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INSTITUTO DEL LIBRO Y LA LECTURA, INLEC DEL PERÚ,
Y CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
FEBRERO
MES DE NUESTRAS LENGUAS MATERNAS Y TAMBIÉN DE CARNAVALES
RITO PREVIO AL CARNAVAL
PLAN LECTOR, PLIEGOS DE LECTURA
EN CASA MATAN CHANCHO
Por Danilo Sánchez Lihón
Y CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
FEBRERO
MES DE NUESTRAS LENGUAS MATERNAS Y TAMBIÉN DE CARNAVALES
RITO PREVIO AL CARNAVAL
PLAN LECTOR, PLIEGOS DE LECTURA
EN CASA MATAN CHANCHO
Por Danilo Sánchez Lihón
1. Armado el fogón
Las llamas de fuego chisporrotean en el fogón, que se alza en el centro del patio, sobre el empedrado. Es hora del almuerzo y comemos esparcidos en uno y otro lugar.
Unos sentados en los poyos, otros en las gradas que bajan del corredor al pozo, en las escaleras que suben al segundo piso en la sombra o bajo el sol.
O alrededor de varias mesas improvisadas con manteles que, por el trajín, ya se arrastran por el suelo.
Se ha servido de entrada tamal verde y al lado ¡zarza de cebolla con puntitos negros de pimienta y cominos!, trozos de ají y arandelas de rocoto colorado, sobre el cual se han dejado caer gotas de limón real. Él se cultiva en el temple, entre bosques de naranjos, chirimoyos y nísperos, traídos en “alforjas de labor” desde Pasabalda, atravesando los caminos pedregosos y malos pasos de Bajo Calipuy.
– Hijito, baja esos palos y haz aquí un toldo, para tener un poco de sombra, aquí en donde hemos armado el fogón.
Sube, baja, trae, lleva, anda, corre, vuela…; son las órdenes que los adultos nos dan a los chicos.
2. Ceniza y agua
Pero hoy estamos contentos, la casa está llena de primos, de tías, de vecinos y de gente que ha venido y participa alegre y entusiasta.
Todos ayudan en una y otra tarea, colaboran en una y otra acción, porque hoy día en la casa se mata chancho. Y esta es fiesta espontánea, candorosa, previa a los carnavales.
– ¡A ver chicas, ayúdenme a servir el segundo plato! –Es la voz de mamá–. Tú, Hermelinda, siéntate ahí, al lado de la ventana, bajo ese techo, con tus ollas y tu espumadera, y sirves el graneado de trigo.
Tú aquí, Florcita, alcanzas los platos.
(¡Ah, el graneado de trigo ha sido partido suavemente en el batán, conserva el frescor del viento cuando balancea a la espiga! Tiene la consistencia ruda de la tierra honesta, y la transparencia de los puquiales y las acequias donde se ha pelado el mote con ceniza y agua que desliza sus limallas de escarcha.)
– Y tú, Matilde aquí, siéntate y con tu cucharón y tus ollas y vas poniendo al lado, en cada plato, el revuelto de papas derramando un poco de aderezo encima del graneado.
3. Todos sus pétalos
(¡Ah el revuelto de papas amarillas!, pequeñas, ojosas y que se abren a la presión de los dientes, aliñadas con ajos, azafrán y manteca rancia. Con su puntita de ají amarillo, los mismos que colgados en los pilares han sorbido del sol toda o parte de su esencia.)
– Y tú Juanita aquí, pones la zarza de cebolla, ni mucha ni poca. Y nada en los platos de los niños a quienes les pica y los hace llorar.
(¡La zarza transparente, ácida, urticante pero sabrosa y esta vez con sus ramalazos de cochayuyo, crocante y extraído desde el fondo del mar!)
– Y tú, Isabel, vas sirviendo el mote de maíz en estos platos de porcelana. Y lo vas poniendo en cada mesa o lugar, cuidando que siempre los platos estén llenos. ¡Y que no picoteen las gallinas!
(¡Ah el mote de maíz! Desde anoche está hirviendo y ha sancochado bien. ¡Y miren, cómo ha reventado! Parecen flores o rosas que han abierto entrañables todos sus pétalos.)
