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LA VIDA ES PERMANENTE CONTRADICCIÓN
Por Agustín Zúñiga Gamarra (Acucho)
En las playas de Ancón, Santa Rosa, la Herradura, o la Costa verde, los niños contentos juegan con la arena haciendo hoyos, trayendo agua, embarrándose, cada tanto se remojan en el borde de las aguas junto a la espuma, siempre vigilados por sus padres. En otro lado, jóvenes adolescentes despliegan sus habilidades de futbol en la arena, también hay más arriesgados que rompen olas desafiando la bravura del mar, todos finalmente convergen a la comida que los espera, la madre desbordante de alegría sirve generosos platos de tallarines y arroz con pollo, pero el fuerte sol solo puede ser acompañado de sabrosas cervezas a las que dan trámite los hombres en medio de bromas y anécdotas. ¡Qué maravillosos días se pasan en el verano de Lima!. No hay adulto, joven o niño que no tenga esa experiencia. Es el lado alegre de la vida. Sin embargo este verano 2010, algunos claman todavía: “reír, quien habla de reír, si la vida es dolor, solo dolor”.
Cuando subo a aquel hospital, todo mi cuerpo se zarandea, como que los huesos pretendieran quedarse afuera en la calle, temiendo ingresar y saber del mal trato, la equivocación de médicos, enfermeras y personal administrativo. Ahí adentro, somos tan indefensos, que hasta desearíamos no entrar. Pero así y todo, ingresamos para ver a nuestros hermanos y amigos. Allí comprendemos que la vida también es dolor. Pero el dolor que no se puede subsanar por nuestra propia voluntad, sino solo cuando ellos estén curados, es tan penoso verlos ingerir alimentos por tubos, heridas que no cierran, errores de instrumentos mal colocados, claman atención con derecho, pero difícilmente escuchados.
Considerando que la vida es contradicción permanente, aún en medio de ese ambiente de dolor surge la alegría cuando miras a las personas que visitan, el solo vernos las caras y compartir ese ambiente, nos dice que nunca estamos realmente solos, siempre hay alguien que nos estima, que siente aprecio y sinceros deseos que nuestra salud mejore. Eso devuelve vida al hospital, esperanzas, tranquilidad, nos dice que al fin de cuentas, hay solidaridad, y que no debemos estar alejados de aquellos que sufren dolor, por lo que desde niños deberíamos aprender a visitar semanalmente a los enfermos, a los adoloridos, a los abandonados, saber que nuestra presencia infunde anhelos y motivación para vivir.
Lima, 28 de marzo de 2010
La Pluma del Viento
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