CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
CALENDARIO DE EFEMÉRIDES
TERCER DOMINGO DEL MES DE AGOSTO:
DÍA DEL NIÑO EN EL PERÚ
PLAN LECTOR, PLIEGOS DE LECTURA
¿QUÉ ES SER NIÑO?
Por Danilo Sánchez Lihón
1. El niño es el centro del hombre
Ser niño no se reduce y limita a una edad. Ni a tener, y no sobrepasar, unos cuantos años en el calendario temporal o en el desarrollo humano.
La infancia no queda confinada a una etapa de la vida, ni al período inicial en el transcurso vital de una persona.
Las diferentes épocas vividas de manera auténtica no son sino diversas instancias de niñez.
Ser niño no tiene una ubicación etárea. Es el centro, la esencia e identidad del individuo. Es lo inherente a él, e innato a su ser.
Ser adulto es ser adulterado
La niñez es nuestra verdadera patria; es la patria verdadera, la patria universal, la patria de todos los hombres; es la raíz y el meollo de lo que efectivamente somos.
Y sintonizar con la vida del niño no significa empequeñecerse o hacerse trivial.
2. No es pasado, es futuro
Al contrario, ser niño es lo ínsito, fundamental y consustancial al hombre.
Es punto de origen y de arribo, hontanal de donde mana y hacia donde llega el agua prima y nueva de toda fundación.
No hay edad en el ser humano que a la vez sea tan honda, densa y llena de abismos, como es la infancia.
Ninguna época más tenue y magna, íntima y cósmica, enfrentada a misterios y absolutos totales.
Ninguna edad cuestiona tanto al destino indescifrable como la infancia, que es la edad perenne del mundo y la vida.
En ella cabe todo lo esencial: lo más terso y arduo, lo más tierno y violento.
Donde, tras unas imágenes inocentes, se anuncian y avizoran los hondos enigmas del alma.
3. Un estado de gracia
Es también la edad más henchida de encanto, magia e ilusión.
No hay algo mayor o supremo que aquellos contenidos y significados que podemos vivenciar en la infancia.
Afortunadamente, son fuentes y manantiales no situados en el pasado sino en el presente y principalmente en el porvenir.
En ella hacen sus puertos, malecones y dársenas el futuro más entrañable del Hombre.
Es ella un estado de gracia, una manera sublime de vivir y un espíritu elevado, al cual es posible aspirar y asumir.
No solo el hombre tiene infancia sino la naturaleza, el mundo y el cosmos la viven cada día.
La infancia es una larga construcción natural y social.
4. Utopía por aproximar
En contra de lo que pareciera, no se la vive de modo inevitable. Tampoco de manera inconsciente.
O es la sabiduría de lo consciente con rostro de ingenuidad.
Es legítima educación, que empieza cien años antes de que el niño nazca.
Es una larga travesía, una ardua tarea, una misión apasionada.
Es más horizonte de llegada, que punto de partida. Está lejos, al fondo y más allá del infinito.
Es un mundo por construir de modo continuo y en esfuerzo incesante.
Es un universo por conquistar y una utopía por aproximar a nuestras vidas titubeantes.
5. Recrear mares
Es el sentido vasto y trascendente que se alcanza a obtener, paso a paso, en largos transcursos y devenires arduos de la existencia.
Hay una verdad que olvidamos frecuentemente, cual es que el niño es un ser hondo, sutil, exquisito y perspicaz en todas sus preferencias y decisiones.
Por eso, tendremos niños con infancia real y efectiva en la medida en que hagamos hogares conscientes, tiernos y luminosos; sociedades felices, gobiernos probos y colectividades responsables.
El mundo de la infancia se acuna en el alma; se lo sueña y se lo propicia; tal y como se construye un parque alucinante y se promueve que se lo visite.
La infancia es alzar castillos, recrear mares, surtidores y glorietas. Es dar vida plena a los jardines y a cuantas nubes bogan en el cielo sereno.
6. Flechas arrojadas hacia lo alto
Desde una postura de adultos empañamos en el niño su visión y la actitud con la cual mira y se vincula con el mundo, terminando por hacerla opaca, oscura y tenebrosa.
