CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
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CALENDARIO
DE EFEMÉRIDES
17 DE SEPTIEMBRE
Geólogos peruanos
DÍA DE LA
GEOLOGÍA
PERUANA
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
EL GEÓLOGO
SANTIAGO ANTÚNEZ
DE MAYOLO
Danilo Sánchez Lihón
¡Constructores
agrícolas, civiles y guerreros,
de la activa, hormigueante eternidad…
César Vallejo
1. Tanto
dolor
En
las punas heladas de Lampas-pampa una noche terrible de lluvia, rayos y
truenos dos de sus ayudantes cayeron fulminados por un relámpago. Él
no. ¿Por qué. ¿Fue la providencia?
En
los riscos de Pongor las mulas que iban delante y detrás de él rodaron
por el barranco. Y él no. ¿A qué se debió? ¿Por qué sucedió así?
De
los pocos hombres que quedaban algunos se regresaron atemorizados. Los
dos que persistieron en acompañando pagaron a la tierra con coca, tabaco
y un poco de chicha que llevaban. Hicieron el pago a la tierra, pero
dijeron:
– La coca sigue amarga. El apu sigue enojado.
Don Santiago Antúnez de Mayolo que estaba sentado a su lado les dijo:
–
Díganle al apu que la gente no tiene luz, no tiene abrigo, que estamos
buscando cómo construir una planta eléctrica que alumbre a la gente, le
dé abrigo en las tardes y en las noches de frío, que ayude a los niños a
instruirse para que no haya tanto dolor sobre el mundo.
2. En el límite
del planeta
¿Qué
es lo primero que hacía cuando salía de exploración don Santiago
Antúnez de Mayolo quien construyó las obras más portentosas de
ingeniería que tiene el Perú, entre hidroeléctricas como la del Cañón
del Pato, el Mantaro, Machu Picchu, o represas como las de Gallito
Ciego?
Lo
primero que hacía al salir en sus exploraciones que fueron muchas, cada
año en que salía muchas veces a la serranía, o por los desiertos
costeros o por la selva enmarañada era subir a la cumbre más alta de una
cadena de montañas y allí acampaba.
Muchas
veces lo hizo solo. Era un águila, un puma, un cóndor, con una visión
de altura, con una noción de cumbre, de estar en el borde y en el límite
del planeta Tierra y muy cerca ya de las estrellas.
3. Geografía
abrupta
Hombre
puro e íntegro. Estoico y asceta, de quien ha superado toda
contingencia y está más allá de toda circunstancia, de toda minucia y de
toda escasez.
Lejos
ya de la vanidad, de lo trivial y de lo que es descartable. De
considerar como importante una banalidad, un sesgo en la mirada o en los
actos. Ya no. ¿Para qué preocuparse de esas cosas? Era quien ya mira al
mundo desde lo alto.
Pero
lo que sucedió esta vez ocurrió cuando exploraba la construcción de la
Hidroeléctrica del Mantaro que ahora lleva su nombre, que él la hizo
hasta podríamos decir con sus propias manos.
Ella
recoge las aguas tumultuosas y ariscas del río Mantaro que atraviesa la
región central del Perú, donde se unen las ciclópeas cordilleras
occidental, central y oriental de los andes. Geografía abrupta, cósmica y
sideral.
4. Le hablaba
y decía
A
don Santiago Antúnez le fascinaba ese río, le atraían sus descansos,
sus remolinos y sus chorreras, se quedaba contemplándolos y caminaba un
trecho y volteaba a mirarlo. A veces se detenía a contemplarlo desde sus
bordes como un torero a un toro bravo a quien quiere algún día domeñar,
amansar, montarlo, o meterlo a un corral, sentirlo bajo su mano, su
brazo o su cuerpo en general.
Y
varias veces ese toro bravo lo estoqueó, resbaló a sus aguas y estuvo a
punto de llevarlo. Hubo veces que lo envolvió y lo arrastró un tramo,
pero siempre logró salir aunque empapado, revolcado entre sus piedras y
guijarros y a quien él le hablaba y decía:
–
Ay torito, torito, no me vas a cornear a mí, antes de que yo te amanse
torito bravo. Si así te portas yo te voy a meter a un redil donde vas a
bramar a tu gusto. Y te voy a poner a trabajar porque estás que haces
daño por haragán, porque no tienes nada qué hacer. Por eso te portas
mal.
5. Si no, ¿de dónde
comemos?
