CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
2012, AÑO
DE LA DEFENSA DEL AGUA PARA LA VIDA Y
CONSTRUCCIÓN DE LOS ANDENES NUEVOS
JULIO, MES DEL MAESTRO;
DEL SANTUARIO HISTÓRICO
DE MACHU PICCHU; LA BATALLA
DE HUAMACHUCO, DE LEONCIO
PRADO; Y DE FIESTAS PATRIAS
PRÓXIMAS ACTIVIDADES
DE CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
POR LOS 120 AÑOS DEL NACIMIENTO DEL POETA
Y 90 AÑOS DE LA EDICIÓN DEL POEMARIO TRILCE
SÁBADOS 7 PM. AULA CAPULÍ:
CONFERENCIAS Y SIMPOSIOS
SOBRE CULTURA ANDINA
TELÚRICA DE JULIO,
DEL MARTES 24 AL VIERNES 27,
EN SANTIAGO DE CHUCO
FIESTA DEL PATRÓN SANTIAGO
DONDE SE DESARROLLARÁ
UN NUTRIDO PROGRAMA
DE ACTIVIDADES DE CAPULÍ
SÁBADO 4 DE AGOSTO, 2012
PRESENCIA DE CAPULÍ, VALLEJO
Y SU TIERRA EN ISLA NEGRA,
CHILE, EN LA PRESENTACIÓN
DEL LIBRO MIL POEMAS A VALLEJO
Aula Capulí: Tacna 118, Miraflores.
Cuadra 2 y 3 de la Av. Angamos Este
Entre Av. Arequipa y Paseo de la República
Ingreso libre.
Se agradece su gentil asistencia
Teléfonos Capulí:
420-3343, 420-3860
y 997-739-575
capulivallejoysutierra@gmail.com
dsanchezlihon@aol.com
CALENDARIO
DE EFEMÉRIDES
15 DE JULIO
LEONCIO
PRADO,
EL HÉROE
PLAN LECTOR,
PLIEGOS
DE LECTURA
LEONCIO PRADO
AQUEL PALADÍN
DE LEYENDA
Danilo Sánchez Lihón
1. Un lucero
del alba
–
Padre. Me has contado tantas historias fabulosas, mitos y ficciones
acerca de seres sobrenaturales, y cuentos de figuras que encarnan
valores, paradigmas y virtudes, pero quiero hoy que me refieras de un
personaje real pero que encarne el valor y el heroísmo más supremos,
pero que haya existido, que haya sido de carne y hueso. ¿Hay alguien que
sea así?
– Claro.
– Pero que represente de manera absoluta esas cualidades y virtudes. Y que la vida de ese ser por sus hechos sea una leyenda.
– Comprendo.
–
Pero, ¿existirá un ser así, padre? ¿Existirá alguien que haya sido tan
puro, y a la vez una llama ardiente? Alguien al cual yo admire por
siempre, por toda la vida. Un ser que fuese como un lucero en el alba.
¿Existe?
–
Sí, existe, hijo mío. ¡Y qué bueno que me lo preguntes de ese modo! Y,
para que veas que tú eres un ser privilegiado, ese ser nació en el lugar
donde tú naciste. Ese personaje fabuloso, de leyenda, es paisano tuyo.
De repente corre por tus venas su misma sangre. Tal vez eres su familia y
tienes de él el mismo aliento. Porque él nació en este lugar.
2. Y así
se hizo
– ¿Así? Cuéntame entonces, padre.
–
Quiero empezar por el final. Aquel ser fue fusilado por defender a su
patria, por tiradores que se apostaron al pie de su lecho de herido. No
de lejos, sino al pie de su camilla.
– Estaba herido y aun así lo fusilaron.
– ¿Sí, papá?
–
Sí. Fue fusilado teniendo la pierna hecha astillas por efecto de una
granada. No se inmutó al conocer la sentencia. Pidió lo que correspondía
de acuerdo a su rango: ser fusilado en la plaza de Huamachuco, y
dirigir él mismo la ejecución.
