IMÁGENES: Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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BREVES RECUERDOS...
Luis F. Yunis H.
He leído complacidamente el artículo de don Hugo Muller titulado “En tiempos de la Guardia Civil”, y en honor a la verdad, esas pocas líneas precisas y verdaderas, me transportó a un tiempo recientemente pasado.
Mi generación que frisa los cincuenta años debe tener muy presente esas instituciones policiales a la cual se refiere el autor.
Particularmente recuerdo en mis tiempos de escolar al efectivo de la Guardia Civil caminando por las calles o parado en la esquina del colegio y al verlo escondíamos el cigarro, caminábamos sin empujarnos y hasta bajábamos las voces de nuestros griteríos o bromas adolescentes. Su porte, figura y uniforme bien puesto imponía respeto.
Asimismo, en el barrio donde crecí, vivía un efectivo de la PIP. Sobresalía en él su caminar erguido y nos miraba a todos como sospechosos, pese a que esbozaba una sonrisa queriendo darnos tranquilidad. Nosotros lo contemplábamos, para luego dar rienda suelta a nuestra imaginación respecto a su trabajo y “todo lo que él pudiera saber”.
Recuerdo haber acompañado a mis padres a hacer algunos pagos de agua o luz en las compañías estatales y en sus puertas de entrada siempre había un uniformado de la Guardia Republicana que con su sola presencia ponía orden en el interior del lugar. Más tarde aprendería que tenían la gran responsabilidad de vigilar nuestras fronteras.
Mis hijos que tienen 23 y 22 años respectivamente me preguntan sobre las responsabilidades, atribuciones y funciones que tenían cada una de ellas. Haciendo gala de mi mejor argumento como profesor y explicándoles desde una perspectiva imparcial dada mi condición de Oficial formado en las canteras de la Policía de Investigaciones del Perú, al finalizar mi explicación, no dejan ellos de sorprenderse y exclamar casi al unísono que “jamás se debieron unificar y que al contrario se les debió reforzar para que cumplan sus funciones de la mejor manera”.
Cuando en 1980 ingrese al Centro de Instrucción de la Policía de Investigaciones del Perú, ubicada en la Avenida Aramburu 550, el director de la Escuela era don Alberto Elías Suarez Caballero. ¡Simplemente brillante! Su figura y su andar irradiaban la personalidad que lo sostenía. Recuerdo que antes de cada desfile militar, don Alberto salía al Patio de Honor y el Jefe de la Escuela de Oficiales mandaba el atención respectivo. Él, le daba las gracias y luego nos dirigía la palabra casi en estos términos:
“Caballeros cadetes de investigaciones, hoy tienen una gran responsabilidad, hoy saldrán a las calles a desfilar. No somos hombres de uniforme, pero estoy seguro que lo harán de la mejor manera, con el mejor porte y con lo mejor de cada uno de ustedes. No dudo que la virilidad que caracteriza al policía de investigaciones aflorará por cada poro. Ustedes no me representaran a mí. Ustedes representaran a cada hombre de investigaciones que se encuentra en distintos puntos del Perú, pero lo mas importante es que se representarán ustedes mismos. Somos parte de ese grupo elite que nos distinguimos por ser más hombres, porque olemos virilidad, sagacidad, astucia, encanto y amor por el Perú. Caballeros cadetes de investigaciones, estaré observándolos orgullosamente por la televisión, pero no duden que estoy con cada uno de ustedes desfilando como una sombra con Honor y Lealtad. Suerte caballeros!”
Podrán imaginarse que salíamos a desfilar con el pecho inflado a más no poder y nos estimulábamos unos a otros durante los plantones previos y el preciso momento del desfile por la avenida Brasil. Al retornar a la Escuela, don Alberto nos esperaba con una gran sonrisa, su impecable terno color marrón claro y nos decía:
“Caballeros de investigaciones no solamente estoy orgulloso de ustedes, estoy completamente convencido que hombres como ustedes es lo que necesitara siempre el Perú! Hoy deben sentirse doblemente felices. Primero por haber cumplido con el compromiso Patrio de la mejor manera y segundo porque nuestra etiqueta de investigaciones la hemos dejado inmortal en cada paso marcial, arrogante y viril”.
Obviamente nos volvía a encender el entusiasmo y la algarabía. Finalmente, después de la ducha y envueltos en nuestros ternos con nuestro clásico maletín james bond salíamos a nuestras casas, previamente estrechándole la mano a don Alberto Suarez caballero que nos esperaba en la puerta de salida.
