domingo, 17 de octubre de 2010

QUINCE MINUTOS BAJO LA LLUVIA: POEMARIO DE CARMEN ROJAS LARRAZABAL - PRÓLOGO POR CARLOS GARRIDO CHALEN (TUMBES), PREMIO MUNDIAL DE LITERATURA

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Carlos Garrido y Carmen Rojas

QUINCE MINUTOS BAJO LA LLUVIA:

POEMARIO DE CARMEN ROJAS LARRAZABAL

Prólogo por Carlos Garrido Chalén


El suyo no es el discurso de Fedro, hijo de Pitocles, del demo de Mirrimunte y tampoco el que pronunciara Estesícoro, hijo de Eufemo, natural de Himera, en el famoso “El banquete” de Platón en la casa de Agatón, en el que confluyeran las enseñanzas de Heráclito, Pitágoras y Sócrates, cuya base de sustentación es la doctrina idealista. El de Carmen Rojas Larrázabal, es un discurso poético que tiene la particularidad de no parecerse a ninguno, de ser una realidad amasijada en las entrañas de un alma fecundada a punta de vivir, por la ternura. Su fuente es el arrullo tibio de un amor que todo lo hace Cielo; que es una diáspora en el que trajina de pura palangana la inocencia. Pero que también es celebración de los silencios que labran todos los rincones; que se hace canción en los anhelos. Y dice su palabra como arpegios de mil sonidos en el sosiego de una naturaleza que parece muda pero que tiene una gran voz vital para cantarnos a su manera y en su trinar, la vida.

El arrullo tibio
de tu voz-reflejo
pintada en la llama
que encienden tus manos,
le va dibujando
a mi andar peregrino
un rumbo de soles,
donde va tu nombre
deletreando en luces
todos los caminos,
y de mis silencios,
todos los rincones.

No es pues el discurso de Aristófanes replicándole a Erixímaco. El de Carmen Rojas Larrazábal, es la proyección de la luz cantándole al silencio, a los arpegios de la luna enamorada, a la lluvia que con sus cuerdas de plata labra surcos de esperanza, que se hacen melodía y trajín en la bruma, como un concierto de voces sinfónicas que se ponen de acuerdo con la vida.

Hay acordes breves
para tu silencio,
y arpegios de luna sobre tu mirada.

La lluvia revela en sus cuerdas de plata,
que ha labrado un surco
para tus palabras
en mi piel sedienta de sonidos
nuevos.

Clara melodía
la de los anhelos,
que baña, serena
de bruma y de tiempo,
la silueta etérea de todos tus besos.

Es en esa mixtura de sonidos inmarcesibles, que la poeta danza cuando canta su alma. Y se puebla de sones que ha inventado la nada y de luces frecuentes de olvidos extraños. La suya es una entrega de esperanzas que hablan como si sus entrañas las aliara el Cielo.

Desde un claro acento
de menudos tonos,
olvido en tus ojos
toda mi tristeza.

Melodías lejanas,
de armonía perfecta
en tu voz errante
saben esperar
sobre techos llenos
de antigua esperanza.

Etéreos silencios
sobre el pentagrama
preludian los cantos
de mil tardes nuevas
donde el tiempo inventa
los versos sagrados
que jamás entrega.

La encuentro por eso en el sitio exacto. Como aeda inmensa buscando mañanas. Su élam, la vida, la lleva a mostrarnos sus quietas estancias y redobles bellos. Poesía intensa y a la vez segura, suave, avanti, lleva en su pico de paloma una rama de olivo y va al encuentro de búsquedas gratas inventando formas y paisajes bellos.

Pero aquí te encuentro
cantando distancias

con tu voz sin huella
para esta nostalgia.

Esperar no debo,
no debo encontrarla
con su miel-acorde
que un amor reclama,
no debo anhelarla
aunque sea tan dulce
su voz de agua clara.

En “Quince minutos bajo la lluvia”, la poeta es la lluvia y también el cielo, la luz de sus ojos abren oquedades. Discierne en el tiempo y se baña amante en el caudal traslúcido de aguas magistrales, llevándonos a la conclusión de que es una versificadora de extraordinarias virtudes y a la certeza de que grandes victorias le esperan.

Como dije al comienzo, el suyo no es el discurso de Fedro, hijo de Pitocles, del demo de Mirrimunte y tampoco el que pronunciara Estesícoro, hijo de Eufemo, natural de Himera, en el famoso “El banquete” de Platón en la casa de Agatón. El discurso de Carmen Rojas Larrazábal, es un canto de batalla para combates del alma. Esos que no son cruentos, pero que los matiza el paisaje de los trigales, y esa lluvia que en su poesía adquiere personalidad de viento efervescente; que se nutre en el verde azul de los mares, y se alianza en un cielo victorioso que también sabe de tristezas y dolores acendrados.

Creo por eso que estamos para felicidad de todos, ante una poeta que ya es la nueva luz de un Continente ávido de encuentros y palabras.

Carlos Garrido Chalén

Tumbes - PERÚ

Presidente Ejecutivo Fundador de la UHE

Premio Mundial de Literatura “Andrés Bello” 2009 de Venezuela.

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