– ¿Y se atendió su pedido?
– Lo primero fue denegado. Se consintió en los segundo, que él mismo dirigiera y diera la orden de su inmolación.
– ¿Es cierto? Entonces, ¿existe?
–
¡Claro que es cierto! Esto se constata a través de los diversos
informes de guerra. En vez de dos tiradores que ya estaban listos pidió
que fueran cuatro, dos para disparar a la cabeza y dos para hacerlo al
corazón. Asimismo, pidió tomar una taza de café en cuyo platillo el
fuese marcando el proceso de ejecución. Al primer golpe apuntar, al
segundo rastrillar los gatillos de las armas y al tercero disparar. Y
así se hizo. Y se cumplió. ¿Te imaginas hijo la intensidad de ese
hombre?
– ¿Cuántos años tenía cuando fue fusilado?
3. Su hijo,
que no lo olvida
–
Tenía 29 años. No había cumplido aún los treinta. Ese hombre era hijo
del Presidente de la República del Perú, quien gobernó el país en dos
períodos: de 1865 a 1868 y de 1876 a 1879.
– ¿Entonces, era rico?
–
No, hijo. Pese a que su padre lo amaba entrañablemente y él también le
deparaba devoción a su progenitor, nunca aceptó beneficios, halagos ni
prebendas sino al contrario: sacrificios, renuncias y finalmente el holocausto.
– ¿Y ese sentimiento a su padre fue siempre?
–
Desde muy niño sus pensamientos estaban dirigidos a su padre y los
últimos minutos finales de su vida también los tuvo hacia él, cuando le
escribe:
"Huamachuco, julio 15 de 1883.
Señor Mariano Ignacio Prado. Colombia.
Queridísimo
padre: Estoy herido y prisionero; hoy a las... (¿qué hora es? preguntó.
Las 8.25 contestó el Mayor chileno Aníbal Fuenzalida) 8:30 debo ser
fusilado por el delito de haber defendido a mi patria. Lo saluda su hijo
que no lo olvida. Leoncio Prado”.
4. Dolor
atroz
–
Pero, padre, en los textos de historia que nos enseñan en la escuela se
menciona a Leoncio Prado, pero no lo hacemos mucho caso. Y hasta nos
parece una figura aburrida.
–
Pero quisiera que tú tengas paciencia y me escuches atentamente lo que
voy a describirte, y que es absolutamente verdad. Tú al final me dirás
si cubre o no tus expectativas, porque te adelantaré que este personaje
fue corsario en el Caribe, a los 21 años, náufrago en el mar de la
China, grumete en la India, transportista en Persia, intérprete en
Rusia, pero en todos estos casos no lo hace por correr aventuras, sino
siempre luchando por la libertad de los pueblos. Esa era la misión que
asumió en la vida.
–
Ah, eso no lo sabía padre. Eso sí hace interesante tu historia. Ahora
sí me quedo a escucharte. ¿En tantos lugares estuvo y arriesgando la
vida?
–
Sus dos hermanos de padre y madre, Justo y Grocio, también murieron en
la Guerra del Pacífico. ¿Qué ocurriría si tus dos hermanos menores
mueren por una causa que tú mismo defiendes? ¿Qué dolor más atroz, no?
¿Qué coraje no te daría, no?
– Ah, eso no lo soportaría, padre.
5. El hombre
que más admiró
–
El primero de sus hermanos fue quien lo acompañó en muchas jornadas de
lucha y murió peleando en la batalla de San Francisco en la Guerra con
Chile. Y el segundo hermano murió reclutando soldados en la guerra de
resistencia en las serranías de Huánuco atacado de una explosiva
pulmonía. Pero déjame contarte por qué este personaje atiende a esa
petición tuya de un ser mítico, meteórico, flecha, lanza y ballesta. Te
digo que nunca se vio a un ser más flamígero, más encendido de amor a su
patria. Escucha, hijo mío:
Nació
en 1853. Su padre, que era de Huánuco, hizo venir de allí a toda su
familia natural a Lima, cuando Leoncio tenía aún seis años de edad. Le
escribió así a la mamá de Leoncio, quien también era del mismo lugar:
Quisiera que estén a mi lado para que mis hijos no sean desamorados.