Y seguía caminando habla que habla:
–
Eres cerril, salvaje, mal educado. –Le seguía hablando al río–. Crees
que has nacido únicamente para holgar, saltando de tumbo en tumbo,
brincando de un lado para otro, tirándote a descansar por valles y luego
por las peñas azotando por gusto las piedras. ¿Crees que la vida es
eso? ¿Ah? ¿Eso crees torito? Ahora me has mojado y me puedo resfriar.
¿Eso te gusta? Te has atrevido a jalarme y a quererme envolver en tus
aguas. ¿A cuántos no habrás ahogado ya? ¿A cuántos no habrás ahogado
golpeándolos contra las peñas? ¡De cuántas vidas no serás culpable, ay
bandido! ¿Facineroso eres no torito río Mantaro? Enamorador eres, me han
dicho. Está bien. Contra eso no digo nada. Pero también tienes que
trabajar ya torito. Todos tenemos que ponernos a trabajar si no, ¿de
dónde comemos? ¿De dónde vamos a tener para dar de comer a nuestra
familia?
6. De un día
para otro
Así hablaba con el río, pero cuando pronunciaba la palabra trabajar el río levantaba una ola y le latigueaba la cara.
–
¡Ay, bandido! ¡Jajaylla! ¡Malo y perverso eres río! Yo te quiero,
torito, pero tú te la das de bravo, ¿no? Ya veremos, ya verá torito sin
redil. Yo te voy a enlazar, te voy hacer que des luz, en el fondo te va a
gustar, porque eres fuerte, valiente, tienes empuje, tienes agallas y
eso tenemos que utilizarlo en bien de los demás. Pero, cómo hago para
darte el trabajo que necesitas hacer, para que domeñes esos arrebatos
que tienes. Por dónde voy. ¿Por aquí? ¿Por dónde se sube esta cuesta?
Tienes que hacer el bien a la gente que necesita la luz para estudiar,
para abrigarse, para cocinar, para que no se dañe la comida de un día
para otro, para todo ya…
7. Nuestra
misión
Eso
le hablaba y le decía al río que iba quedando abajo y detrás, pero él
seguía conversando como él como si fuera un conocido, un amigo y un
paisano.
E incluso mirándolo desde la cumbre, viéndole al río Mantaro deslizarse abajo era a él a quien le hablaba y no a nosotros.
–
¿No estará loco el doctor? ¿No le estará haciendo daño esta lluvia,
esta neblina y este sol que aparece y desaparece y luego se va?
–
No, así habla solo. Siempre le está regañando a alguien. Conversa con
el monte, con las plantas, las piedras, pero más con el río aunque esté
lejos y abajo. Ya eso no te sorprenda. Para eso se aparta. Por eso le
gusta ir adelante, pese a que no conoce y le pica a la bestia para
sacarnos ventaja. Porque si viniera atrás nosotros lo esperaríamos para
cuidarlo, como es nuestra misión. Pero entonces él ya no podría hablar
con libertad, como quisiera.
8. Ha
caído
– Loco no está, porque dice y hace las cosas más inteligentes y sabias que ser humano yo haya escuchado o visto hacer.
–
Pareciera que necesita hablar e ir adelante, pero es peligroso porque
se distrae y estos caminos son puros precipicios. Y dicho y hecho, ya
ves, ya se cayó. ¡Corre!
– Jiiiiipppp.
Vieron
que la mula donde iba el doctor Santiago Antúnez de Mayolo cayó
erizadas las crines y la cola azotando el aire como queriendo sujetarse
de algo antes que cayera y rodara al abismo con su jinete a quien el
sombrero y su manta quedaron flotando en el aire ya lejos mientras
escucharon los golpes que daba el animal en las rocas al caer y chocar
hasta desaparecer en el barranco.
– ¡Ay, Dios Santo, el sabio ha caído!
– ¡Ha caído don Santiago de Antúnez al río.
9. Y el otro
se quede
– ¿Ves algo?
– ¡Nada! ¿Tú puedes ver algo?
– Tampoco nada. ¡Ya se mató el doctor! ¡ahora qué será de nuestras vidas!
– ¡A ver mira de más arriba!
– ¡Don Santiago!
– ¡Don Santiago!
– ¿Tú escuchaste el golpe?
– ¡Sí! Lejos y abajo.
– ¡Yo también! Entonces ya se mató.
– Y ahora, qué hacemos.
– ¡Llamar! Pero ¿quién va a escuchar si ya está muerto?
– ¡Don Santiago! ¡Don Santiago! ¡Por favor! ¡Conteste! ¡Conteste!