Efectivamente, comparto con don Hugo Muller que en tiempos de la Guardia Civil, en tiempos de la Policía de Investigaciones y en tiempos de la Guardia republicana, el Perú gozaba de mayor prevención, seguridad y de investigaciones serias y profesionales.
Hoy por hoy, el actual Ministerio Público que hizo su aparición en los 80s cuando esas instituciones se encontraban firmes, separadas y funcionales, y por “equivocada decisión gubernamental” conforme lo sostiene don Hugo Muller, Alan García las fusionó dando origen a la creación de la Policía Nacional del Perú en 1988, y por ende el caos y la inseguridad que cunde hasta el día de hoy, permitiendo que el otrora débil Ministerio Publico quiera convertirse, si es que ya no lo es, en un monopolio de la prevención, la investigación y la seguridad a través de su NCPP, dejando a la Policía Nacional como sus vasallos y servidores en perjuicio de la ciudadanía que cada vez se encuentra más abandonada justamente en prevención, investigación y seguridad… ¡que tanto necesita!
Esperemos que nuevos vientos y que líderes visionarios en el próximo gobierno respondan al clamor popular. Las propuestas están planteadas!
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
MARZO, MES DEL AGUA LA POESÍA Y NACIMIENTO DE CÉSAR VALLEJO
DEFENDER LA HEREDAD Y LA VIDA
AULA CAPULÍ
SÁBADOS. 7 PM.
Aula Capulí: Tacna 118, Miraflores.
Cuadra 3 de la Av. Angamos Este
Entre Av. Arequipa y Paseo de la República
Ingreso libre.
Se agradece su gentil asistencia
Teléfonos Capulí: 420-3343 y 420-3860
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PLAN LECTOR, PLIEGOS DE LECTURA
LOS HOMBRES, LOS RÍOS Y LOS CAMINOS
Por Danilo Sánchez Lihón
....1. Enlazadas las manos
Cayeron al río, enlazadas las manos, las dos hermanitas. Y así se las vio, hasta el último instante, en que las aguas envolvieron sus dos cuerpos unidos.
Momentos antes desde aquí las miramos que se animaban y desanimaban de pasar por el madero tembloroso. Una tenía once años y la otra nueve.
Ya grandecitas estaban, pero eran tiernas de carácter. Y ambas muy bonitas.
Las dos hermanas se santiguaron antes de poner sus pies en el tronco húmedo del árbol que cruza de orilla a orilla y hasta donde salpican las aguas enfurecidas del río.
Por el miedo se cogieron fuertemente de las manos antes de empezar a caminar, paso a paso, por el madero resbaloso.
Cuando fueron conscientes que estaban en el centro de ese cruce pavoroso, ya se habían extendido las sombras del cielo sobre el mundo.
Sintieron el ruido y el fragor de los remolinos y las aguas que entrechocan en las piedras, allá abajo.
Ahí fue que una de ellas quiso retroceder y en la indecisión ambas cayeron, cogidas de las manos. Pronto las envolvieron los torbellinos encrespados y fatales.
2. Como un eco
Ya engullidas por el torrente, aún así levantaron todavía las manos, como pidiendo auxilio. ¿A quién se le pide?, digo. ¿A quién, en medio de aquel turbión, en esa soledad y a esa hora?
Pero así somos los seres humanos, que no perdemos la esperanza. Y nos aferramos a que hay alguien en algún sitio, o aquí mismo, quien todavía nos puede amparar y salvarnos.
¿No es triste que así sea? ¿No es triste pedir un socorro, una ayuda, una mano tendida y esta no llegue? ¿Que no esté allí para cogernos de ella, sino el vacío, la desolación y el desamparo?
¿Estamos solos en el universo? No lo sé, niño. Pero este suceso me ha dejado triste, muy triste. Estamos solos.
Porque después de haber gritado desde esta orilla, y nuestros gritos retumbar como un eco, sentir que nadie nos oía.
Pronto llegaron las sombras y las tinieblas. Y los rugidos de las aguas los sentimos más amargos y atroces esa noche.
3. La oveja no aparecía
– Pero llora todo lo que quieras.
– Discúlpame niño. Si un viejo muere es normal. Pero no se entiende si son niños los sacrificados por la manera cómo hemos construido el mundo los adultos.
– ¿Cuándo ocurrió eso, Eleuterio?
Mañana va a ser un mes, niño.
– Y, ¿por qué huían?