Destruimos sus mejores potencialidades, hasta hacerlas trizas, tanto que si hacemos eso él nunca podrá remontarse lejos, ni hoy, ni mañana ni siempre hasta el fin de los tiempos.
Cortamos sus alas imponiéndole miedos, esquemas y prejuicios. Y en la educación obligándolo a aprendizajes y tareas ominosas.
Es mucho más lo que podemos aprender del niño que lo que le podamos enseñar.
Si queremos hacer de sus destinos flechas arrojadas hacia lo alto y a lo lejos, abarcando el infinito, atendamos más al prodigio de sus dones y cualidades.
Es él un ser ingrávido, fantástico y valeroso, que bastará un leve impulso y se elevará hasta las estrellas.
7. Ante el niño y ante Dios
La infancia se prueba que es verdadera en quienes luego de haber vivido mucho, llegan a una condición de mayor limpidez, asombro y candor, que sintetiza toda sabiduría, idéntica a como son los niños.
Se lo ve en aquellos que han depurado todo lo vano.
Se la encuentra evidente en aquellos que después de tramontar bajíos y montañas, advienen en lo más simple a la verdadera tierra del anhelo.
No se desciende hasta el niño, sino que se asciende hacia él.
No nos agachamos o inclinamos para estar a su nivel sino que nos empinamos, erigimos y encumbramos para quedar a su altura.
Quizá nos confunda el gesto físico de doblar la rodilla, encogernos para hablarle y brindarle cariño.
Pero es el mismo gesto y genuflexión que hacemos cuando nos dirigimos o queremos estar con Dios.
Es la misma prosternación de cuando oramos.
8. Estrella rutilante
Ante el niño y ante Dios bajamos la cabeza, doblamos el espinazo, apoyamos la rodilla en el suelo y balbuceamos contritos o ilusionados una plegaria de fe.
Porque la infancia es una constante aspiración y un fin en sí mismo.
Es una decantación del alma a la cual nunca se terminará de amarar.
Porque sería pretender agotar toda la experiencia humana en lo que ella tiene de gloria y maravilla.
Es un ideal de plena inocencia; de colmada y bendita felicidad, de adoración total.
Jesús la definió en el Evangelio al explicar que ¡quienes no se hagan niños no entrarán en el reino de los cielos!
Así, dejó dicho que la infancia es una ascensión, una estrella rutilante titilando en el horizonte.
9. ¿Cuál es el camino?
Y a la cual se llega con la escala de la vida bien vivida, con el bastón del camino lleno de magulladuras, con el corazón pleno de heridas y los vestidos raídos y hechos girones.
¿Cuál es el camino? ¿Cuál la senda que nos lleva a la infancia como sabiduría de la vida?
Es una senda simple, asequible, llana. Y felizmente al alcance de todos.
Es un destino que no nos costará mucho trabajo edificar. Que más bien es desprenderse de prejuicios, de lastres y excrecencias. Es despojarse de amarguras.
Basta desprendernos de algunas costras con las cuales hemos revestido nuestros desgarros y lastimaduras, y hallaremos esa ruta llana y tendida.
¿Cuál es ese derrotero? ¿Cuál es el camino? Lo diré: Es el amor bondadoso.
10. El amor bondadoso
El amor bondadoso es el camino propicio para alcanzar a realizarla y aproximarla a nuestras vidas.
Amor bondadoso que es toda predilección por lo noble, lo simple.
Es predilección por la verdad y la belleza.
Amor bondadoso que es una caricia, una mano cogida de otra mano.
Amor bondadoso que está en dos miradas que se juntan y sonríen.
Amor bondadoso que es cuando la vida canta su romanza y melodía profunda.
Amor bondadoso que son dos palabras que nos levanta cuando hemos caído.
Es todo lo que remplaza al mal, al caos y a la nada.
Amor bondadoso es lo que hace que aparezca el sol, que la naturaleza florezca e irradie magnificente a cada instante la creación.
Construcción y forja de la utopía andina
CALENDARIO DE EFEMÉRIDES
TERCER DOMINGO DEL MES DE AGOSTO:
DÍA DEL NIÑO EN EL PERÚ
PLAN LECTOR, PLIEGOS DE LECTURA
¿QUÉ ES SER NIÑO?