– Con cuidado. Las piedras están sueltas. No te vayas a rodar tú. O yo. Y el otro se quede solito en esta desgracia.
10. Pero
ojalá
– Ya lo vi desde aquí. Mira. Ven. Allá abajo, está el caballo muerto.
– ¿Dónde?
– Ahí, a la orilla del río está la mula con su apero destrozado.
– Y, ¿don Santiago?
–
A él no lo veo. Estará debajo de la mula. No se ve. Tenemos que bajar,
pero por aquí no se puede. Tenemos que voltear el cerro.
– De repente está cerca. Quizá todavía no ha muerto y necesita auxilio.
– ¡Don Santiago! ¡Don Santiago! No está.
–
Ya no te atrevas más. No te vayas a rodar. Vamos por donde hemos venido
y damos la vuelta para bajar al río. Pero ojalá que se pueda.
– A él no se le ve por ningún lado.
– Vamos.
11. Fragor
del río
Dos horas demoraron a toda carrera en bajar a la orilla del río. Y buscaron palmo a palmo, llorando de dolor y desolación.
– ¡Lo habrá cargado el río? ¿Dónde está?
– La verdad no debe estar vivo cuando la mula está aquí destrozada.
– ¡Dios mío! ¡Cómo nos bien a ocurrir esto! ¡Además con un personaje tan importante! ¡A quien nos han recomendado tanto!
– Razón tenías, el apu ha estado muy enojado.
– ¡Pero desquitarse así es demasiado!
– ¡Ahora nos linchan! ¡Lo primero es botarnos del trabajo! Y lo segundo la cárcel!
– ¡Pero tan buena gente que era don Santiago!
Y
se echaron a llorar, gimoteando con el rumor del río. Sus gemidos eran
desgarradores y desesperados en el fondo de ese cañón, donde solo se
escuchaba el fragor del río y los moscardones que revoloteaban cerca de
las retamas donde estaban inclinados.
12. Ya
anotamos
– Por favor, anoten esta ecuación, o alcáncenme un lápiz y un papel.
– ¿Qué?
– ¡Don Santiago! ¿Dónde está usted?
– Anoten estos números o traten de alcanzarme algo con qué escribir.
– Don Santiago, ¿de dónde nos habla? ¿Está usted vivo? ¿O qué?
– ¡Estoy aquí! ¡Y apúrense que esta rama se puede romper! ¿Me ven? ¡Aquí! ¡Aquí estoy!
– ¿Don Santiago cómo está usted?
–
Estoy bien, pero por favor, un lápiz y un papel o si no anoten por
favor, con cualquier rama o palo si es posible en la arena o en una
piedra pero que no se borre, ¿ya?
– ¡Ya diga don Santiago!
– Cumbre: 800. Pendiente 15 grados. Garganta: 15 - 1300. Desnivel: 300. Gravedad 15.
– Ya anotamos don Santiago, pero ¿dónde está usted?
13. Vida
bendecida
– Miren a lo alto en dirección de donde está el sol entrecerrando los ojos. ¿Ven un molle?
– ¿En el molle está usted?
–
Ahí no. Cerca. Saquen las riendas a la mula que está muerta y con eso
suban para alcanzarme las sogas. Pero que no se borren los números que
han hecho. Asegúrense de eso. Será la hidroeléctrica más portentosa y
nunca se hubiera podido construir si no caía y podía hacer los cálculos
desde aquí.
Y
apenas cogido de esas tacuaras del abismo, a mitad del abismo, con su
mula muerta abajo en las piedras, con todas sus vituallas mojándose y
que poco a poco arrastra el río, don Santiago Antúnez de Mayolo proyectó
la hidroeléctrica del Mantaro que ahora lleva su nombre y que es una
maravilla de ingeniería gracias a una caída providencial, a una viaje
providencial y a una vida bendecida por la providencia.
14. Un imposible
matemático
La
asombrosa hidroeléctrica del Mantaro se extiende en tres departamentos
del Perú: Ayacucho, Huancavelica y Junín. Tiene un túnel de 25
kilómetros del largo y del ancho de una carretera que atraviesa una
cordillera controlada por robots que viajan por su interior.
Construirla,
como la vida, es un imposible matemático. Imposible sin esa caída y sin
el consentimiento de los apus que son las montañas que hicieron caer
esa mula y a él quedar a horcajadas en una débiles tacuaras desde donde
pudo mirar una caída inimaginable y así construir la hidroeléctrica más
grande del Perú que cubre más de los dos tercios de energía eléctrica
que consume un gigante como es ahora el Perú en la América del Sur.
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