Qué
bonita palabra esta, ¿no te parece? ¡Desamorados! Que quiere decir que
crezcan con cariño. Y así fue. Para Leoncio su padre fue siempre un
paradigma, un caballero imbatible, el hombre que más admiró durante toda
su vida.
6. Heroico
y eminente
–
Cuando su padre aún era jefe de la Brigada “Lanceros de la Unión”,
Leoncio se hizo soldado raso, vistiendo el uniforme del Ejército del
Perú. Tenía 8 años de edad y su padre le ordenó al sargento, cuyas
órdenes tenía necesariamente que acatarlas, que lo instruyese con todo
rigor en los asuntos que tenía que saber.
– Papá, ¿en verdad tenía ocho años?
–
Sí, ocho años. No olvides que su padre era el comandante. A los 9 años
ya desfilaba con uniforme militar, espigado y serio, con marcialidad y
pundonor. Su comportamiento era tan auténtico que obtuvo la complacencia
de ser nominado “soldado distinguido”.
Se
convirtió en un gran jinete, por lo que fue ascendido a Cabo, a la edad
de 12 años. En febrero de 1866, combate contra los españoles que
intentaron recuperar sus colonias en América, en el combate de Abtao.
Tenía 13 años cuando fue ascendido a Guardiamarina por acción heroica, y
obtuvo su primera medalla de oro.
Ese
mismo año participa en el combate del 2 de mayo contra la escuadra
española. Lo hace en el buque insignia, que era la fragata Tumbes, que
redujo con sus cañones al barco español La Numancia.
Por su acción destacada obtuvo el grado de Alférez y de “Benemérito de la Patria en Grado Heroico y Eminente”.
7. Forjando
la libertad de Cuba
Entonces
es comisionado para estudiar en Richmond, en Estados Unidos. Allí se
entera de los esfuerzos de patriotas cubanos por libertar a su país,
porque Cuba era todavía colonia de España. Lo primero que le importa al
joven Leoncio Prado es informarse primero y decidir participar luego de
los esfuerzos que hacen los cubanos de adquirir su libertad y ser igual
al resto de repúblicas americanas.
Escribe
a su padre pidiéndole permiso para cumplir ese anhelo, para él
impostergable, de marchar a Cuba y unirse a los esfuerzos
independentistas de ese país.
Pide
permiso, porque había salido con una beca. Y su padre, conociendo la
impetuosidad y el carácter apasionado de su hijo, le contesta:
“No
hay pueblo en el mundo que no honre y recompense a los fundadores de su
independencia, y yo deseo que tú seas de los que forjen la libertad de
Cuba. Con tal deseo, hice que se te dieran dos años de licencia para
servir a Cuba”.
Su
padre aprueba los deseos abnegados de su hijo. Y le ofrece, además,
armas. Leoncio convence a sus dos hermanos menores a marchar con él en
apoyo a la independencia de Cuba, y así lo hicieron.
8. Flotando
en las aguas
Lo
primero que comprueba allí es que, por ser Cuba una isla, sin barcos ni
unidades de transporte naval que naveguen por el mar del Caribe, no hay
nada que se pueda hacer. Y entonces concibe un operativo audaz, cual es
capturar un barco artillado de la armada española. Lo hace junto con
diez milicianos cubanos quienes lo secundan. Reducen a los marineros,
muere el capitán del barco y algunos otros allí presentes. Izan la
bandera de Cuba y se baten durante tres meses en el océano, perseguidos
por la poderosa escuadra española.
Este
barco llamado Moctezuma sus captores lo bautizan con el nombre de
“Céspedes”, evocando al héroe cubano de la libertad, iniciador de la
revolución independentista en aquel país. En su momento los diarios de
América y los de Estados Unidos estuvieron pendientes, día a día, del
destino de este barco.
