi padre que no sé si se sumerge en el presente, el pasado o el futuro, o en un mundo sin tiempo.
 
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