viernes, 8 de julio de 2016

8 DE JULIO: TODOS VUELVEN A LA TIERRA - FOLIOS DE LA UTOPÍA: VOLVER AL TERRUÑO - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN





CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
2016 AÑO
CONSTRUCCIÓN DE CONCIENCIA
Y CONCRECIÓN DE SOLUCIONES
 
JULIO, MES DEL MAESTRO;
DEL SANTUARIO HISTÓRICO
DE MACHU PICCHU; BATALLA
DE HUAMACHUCO, LEONCIO
PRADO Y FIESTAS PATRIAS
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO
 

SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL

 

*****
 
LA DANZA DE LOS TURCOS DE CHAMBUC,
EN SANTIAGO DE CHUCO, TIERRA DE VALLEJO

La Danza de los Turcos es de Chambúc, hecha por los pobladores nativos de esta zona de Santiago de Chuco. Representan a guerreros que resguardan al apóstol Santiago El Mayor. Donde el danzante usa una continuación de polleras, una sobre otra, que van cargadas de contrastes; lleva un sombrero de palma que tiene una cinta peruana ancha; lleva una camisa de color blanco manga larga; en la parte de la espalda un pañuelo largo y ancho impregnado en cada brazo, con caída de tres puntas, dando la impresión de ser una capa.
Porta en la mano derecha un espada, que simboliza la exterminación de injusticias y la defensa de toda causa justa; en la mano izquierda lleva un pañuelo blanco que manifiesta la alegría y borra con rapidez las nostalgias imprimidas en el opúsculo de la vida. Además lleva al pie de la rodilla semillas nativas de Santiago de Chuco, llamadas los "maichiles" que producen sonidos parejos acatados frente al ritmo de la flauta y caja ejecutado por el Chiroko, quien demuestra gran euforia.
Los Turcos van bailando, haciendo estremecer y sonar los maichiles que van sujetos en conjunto en cada canilla, en el momento que giran tras el taconeo triple, duplo o cuádruplo, levantan las manos en donde llevan espada y pañuelo y giran diamantinos cambiando un pie con el otro, adoptando su postura de guerrero, dando diferentes matices de jolgorio y alegría. La danza se desplaza arbitrariamente, empiezan a girar en su entorno formando un círculo amplio, done el Chiroko va al medio desgreñando la guaitana sobre el tambor y coloquial flauta.
Los Turcos embleman su paso alentador de batalla tras fuertes tocadas que estremecen el polvo, expresando en su rostro la valentía. A medida que sus pies avanzan, armonizan con su cuerpo y la cabeza alentado a la izquierda, a la derecha, abajo, hacia arriba; un pie queda atrás realizando sus giros coordinantes y paralelo al taconeo del otro y viceversa. Hace más de 40 años decía mi abuelo:
Cho, levántate. Puaray pasan los turcos de chambuque, van a la plaza a bailar al apostolito, hoy es las doce. Ese José Iraita sudadito ha llegau, jalao a sus dos caisas el Polito y el Niquito. Churches, churches llegan. ¡Ananay pobres cholitos! ¡Acacau!

JUAN ULLOA
 
*****
 
8 DE JULIO
 
 
TODOS
VUELVEN
A LA TIERRA
 
 

FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
 
VOLVER
AL
TERRUÑO
 
 

Danilo Sánchez Lihón
 
 
¡Hasta
que lloremos de tánto volver!
César Vallejo
 
 
1. Ser árbol
mejor que ser ave
 
José Santos Chocano el 11 de diciembre del año 1922 salió al balcón de su casa en la que ahora es calle Emancipación en el centro de Lima, después de volver y obtener su liberación gracias a una movilización de intelectuales principalmente de América Latina, España y Francia.
Se lo libraba así de la pena de muerte que se le había impuesto y decretado al ser derrocado el dictador guatemalteco Manuel Estrada Cabrera, de quien él fue su secretario personal.
Aquel día de su retorno, cuando obligado por la multitud que lo vitoreaba salió al balcón abrazado a su madre, que ya era una viejecita, recitó estos versos con voz transida y temblorosa:
Hace ya diez años que recorro el mundo.
¡He vivido poco! ¡Me he cansado mucho!
Quisiera ser árbol mejor que ser ave.
Quisiera ser leño mejor que ser humo
y al viaje que cansa prefiero el terruño,
la ciudad nativa con sus campanarios,
arcaicos balcones, portales vetustos
y calles estrechas, como si las casas
tampoco quisieran separarse mucho...
 