¿Quién
capitanea todo esto? Leoncio Prado, aquel joven ígneo, llama viva,
relámpago. Cuando fueron acorralados dio la orden de incendiar el barco,
el mismo que quedó inutilizado. Arrojándose al mar, permanecieron
escondidos en los escombros, flotando en las aguas, esperando la noche
para nadar a la playa en un mar infestado de tiburones.
9. Sobrevivir
fue tarea ardua
Por
eso, en Cuba consideran a Leoncio Prado como un prócer de su
independencia. Su retrato figura en la galería de los Próceres de la
República, pero además es considerado como el fundador de la Marina de
Guerra de ese país, puesto que en el barco bautizado como “Céspedes”,
izó la bandera de Cuba, muchos años antes de que aquel hermano país
adquiriese su independencia.
– Ahora voy entendiendo por qué es el personaje que yo te pidiera que me refieras y tú elegiste a Leoncio Prado.
– Pero, espera que te siga contando:
Pudieron
llegar nadando hasta la costa, en la selva de Nicaragua. No tenían
ningún recurso, ni dinero, ni armas ni herramientas con las cuales
abrirse paso. La selva era intrincada y temible por las enfermedades
como el paludismo, la fiebre amarilla, el dengue.
Sobrevivir
en la selva de Nicaragua fue tarea ardua y de colosos. De otro lado, su
vida tenía precio y se habían pegado carteles incitando a la gente a
denunciarlos. Así, seguían caminos inhóspitos, sus heridas se infectaron
y el paludismo los atacó, a tal punto que los que no podían seguir el
camino fueron quedándose uno a uno en las chozas de los nativos.
10. Luchando contra
las adversidades
– Pero, padre, ¿los hijos de los presidentes no son más bien mimados, engreídos y hasta petulantes?
–
Este era diferente. Era hijo del Presidente de la República
aparentemente la más poderosa de América del Sur, de un país líder que
acababa de vencer a España en el combate del 2 de mayo. Pero mira cómo
es su vida: seis días no comió sino plátanos, su ropa era andrajosa pero
sus ideales eran los más altos y luminosos. Por eso es el ser de fábula
que tú has pedido que te cuente. ¿Cuántos años tenía en esa
oportunidad? Apenas 21 años.
España
lo tenía como un enemigo principal. Sus rasgos y su nombre figuraban en
edictos pegados en las paredes y en los postes de los pueblos, como
perseguido por la ley. Su cabeza tenía precio de miles de pesos a fin de
capturarlo.
Al
pasar al territorio de Honduras su situación fue distinta. Hizo pública
su presencia y el 20 de marzo el Presidente de Honduras, Dr. Marco
Aurelio Soto y su Ministro de Relaciones Exteriores salieron a recibirlo
en Comayagua, ofreciéndole una recepción digna de un héroe.
Solo
tres de los once compañeros que fueron al principio de la aventura en
la captura del barco estaban presentes: eran Leoncio Prado, quien
comandaba la expedición, y los patriotas cubanos Morey y Deetjem. Tres
meses habían permanecido en la jungla luchando contra todas las
adversidades.
11. El barco
naufraga
– Realmente, padre, ¡es un personaje de leyenda que yo creía que no existían en la realidad!
–
Sí, porque mira, el joven Leoncio Prado vio que la mejor manera de
crear las condiciones más favorables para la guerra de independencia de
Cuba, era abriendo un frente de lucha en otra colonia de España.
Emprendió entonces la campaña libertadora de Filipinas en el continente
asiático.
Corría
el año 1877 y para ello fleta un barco. Lo acompaña su hermano Justo,
quien para entonces había adquirido el grado de capitán en el ejército
antillano.
También
van con él patriotas cubanos, iniciando la travesía hacia el otro lado
del mundo. El barco envuelto en una borrasca naufraga. Providencialmente
un buque asiático los rescata. Y tres meses después arriban a Hong
Kong, capital asiática bajo el dominio de Inglaterra.