Por Danilo Sánchez Lihón
"La mejor alabanza
que puede hacerse de un hombre
es compararlo a un niño".
Constancio C. Vigil
"El niño es un amor
hecho visible"
Novalis
que puede hacerse de un hombre
es compararlo a un niño".
Constancio C. Vigil
"El niño es un amor
hecho visible"
Novalis
1. El niño es el centro del hombre
Ser niño no se reduce y limita a una edad. Ni a tener, y no sobrepasar, unos cuantos años en el calendario temporal o en el desarrollo humano.
La infancia no queda confinada a una etapa de la vida, ni al período inicial en el transcurso vital de una persona.
Las diferentes épocas vividas de manera auténtica no son sino diversas instancias de niñez.
Ser niño no tiene una ubicación etárea. Es el centro, la esencia e identidad del individuo. Es lo inherente a él, e innato a su ser.
Ser adulto es ser adulterado
La niñez es nuestra verdadera patria; es la patria verdadera, la patria universal, la patria de todos los hombres; es la raíz y el meollo de lo que efectivamente somos.
Y sintonizar con la vida del niño no significa empequeñecerse o hacerse trivial.
2. No es pasado, es futuro
Al contrario, ser niño es lo ínsito, fundamental y consustancial al hombre.
Es punto de origen y de arribo, hontanal de donde mana y hacia donde llega el agua prima y nueva de toda fundación.
No hay edad en el ser humano que a la vez sea tan honda, densa y llena de abismos, como es la infancia.
Ninguna época más tenue y magna, íntima y cósmica, enfrentada a misterios y absolutos totales.
Ninguna edad cuestiona tanto al destino indescifrable como la infancia, que es la edad perenne del mundo y la vida.
En ella cabe todo lo esencial: lo más terso y arduo, lo más tierno y violento.
Donde, tras unas imágenes inocentes, se anuncian y avizoran los hondos enigmas del alma.
3. Un estado de gracia
Es también la edad más henchida de encanto, magia e ilusión.
No hay algo mayor o supremo que aquellos contenidos y significados que podemos vivenciar en la infancia.
Afortunadamente, son fuentes y manantiales no situados en el pasado sino en el presente y principalmente en el porvenir.
En ella hacen sus puertos, malecones y dársenas el futuro más entrañable del Hombre.
Es ella un estado de gracia, una manera sublime de vivir y un espíritu elevado, al cual es posible aspirar y asumir.
No solo el hombre tiene infancia sino la naturaleza, el mundo y el cosmos la viven cada día.
La infancia es una larga construcción natural y social.
4. Utopía por aproximar
En contra de lo que pareciera, no se la vive de modo inevitable. Tampoco de manera inconsciente.
O es la sabiduría de lo consciente con rostro de ingenuidad.
Es legítima educación, que empieza cien años antes de que el niño nazca.
Es una larga travesía, una ardua tarea, una misión apasionada.
Es más horizonte de llegada, que punto de partida. Está lejos, al fondo y más allá del infinito.
Es un mundo por construir de modo continuo y en esfuerzo incesante.
Es un universo por conquistar y una utopía por aproximar a nuestras vidas titubeantes.
5. Recrear mares
Es el sentido vasto y trascendente que se alcanza a obtener, paso a paso, en largos transcursos y devenires arduos de la existencia.
Hay una verdad que olvidamos frecuentemente, cual es que el niño es un ser hondo, sutil, exquisito y perspicaz en todas sus preferencias y decisiones.
Por eso, tendremos niños con infancia real y efectiva en la medida en que hagamos hogares conscientes, tiernos y luminosos; sociedades felices, gobiernos probos y colectividades responsables.
El mundo de la infancia se acuna en el alma; se lo sueña y se lo propicia; tal y como se construye un parque alucinante y se promueve que se lo visite.
La infancia es alzar castillos, recrear mares, surtidores y glorietas. Es dar vida plena a los jardines y a cuantas nubes bogan en el cielo sereno.