2. Nosotros
mismos
 
Quien escuchaba al frente y hacia abajo, de pie sobre la vereda al borde de la calle vibrante y estremecida de fervor ese día, era César Vallejo a quien las lágrimas le empezaron a fluir copiosamente por el rostro. Lloraba conmovido sin tener reparo en lo que dijeran los amigos con quienes había sido arrastrado por el entusiasmo de la multitud, entre ellos Juan Espejo Azturrizaga.
¡Quién hubiera pensado que apenas unos meses después ¡sería él quien se alejaría para siempre viajando a Europa para no regresar nunca más! Y permaneció allí, aunque deshaciéndose en nostalgia cada día, extrañando su tierra querida, principalmente su natal Santiago de Chuco, donde había nacido, crecido y se había hecho hombre.
Y es que el problema del ser humano contemporáneo es: ¿cuál es el eje y cuál es nuestro centro? Debido a que el fenómeno de las migraciones se ha generalizado en el mundo contemporáneo, la cuestión básica es la orientación del pulso y del latido de nuestro ser.
Nosotros mismos hemos emigrado, o somos hijos de migrantes. O la mayor proporción de nuestra familia ya no está aquí, sino que está afuera deambulando en países extranjeros, en esta aldea global o globalizada; en la aldea planetaria respecto a la cual ya nadie discute si es cierta o no lo es, si es falsa o si es verdad.
 
3. El núcleo
y la orilla
 
Ya nadie discute que estamos envueltos por la globalización. Sin embargo, reconociendo que esta situación es ineludible el problema de fondo es: ¿Seguimos teniendo eje y seguimos teniendo centro? ¿O rotamos a la deriva?
¿Cuál es el centro del ser del hombre contemporáneo? He allí el problema: de qué y cuál es el centro Y, cuáles son los bordes u orillas. He allí el asunto y la cuestión de fondo por resolver.
El drama es que vemos cómo las familias se desintegran, los amigos se dispersan, los hermanos se desconocen, los novios no se encuentran, los esposos se separan y el ser hermano más es hoy un asunto de nostalgia, en esta época en la cual el pretexto es ir a trabajar, a ganar dinero para mantener el hogar lejano de acá o de allá. Entonces hay que emigrar. Y se va uno y se va el otro.
Y surge y se plantea el problema de saber cuál es el centro y cuál los bordes o cantos. Cuál es el núcleo y la orilla, el punto de rotación y la circunferencia, a fin de saber adónde mirar y encontrar las estrellas.
Cuando un hermano, una madre, un ser querido se va a Deltona, a Nueva Jersey o a Osaka, ¿adónde va? ¿Al centro o a la orilla? ¿Al borde o a la médula? ¿O al centro de la metrópoli o del poder?
 
4. El punto
de partida
 
Este asunto es el meollo del problema contemporáneo que todavía no reconoce que el centro ha de ser siempre el cariño, el afecto, la comunidad de la cual provenimos, en la cual uno crece y de la cual uno forma parte; las raíces de donde cada quién se desprende, la lengua que aprendimos de niños, y la cultura que nos arropa en nuestros primeros años juveniles. También la ternura, el sentirse hermanos y solidarios.
El centro es el cariño en donde nos sabemos artífices de un nuevo destino. Ese es el centro. Lo otro es la periferia, a fin de tener ubicación y estar orientados, porque de eso se trata.
Cuando migramos, ¿el centro es el lugar adonde llegamos o el lugar de donde partimos? ¿El centro es lo nativo, o el conglomerado que adoptamos? ¿Es el punto de llegada o el punto de partida.
La periferia es cuando el personaje se va, se despide de sus amigos, y deja inerme su herencia y se siente su ausencia para siempre, incluyendo en este concepto a quienes se quedan.
Se resuelve de manera magistral este dilema cuando contemplamos incluso a nivel de la oruga volviendo siempre a su nido, que no olvida cuál es su hogar y cuál es su destino.
 