Allí
es cuando Leoncio Prado, sobreviviente de esta aventura, corre mil
peripecias: se empleó como ayudante de comercio en Malaca se enrola de
marinero en la India, pasa como curioso y sorprendido viajero en
Afganistán, es ayudante de transportes en Persia y Arabia, caminante
peregrino en Siria y Turquía, intérprete de lenguas en Rusia, obrero de
construcción en Austria e Italia. Para entonces ya tenía 24 años de
edad.
12. Prefería
el sacrificio
Desde Roma le escribe una carta a su padre, que dice así:
“He
tropezado con toda clase de dificultades, puesto que no contaba con
dinero y no podía usar mi nombre para no dar lugar a la persecución de
España que ha continuado tomando toda clase de medidas para cogerme,
pero a pesar de todas las penalidades que he sufrido no me quejo, pues
muy grande es la experiencia que he adquirido en la vida y muy útiles y
valiosos tienen que serme los conocimientos que he acumulado en mi
vuelta al mundo. Mi viaje lo he realizado ganándome la vida, pero solo
me ha alcanzado para cubrir mis más estrictas necesidades”.
Otra
fórmula de pasar esos años hubiera sido presentarse al cónsul del Perú
en Cantón, al inicio de su desventura; y en su condición de hijo del
Presidente de la República del Perú, le hubiera dado atención inmediata y
recibido todas las facilidades, halagos y prebendas.
Claro
que hubiera sido trasladado a Lima rodeado de las máximas medidas de
seguridad personal. No quería esa vida, siempre la desdeñó, prefería las
pruebas difíciles, riesgosas y hasta el sacrificio más extremo.
13. Luchaba
por la libertad
Luego
de estas andanzas viaja nuevamente a Estados Unidos donde su amigo
Morey, compañero de aventuras en el barco “Céspedes”, lo recibe en ese
país y escribe al Ministro de Honduras:
“Desde que regresó a este se ocupa de un asunto preferido: Cuba”.
Era
pues un paladín de la libertad, desvelado porque los pueblos ejercieran
pleno derecho a ese bien supremo. Encendido de ese fervor luchó por la
liberación de Cuba sojuzgada, como por la de Filipinas envuelta y atada a
las cadenas y grilletes del oprobio.
Después,
el destino quiso que se batiera por su propio país, el Perú, hacia el
cual consagró su inquietud, voluntad férrea y fe inquebrantables cuando
fuera invadido en una guerra de agresión y conquista implementada por
Inglaterra, la potencia omnímoda en aquel tiempo.
Aquel
que luchaba por la libertad de los pueblos vio cómo su patria era
amenazada por la codicia mercenaria, de un país invasor. E
inmediatamente vino a poner su espada al servicio de la libertad y el
honor del suelo que lo vio nacer.
Aquí
participó en todas las batallas de la Guerra del Pacífico: Pisagua, San
Francisco, Tacna, Tarapacá, Huamachuco, salvo en aquellas que
ocurrieron cuando él estuvo prisionero durante más de un año en Chile.
Su coraje y su valor fueron inmensos, dando pruebas de heroísmo sin par,
puesto que fueron adversidades tras adversidades las que como militar
tuvo que afrontar.
14. Que mis oficiales
se honren
Luchador
infatigable de cien o más batallas, fue comisionado para instalar una
base de torpedos en la pequeña isla de El Alacrán frente a Arica.
Pidió
organizar el cuerpo “Guerrilleros de Vanguardia”, que cubrió la
retirada de las tropas diezmadas en la batalla de San Francisco,
causando grandes estragos en el ejército enemigo.
Retraído
ese cuerpo hacia la sierra, el ejército chileno designó una fuerza
especial y contundente para aniquilarlo. Fue cercado en un terreno
desértico de Tarata donde la batalla fue ineludible. Las fuerzas de
Leoncio Prado eran apenas 32 hombres. Alcanzados por la fusilería
chilena habían muerto ya 29. Tres estaban gravemente heridos y uno solo
seguía batiéndose denodadamente, hasta que se le acabaron las balas.