– ¡Y a mí me van pasando los platos ya servidos para ponerles su presa! ¡Pero cuidado de tropezarse en la leña y se caiga el perol en el fogón!
4. Todo es algarabía
Ahora, en este momento sólo se escucha el tintinear de los cubiertos en los platos de losa o de porcelana, o en los mates y calabazas en que se sirven los fritos, extraídos del perol en donde están hirviendo las presas.
Estalla el crepitar de la leña en el fuego que se agita lamiendo el borde de las ollas.
Han cesado las órdenes, los gritos, los apuros. Y, tal como se ve, todos estamos contentos. Y hay fuentes de comida por uno y otro lado. Y cada mujer que ha venido atiza el fogón y alista su mesa en donde ha de preparar los rellenos, los chorizos, los jamones y las cachangas que comeremos más tarde.
El fogón que se ha alzado en medio del patio reverbera.
Hay varias mesas, en donde todo es algarabía y felicidad. Como la nuestra en donde está toda la chiquillería.
Después de saborear los chicharrones no quedan sino unos huesitos blancos y ni cartílagos molidos en los platos.
5. Aquí un exorcismo
Y en algunos comensales aún se escuchan los sorbos que hacemos para extraer el tuétano, de sabor, suave, dulce y de ambrosía, mezclado a la manteca que se acumula por dentro.
¡Qué delicia!
La cabeza del chancho preside la fiesta y sonríe con sus ojos achinados. Se lo siente en verdad dichoso y realizado. ¿Quién no? De ver esta felicidad sencilla y natural.
Luce como un gran senador, como un obispo, como un comerciante opulento. O como el juez, el prefecto y el gamonal.
El que se levanta y pasa cerca de él lo acaricia, lo palmotea y besa en sus cachetes, diciéndole lo mucho que lo quiere, pero en este estado, pronto a volverse chicharrón. Recién le susurra: amigo, compañero, camarada. Y hasta confidente.
¿No habrá entonces aquí un exorcismo? ¿No habrá aquí un ritual de cobrar lo ya sabido?
Ahí está él: luce como los políticos de turno, con su cara rozagante, feliz y jocunda, esbozando una sonrisa de oreja a oreja.
5. Parvas y trigales
¿No habrá una venganza oculta en todo esto de matar al chancho? Pero al final triunfa y se impone la fiesta sencilla.
En ella se renueva la minka, el ayni, la reciprocidad andina. Que fuimos, que somos y tenemos como herencia hermosa y don precioso.
Hay aquí un ritual de cobrar a todo chancho de la sociedad su actitud siempre convenida. Su predisposición para acaparar, que el pueblo sabio lo convierte en fiesta de solidaridad.
Nosotros los chiquillos ocupamos una mesa bulliciosa, con sillas improvisadas.
Los platos para nosotros tampoco alcanzan y nos sirven hasta en las tapas de las ollas.
Y la “aloja” que es la chicha de los niños nos la dan hasta en el cuenco de nuestras manos.
Pero los adultos no saben lo que se pierden porque hemos decidido bajar al río, zambullirnos en sus aguas, subir a las cuevas de Shiminiga y retozar un rato por las parvas y trigales de Conra.
6. Llegar al río
Pero antes, hay que ayudar a repartir platos a los vecinos, a fin de que no nos echen de menos.
Y es que cuando se mata chancho la fritura es tan olorosa que todo el barrio se entera y está pendiente de que les envíen su porción con buenas presas. Así como ellos lo hacen cuando les toca a ellos matar chancho.
Y toda gente sencilla orientan hacia allí sus pasos, guiados por el humo que sube, que invade la casa; que se cuela y expande su fragancia a través de las rendijas de la puerta e invade después la comarca. ¡Y a todos se los acoge!
– ¡A ver! ¡Adónde llevamos viandas!
– Aquí tienen, para la señora Asunción que vive en el Pozo Sagrado. Y llévenlo apurados.
– También llévenle este a la señora del canto, que tiene tantos hijitos. Y a la señora que es cieguita y vive enfrente de doña Margarita. Seguro con el olor se ha antojado.
Salen las fuentes y los platos con pedazos de carne y pellejones para cada vecino.