5. Lo que más
se anhela
 
En tiempos no muy antiguos una de las principales condenas y castigos que se infligían a las personas por haber cometido delitos graves, de lesa humanidad, era expulsarlas de su tierra natal hacia un país lejano. Así Dante Alighieri fue desterrado de Florencia y deambuló afligido por diversas ciudades, viviendo algún tiempo en París.
Romeo Montesco del célebre drama “Romeo y Julieta” de William Shakespeare, se le conmuta la pena de muerte por ser proscrito de Verona. Pero antes se lamenta diciendo: “Desterrado no, mejor muerto”, encontrando temporal refugio, jamás de su gusto ni de su complacencia, en Mantua.
Cerca ya de millones de peruanos viven actualmente en el extranjero. Han emigrado, muchos de ellos indocumentados y sufren situaciones indecibles para sobrevivir, pero más en su añoranza de regresar.
Yo también soy inmigrante, pues mi lugar de origen es una provincia andina de casas de adobe, techos de tejas y cielo azulado; con preciosos nubarrones blancos que flotan encima de los trigales verdes. Y donde las casas de aleros extendidos como alas de palomas, y de secretos ventanales que conservan las miradas de muchachas anhelantes, se apiñan como un rebaño palpitante, simple, entrañable y encantado.
 
6. No hace
mucho
 
Mi padre, abuelos y bisabuelos vivieron, crecieron, se desarrollaron y murieron en mi comarca, Santiago de Chuco sin jamás expatriarse de sus callejuelas ni de sus linderos en donde brotan los puquiales, aldea que ahora parece pequeña pero que en su tiempo resultaba inmensa, tanto que dio lugar a una fantástica y hasta a mitos e historias legendarias.
Y en otros países igual, los linajes habitaban por siglos en los pueblos humildes, hermosos y apacibles; sin salir de sus murallas esquinadas de torreones y altozanos, festonadas sus almenas de estandartes y pendones.
Y si alguien viajaba lo que más anhelaba era volver inmediatamente. Sin embargo, en el breve lapso de una o dos generaciones ¡cómo habrá cambiado tanto el mundo que ahora vivimos extrañados y se considera más bien una condena quedarse en nuestros lugares de origen!
No hace mucho, un grupo de poetas e intelectuales peruanos sufrieron exilio y anhelaron volver a la patria añorada y construyeron una lírica y una épica del anhelo del volver a la tierra amada. Deportados en México, Gustavo Valcárcel escribió "Poemas del destierro", Manuel Scorza "Las imprecaciones" y Juan Gonzalo Rose "Cantos desde lejos".
 
7. Nortes
y sures
 
Se sufre mucho en un país extranjero. Se extraña a la familia, a los amigos, el aire del día y de la tarde; así también la comida, el idioma que aprendimos a balbucear de niños. Por eso yo quería regresar.
Porque estando lejos ¡son amargos y lentos los amaneceres y los días del migrante en tierra extranjera! Y, a veces uno llora y da ganas de quedarse de hambre. La gente no nos mira porque se considera una falta y una violación a nuestra intimidad adolorida el condolerse y el mirar.
Y poco a poco ya nadie nos conoce, nos vamos perdiendo en el anonimato. Y un día te preguntas: ¿Qué hago yo aquí? Además, porque a la tierra jamás se olvida. Y está perenne más en nuestros sueños. Cuando dormimos aparece y nos sumergimos en ella, al fondo de sus caminos y detrás de sus muros asombrados, porque se los lleva en el alma. Y un día volvemos.
Porque aquí hemos nacido, porque aquí hemos bebido el agua cristalina de los arroyos primigenios. Porque aquí hemos juntado con nuestras manos el granizo de los tejados extasiados bajo las tempestades.
Porque reconocemos que estamos transidos del amor a la tierra. Y, ¡ese es el centro del oeste y del este, de los nortes y sures, de la tierra, el cielo y el cosmos inconmensurable. Y volver es hallar otra vez el centro de nuestro ser. ¡Por eso es que he vuelto!
 
 
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