Se
disponía a luchar a culatazos, cuando un soldado chileno iba a
atravesarlo con su bayoneta calada, el coronel Orozimbo Barboza, quien
dirigía el ataque tronó con una orden a su subalterno: “¡Deténgase!”.
Asombrado ante tanta bravura, al capturarlo le dijo:
“Quiero que mis oficiales se honren con la compañía de usted”.
15. Hizo
la ruta a pie
Hecho
prisionero fue trasladado a una cárcel en el pueblo de San Bernardo, en
Chile. Después de más de un año fue puesto en libertad, cuando Lima ya
estaba bajo ocupación chilena, creyendo los invasores que ahí se había
acabado la guerra.
Antes
de ponerlo en libertad le hicieron prometer, jurar y firmar un
documento de que nunca volvería a empuñar las armas en contra del
ejército de Chile. Llegado a Lima en febrero de 1882, lo primero que
hizo fue desaparecer tomando la ruta hacia Huánuco, para formar el
ejército de la resistencia, al igual que Cáceres. Hizo la ruta a pie,
buscando atajos, a fin de no ser interceptado.
– ¿Todo esto que me cuentas es verdad, papá? Parece leyenda.
– Sí, hijo. Todo lo que te refiero es objetivo y está registrado por la historia.
– Pero, ¿no crees, padre, que está mal prometer algo y no cumplirlo? ¿No es malo faltar a la palabra empeñada?
– Él mismo aclaró este punto diciendo:
"Cuando la patria se halla subyugada, no hay palabra que valga sobre el deber de libertarla".
Y
es que hijo, cuando te defiendes, cuando agreden a tus seres queridos,
avasallan tu tierra, no hay principios más altos que defender estos
derechos.
16. En aras
de la unidad
En Huánuco hace campaña de reclutamiento de integrantes para militar en la resistencia. Arenga a la juventud diciendo:
“Huanuqueños,
hermanos de mi alma, hijos de mi pueblo: sabed que las balas del
enemigo no matan. Y que morir por la patria es vivir en la inmortalidad
de la gloria”.
Allí organiza un ejército de guerrillas tomando como base sus compañeros del Colegio Central de Minería.
Con esa columna recorrió Huánuco, Cerro de Pasco, Canta, Chancay, Palpa, Sayán y Huacho.
Las
privaciones, los esfuerzos sobrehumanos, la fe inquebrantable es una
huella indeleble en esos caminos y peñones ariscos, en donde se puede
todavía, en el éxtasis de las piedras sobrecogidas, recobrar aún su
pálpito y su hálito.
En
Vista Alegre tuvo enfrentamientos con las tropas dirigidas por los
jefes chilenos Castillo y Marchand, quienes arrasaron los pueblos por
los cuales pasó la columna patriota y les prestaron ayuda.
Leoncio Prado en esta campaña estableció su cuartel general en un lugar abrupto e inasequible, denominado Jucul.
17. Tratándose
de defender
En
abril de 1883 el coronel Recavarren, encargado por Cáceres de la
organización del Ejército del Norte, se entrevista con él en Sayán, y le
pide que su tropa se ponga bajo su mando, a fin de aunar fuerzas.
En aras de la unidad y cohesión accede a tal petición.
Marcha
entonces con una escolta a unirse a Cáceres quien lo designa Jefe de
Estado Mayor del Ejército del Centro, junto a los famosos breñeros.
El 10 de julio, desatada la batalla en el cerro Sazón de Huamachuco, en su caballo Moro lucha como un titán de fábula.
Una
granada le hizo astillas la pierna. Sus ayudantes de campo lo socorren y
lo esconden en la quebrada de Cuchuro, a 15 kilómetros de Huamachuco. Y
allí queda, alojado en la choza del indígena José Carrión.