– Ya hemos repartido todos. Y salimos en estampida hasta llegar al río y zambullirnos.
7. Porque
te quiero
Ya hemos vuelto. Es casi ya de noche y en el perol se fríen pachangas, redondas y llenas de globos que parecen ampollas. Sabrosas porque están fritas en la manteca reciente.
El fogón la leña, las llamas que se alzan.
En una batea de amasar se acumulan los trozos de sebo blanco que luego pasan a hervir en el perol.
Poco a poco las segmentos sólidos desaparecen haciéndose líquido hirviente, el mismo que se va extrayendo con un cucharón grande y se va depositando en latas en las cuales cuajará la manteca.
Felizmente no ha llovido, aunque hay charcos de agua de lluvias anteriores en las piedras.
Surge ahora el bordoneo de las guitarras y voces que cantan.
Es papá con sus hermanos, mis tíos, y los vecinos que han llegado:
Donde estarás amor que yo te espero
surge en mi nueva vida una esperanza
de poderte encontrar en mi camino
y pedirte perdón porque te quiero
8. Qué se va a comparar
La cabeza del chancho preside la fiesta. Él es el protagonista, el héroe y el mentor principal de esta jornada.
Luce sonriente. Otra vez se lo acaricia, se lo palmotea, se lo besa en los cachetes.
Porque a diferencia de los políticos, el chancho pese a serlo, nos devuelve todo lo comido; porque todo del chancho se aprovecha, hasta su sangre para hacer morcilla.
– ¿Cómo estás? ¿Contento? –Le dice uno–. Ya ves, eso te pasa por cogotudo. ¡Has engordado tanto que no te podías parar, como congresista! Así vamos a hacer con todos los políticos, para que devuelvan lo robado y recién cumplan lo mucho que han prometido.
– ¡No le inculpe eso al animalito! Qué culpa tiene él que haya mala hierba entre los hombres. Él todo nos lo da, generosamente.
– Es cierto, y tiene usted meridiana razón, señora. Al compararlo con el político, lo he insultado, es cierto. Mil perdones. Algo le encontraba al chancho de político, pero esta última especie, qué se va a comparar ni siquiera al chancho.
– ¡La culpa es nuestra por hacerles tanto caso!
9. Bordonean las guitarras
¡Ahí está, es ella, ha llegado! Es la vecina más hermosa del pueblo, que ha venido con su mamá. Cambiadita y linda.
– Hola. Pasa Irene. Siéntate.
– Gracias.
–Como estás. ¿Bien?
– ¡Sí, bien! –Sus labios tiemblan. Le digo que se siente y nos miramos.
– ¿Y, tú no comes, hijo? –Me pregunta mi madre cuando pasa.
– Ya comí, mamá. –Le miento–. ¡Cómo voy a comer, si ella está al frente! Y ella tiembla y yo tiemblo, mientras bordonean las guitarras y las voces cantan:
Quisiera confesarte mi cariño
quisiera que comprendas mi dolor
no se como podré explicarte
mi afecto, mi pasión, mi amor
más temo el llegar a fracasar.
Tal vez sea por falta de optimismo
que me haga rehusar mi confesión
no puedo soportarlo más
presiento que me aceptará
y entonces por mi triunfo cantaré.
10. Y del amor
La cabeza del puerco tersa, afeitada y límpida, tiene una expresión donosa, jaranera y de veras satisfecha.
En verdad se parece a los políticos profesionales. Pero es injusto para el chancho que lo comparemos con ellos a este verdadero héroe del pueblo, magnánimo y altruista.
Por eso se lo ve exultante y lozano, con una hoja de laurel o lechuga que alguien le ha puesto en el hueco de la oreja.
Este sí es sacrificado, cariñoso y solidario.
En mi aldea se mata chancho antes de una gran fiesta, sea la del Patrón Santiago, en el mes de julio; sea en la Navidad, en diciembre; o en la fiesta de los carnavales, en el mes de febrero, como es ahora.
Y, ¿por qué? Porque el chancho, decimos y es cierto, nos llena la casa de comida, pero también de otras presencias y esencias, como es esta de personas que se aprecian y se quieren.
Y del amor que se estremece.
Texto que puede ser reproducido citando autor y fuente
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