6. Flechas arrojadas hacia lo alto
Desde una postura de adultos empañamos en el niño su visión y la actitud con la cual mira y se vincula con el mundo, terminando por hacerla opaca, oscura y tenebrosa.
Destruimos sus mejores potencialidades, hasta hacerlas trizas, tanto que si hacemos eso él nunca podrá remontarse lejos, ni hoy, ni mañana ni siempre hasta el fin de los tiempos.
Cortamos sus alas imponiéndole miedos, esquemas y prejuicios. Y en la educación obligándolo a aprendizajes y tareas ominosas.
Es mucho más lo que podemos aprender del niño que lo que le podamos enseñar.
Si queremos hacer de sus destinos flechas arrojadas hacia lo alto y a lo lejos, abarcando el infinito, atendamos más al prodigio de sus dones y cualidades.
Es él un ser ingrávido, fantástico y valeroso, que bastará un leve impulso y se elevará hasta las estrellas.
7. Ante el niño y ante Dios
La infancia se prueba que es verdadera en quienes luego de haber vivido mucho, llegan a una condición de mayor limpidez, asombro y candor, que sintetiza toda sabiduría, idéntica a como son los niños.
Se lo ve en aquellos que han depurado todo lo vano.
Se la encuentra evidente en aquellos que después de tramontar bajíos y montañas, advienen en lo más simple a la verdadera tierra del anhelo.
No se desciende hasta el niño, sino que se asciende hacia él.
No nos agachamos o inclinamos para estar a su nivel sino que nos empinamos, erigimos y encumbramos para quedar a su altura.
Quizá nos confunda el gesto físico de doblar la rodilla, encogernos para hablarle y brindarle cariño.
Pero es el mismo gesto y genuflexión que hacemos cuando nos dirigimos o queremos estar con Dios.
Es la misma prosternación de cuando oramos.
8. Estrella rutilante
Ante el niño y ante Dios bajamos la cabeza, doblamos el espinazo, apoyamos la rodilla en el suelo y balbuceamos contritos o ilusionados una plegaria de fe.
Porque la infancia es una constante aspiración y un fin en sí mismo.
Es una decantación del alma a la cual nunca se terminará de amarar.
Porque sería pretender agotar toda la experiencia humana en lo que ella tiene de gloria y maravilla.
Es un ideal de plena inocencia; de colmada y bendita felicidad, de adoración total.
Jesús la definió en el Evangelio al explicar que ¡quienes no se hagan niños no entrarán en el reino de los cielos!
Así, dejó dicho que la infancia es una ascensión, una estrella rutilante titilando en el horizonte.
9. ¿Cuál es el camino?
Y a la cual se llega con la escala de la vida bien vivida, con el bastón del camino lleno de magulladuras, con el corazón pleno de heridas y los vestidos raídos y hechos girones.
¿Cuál es el camino? ¿Cuál la senda que nos lleva a la infancia como sabiduría de la vida?
Es una senda simple, asequible, llana. Y felizmente al alcance de todos.
Es un destino que no nos costará mucho trabajo edificar. Que más bien es desprenderse de prejuicios, de lastres y excrecencias. Es despojarse de amarguras.
Basta desprendernos de algunas costras con las cuales hemos revestido nuestros desgarros y lastimaduras, y hallaremos esa ruta llana y tendida.
¿Cuál es ese derrotero? ¿Cuál es el camino? Lo diré: Es el amor bondadoso.
10. El amor bondadoso
El amor bondadoso es el camino propicio para alcanzar a realizarla y aproximarla a nuestras vidas.
Amor bondadoso que es toda predilección por lo noble, lo simple.
Es predilección por la verdad y la belleza.
Amor bondadoso que es una caricia, una mano cogida de otra mano.
Amor bondadoso que está en dos miradas que se juntan y sonríen.
Amor bondadoso que es cuando la vida canta su romanza y melodía profunda.
Amor bondadoso que son dos palabras que nos levanta cuando hemos caído.
Es todo lo que remplaza al mal, al caos y a la nada.
Amor bondadoso es lo que hace que aparezca el sol, que la naturaleza florezca e irradie magnificente a cada instante la creación.
Texto que puede ser reproducido citando autor y fuente
Teléfonos:
420-3343 y 420-3860
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