– ¡Ay! A la mayor de las dos que regresaba trayendo las ovejas del campo, se le extravió una. Y su padre le dijo: “si no encuentras la oveja que has perdido, mejor te largas de esta casa”.
– ¿Son muy pobres?
– Al contrario niño, don Liborio es el hombre más rico en toda esta comarca.
Y le dio de plazo que esa misma tarde regrese con la oveja perdida. De lo contrario, la amenazó: ¡te largas!
Eso ocurrió como al mediodía. Llegó las seis de la tarde y la oveja no aparecía.
4. Dolida en el alma
Ahí fue que la niña decidió irse, dolida por la manera como su padre la había tratado.
– ¿Así fue?
– ¡Así fue! Como la oveja no apareció, además de castigarla, en su furor la arrojó diciéndola:
– ¡Entonces, vete! Por eso, ser rico o acumular plata es malo, niño. Porque el adinerado todo lo valora por un precio, hasta a los hijos. Y todo lo maldecimos, incluyendo a nuestra propia sangre.
La oveja en realidad no se había perdido, sino que la ocultó la neblina y al verse sola buscó refugio entre los matorrales. Porque, a la mañana siguiente apareció, saliendo a unirse a la majada.
Pero, ya era inútil, las niñas habían desaparecido envueltas por las aguas. Al ser ya de noche y no encontrar la oveja, de miedo por el castigo, y dolida en el alma la mayor decidió huir, camino a Santiago de Chuco.
– ¿Y cómo es que también ahí estaba la menor?
– Porque la siguió a su hermana mayor.
Ella no quiso dejar que su hermana se fuera sola.
5. Es mucho
La menor lloraba cada vez que la mayor la ahuyentaba:
–Tú, ándate a tu casa. –Le decía.
– ¡No! Contigo voy a ir, ¡adonde sea! Así me arrojes de tu lado. –Le contestaba.
Y así lo hizo. Porque las dos intentaron cruzar el río. Y lo ha seguido más allá de esta vida, hacia ese ámbito oscuro que es la muerte.
– ¿Y por qué no cruzaron el río por el puente, que está solo un poco más abajo, y en el camino?
– ¡Ay, niño! Ese puente ahora tiene dueño. Y hay que pagar si uno quiere pasar por ahí.
Y su actual propietario es tan duro de corazón que a nadie, que no pague, lo consiente ni permite avanzar un paso. Por más que lo lloren. Y, ¿de dónde iban a tener para pagar esas dos criaturas?
– ¿Y cuánto cobra por persona?
– Cincuenta centavos, que es mucho para nosotros. Es la cuarta parte de una carga de leña, pagada en el pueblo.
6. Incluso ahora
– Y también cobra por cada animalito. Y más todavía si ante él no nos humillamos.
En ese caso aplica la tarifa que se le antoje.
– Pero, ¿él construyó ese puente?
– El puente era “del común”, niño; pero él se ha adueñado, diciendo que lo ha comprado.
– ¿A quién?
– A las autoridades. Lo ha comprado al gobierno, que ha empezado a vender y rematar todo.
– ¿El gobierno que está para velar por el bien público?
– Si, pues, niño. Ha vendido el agua de las lagunas, que ahora tienen dueño e incluso ahora están cercadas con alambres de púas, con guachimanes armados que no dejan pasar a nadie.
Ellos mismos informan que esos lugares ya son propiedad privada, porque ya fueron vendidas a las compañías mineras.
– ¿Y no hay reclamos?
7. ¿El puente es suyo?
– Sí, hemos ido a quejarnos y a protestar. Pero no encontramos a ninguna autoridad.
Parece que no viven aquí. No estaban ni el alcalde, ni el juez, ni el subprefecto. Nadie. Y si hubieran estado no nos hubieran recibido, porque se necesita pedir audiencia con anterioridad. Al contrario, casi nos meten presos, ese día. Se necesita, de otro lado, dinero para cualquier trámite.
– ¡Han vendido el puente!
– Sí. Es el gobierno. Y también dice que va a vender el camino. Que desde antiguo es de todos nosotros, porque por él todos transitamos.
En el puente hay ahora una caseta con un vigilante que es aún más desalmado que el dueño.
Y en un poste hay pegado un cartel lleno de sellos, que es la resolución del juzgado, donde indica que el puente ahora es propiedad privada. Y que parte del camino también le pertenece.
– Y ¿cómo ha hecho el trámite?
– Hemos dicho eso. Y la respuesta es que saber eso a nosotros no nos corresponde ni incumbe. Y que para reclamar tenemos que tener inscripción en los registros públicos. Y estar reconocidos como asociación, comunidad o junta de vecinos.