Ahí
fue capturado por el mayor chileno Aníbal Fuenzalida. Se lo condena a
muerte por haber faltado a su promesa de no volver a empuñar las armas
contra Chile, ante lo cual responde:
“Tratándose de defender a la Patria, podía y debía empeñarse la palabra, y faltar a ella”.
18. Mi deber
de soldado
Según
lo refirió después el oficial Fuenzalida, Leoncio Prado dijo que
realmente había dado su palabra, cuando fue prisionero en junio del año
1880 en Tarata. Sin embargo, reiteró:
"...me
he batido después muchas veces; defendiendo al Perú y soporto
sencillamente las consecuencias. Ustedes en mi lugar, con el enemigo en
la casa, harían otro tanto.”
Y, enfatizó:
“Si sano y me ponen en libertad y hay que pelear nuevamente, lo haré porque ése es mi deber de soldado y de peruano".
Al
dársele a conocer la sentencia de ser fusilado pidió hablar con el jefe
del ejército chileno, Alejandro Gorostiaga, quien esperaba a dos
cuadras el fusilamiento, montado ya en su caballo para incursionar y
sembrar el terror en Cajabamba:
“Díganle cualquier cosa, que ya me he ido”. –Respondió.
Al escuchar las detonaciones recién emprendió lentamente su marcha.
19. Todos
llorábamos
Con respecto a este pasaje el historiador chileno Nicanor Molinare, en su libro “Batalla de Huamachuco”, dice:
La
muerte de este hombre extraordinario, tiene tonalidades tan grandiosas,
fue tan admirablemente estoico para morir, que como un homenaje a la
memoria de tan valiente jefe peruano, publicamos este emocionante
episodio de su vida, que sin duda es la página más hermosa de la
historia del Perú en la última campaña, tomándola de nuestra Historia de
la Batalla de Huamachuco, que verá la luz pública entre breves días.
“Si
hubiera imaginado, compañero, que le iban a fusilar, tenga la seguridad
que no lo tomo prisionero”, decía el año próximo pasado mi querido
amigo, el Mayor retirado, Don Aníbal Fuenzalida, refiriéndose al coronel
Leoncio Prado. “Figúrese Usted, que Pradito estaba herido gravemente,
tenía un balazo horrible en la pierna izquierda: mire, la tenía hecha
astillas, compañero, si lo sabré yo, si lo recogí de una quebrada el día
13 de julio, dos días después, el 15 temprano, poco después de las 8 de
la mañana, era domingo, lo fusilaron, y en su propia camilla”.
Y el capitán chileno Rafael Benavente declaró:
“Todos llorábamos”, menos él.
20. De coraje
y de esperanza
–
Esa es, a grandes rasgos la historia de este varón insigne, hijo mío.
Un hombre inflamado de un amor sublime a la libertad, quien peleó en mil
batallas, no solo en este suelo bendito, ni solo con las armas, sino en
lugares tan lejanos como China, la India, Persia, Rusia.
Ese es un hombre fuego, llama viva nunca antes vista ni encendida en el confín del espacio y del tiempo.
Pasión
pura, materia ígnea, un bólido, un cometa, una estrella esplendente. Un
astro relumbrante que no sabemos que lo tuvimos, pero lo tenemos más
bien muy dentro del alma. Y diría que todos somos un poco Leoncio Prado.
Y
así es tu tierra, hijo mío. Así es el Perú, una espada fulgurando en el
aire, una luz inmarcesible. Es clarín en el alba. Es victoria para
siempre. Es hazaña ímproba, impulso hacia adelante, es fervor, latido,
aliento. Es terrón latiente, grumo amoroso y mirada que salva.
Esta
patria cuesta mucho, hijo mío. El heroísmo de quienes la han defendido
es inmenso, incalculable, sobrehumano. Hay aquí mucho aliento roto en
aras de aquel ideal, cual es el emblema que somos. Hay mucho pulso y
latido, y heridas consagradas apostando por un porvenir glorioso.
– Gracias, padre, mil gracias. Y, si estoy llorando, es de coraje y de esperanza.
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