8. En ese caso
El puente era nuestra única salvación ante la amenaza que se cierne al fondo y abajo, en el río tumultuoso.
Por eso, para tener siquiera por donde pasar hemos derribado el árbol y cruzamos por él, aunque arriesgando la vida.
– Y los animales ¿cómo pasan?
– Tienen que pagar igual que el humano, ya sea carnero, chivo, burro o vaca.
– Pero, ¿cómo por ese puente pasan los productos de la hacienda “El Hospital”?
– ¡Como no, niño!
– Y en ese caso ¿cómo hacen?
– A ellos no les cobra nada.
En ese caso, la misma o peor humillación que exige que le muestren los peones, es la que el dueño del puente rinde al hacendado o a la autoridad de la hacienda, a quienes hace genuflexiones viéndolos pasar.
....9. Orilla por orilla
Entre ellos hay un acuerdo o contubernio en contra de la gran mayoría de personas afectadas que somos los pobres.
Hasta el río está enojado de tanta iniquidad. Pero siempre me pregunto esto: ¿Por qué es a nosotros a quienes cobra las víctimas.
Las últimas han sido las niñas. ¿Qué culpa tenían esas pobres criaturas?
– ¿Y encontraron sus cuerpos?
El padre, que es dueño de muchas cabezas de ganado y tierras, ordenó que todos sus peones buscaran recodo por recodo, orilla por orilla y playa por playa. Y se encontraron ambos cuerpecitos, lejos ya por las riberas del río, cerca de Chacomas.
Al reconocerlas el padre ha enloquecido de culpa y ha intentado matarse. Lo han tenido amarrado.
Hasta ahora no cesa de beber, desde que ellas murieron, habiéndose olvidado no sólo de la oveja que la niña perdiera –y que sólo ocultó la neblina– sino de los cientos y miles de ovejas que en sus rebaños tiene.
....10. Háblame de los puentes
¿Cómo es este mundo, no? Eso le pasa al rico: pierde a sus hijos. Entonces: ¿para qué acumular tanto dinero?
– Eleuterio, ¿y tú cruzas por ese árbol?
– De día, sí niño. De noche nunca. Aún así, al cruzar siento mareos, porque el árbol tiembla por lo largo que es. Y enreda los pasos.
Después que ellas se cayeran no he visto que alguien se atreva.
Y es que abajo, retumban las aguas feroces y aciagas que en turbulencia de ondas golpean y saltan en las peñas.
– Pero niño, háblame otra vez de lo que tú sabes; háblame de los puentes y los Caminos del Inca, que antes me contabas.
– Los propios historiadores que vinieron con los españoles y con Francisco Pizarro, y a quienes se llama cronistas de la conquista, escribieron que ni en Roma habían edificios más espléndidos que esos caminos.
11. Sombra y aromas
Subían desde las hondonadas hasta las cumbres de las montañas de nieves eternas, anchos y llanos, combinando adoquines de diversos colores.
Cada cierto tramo habían tambos con ropa, zapatos, comida, frazadas para quienes lo necesitaran. A su vera se extendían acequias de agua.
Todos estaban cercados de piedra primorosamente labradas, haciendo hileras y a la vez ondulaciones, alineadas a una altura que dejaba mirar el paisaje, con apachetas representando figuras.
Cada trecho distintos árboles combinaban sombra y aromas para deleite del caminante.
– ¡Los saludos que se daban quienes se encontraban era de hermanos, porque todos éramos hermanos, Eleuterio!
– Y ¿dónde puedo ver un trecho de esos caminos?
– No queda una sola huella, Eleuterio. Todo ha desaparecido.
12. Caminos de esperanza
– Nunca puede desaparecer un camino, niño, porque por allí transita la gente.
– Ni tampoco venderlos y se han vendido.
Salvo cuando alguien desde fuera invade tu suelo y quiere desaparecer toda señal que te recuerde lo que has sido.
Salvo cuando después entre hermanos nos hacemos enemigos y entre nosotros mismos seguimos desunidos.
Salvo cuando unos abusan y viven a costa del sacrificio de otros. Y se engaña.
Salvo cuando todo se compra y se vende.
Salvo cuando a todo se le pone un precio.
Salvo cuando no nos organizamos para defender lo que es nuestro, Eleuterio.
– ¿Y cuando volveremos a tenerlos?
– Eso depende de nosotros mismos, construir los andenes nuevos, los tambos y otra vez los caminos de esperanza para el pueblo.